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Teresa Gómez: «Me preocupa que haya más gente escribiendo que leyendo»

Teresa Gómez. Foto de Óscar Piñeiro
Teresa Gómez. Foto de Óscar Piñeiro.

Teresa Gómez: «Me preocupa que haya más gente escribiendo que leyendo»

Teresa Gómez (Puebla de don Fadrique. Granada) es licenciada en Psicopedagogía y Filología Hispánica, ejerce como docente especialista, en respuesta educativas a niños y niñas con altas capacidades intelectuales, de la Delegación de Educación de Granada, campo en el que cuenta con varias publicaciones académicas.

En 1986 ganó el Premio de Poesía Joven de la Diputación de Granada. Sus poemas han sido publicados en distintas revistas literarias (‘Olvidos de Granada’, ‘Urogallo’, ‘Nefelibata’, ‘Litoral’, ‘Letra Clara’…) y diversas antologías. Entre sus publicaciones destacan ‘Subasta en mi ventana’ (colección Cuadernos del Vigía), una colección de poemas pertenecientes al libro inédito ‘Plaza de Abastos’. Una selección de poemas tomados de dicho libro se recoge en la antología ‘La otra sentimentalidad’, editada por Francisco Díaz de Castro en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara (2003). También la plaquette ‘Tu silencio’, editada por la Asociación del Diente de Oro. Es coautora junto a Ángeles Mora de los textos del espectáculo flamenco de La Moneta ‘De entre la luna y los hombres’ y ha publicado relatos en las antologías ‘La narrativa tenía un precio’ y ‘Donde el mar se hace carbón’, ambas en la editorial Playa de Ákaba. Un estudio crítico de su obra puede leerse en ‘Dichos y Escritos’, de Juan Carlos Rodríguez, editorial Hiperión. Y ha sido reseñada en diferentes antologías colectivas y estudios sobre poesía.

Asimismo, es miembro fundador de la asociación cultural Verso Libre, y coeditora del libro ‘Palabras Cruzadas’. Ha realizado reseñas críticas para diferentes autores a lo largo de los años, de la talla de José Saramago, José Abad, Ioana Gruia, Ángeles Mora, Lourdes Ortiz, Gerardo Rodríguez Salas, Pedro Gómez… ‘La espalda de la violinista’ (Colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara, 2018) es su último poemario publicado. Con él es finalista del Premio Andalucía de la Crítica 2018.

Javier Gilabert: En tu calidad de docente especializada en las necesidades educativas de niñ@s con altas capacidades intelectuales, ¿opinas que la poesía sería una buena opción dentro de sus Programas de Enriquecimiento?

Teresa Gómez: Por supuesto, sin duda. De hecho una de las características que con más frecuencia encontramos en este alumnado es su creatividad, en el sentido más abarcador de la palabra, no sólo artística, sino científica, espacial… desarrollada sobre una base genética, está claro, pero también propiciada en gran medida por su gusto por la investigación y fruto de su curiosidad exacerbada. Hay una tendencia muy extendida a asociar inteligencia o altas capacidades con ciencia o tecnología, y muy poco frecuentemente con aspectos verbales o creativos. Hay que revertir estos estereotipos y ofrecer oportunidades para el desarrollo de todo tipo de talentos.

J.G.: Me gustaría saber tu opinión como psicopedagoga y filóloga sobre una cuestión. ¿En la escuela se le da la importancia que merecen a las asignaturas relacionadas con las letras y la música?

Teresa Gómez: En absoluto. Lamentablemente y a pesar de las advertencias de especialistas como Ken Robinson o Mihály Csikszentmihalyi, que subrayan la importancia de la vocación y la pasión como elementos predictores no sólo del bienestar sino también del éxito, la escuela del siglo XXI en gran medida sigue aferrada a la supravaloración de los aspectos más académicos. Podemos felicitarnos por la recuperación (parcial) de la Filosofía en nuestro sistema educativo, pero aún quedan al margen de la escuela muchas disciplinas imprescindibles para el crecimiento humano.

«La escuela del siglo XXI en gran medida sigue aferrada a la supravaloración de los aspectos más académicos»

Fernando Jaén: Tu obra poética ha sido publicada a pequeñas dosis (pequeñas joyas) en prestigiosas revistas literarias y antologías. Además siempre has estado cercana al mundo literario. ¿Qué supone para ti la poesía en tu día a día?

Teresa Gómez: La poesía me ha acompañado siempre, como lectora. En mi casa -de pequeña vivíamos en el campo- no había muchos libros, pero recuerdo que mi madre me compraba pliegos con romances que un quincallero vendía junto a tomates, sartenes, mantas… o todo lo que cabía en su camioneta y que yo esperaba de una vez a otra con ansiedad. A los 9 años ya estaba interna y tuve un mayor acceso a los libros, siempre me recuerdo leyendo. Y diría también que siempre me recuerdo escribiendo.

J.G.: Conoces bien el Parque Natural de Cabo de Gata, que está tan presente en la obra de poetas como Javier Egea o Mónica Doña, por citar algunos. ¿Qué tiene ese lugar que tanto inspira? ¿Alguno de tus poemas se gestaron allí?

Teresa Gómez: En mi caso concreto, viví allí durante nueve años. Fui maestra en Carboneras. Y hasta allí logré arrastrar a muchos amigos, entre ellos Ángeles Mora y Juan Carlos Rodríguez -quien nunca me perdonó que vendiera mi casa- que iban quedando fascinados.

Antes de llegar, pues llegué en el 89, ya sabía que… «otras aguas se presienten/ azules, más allá, volviendo El Cabo,/ y en los acantilados amanecen/ palomas y zureos,/ sirenas nuevas,/ que desde el farallón de la esperanza/ pueblan el aire». (Javier Egea)

Y así fue, en medio de una naturaleza impresionante y conmovedora, me encontré con gente crítica, lúcida y acogedora que me ayudó a ser la mujer que soy. De hecho, la luz, las imágenes y las emociones que viví allí siguen habitando en mis versos y en mi corazón. Y allí vuelvo una y otra vez.

Ojalá que este peregrinar que hemos mantenido los y las poetas hacia el Cabo de Gata, en general, y la Isleta en particular, pudieran protegerlo de alguna manera de la barbarie capitalista que tiene su máxima expresión en el Hotel del Algarrobico o las espeluznantes últimas noticias sobre no sé cuántos campos de golf y urbanizaciones en las inmediaciones del Parque.

F.J.: Eres una poeta muy valorada, aunque con pocas publicaciones, lo que habla de la calidad de tus poemas y de la profunda huella que dejas a quien se acerca a ti. ¿Es necesario publicar para ser reconocido? ¿Qué valor le das al reconocimiento de tu obra?

Teresa Gómez: Creo que sin publicar (y no sólo publicar, sino hacerlo en una editorial de prestigio y que publicite y distribuya bien tu obra), sólo llegas a tu entorno más próximo. La crítica no se ocupa de ti, tus libros no existen más allá de tu provincia o tu comunidad… En fin, tendrías que tener mucha suerte para que se reconozca tu obra.

Claro que, ahora que lo pienso, esta sería la respuesta correcta hace unos años, pero hoy tras el fenómeno poético gestado en las redes, la respuesta ya no puede seguir siendo la misma. Sin embargo, no podría contestarte a esa pregunta, a pesar de que he asistido a algunas sesiones del magnífico encuentro de «poetas en las redes sociales» que se ha celebrado en Granada. No tengo los datos suficientes para teorizar sobre estas nuevas formas de difusión poética.

F.J: Formaste parte del movimiento de La Otra Sentimentalidad, sobre la que tanto se ha escrito, de la mano de los poetas Javier Egea, Luis García Montero y Álvaro Salvador. ¿Cómo influyeron estos poetas en tu poesía? ¿Qué crees que supuso este movimiento en el panorama de la poesía nacional?

Teresa Gómez: Yo diría que La Otra Sentimentalidad supuso una ruptura en cuanto que empezó a cuestionar la poesía como expresión sincera del yo o del otro y reconoció, no sólo sin pudor, sino con alegría y orgullo, que mentía; reconoció su ficcionalidad asumiendo el distanciamiento. Quizá esta convicción no era nueva, había antecedentes; sin embargo, La Otra Sentimentalidad hizo de ella su método de trabajo. Teníamos aún una fuerte resaca de franquismo y estábamos ensayando los primeros pasos de la democracia con auténtico entusiasmo y esperanza (no sabíamos aún que seríamos noqueados casi enseguida por la «cultura del pelotazo»). Y la primera misión era cuestionar y desmontar un lenguaje y una sensibilidad que obstaculizaba nuestra tarea. Esa era nuestra pequeña (o enorme) revolución, poner al descubierto las estrategias y contradicciones del capitalismo, rompiendo, entre otras, la dicotomía pensamiento/sentimiento.

Para mí La Otra Sentimentalidad fue un espacio físico, emocional e intelectual. Físico, porque habitaba territorios de aprendizaje que abarcaban desde la Facultad de Filosofía y Letras de Granada hasta La Tertulia, sin que a fecha de hoy pueda concretar dónde aprendí más. Emocional, porque eran mis amigos y amigas. E intelectual porque asumí con enorme entusiasmo la propuesta de una mirada «otra» que cuestionaba nuestra propia historia, la de cada día, la individual la que proyectamos desde nuestra experiencia cotidiana, con la finalidad última de acotar y analizar el inconsciente dominante. Asumí el reconocimiento del magisterio de Juan Carlos Rodríguez y de una teoría radicalmente histórica de la literatura, el cuestionamiento de nuestros propios sentimientos. Ya no podíamos creernos que los sentimientos son «libres», sabíamos que los sentimientos también se aprenden, «se producen». Hay sólo el lenguaje podrido de la explotación ideológica que tenemos que transformar para producir otra práctica de la poesía, nos dijo Juan Carlos. Asumí la vinculación con poetas como Alberti, Gil de Biedma o Ángel González, el compromiso político de izquierdas, la actitud moral (como diría Andrés Soria) y descubrí la voz de poetas como Ángela Figuera Aymerich, Emily Dickinson, Gloria Fuertes, Alejandra Pizarnik… (cuando ya casi empezaba a creerme que las mujeres no escribían). Y asumí la poesía como resistencia. Gracias a ti, poesía, pequeño pueblo en armas contra la soledad (nadie lo dijo mejor que Javier Egea).

Pero dicho todo esto, tengo que añadir que aunque su núcleo poético lo conformaran estos tres autores que habéis citado (entre otras cosas, por la publicación del manifiesto en 1983, por la celebridad alcanzada, con toda justicia, y porque algunos de ellos no sólo son poetas sino profesores influyentes, críticos y teóricos importantes); había otros autores y, sobre todo, otras autoras (entre las que destaca Ángeles Mora), y por tanto hoy 40 años después ya no se puede seguir hablando sólo de ellos cuando se analiza la importancia o la repercusión de La Otra Sentimentalidad (aun cuando estos tres nombres son para mí tres referentes incontestables y tres personas que habitan en mi corazón). Quizá la nómina más completa es la que aparece en la antología del mismo nombre, ‘La Otra Sentimentalidad’ (2003), editada por Francisco Díaz de Castro con la Fundación José Manuel Lara también en su colección Vandalia.

«Para mí La Otra Sentimentalidad fue un espacio físico, emocional e intelectual»

J.G.: ¿Cómo se ve ahora, con cierta retrospectiva, aquella etapa? ¿Existe alguna corriente similar en la actualidad?

Teresa Gómez: Aunque me encanta hablar de La Otra Sentimentalidad (como se puede constatar en esta entrevista) y de lo que supuso, y aunque en absoluto reniego, como ya he dicho más arriba, de lo que sin duda estuvo en mis orígenes y en la génesis de mi construcción como poeta, no sé si tiene sentido seguir hablando tanto de este movimiento (si no es como análisis de un momento de la historia de la poesía); visto en perspectiva temporal, no fue mucho más que un breve instante de camaradería poética que dejó en mis versos -como creo que en los de todos- una señal inequívoca; pero enseguida cada uno de nosotros siguió su camino.

En cuanto a si existe hoy alguna corriente similar, por una parte, hay que mencionar el gran número de poetas, sobre todo en Granada, que siguen reconociendo a Juan Carlos Rodríguez como inspiración teórica bajo sus versos y haciendo mención a la maestría que los poetas y las poetas más significativos de La Otra Sentimentalidad han ejercido sobre poetas más jóvenes, o más recientes (aunque no sean tan jóvenes) como impulso de su trabajo poético.

Por otra parte, creo que las nuevas generaciones están haciendo lo mismo que hicimos (y seguimos haciendo) nosotros, buscar su propia voz, contar la historia desde su propio momento y releer a los clásicos desde su propia cultura. Claro que el momento histórico de hoy es muy distinto y aunque en general, los referentes culturales siguen siendo los mismos, la lectura que se hace de ellos es otra. Lo diferencial nunca son los temas en la poesía, sino las diferentes maneras de tratarlos -y quizá hoy habría que insistir en ello, de compartirlos-.

F.J: Has publicado recientemente tu poemario ‘La espalda de la violinista’, nacido a raíz de la contemplación de la actuación de una violinista en un concierto. El poemario se estructura con un preludio y tres movimientos, como si de una pieza musical se tratara. ¿Qué relación tienen la poesía y la música para ti? ¿Qué nos muestras en este libro?

Teresa Gómez: La música es una de mis grandes pasiones. Me hubiera encantado ser música, no creo que haya lenguaje más universal. Pero la poesía y la música mantienen desde siempre una relación de amor apasionado. Incluso diría que en ocasiones se funden y es difícil separar la una de la otra. Es imposible imaginar música sin poesía, e incluso más, poesía sin música. Y me refiero a la poesía que está en la música, sin palabras, o a la música que está en la poesía, sin notas.

Lamentablemente, no soy música, ni siquiera una gran entendida, sólo una disfrutadora de ella, una diletante, que no es poco privilegio, desde luego. Y me encanta hacerle guiños permanentes como haber dividido mi poemario en movimientos, a modo de sinfonía, o dejarme inspirar por un concierto como he hecho en mi último poema, aún inédito, que está inspirado en el concierto para violonchelo de Shostakovich, o dedicarle un poema al oboe.

«Soy una escritora lenta que trabajo mucho mis textos y disfruto haciéndolo»

F.J: El prólogo del libro es de Ángeles Mora (Premio Nacional de Poesía). ¿Qué valor le das al hermoso proemio que te dedica? Y tomando su ejemplo y el tuyo, fundamentales para entender la poesía granadina y española, ¿crees que está bien representada la mujer en la poesía actual?

Teresa Gómez: Ya he comentado en varias ocasiones que ‘La espalda de la violinista’ tendría valor en sí mismo sólo por el prólogo. Ángeles hace un recorrido por las poéticas de nuestra generación y por el ambiente que rodeó mis primeros pasos poéticos, pero no se detiene ahí. Alumbra con la potente luz de su inteligencia y su sensibilidad cada uno de mis versos poniendo al lector en la pista no sólo de lo que dicen, sino también de lo que callan. Y todo ello con rigor académico, pero con el lenguaje claro, sencillo y poético que se corresponde con su personalidad.

En cuanto a la segunda parte de la pregunta, me encantaría decirte que la lucha que han llevado a cabo las mujeres que nos han precedido (Aurora de Albornoz, Noni Benegas, Juana Castro, Remedios Sánchez, por citar sólo algunos nombres de poetas/críticas/antólogas de habla hispana), ha propiciado que ya no sea necesario seguir hablando de la equidad entre hombres y mujeres en los jurados de los premios (véase el estudio de Nieves Álvarez), en los listados de finalistas y premiadas, en las listas canónicas, en los libros de texto, en las antologías… Pero desafortunadamente aún no puedo darte esa respuesta, en absoluto. Aunque sí puedo decirte, reconozcámoslo, que los datos están cambiando (véase la nómina de finalistas en los Premios de la Crítica de Andalucía de este año, o las ganadoras de algunos premios en los que era infrecuente encontrar nombres de mujeres). Sin embargo, si estudias algunos periodos de nuestra historia, verás que las mujeres participaron, estudiaron, publicaron, discutieron en tertulias, fueron una más en la vida social, luchadoras que tuvieron voz artística, crítica y social (Generación del 27, por ejemplo)… Pero ¿qué ha pasado? ¿Quién ha olvidado mencionarlas más tarde en los libros de literatura, en el canon? ¿Por qué se ha silenciado su voz y su presencia hasta hoy en que un auténtico huracán de reivindicación está destapando su existencia? Todo esto te lo cuento para que entiendas por qué no me fío. Y por qué hemos de seguir siendo el martillo pilón que reivindica, una y otra vez, su lugar en la historia.

J.G.: Escribes desde siempre y, paradójicamente, ‘La espalda de la violinista’ es, prácticamente, tu primer libro publicado. ¿A qué es debido? ¿Sientes que, de algún modo, «se ha abierto la Caja de Pandora»? ¿Hay ya otro libro en preparación?

Teresa Gómez: Para publicar no basta en absoluto con escribir, ni siquiera con escribir bien, diría yo. Son necesarias una serie de gestiones, llamémosle «comerciales», y ese sentido siempre he sido vaga y con poca resistencia a la frustración, no tengo habilidades ni vocación para desenvolverme en todo ese territorio de ingeniería editorial o, como lo llama Manuel Rico, «aparato literario». Aunque tampoco es del todo cierto que ‘La espalda de la violinista’ sea mi primer libro; ya había publicado ‘Subasta en mi ventana’ (que es una recopilación de poemas del inédito ‘Plaza de abastos’) con la editorial Cuadernos del Vigía. Aunque se trata de un libro pequeñito, le tengo mucho cariño. Claro, que ahora estoy tan feliz con todo lo ocurrido tras haber publicado con la Fundación José Manuel Lara, en su colección Vandalia, que quién sabe si como tú dices se habrá abierto la Caja de Pandora. En todo caso, yo soy una escritora lenta que trabajo mucho mis textos y disfruto haciéndolo, así que no voy a renunciar a eso. Por tanto, no creo que esté muy próximo mi siguiente libro.

«Leo más poesía clásica, y a mis poetas de referencia, que poesía emergente»

J.G.: ¿Qué consejos le darías a l@s jóvenes poetas que llegan recientemente al mundo de los versos? ¿Hay «cantera» en Granada y, en general, en Andalucía?

Teresa Gómez: El único consejo que me resultó válido a mí: leed, leed, leed.
Por supuesto que hay cantera, no hay más que ojear alguna de las antologías que recopilan versos (con distintas convocatorias), de los poetas y las poetas que emergen en nuestra ciudad o nuestra comunidad. O la cantidad de libros de poesía que se publican al año. Granada tiene una tradición poética espectacular desde la Granada árabe hasta nuestros días en que están representadas todas las corrientes y escuelas poéticas en las voces de sus jóvenes poetas, pasando por Lorca, por supuesto. De hecho, para entender la importancia de la poesía en nuestra historia, basta con mirar los nombres de las calles de esta ciudad o la actividad cultural que se desarrolla en ella en torno a la poesía y la literatura.

Pero para ser totalmente sincera tengo que confesar que leo más poesía clásica, y a mis poetas de referencia, que poesía emergente. Quizá sea porque no dispongo del tiempo suficiente para llegar a todo y tengo que elegir. Sé que hay gente joven muy buena aportando frescura y emoción, pero también me preocupa que haya más gente escribiendo que leyendo.

J.G.: Momento «carta blanca». Es tu turno para ejecutar «el último movimiento» de esta entre2vista como te apetezca.

Teresa Gómez: Quizá lo único que me quede por contar sea mi enorme agradecimiento a todas esas personas que siempre han apoyado mi poesía. Entre ellos destacaría a Juan Carlos Rodríguez (me hubiera gustado tanto que viese mi libro publicado), a mis compañeros y compañeras de generación (Ángeles Mora, Luis García Montero, Javier Egea, Álvaro Salvador, Inmaculada Mengíbar…) y a tantos amigos y amigas que han estado siempre cerca de mis versos, a veces discutiéndolos, a veces, inspirándolos y siempre dándoles sentido.

Y por último, me gustaría insistir en lo que ha supuesto para mí haber sacado mi libro en la Fundación José Manuel Lara (en este sentido quiero mostrar también mi agradecimiento a Álvaro Salvador que no sólo me animó a lo largo de los años a publicar mis versos, sino que me facilitó el encuentro con Vandalia), pues soy perfectamente consciente de que mucha de la repercusión que ha alcanzado mi libro se la debo a la gestión impecable de las y los responsables de la edición.

Poemas de Teresa Gómez

(Todos de ‘La espalda de la violinista’ (Colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara, 2018)

Palabras en la piel

IV

Si me buscas,
hazlo entre la gente que mira en silencio
como cae la tarde.

Pregunta en el puerto
dónde está mi nombre,
dónde mi destino.

Búscame en la arena,
en aquellas peñas,
en aquellas olas que trae el horizonte,
muy cerca del cabo,
cerca de tus redes.

Tu silencio

I

Las brumas del otoño
me enredan en sus hojas
y no está tu mirada
que me descubre el mar,
ni tu silencio como un barco
desplegando sus velas
allá en el horizonte.

Y no están tus palabras
acercándome redes,
ni tu silencio como el viento
alcanzando montañas,
silbando mis anhelos.

Pero tus manos hiriendo mi cintura
serán como una playa descubierta en la tarde,
y tu silencio estallará
arrastrando en la espuma delfines y corales.

Si…

Si tu lengua en mis pechos desatara
una tormenta oscura de deseo.
Si pusieras silencios en mi espalda
y en mi pubis razones, o tu aliento.

Si no te acuchillara el horizonte
con ese miedo antiguo que desprendes.
Si tus audaces sueños como el bronce
brillaran en mi risa y en mi frente.

Si me soplara viento hasta tu cuello.
Si me incendiara sol hasta tus hombros.
Si me arrastrara lluvia hasta tu fuerza.

Si me creciera luna hasta tu pelo.
Si me rizara mar hasta tus ojos.
Si me llovieras tú, si me llovieras…

Pero no te he querido

Para ti nada más
he vestido mis chales y mis joyas
y he compuesto palabras y gemidos,
para ti nada más.

Para tenerte preso en mi cintura
he traído azucenas de las cumbres
y caracolas blancas del abismo,
para tenerte preso.

Pero no te he querido,
mi amor, no te he querido.

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Javier Gilabert / Fernando Jaén
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