Entre2vistas

Ben Clark: «A veces, los poemas nacen de los sitios más raros»

Ben Clark. Foto de Alberto de la Rocha

Ben Clark: «A veces, los poemas nacen de los sitios más raros»

Ben Clark (Ibiza, 1984) es poeta y traductor. Es autor, entre otros, de los poemarios Los hijos de los hijos de la ira (XXI Premio de Poesía Hiperión. Hiperión, 2006. Delirio, 2017); Cabotaje (Delirio, 2008); Basura (Delirio, 2011); La Fiera (Sloper, 2014), por el que obtuvo el Premio el Premio El Ojo Crítico de RNE de Poesía 2014, Los últimos perros de Shackleton (Sloper, 2016) y La policía celeste (Visor, 2018), por el que obtuvo el XXX Premio Loewe de Poesía. Como traductor de poesía ha publicado los Poemas de amor de Anne Sexton (2009), la Poesía Completa de Edward Thomas (2012) y, junto a Borja Aguiló, la antología Tengo una cita con la Muerte (Poetas Muertos en la Gran Guerra) (2011), todas ellas en Ediciones Linteo.  Actualmente vive en Málaga. @benclarkpoeta

Javier Gilabert: La librería Ubú de Granada es lugar de reunión y sorpresas. En su «salita de estar» puedes encontrarte con escritores, poetas, artistas o músicos del mundillo cultural granadino… o de cualquier parte. Me entero de que viene Ben a presentar su ‘Armisticio’ y, aunque voy siempre mal de hora –y más entre semana-, hago lo posible… y lo consigo. Me llevo, por cierto, el ejemplar de ‘La policía celeste’ que tengo en casa para que me lo firme y llego pronto. De hecho, antes incluso que él o Rosa Berbel, maestra de ceremonias en esta ocasión. Cuanto Clark entra me presento. Me cae bien de forma instantánea. Es amable y educado, y mordaz e inteligente –esto lo veré más tarde, cuando nos hable de su libro–. Poco a poco se llena la librería y entre poesía y risas (chistes sobre la edad –pero si estás hecho un chaval, Ben– incluidos) se pasa el rato volando. «Un buen tipo; un buen poeta», pienso para mis adentros. Me despido, no sin antes invitarlo a pasar por nuestra sección. Me alegro de haberlo hecho…

Titular:

J.G.: Tu poema ‘El fin último de la (mala) literatura’, que apareció por primera vez publicado en ‘La mezcla confusa’ (2011), aunque si no me equivoco lo escribiste allá por el 2009, y que has rebautizado como ‘El poema viral’ en ‘Armisticio (2008-2018)’, se convirtió en un conocido fenómeno de apropiación de arte, algo «más viejo que la tos», pero que la red favorece en su máximo exponente, como explica Daniel Escandell en el exhaustivo estudio que le dedicó en su reciente libro ‘Y eso es algo terrible. Crónica de un poema viral’, en el que se cuenta, entre otras cosas, cómo llegó a localizar hasta 250.000 versiones distintas de tu poema original. Recomiendo a todo el mundo que lea este libro si quiere conocer a fondo el caso, por lo que no me quiero extender en este particular. Lo que me gustaría es saber tu opinión sobre esa facilidad con la que internet y las redes sociales permiten que un@s poetas se mimeticen con otr@s a los que admiran, o simplemente copian, convirtiéndose en sus ecos. ¿Crees que internet supone un avance para la producción poética o todo lo contrario? ¿Realmente tu poema tiene vida propia, o son las lectoras y los lectores que se lo han ‘apropiado’ los que no la tienen… o al menos, poéticamente (risas)?

Ben Clark: Aunque parezca una obviedad, es importante recordar que copiar o parafrasear algo que no se te ha ocurrido a ti y decir o insinuar que se te ha ocurrido a ti es simple y llanamente copiar. Esto era así antes de la llegada de internet y, desde luego, es así ahora también. En Twitter parece que esta ‘regla’ básica se interpreta o se ignora; hay quien se hace un lío hablando de la historia de la literatura y del arte y no, amigos, si copias algo y lo firmas tú, estás copiando y punto. Otra cosa es el vacío legal que permite el fenómeno mimético gracias, entre otras cosas, al funcionamiento mismo de Twitter. En tu pregunta mencionas la palabra admiración. Creo que la admiración aquí no juega un papel importante porque, en la mayoría de los casos, las personas ni siquiera saben –ni están muy interesados en saber– quién es el autor o la autora de los textos. Me hace gracia todo lo que ha ocurrido con el #PoemaViral, y no me molesta especialmente que ya no sea mío (porque ya no es mío), pero eso no significa que considere que todo lo que circula por internet le pertenece a todo el mundo o que no sea necesario reflexionar mucho sobre cómo se trata la propiedad intelectual –sobre todo las imágenes– en las redes sociales. En la inmensa mayoría de casos, tardaríamos unos pocos segundos en poder descubrir en Google quién fue el autor o la autora de ese material y podríamos poner su nombre sin dificultad alguna. El problema no es la mala fe de la gente, es la falta de voluntad y la falta de rigor. 

«Si copias algo y lo firmas tú, estás copiando y punto»

Fernando Jaén: Al hilo de la pregunta anterior, creo que tus poemas están escritos con mucha habilidad, y con un lenguaje que es fácilmente asimilable por el lector, hasta tal punto que no es la primera vez que se toman como algo ‘colectivo’, como si tuvieran mucha facilidad para entrar en el acervo popular. ¿Te molesta esta facilidad que tienen las redes de asimilar tu obra?

Ben Clark: En absoluto. Me interesa mucho la claridad que esconde una mecánica compleja y me encanta que los poemas tengan nuevos lectores. Eso sí, creo que es importante, como comentaba, que todos hagamos un esfuerzo por averiguar quién fue el autor o la autora del material que nos gustaría compartir, ya sea texto o imagen. No creo que sea posible un sistema donde uno cobre por el material que se comparte, pero sí que podemos reconocer el trabajo de esas personas poniendo su nombre o la fuente. 

J.G.: En 2017 te alzas con uno de los premios más prestigiosos de este país –el Loewe–. Ya contabas en tus vitrinas con El Ojo Crítico de RNE, el de Poesía Joven de RNE, el Félix Grande o el Hiperión (ex aequo), entre otros. ¿Te lo tienes creído (muchas risas)? Hablando ya en serio, ¿en qué medida estos reconocimientos han influido, para bien o para mal, en tu producción literaria?

Ben Clark: Durante muchos años (décadas), prácticamente la única vía para dejar de ser un poeta inédito en España era ganar un premio literario. Con el tiempo y el boom inmobiliario el tema de los premios, en mi opinión, se nos fue de las manos y los premios literarios –muchos de ellos de poesía, pero también de novela e incluso de cuento– empezaron a brotar como setas. Hasta Bolaño vivía de los premios literarios. Creo que los premios son muy positivos para darle ese impulso a un autor o a una autora que no ha publicado. Estoy pensando en la repercusión que ha tenido recientemente el libro de Rosa Berbel, por ejemplo, o en el pasado Carmen Jodra o Almudena Guzmán. Cuando uno se dedica a esto, como yo, un premio como el Loewe, con una dotación económica muy importante, te permite seguir creando, seguir pagando las facturas y seguir estudiando y leyendo. De todos los premios que has mencionado, quizá el que me parece más interesante es el premio El Ojo Crítico de RNE, ya que es uno de los pocos premios –junto al Premio Nacional de Poesía, el de la Crítica y alguno más– que se concede a un libro ya publicado. Este es un modelo que habría que potenciar ahora, porque hoy en día, por suerte, existen muchas editoriales independientes que publican a autores inéditos y los premios no representan la única salida para un manuscrito. Sería muy interesante que hubiera más premios a libros ya editados para poder clasificar un poco el enorme número de libros de poesía que se publica sólo en España cada año. 

«Sería muy interesante que hubiera más premios a libros ya editados»

J.G.: Sabemos –porque lo dices– que tu etapa como becario de creación literaria de la Fundación Antonio Gala en la promoción 2004-2005 desempeñó un papel determinante en tu aprendizaje y evolución en tu producción poética. Pero nos gustaría que nos contaras más sobre esa experiencia. Qué pasó durante aquel año, de qué manera aprendiste y, sobre todo, con qué te quedas de tu estancia en Córdoba.

Ben Clark: Aprendí varias cosas que creo que son fundamentales para un poeta: en primer lugar, aprendí a valorar mi propio trabajo y salí convencido de que debía crear, debía escribir por muy difícil que fuera y por mucho que la vida me empujara a no hacerlo. Ese convencimiento es lo más importante que ofrece la Fundación Antonio Gala, y es igual de útil si uno sale de allí convencido de que ya no quiere escribir. Por otro lado, desde un punto de vista técnico, aprendí a corregir mis poemas y a crear una distancia entre mis creaciones y yo. Aprendí que un poema o parte de un poema puede fallar independientemente de lo «sentido» que fuera el poema o de lo mucho que yo me hubiera «desangrado» en el poema. Es decir, el poema es un objeto independiente y puede ser modificado en frío, desde un punto de vista técnico, y no pasa nada si se quita esa estrofa que para ti es sagrada. Hoy en día soy el tutor de poesía de la Fundación Antonio Gala e intento transmitir esos mismos valores a los residentes becados por poesía. 

F.J.: Te empecé a leer con tu libro ‘La policía celeste’, un libro que me dejó una huella intensa. Recuerdo mi sensación a leer ‘Ceres’, un magnífico poema, donde el pan, la amistad y el saber (triste a veces) del porqué de nuestros actos y decisiones se fundían en unas solas líneas. ¿Cómo surge este poema? ¿Es la amistad un bien que se comparte, que alimenta, como el pan?

Ben Clark: Me alegro de que te gustara ese poema porque estoy muy satisfecho con él. Me gusta porque lo escribí casi del tirón y con mucho interés por saber hacia dónde iba, qué resultaría de aquel primer verso tan sonoro: «Admiro a los amigos que hacen pan». El origen del primer verso, curiosamente –y espero que, al contarlo, no se estropee la poca magia que pueda tener ese verso– se lo debo al cantante Alberto Pérez, que fue miembro del grupo La Mandrágora junto a Sabina y a Krahe. Hace muchos años, en Béjar, tocó la canción ‘Mi ovejita lucera’ que popularizó Pepe Mairena y que compuso Francisco Almagro. Desde entonces, siempre he canturreado la parte que dice «me gustan en las fiestas del lugar / los cohetes que al subir hacen fiu / hacen PUM, y hacen PAM». Como ves, a veces, los poemas nacen de los sitios más raros. En cuanto a tu segunda pregunta, claro que sí; la amistad es un bien que se comparte y que sólo se disfruta si se comparte. Tener amigos es lo más importante. No sé si es más importante que el amor –aunque es, claro, una forma de amor–, pero es lo mejor. Prefiero los amigos a los libros, y eso ya es decir. 

«Prefiero los amigos a los libros»

F.J.: ‘La policía celeste’, inspirado en la vigilancia del cosmos de unos astrónomos de 1800, indaga en el amor, en las relaciones humanas, en la memoria y en la virtud de saber sobrevivirnos. ¿Cómo surgió la idea? ¿Qué influencia tiene la figura del padre en este libro? ¿En qué medida tu infancia en una isla como Ibiza fue determinante?

Ben Clark: La idea del libro fue surgiendo poco a poco, es decir, a medida que iba escribiendo poemas me di cuenta de que iban apareciendo muchos elementos relacionados con el cosmos y había, hasta cierto punto, la búsqueda de un diálogo entre las emociones terrenales y los misteriosos movimientos de los cuerpos celestes. A partir de ahí, intenté perseguir esa idea y orienté mis lecturas hacia ese campo. Descubrí el título por casualidad, tras varios enlaces que me llevaron a un artículo de ‘El País’ escrito por Carmen Puerto Varela en 2015. En cuanto a la figura del padre, sí, es central en el libro. No quisiera decir que todo el libro «orbita» alrededor de la figura del padre, pero casi. Quería recuperar la complejidad de mi relación con él y dejar constancia de algunas de sus particularidades. Me ha sorprendido mucho que otras personas pudieran estar interesadas en esos poemas, ya que son, la verdad, poemas que hablan de una situación muy particular y personal. Sobre mi infancia en Ibiza, ¿qué puedo decir? Creo que fui un privilegiado porque crecí en el campo en un momento en que no había vallas ni muros ni divisiones, en un momento en que las tardes eran eternas y había muy poco tráfico en aquella zona de la isla. Creo que tuve una infancia más propia de un niño de principios de siglo XX que de un niño de finales del siglo XX.   

F.J.: Ha traducido a los poetas Anne Sexton, Stephen Dunn y Edward Thomas, y al narrador estadounidense George Saunders. ¿De qué manera afrontas cada traducción? ¿Qué te aportan los autores que traduces? ¿Puede el poeta reescribir el libro de otro, darle nueva vida, como afirmaba Mark Strand en su libro ‘Monumento’?

Ben Clark: Cada traducción tiene, como es lógico, sus propias dificultades. En el caso de la poesía resulta muy frustrante traducir porque el resultado no es casi nunca satisfactorio. Aunque, eso sí, cuando un poema queda bien la sensación de haber logrado algo importante es maravillosa. Cada autor y cada autora te aportan algo nuevo, transforman tu forma de entender la poesía o la literatura, quizá incluso podríamos decir que modifican tu relación con el idioma –con los dos idiomas– y tu forma de usar el lenguaje. La traducción es la mejor escuela de escritura. En cuanto a tu última pregunta, no sé si sería adecuado utilizar la expresión «darle nueva vida» a la creación de otra persona, pero quizá podríamos estar de acuerdo en que toda traducción es una reescritura y, en ese sentido, la nueva versión tiene la oportunidad de gozar de cierta independencia del original y, por lo tanto, de llegar a los autores como una novedad. 

«La traducción es la mejor escuela de escritura»

J.G.: Han pasado apenas 15 años desde que viera la luz tu primer poemario, ‘Los hijos de los hijos de la ira’. ¿Por qué motivo se hacía necesario un armisticio? ¿Está Ben Clark en paz ahora?

Ben Clark: Han sido 15 años muy intensos y, por suerte, con muchos poemas y muchas oportunidades para compartir esos poemas. Sigo volviendo a ese libro con mucho cariño y, de vez en cuando, con cierta nostalgia. Tener 20 años es algo extraordinario. El armisticio y su correspondiente libro, Armisticio (2008-2018), era deseable para intentar mirar hacia atrás con cierta sensación de no haber perdido del todo el tiempo. Lo malo es que nunca estoy en paz, porque siempre hay algo que hacer, algo que escribir, algo que pensar, pero mejor así.  

J.G.: En ‘Armisticio (2008-2018)’ aparece una selección de poemas de libros anteriores, como ‘Memoría’ y ‘La mezcla confusa’, más otros tantos que habían sido recogidos en otro tipo de publicaciones. ¿Ha sido duro el proceso de selección y corrección de estos poemas? ¿Te ha permitido este ejercicio aprender sobre ti, sobre tu evolución poética?

Ben Clark: Fue un proceso complejo y más largo de lo que me esperaba porque había muchos poemas –casi cien– y era muy importante para mí que el libro tuviera una coherencia interna. Tanto Memoría como La mezcla confusa eran libros misceláneos, con poemas muy distintos que respondían a distintos intereses y a distintos momentos de escritura, al sumarle a estas dos colecciones todos los poemas que fueron apareciendo en fanzines, blogs y revistas a lo largo de toda una década, lo que me encontré fue un «mogollón» sin orden ni concierto. Fue necesario regresar a los poemas uno por uno y revisarlos con la misma mirada que utilizo en mis talleres de poesía, es decir, me sometí al mismo proceso al que someto a mis alumnos y me interrogué una y otra vez sobre el sentido de publicar o no publicar cada texto. El resultado fue que una cuarta parte quedó eliminada para siempre y los poemas encontraron un orden que, en mi opinión, no está tan mal.  

F.J.: ¿Cuáles han sido las razones para ofrecernos esta obra? ¿Es ‘Armisticio (2008-2018)’ una «tregua poética»?

Ben Clark: Como comentaba, quise recuperar dos libros algo difíciles de conseguir: ‘Memoría’ y ‘La mezcla confusa’. Se daba la casualidad de que esos dos libros contenían poemas con temáticas muy distintas y se me ocurrió que podrían fundirse sin demasiados problemas y que, además, podrían encajar bien con los poemas «sueltos» que no habían llegado a formar parte de ningún libro entre 2008 y 2018. Así, lo que hice fue juntar ese totum revolutum y busqué la forma de ordenar los poemas de manera que un poema te llevara a otro. En ese sentido, sí, es una tregua poética con una década de creación. Ya está todo ordenado: lo publicado queda publicado, lo descartado ya no se volverá a incluir en ningún sitio, espero. 

«Nuestro gran legado será una montaña de basura física»

F.J.: Tu libro ‘Basura’ me parece una lúcida interpretación del mundo actual, de una generación abocada a un apocalipsis programado lleno de obsolescencia física y moral. Pero hemos nacido en medio de esto, como diría Bukowski. ¿Sigues pensando que estamos en la basura? ¿Hay alguna manera de limpiar esta realidad?

Ben Clark: Estamos inmersos en la basura. Nuestro gran legado será una montaña de basura física. También estamos acumulando un montón de basura digital. No podemos hacernos una idea de lo sucio que está el mundo. Con todo, creo que hay formas de encontrar una perla en la basura, como decía Keats, y creo que debemos hacer todo lo posible por reducir nuestro impacto sobre la naturaleza. Aunque debo confesar que no tengo muchas esperanzas para la humanidad. 

J.G.: ¿Es Andalucía un buen lugar para un poeta? ¿Qué es lo que más echas de menos de tu isla?

Ben Clark: En Andalucía hay muchos poetas. Y encima hay alguno de fuera que se instala a vivir allí. Un escándalo. Imagino que será porque es un buen sitio para escribir poesía, que uno siente que allí, en cualquiera de sus ciudades, pertenece a una larga tradición dedicada a la palabra. De Ibiza echo de menos la casa de mis padres, donde nací, y poco más. 

J.G.: Llega el momento ‘Carta Blanca’. Pon fin a esta entre2vista como te venga en gana.

Ben Clark: Pues es difícil. Quizá me gustaría aprovechar para recordar que estamos viviendo un momento extraordinario para la poesía en España –y no sólo para la poesía en castellano–. Hay más editoriales que nunca, los poetas y las poetas se conocen –aunque sea a través de redes sociales– y la poesía tiene una presencia bastante decente dentro de los medios. Es un buen momento, un gran momento para dedicarse a escribir poesía. Habrá quien piense que el fenómeno de los poetas superventas le ha hecho daño a la poesía, yo creo que no; ahora tenemos editoriales grandes que tienen poesía «best-seller»; editoriales que se esfuerzan por publicar a más mujeres; editoriales que empiezan a especializarse en poesía hispanoamericana; en poesía queer; las editoriales «de siempre» como Visor, Hiperión o Renacimiento están recibiendo un nuevo impulso con autores y autoras jóvenes muy interesantes. Debemos felicitarnos y aprovechar para leer más, para comprar poesía y ahondar en poéticas distintas. Nunca hubo tanto. 

Poemas de Ben Clark

Quizá

If we could see all all might seem good.
Edward Thomas

Cuando no había labores y la gente caminaba 
de norte a sur huyendo de un dios niño 
salvaje, cuando con pocas 
palabras era fácil hacer fuego, 
debió existir por fuerza un hombre bruto, 
el primero de todos los que habrían 
de poblar los pasillos con nuevas mansedumbres. 
Debía parecerse en algo a mí, 
quizá, 
mirando hacia la luz del horizonte 
y caminando solo. 
Yo no sé si él llegó a intuir entonces 
el increíble número no nato 
de cuerpos y kilómetros que aún 
faltaban todavía. 
Y si hubiera contemplado el vasto horror incumplido,
todo el dolor que podría evitarse 
si abrazara aquel niño dios del norte, 
si quieto fuera fósil, roca, nada. 
Si tuviera delante guerras y noches ciegas 
y llantos y niñas serias vestidas con uniforme; 
un ejército de miércoles sin fin marchando hacia atrás; 
hundiéndose en su pecho 
susurrando los nombres de los muertos 
que nunca nacerían si él muriera. 
Si este abuelo imposible pudiera verlo todo 
y en un instante lúcido 
pudiera vislumbrarte aquí sentada, 
fruto extraño de la sucia deriva de los milenios, 
quizá le pareciera todo bueno.

de La Fiera. 2014

Cuando llegue el poema

Cuando llegue el poema que te quiero
escribir, cuando acuda vivo y joven
a los ojos primero y a las manos
después, sencillamente, 
predicando que nada hubo más fácil
que esperarlo, a pesar
de haberlo hecho en un cuarto sin ventanas
durante muchos años, desde siempre.
Cuando llegue y te lea ese poema,
y el poema envejezca y muera solo
como un santo incorrupto y no sepamos
dónde habita: si en ti, si en mí, si vaga
entre los dos igual que una promesa
que no puede cumplirse, cuando llegue
y exija ser, no sé si voy a estar
preparado. Pensarlo me atormenta
tanto como temer que no vendrá,
o que ya vino y no logré acogerlo;
ahora no podré decirte nunca
lo que sólo el poema, aquel poema
que podría llegar como llegaste
tú, de pronto, llenando de palabras
el espacio vacío, lograría
decirte como quiero yo decirte
y que te digo así, mientras espero,
con la urgencia y torpeza con que escriben
todos sus versos los enamorados. 

de La policía celeste. 2018

Ceres

Para Fabio de la Flor

Admiro a los amigos que hacen pan
y los cuido y protejo con conjuros
inventados, escribo
poemas en su honor y, si se mudan,
vendo mi biblioteca y doblo mal
la ropa y la introduzco
en bolsas de basura y voy con ellos,
a su barrio, a su calle,
a su mismo edificio si es posible, 
y así me dan el pan, el pan que han hecho
esta mañana, anoche, ayer, no importa,
tierno siempre, caliente aunque esté frío.
El pan. Y mis amigos me comprenden
y no se espantan, saben que no sé,
que no puedo, que nada
me gustaría más que no tener
que molestarlos siempre con el mismo
cuento; el pan, vuestro pan, me da la vida,
hace que me arrepienta y que me alegre
a la vez del tratado que firmamos
mucho antes de nacer: habrá personas
fecundas que harán pan, que enseñarán
a sus hijos el truco y que no tienen
a cambio que hacer nada.

Y habrá personas huecas como yo,
hijos sin hijos, nombres moribundos,
que a cambio de una pizca de ese amor
tendrán que proteger a los que saben,
cuidarlos siempre, amar a los que saben
y no pedirles nunca lo que es suyo
y agradecer las migas cuando falte
el pan, y ser amigo cuando no
haya nada de nada y sólo queden
palabras sobre el pan, y si eso ocurre
ser abrazo de roca y ser su barca, 
porque esa es su tarea, la tarea
de un hombre que no puede y que no sabe,
pero que ama y comprende los milagros. 

de La policía celeste. 2018

Omenage a Erik

Recuerdo al joven Erik,
que fue joven y joven hasta el fin. 
Vivía con sus padres en un valle
fértil con agua. Nunca fue al colegio
y eso nos parecía algo salvaje
y una suerte. 
                        Mi hermano, Erik y yo,
los hijos de los hippies de la isla. 
Los frutos de una idea evanescente
que se cumplía en Erik, 
que no tenía miedo a las alturas,
que tenía escopeta y desnucaba
la gallina que luego cenaríamos. 

Me confesó el secreto de las piñas:
«si entierras una piña crece otra».
Era dueño de un asno mal llamado
Houdini, que era viejo
y habitaba las sombras del estío
al final de una cuerda. 
Tenía un tren pequeño de juguete
que era el único tren del archipiélago
No tuvo nunca tele.
Apenas tuvo amigos. 

Ocurrió que una vez fue abandonado
sin querer al volver de una excursión:
llegaron los dos coches a la casa
pensando que en el otro estaba Erik. 
Chirriaron las ruedas y hubo gritos
en la noche cerrada. Pero no apareció. 
Sólo el mar contra los acantilados
y un niño que no está. 
Vagó toda la noche entre los árboles,
sin luna, y nadie sabe dónde estuvo. 
Por la mañana un cura que vivía
muy lejos lo encontró dormido en el jardín. 

Murió muy a principios del milenio,
en un piso de Londres, poco antes de los veinte
Se compró un libro gordo de nudos marineros
y se ahorcó en la escalera. 
Muchos años después hubo un incendio
que arrasó todo el valle de su infancia.
Los padres se marcharon a otro sitio
y ya sólo nos queda este poema. 

de Armisticio (2008-2018). 2019

Campus

Algo funciona bien en este campus.
Es la hierba.
No son los cuerpos tersos, tan perdidos
en la mañana obtusa del deseo.
No son estas palabras; no es el agua
de esta fuente maltrecha y ponzoñosa.

Es la hierba.

Crece sin esperanza y crece verde,
constante, compasiva.
Y hay veces que se eleva
y viaja entre carpetas y entre apuntes estériles
de asignaturas muertas. Es la hierba.
Dolorosa y paciente. Su embajada y su lecho.
La hierba verde y triste.
Oda a la juventud recién cortada.

de Armisticio (2008-2018). 2019

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Javier Gilabert / Fernando Jaén
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