Entre2vistas

Jesús Montiel: «Un libro, si no sale del circuito literario, es un fracaso»

Jesús Montiel. Foto de LM
Jesús Montiel. Foto de LM

Jesús Montiel: «Un libro, si no sale del circuito literario, es un fracaso»

Jesús Montiel (Granada, 1984) ha publicado hasta la fecha cinco poemarios que le han valido distintos reconocimientos, entre los que destacan el Premio Internacional Alegría y el Hiperión: Placer adámico (2012), Díptico otoñal (2012), Insectario (2013), La puerta entornada (2015) y Memoria del pájaro (2016). 

Suya es la traducción de Resucitar, de Christian Bobin (Ed. Encuentro, 2017). Asimismo, ha publicado cuatro libros de difícil clasificación, entre la narrativa, la poesía y el aforismo: Notas a pie de instante (Esdrújula, 2018), Sucederá la flor (Pre-Textos, 2018),  El amén de los árboles (Esdrújula, 2019), Señor de las periferias  (Pre-Textos, 2019) y Casa de tinta (Hiperión, 2019).

Javier Gilabert: Mi relación con Jesús viene de largo. Y comienza siendo una relación padre-maestro, pues no en vano fui el tutor del mayor de sus hijos y en la actualidad lo soy del segundo y también doy clase al tercero. Luego, a través de la poesía, conocí al Jesús escritor. No me duele en prenda decir que lo considero un escritor magnífico, por cierto. Quizá por esa cercanía y porque sé que está muy ocupado, he tardado mucho tiempo, demasiado, en invitarlo a pasar por nuestra sección. Por fin, Fernando y yo hemos tenido el inmenso placer de charlar con él. Siempre aprendo algo cuando lo leo o escucho lo que tiene que decir. Y eso es decir mucho.

J.G.: Tus últimos libros ‘Sucederá la flor’, ‘Señor de las periferias’ y ‘Casa de tinta’ son de prosa, precisa y preciosa, poética. ¿Has quedado tu poesía (en verso) relegada a un segundo plano? ¿Qué te impele ahora a escribir este tipo de literatura?

Jesús Montiel: No siento que haya abandonado la poesía. Sigo escribiendo poesía, o lo intento. Solo que ya no versifico. Esa es la única diferencia: la formal. Siempre he tenido vocación de lectores. No escribo para otros poetas. Eso me parece horrible. Escribo para saltar a los demás, porque me cuesta de otro modo. Para mí la literatura es puente, trampolín, pértiga. Un libro, si no sale del circuito literario, es un fracaso, un producto autista. Algo que solo sacia momentáneamente el ego, pero que no conduce a nada. Todo esto te lo digo porque no solo he abandonado el verso porque me sienta más cómodo en la prosa, porque considero la prosa es un espacio menos claustrofóbico, sino que además ofrece muchas más posibilidades, ha sido mi experiencia, de llegar a más lectores, de tener un espacio para el diálogo mucho más amplio, más enriquecedor, menos elitista. Estoy muy contento porque mis libros han dado ese salto. Han llegado a lectores. Lectores de verdad. 

Fernando Jaén: Debo confesarte que con tu libro ‘Sucederá la flor’, se me encogió el alma. Es un manual de estilo y coraje. Se aprecia una fuerte relación padre e hijo, un respeto a la muerte sin temerla y un miedo por lo que nuestros hijos deben afrontar, demasiadas veces, solos. ¿Cómo influye el concepto de la enfermedad en tu producción? ¿De qué manera entiendes la mejor poesía, con ojos de padre o con ojos de hijo?

Jesús Montiel: La enfermedad de mi hijo fue crucial. Mi escritura cambió, como mi corazón. Y sigue haciéndolo. Cada acontecimiento es una llave y una jaula. La enfermedad también: uno puede rehuirla y ver el dolor como un sinsentido, algo absurdo, una avería, o bien abrazarlo, dejarse herir por el dolor, no defenderse. Yo escogí la segunda opción. Y desde entonces los frutos se han multiplicado. El dolor, como dije en el libro que comentas, me ha dado el canto. El dolor es como un mendigo que golpea nuestra puerta insistentemente. Abrí la puerta, salí a la intemperie y descubrí que mi casa no era lo que dejaba atrás, ese lugar donde estaba sentado, sino lo que hay fuera, donde llueve y truena y hay peligro.

«Escribo sin sufrir, y sobre todo aprendo a no escribir»

J.G.: En otoño verá la luz en Pre-textos ‘La última rosa’, un libro en prosa. Y en Trea, ‘Casi silencio’, otro de aforismos. Y me consta que no es lo único que guardas en el cajón. Explícanos: ¿de dónde sacas el tiempo, teniendo en cuenta que ante todo eres padre y profesor? ¿Cómo te organizas para producir tanto –y tan bueno- a pesar de que tus circunstancias personales no son las idóneas para escribir?

Jesús Montiel: Cada día tiene tiempo para todo. Esa es mi experiencia. Incluso tiempo para no hacer nada. Para mí escribir se ha vuelto no un esfuerzo sino algo tan espontáneo e inconsciente como la respiración. No tengo que estar mucho tiempo sentado al escritorio. Sencillamente tomo notas, y luego les doy forma. Reescribo. Siento que he encontrado mi camino, mi voz, y escribir no supone ya un esfuerzo intelectual, algo que nace del cálculo. Escribo sin sufrir, y sobre todo aprendo a no escribir. Eso sí que es difícil. 

J.G.: Necesito que me expliques lo de tu “banquito de madera” o lo de la vela encendida en la noche. ¿En qué consiste exactamente este sistema de meditación y qué relación tiene con tu producción literaria? ¿Por qué es tan importante esa búsqueda interior en la que te hayas inmerso? ¿Transitas por el camino de la mística?

Jesús Montiel: Es muy sencillo. Se llama la oración del corazón. En la actualidad la gente recurre al yoga o al zen porque lo lejano es más exótico. Uno no lo juzga, no lo asocia a connotaciones negativas, como ocurre con el cristianismo. El cristianismo, sin embargo, tiene también la meditación, la oración silenciosa, y desde hace muchos siglos. Solo que la Iglesia lo ha olvidado. Ya los monjes de Egipto, en siglo cuarto, la practicaban. Se trata de un silenciamiento, de una batalla contra el ego. Solo hay que sentarse, no hacer nada más que repetir un mantra. Yo sigo la escuela de Franz Jalics, la misma que sigue Pablo d’Ors. La practico desde hace años, pero ha sido en los últimos meses cuando la he intensificado. Esta búsqueda es muy importante porque vivimos enterrados bajo una imagen falsa de nosotros mismos. La que hemos creado para ser queridos. Valorados. Esta meditación, esta oración constante, ayuda a desvelar el corazón, rasgar todos los velos que lo envuelven para encontrar el paraíso, que está dentro de cada uno, esperando ser reconquistado. El viaje es peligroso, porque hay mucha sombra, mucha neurosis dentro de uno, pero sin duda es el único viaje que merece la pena. 

F.J.: Me gusta mucho un concepto tuyo con el que me siento identificado: “El amor como algo encarnado, no como una idea abstracta”, que te lleva amar lo cercano. ¿Qué papel juega este amor concreto y sólido en tu obra y en tu día a día? 

Jesús Montiel: Escribo mucho sobre el amor porque todavía no amo. El día en que ame de verdad, de un modo auténtico, quizá no necesite la escritura. Creo que el amor no es un nombre de los abstractos, como se enseña en el colegio. Al contrario. El amor se asoma por los hechos. Es pura concreción. El amor es lo contrario de una idea: es pedir perdón tras un altercado, poner la lavadora cuando uno está cansado y está convencido de que es el otro quien debe ponerla, es cerrar el libro que leemos para cambiar un pañal, doblar la sábana de un modo distinto al de la prisa, gastar ese dinero que ahorramos para hacer un regalo. El amor no puede definirse porque es pura acción, pura concreción, ejemplo absoluto. 

«El amor no puede definirse porque es pura acción»

F.J.: En ‘Autorretrato con radiador’, Christian Bobin afirma con insistencia que es posible hallar alegría en la monotonía, la soledad y la pérdida. Su vida parece contrastar un poco con la tuya. Con seis hijos queda poco espacio para la soledad. ¿Qué te une a este autor? ¿Hasta qué punto ha influido su obra significativa en tu escritura?

Jesús Montiel: Christian Bobin es mi maestro. Lo leo discipularmente, quiero decir que su escritura me nutre, me amamanta, ayuda a mi desarrollo creativo. Lo descubrí en un momento decisivo, de crisis creativa. Fue algo providencial. La confirmación del camino que transito. Si bien es cierto que nuestras vidas son distintas (él sin hijos, yo con seis), creo que nos une una misma experiencia: la escritura como puente hacia el mundo y los demás, como herramienta para mirar lo invisible, que está por todas partes. Somos dos hermanos de tinta, de la raza de los tímidos.  

F.J.: Después de esta relación tan especial con él y con su obra, ¿qué supuso para ti traducir a Bobin en ‘Resucitar’?

Jesús Montiel: No lo esperaba. Contactó conmigo la editorial Encuentro y me lo propuso. A mí no se me hubiera pasado por la cabeza, pues es muy difícil traducir a quien es tan cercano para ti. Además, mi francés tiene muchas lagunas. Fue un verdadero reto, pero también un aprendizaje. Creo que la traducción posee una dimensión pentecostal, es decir, alivia los efectos de Babel. Quien traduce reúne lo distinto, crea comprensión entre lo  que lo que era incomprensible. Restaura en cierto modo la armonía perdida, el paraíso. Ahora precisamente acabo de concluir otra traducción de Bobin que saldrá este año. Volvieron a contactar conmigo para traducir otro de sus libros. Ha sido difícil, pero muy nutritivo.

J.G.: Finalizamos nuestras entre2vistas con el “Momento Carta Blanca”. Cierra tú esta como te apetezca.

Jesús Montiel: Quisiera terminar con unos versos de Mario Míguez que releo constantemente: Ensucio todo hablando demasiado./ Cobarde charlatán, ruidoso hipócrita (…)/ Debo callar, permanecer callado./ Aunque lo sé de siempre, no lo cumplo:/ mi voz tengo que hacerla de silencio.

Textos de Jesús Montiel

CASA DE TINTA

“La vida no nos obedece. Es imposible domesticarla. Corre, salta, ladra por los prados del tiempo. No hay nadie capaz de ordenarle dame la pata, siéntate, ve a por la pelota. Hay una belleza secreta en su rebeldía. Un orden tras su aparente sinsentido. Un camino oculto en el azar de sus correrías»   

“Nuestra muerte nos pregunta todos los días cómo vivimos”

SEÑOR DE LAS PERIFERIAS

Los poetas son un idioma difícil escrito con una caligrafía de fuego. Sus textos son hogueras donde los siglos siguientes se arriman para frotarse las manos, muertos de frío. Llamas que arden el corazón de quien osa hacerles frente.

Los poetas, los santos y los locos son infancias que han resistido la mordedura del tiempo, niños en todas las edades, asombros que siguen en pie tras el huracán de la costumbre.

SUCEDERÁ LA FLOR

Érase una vez, de pronto, tu enfermedad. La enfermedad nunca avisa de su llegada. Llega siempre a una hora inoportuna, sin pedir permiso, y nos aborda maleducadamente, como una salteadora. La inteligencia no la comprende, desconoce su idioma. Para entenderla es necesario ser tonto. He conocido a muchos hombres capaces de hablar varias lenguas o escribir un ensayo erudito sobre cualquier asunto difícil. Al recibir la visita de la enfermedad, la mayoría son bebés que balbucean. Todos sus saberes ceden como una bolsa de plástico cuando contiene un peso superior a su resistencia. Ellos iban silbando y de repente miran sus planes por el suelo, las manos sosteniendo las asas rotas, ni rastro de la antigua seguridad. 

Esta mañana, mientras conducía, he apretado el símbolo de pausa en la radio y he sonreído. En nuestra vida hay una hora que, igual que un dedo, apaga la música de nuestros razonamientos. 

También te puede interesar...

Javier Gilabert / Fernando Jaén
1 Comentario

1 Comment

  1. Pingback: Una luz al final del túnel | secretOlivo

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.