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Trinidad Gan: «Debe ser ahora más que nunca la poesía un lugar donde, desde la insumisión, la palabra intente ordenar este caos»

Trinidad Gan. Foto de Teresa Díaz Gan.
Trinidad Gan. Foto de Teresa Díaz Gan.

Trinidad Gan: «Debe ser ahora más que nunca la poesía un lugar donde, desde la insumisión, la palabra intente ordenar este caos»

Trinidad Gan (Granada, 1960), escritora y poeta. Sus primeros textos aparecen en los libros ‘Antología’ (Colección Genil-21, 1996) y ‘Nuevas voces de la literatura en Granada’ editado por la Junta de Andalucía y la Fundación Caja de Granada (Los Papeles de la Cuadra, número 1, 1998).

Algunos de estos poemas aparecen también incluidos en el diccionario-antología ‘Plumas femeninas en la literatura de Granada (siglos VII-XX)’. de Amelina Correa Ramón, editado por Universidad de Granada en 2002.

En noviembre de 2002, su participación en el VII Encuentro de Mujeres Poetas celebrado en Granada se plasma en las actas de dicho evento, publicadas con el título de ‘Palabras Cruzadas-VII Encuentro de Mujeres Poetas’ y editadas por la Universidad de Granada en 2003.

Sus poemas aparecen desde 2001 en diversas revistas (las más recientes, ‘Estación Poesía’ en 2014 y 2017; ‘Cuaderno ático’ y ‘Ex libris’ en 2015; ‘Cuadernos de Humo’ y ‘Crátera’ en 2018) y en antologías como ‘Todo es poesía en Granada’ de Editorial Esdrújula y ‘Concierto poético para San Juan de la Cruz’ de 2015, así como en ‘En unos pocos corazones fraternos (antología solidaria)’ en 2017 y ‘Granada no se calla’ de 2018. Ha colaborado con reseñas de libros y artículos sobre poesía en las revistas digitales ‘Círculo de Poesía’, ‘Noches Áticas’, ‘Los Diablos Azules’ de Infolibre y ‘La Galla Ciencia’.

En el año 2009 consiguió accésit en los Premios del Tren con el poema ‘El fugitivo’ y en 2014 es invitada al Festival Internacional de Poesía de Costa Rica.

Su último libro de poemas, ‘El tiempo es un león de montaña’, recibe en 2017 el XX Premio de Poesía Generación del 27 y ha sido publicado por la editorial Visor.

Sus otros poemarios son: ‘Las señas del pirata’, poemario-plaquette editado por Cuadernos del Vigía en 1999; ‘Fin de Fuga’, XX Premio de Poesía Ciudad de Cáceres, editado por Visor en 2008; ‘Caja de fotos’, XII Premio Surcos de Poesía, editado por Renacimiento en 2009; ‘Receta para el fuego (Antología poética)’, en Casa de la Poesía, Costa Rica; y ‘Papel ceniza’, publicado por Valparaíso Ediciones en 2014.

Casi recién llegada de Heidelberg, donde junto con l@s poetas español@s Juan Carlos Friebe y Jose Carlos Rosales y l@s aleman@s Carolin Callies, Dorina Heller y Hans Thill, participó en el taller de traducción literaria bilingüe ‘Expedición poesía / Expedition poesie’ (que, gracias al ciclo ‘Gracil’, organizado por Granada Ciudad de la Literatura Unesco, hermana poéticamente la ciudad de la Alhambra con otras de todo el mundo), Trinidad se deja caer por nuestra sección y nos regala esta entre2vista en la que, entre otras muchas cosas, conoceremos más sobre su proceso creativo, sus libros, sus lecturas y donde además nos adelanta cuáles son sus proyectos más inmediatos.

Javier Gilabert: ¿Qué supone para una lectora asidua de los poetas del 27 obtener un premio homónimo? ¿Crees en la justicia poética?

Trinidad Gan: El premio fue una de esas alegrías que no esperas ver cumplidas: ver mi nombre, y el título de uno de mis libros, junto al de una generación poética que fue la que inspiró mis primeros tanteos en la escritura me devolvió a aquellos tiempos de la adolescencia en que leía con avidez y subrayaba los libros de esos poetas, sobre todo los de mis amados Cernuda y Lorca o los de Pedro Salinas y Alberti, que eran los que entonces estaban más cerca de mis emociones. La Generación del 27 no sólo es clave en nuestra historia cultural, sino también como referente ideológico, por lo que agradecí la suerte de que en mi juventud fuera ya recuperada e incluida en el canon literario y en los planes de estudio, ya que me aportaron mucho y quizá incluso fueron responsables de mi afición a la poesía. Aunque yo entonces no sabía que esta recuperación literaria estaba sesgada, era parcial y se me ofrecía un panorama de antecedentes y modelos poéticos fragmentado y con huecos: se habían hurtado de él los nombres femeninos, algo que no supe hasta más tarde, cuando autores como Tania Batlló, Jairo García Jaramillo o Pepa Merlo publicaron obras que desvelaban ese inaceptable olvido.

«La Generación del 27 no sólo es clave en nuestra historia cultural sino también como referente ideológico»

J.G.: En esa generación, durante mucho tiempo, poetas como María Teresa León, Concha Méndez o María Zambrano permanecieron relegadas a un segundo plano. ¿Tenía su poesía algo que envidiar a la de sus compañeros masculinos de generación? ¿Se puede establecer un paralelismo con lo que sucede en la actualidad, o por el contrario los tiempos están cambiando?

Trinidad Gan: Como he comentado, cuando comencé a leer a autoras del 27 y a aquellas también de esa ‘edad de plata’ de nuestra literatura (y citaría a María Teresa León, Concha Méndez, María Zambrano, Elisabeth Mulder, Ernestina de Champourcín, Lucía Sánchez Saornil o Margarita Ferreras) vi que esas poetas eran parte de mi natural genealogía literaria, que llenaban esos vacíos que había en mi formación y lo hacían con una riqueza y calidad de gran nivel, igual que los otros poetas citados. Pero, además, me ofrecían una perspectiva distinta y necesaria para mi condición de escritora y mujer desde un relato común de búsqueda de libertad e identidad personal. De ellas fui aprendiendo a desenmascarar los corsés ideológicos de mi educación que me aferraban a vivir una especie de esquizofrenia entre el papel apartado de guardiana del ámbito de lo privado que se esperaba de mí como mujer y mi deseo desde muy pronto de ser y escribir de otra manera, desde otro yo-mujer, esa que se descubre sujeto histórico capaz y con la fuerza suficiente para colocar su persona y su escritura en el mismo espacio de visibilidad que ocupaban los hombres.

Hoy se están dando pasos ya, en el terreno social con movimientos ciudadanos femeninos y en el espacio literario con la reivindicación y relectura de esa generación y otras posteriores de mujeres poetas, para que estos ‘olvidos’ no vuelvan a producirse, para que haya acceso a las voces que nos precedieron en toda su diversidad y riqueza. Así sería posible que a partir de ahora (aunque aún falta mucho, es significativo que en algunos ámbitos de la crítica o en algunos eventos culturales se siga viendo que la atención a la poesía escrita por mujeres es mucho menor que la que dedican a los autores masculinos…) podamos tener acceso como lectores a voces de mujer que nos traen propuestas literarias o de pensamiento que se atreven a ser diferentes, de contestación a estéticas ya caducas, emancipación de roles prefijados, mestizaje de prácticas artísticas (siempre surco de vanguardia y futuro) y una necesaria implicación en la sociedad desde su deseo de ser activas huellas para el cambio, ofreciendo otro modo de desarmar sentimientos, mundo y cuerpo.

Fernando Jaén: De tu libro ‘Fin de fuga’, nos dice Alejandro Pedregosa que en sus páginas encontraremos una profunda reflexión sobre el hecho amoroso en todas sus dimensiones. ¿Es para ti el amor unos de los motores de la poesía, de tu poesía?

Trinidad Gan: La exploración de la intimidad y del recuerdo creo que siempre han estado muy presentes en lo que escribo, por eso parece lógico que el amor -uno de los sentimientos comunes al ser humano y de los que más nos marcan- haya sido clave en algunos de mis libros, sobre todo en los primeros. Pero también observo que los poemas escritos han ido desplegando diversas perspectivas, mostrando distintos rostros de lo que sea el amor: desde ser apuntes donde se trasluce lo biográfico pero oculto bajo la ficción del personaje poético y la ironía (como en ‘Caja de fotos’) hasta el desbordamiento y el grito que muestran en ‘Fin de fuga’ para luego acabar llegando a tener cierto distanciamiento, una expresión más tamizada de las relaciones amorosas y, extrañamente a la vez, una mayor cercanía a su corporalidad en poemas posteriores.

FJ: También en fin de fuga, aparece el concepto de ‘Los centinelas’, personajes protectores que acompañan y guían. ¿Cuál su función? ¿Cuáles han sido estos centinelas en tu obra y en tu vida? ¿Necesita la poesía de estos centinelas?

Trinidad Gan: No somos una isla, afortunadamente. Y, aunque pretendiéramos serlo, siempre habría mares que batieran nuestra orilla, viento y voces que nos sacudieran, lluvia que nos empapara y algo de sol para calentar nuestra soledad. Así es como veo yo a ‘mis centinelas’, esas personas que han sido (como mi padre y algunos queridos amigos que hoy me faltan) anclas y guía de mi vida, como mi hija y los amigos que están ahí ofreciendo generosos compañía, contraste y luz a los pasos que voy dando.

Todos ellos están en lo que escribo, muchas veces son el pie de algún poema, y junto a ellos están las voces vivas de escritores amados (son muchos pero podría citar de nuevo a Cernuda, o a Javier Egea, Borges, Valente, Blanca Varela, Chantal Maillard, Piedad Bonnet y Ángeles Mora) que son faros en mi oscuridad y cuyas palabras son para mí un agua necesaria desde la que camino y logro que, como digo en un poema, «con dedos mojados,/me aleje hacia mí misma/desde otra voz a la que leo».

«Para mí un poema raramente nace desde una idea, sino que suele ir brotando desde una mirada y, más aún, desde una mirada de extrañeza»

J.G.: Me gustaría saber más sobre tu proceso creativo. De la lectura de tus poemas se deduce un trabajo minucioso, de orfebre. Háblanos sobre él. ¿Cómo sabes cuándo un poema está cerrado, terminado?

Trinidad Gan: Yo no diría que mi trabajo de escritura tenga algo de orfebre, aunque sí es cierto que es una tarea lenta, más bien de decantación. Para mí un poema raramente nace desde una idea, sino que suele ir brotando desde una mirada y, más aún, desde una mirada de extrañeza. Tengo la costumbre de anotar imágenes que se me cruzan, que me sorprenden por su belleza o su desolación, también frases que me chocan o golpean, los trozos de sueños que consigo recordar, y guardo todo eso como posible semilla de los poemas. Supongo que el paso de los días, con lo que va ocurriendo en mi vida, con las obsesiones o preocupaciones que manejo, con lo que pasa a mi alrededor también, va decantando esas notas hasta que veo que alguna me ofrece la imagen que necesito para entenderme y a la par desenmascarar el mundo, para intentar nombrarlo y compartirlo así con otros, para levantar algunos velos de la realidad. Y entonces surge lo que será el boceto de un futuro poema, unas líneas que debo desbrozar de ramas inútiles y de oscuridad no necesaria, que debo hacer sencillas y desnudar lo más posible de la anécdota personal que quizás fue su punto de partida (y sigo aquí a mi querido maestro Juan Carlos Rodríguez cuando decía que la autobiografía debe ser solo un telón de fondo –el lejos que se ve en las pinturas de paisajes- y el primer plano el desgarro vital, afectivo, ético y moral). Ese trabajo minucioso sí trato de hacerlo, creo que es importante para leerme mejor a mí misma y a nuestra sociedad, para que las palabras que escribo puedan llegar a ser leídas por otros como casi propias.

J.G.: El tiempo nos construye y nos destruye. ¿Es este uno de los ejes centrales de tu poesía? ¿Sobre qué escribe Trinidad Gan?

Trinidad Gan: Parece que sí, que la reflexión sobre el tiempo, sobre pasado y futuro, ha estado desde siempre en mis libros (de hecho los relojes son algo que suele aparecer en varios poemas), pero, si en los anteriores me volcaba más del lado del recuerdo, de la falsedad de nuestra memoria, de la incertidumbre del porvenir, en este último he tratado quizá de indagar en el engranaje íntimo que supone el tiempo: como hilo que nos va guiando por el laberinto del día hacia la noche y como viaje continuo que nos acerca a los otros y nos acaba revelando que somos sujetos responsables del espacio temporal e histórico en que vivimos. Hay en estos poemas cierto ajuste de cuentas conmigo misma y con mi -nuestro- pasado, pero también se abren a habitar más el presente, el instante cercano, un ahora que compartir con los demás.

Y, como ya se ve en mis otros libros, vuelven a aparecer algunas de mis otras obsesiones: los interrogantes de qué sea y para que sirva la escritura, la búsqueda de equilibrios y fortalezas desde mi condición de mujer y, lo que ahora en los esbozos que tengo entre manos va siendo más recurrente, el tema de la identidad, de esos sucesivos yos que veo habitarme y que conforman mi memoria y mi mirada.

«Tiendo a construir el poema marcando una escenografía concreta, dejando que el personaje poético deambule por ella»

FJ: Tu magnífico libro ‘El tiempo es un león de montaña’, se abre con una cita de Raymond Carver («Time is a mountain lion»). Carver es un maestro de lo cotidiano, de la realidad en toda su crudeza, tanto en sus relatos como en su poesía. Intentó ser el nuevo Chéjov. ¿Qué te llevó a usar esta cita como título del poemario?

Trinidad Gan: La casualidad, como muchas veces sucede en las cosas importantes de la vida. Yo ya disfrutaba de los relatos de Carver cuando me regalaron su libro de poemas ‘Todos nosotros’, que me abrió la puerta al resto de su obra poética. De ella me deslumbra esa maestría que tiene al hacer que los detalles más cotidianos o la contemplación de la naturaleza sean símbolo de sus preocupaciones y expresión de una temperatura anímica, todo ello con mucha fuerza. Fue una estupenda casualidad, como digo, que mientras trabaja una serie de borradores con el leit-motiv del tiempo y de la fugacidad del ser humano, cogiera de nuevo ese libro y, al releer su poema ‘Ella se baña’, me topara con esos versos como un destello inesperado que hice mío y del que copié la metáfora del león para articular lo que luego fue mi libro, e incluso para darle título.

FJ: Este poemario tiene mucho de viaje, de persecución, con imágenes casi cinematográficas. ¿Qué relación existe entre el cine y tu poesía?

Trinidad Gan: Supongo que bastante de mi afición al teatro, primero, (como actriz y espectadora) y luego al cine y a las series (de las que soy muy friki) ha acabado impregnando mi escritura. Siempre tiendo a construir el poema marcando una escenografía concreta, dejando que el personaje poético deambule por ella, y suelo manejar distintos planos y ángulos de mirada para desarrollar casi escenas. Pero quizás en este último libro esté más presente el cine, no sólo por las referencias que algunos críticos han señalado, sino también porque al ser un libro más narrativo algunos poemas funcionan como pequeñas secuencias con su propio movimiento y fundido final en negro.

De cualquier modo, la razón de que surjan esos ecos en lo que escribo está más bien en que no suelo componer los poemas partiendo de los conceptos sino desde imágenes (me gusta mucho la fotografía también) y eso hace que mis palabras se tinten de un carácter muy visual, que creen casi fotogramas.»Nos toca, como ciudadanos y también como poetas, volver sobre nuestros pasos para descubrir las verdaderas causas del desencanto»

J.G.: ¿Qué vendrá después de tu ‘León de montaña’?

Trinidad Gan: Ante todo, espero con mucha ilusión que se publique, en Sonámbulos, un libro muy especial para mí, ‘Puzles líquidos’, donde mis primeros textos en prosa poética dialogarán con las fotografías de María Juárez y también ando pendiente de publicar otro poemario, ‘La nave roja’, que se quedó rezagado ya que es el cierre natural de una trilogía que inicié con mis dos primeros libros.

Luego, como siempre, tengo abiertos varios proyectos de escritura, que van muy lentos perfilándose y en los que sigo tratando de anotar esas preguntas que me ofrece la poesía, esos caminos de desenmascaramiento del yo que recorro unas veces desde el poema en prosa y otras con la búsqueda de un verso más despojado.

«Me inquieta mucho el ascenso de ese pensamiento ultraderechista, xenófobo y machista, que en realidad no es nuevo sino que estaba agazapado»

FJ: En alguna entrevista anterior he leído que la poesía te hace ser más libre y menos solitaria. ¿Tiene la poesía ese poder de darnos alas, de acercarnos más a la gente que nos rodea?

Trinidad Gan: Creo que fue Baudelaire quien dijo que el escritor tiene el privilegio de ser él mismo y los otros. A ese privilegio pienso que, como poeta, no puedo menos que responder con el compromiso de mi mirada (descentrándola de mí misma) y con una palabra que se abra siempre hacia los otros, que busque hacer algo habitable la incertidumbre y el dolor, que sirva de compañía en nuestras fragilidades y nos acerque algo de esperanza.

J.G.: El auge de los partidos de extrema derecha tanto en Europa como en las recientes elecciones andaluzas es un reflejo del desencanto generalizado de la sociedad. ¿Crees que la poesía tiene algo que decir, que hacer a este respecto?

Trinidad Gan: Me inquieta mucho el ascenso de ese pensamiento ultraderechista, xenófobo y machista, que en realidad no es nuevo sino que estaba agazapado, presto a saltar mientras muchos de nosotros nos acomodábamos dando por seguros los logros sociales conseguidos y cayendo en un individualismo materialista y cínico que ha acabado propiciando este retroceso político. Creo que nos toca, como ciudadanos y también como poetas, volver sobre nuestros pasos para descubrir las verdaderas causas del desencanto, de su consecuencia en las elecciones y preguntarnos si, como dijo Juan Carlos Mestre, no debe ser ahora más que nunca la poesía un lugar donde, desde la insumisión, la palabra intente ordenar este caos.

Quizá por eso, en mi último libro, he tratado de volcar en poemas algo de este presente en crisis ética y social que hunde su raíz en hechos pasados sin resolver (la poesía recuperaría así su función de ser testigo) y sobre todo de indagar en el papel que he jugado yo misma, que hemos jugado todos nosotros, con nuestra acción o silencio, en esta peligrosa deriva de la historia (y aquí la poesía vuelve a su esencia de palabra consciente).

«He tratado de volcar en poemas algo de este presente en crisis ética y social que hunde su raíz en hechos pasados»

J.G.: Ha llegado el momento ‘Carta blanca’. Escribe, pues, su final como te apetezca.

Trinidad Gan: Ya que me ofrecéis carta blanca para el final y me pilláis tratando de buscar en la lectura fuerza para estos tiempos que parecen llevarnos sin remedio al pesimismo, voy a copiaros unos versos que amo de Bertolt Brecht (son de su libro ‘Poemas y Canciones’, con traducción de Jesús López Pacheco y Vicente Romano) que espero que sean una forma de agradeceros esta entrevista y un canto para nuevos comienzos.

Satisfacciones

La primera mirada por la ventana al despertarse
el viejo libro vuelto a encontrar
rostros entusiasmados
nieve, el cambio de las estaciones
el periódico
el perro
la dialéctica
ducharse, nadar
música antigua
zapatos cómodos
comprender
música nueva
escribir, plantar
viajar
cantar
ser amable

Poemas de Trinidad Gan

De ‘Papel Ceniza’

Pie de página

Si lees que el ocaso es una mancha
de luz que va latiendo como una despedida,
el trazo de un puñal —violín de luna—
en los bordes oscuros de las cosas,
esa lenta sospecha del agua tras los árboles
o una última herida inesperada,
detente,
a pie de página traduce
que atardece y se acercan esas horas
en que, tras unas copas, la nostalgia
te seduce y se empeña en subir a tu casa,
en abrirte la cama con fingido deseo
y quedarse esa noche a dormir a tu lado.

Materia orgánica

Cayeron por el suelo pedazos del espejo.
Aquel cristal de cuerpo entero y frágil,
mal apoyado en las paredes
de los cuartos oscuros,
que se quebró al grito de las horas.
En el agua ya quieta de sus gotas de plata
veo flotar casas y libros,
una cuna convertida en un árbol,
los amigos ausentes y los cuerpos,
la risa, la locura, las traiciones,
el amor y sus barcos naufragados.

Venciendo la superstición,
con gran cuidado, tomo lo que brilla.
Afilo los fragmentos rotos.
Con ellos hago flechas
para el carcaj del tiempo,
señuelos, armas, lazos
con que cazar la vida que vendrá.

El resto, hecho trizas, bien cerrado,
lo bajaré esta noche en una bolsa.

Diccionarios

Al enfrentar lenguajes construimos
un muro para apartar las sombras
y trazamos, llevados por el pánico,
fronteras que contengan la vida y su avalancha.

Mas, cuando ella nos toca,
con su borde afilado, con su frágil belleza,
es tarea perdida.
Si restalla en los labios,
¿qué muralla podremos alzar entre los hombres?

Era tu noche triste, la mía de abandono.
En aquel alfabeto que yo no conocía
me hablabas, extranjero,
de los años pasados: deseo y literatura.

Bajo la lluvia fría vi mezclarse
las raíces comunes de nuestros diccionarios
y ya sólo escuché arder un eco:
dos voces conjugando la soledad vencida.

De ‘El tiempo es un león de montaña’

Perspectivas

A veces el poema es un espejo
y su fondo delata.

Allí contemplo ahora
la imagen invertida de mis manos,
su arbórea arquitectura
de venas, de cartílagos, de uñas.
Las manchas diminutas donde traza
su oscuridad fugaz lo ya vivido.
El reverso de líneas incompletas,
de huellas diferentes que tantean el mundo.
Esa cóncava hondura con que esperan
la caricia del agua.

Son mis manos, las mismas manos
que con cuidado intentan
romper la cáscara de cada día,
sostener solamente su centro luminoso.
Las que tratan, al escribir palabras,
de despojar sus dedos de la sombra
como si fuese un guante ya gastado.

Pero detrás de ellas, en el punto de fuga
trazado en el azogue del cristal,
se dibuja un paisaje con patíbulo:
la escalera, los postes, la trampilla
y el balanceo rojo de una soga.

Me estremezco al pensar si muchas veces,
mis propias, inconscientes, viejas manos,
aunque no hayan movido la palanca,
han apretado el nudo.

Elogio de lo imperfecto

Espero lo imperfecto
al acercar mis manos hacia el mundo,
cuando toco los bordes del alféizar
que se abre agrietado a otra mañana
y se cuela en el cuarto el disonante
voltear de campanas y sus ecos
de metal y de viento fundidos en la altura.

Espero lo imperfecto
si giro la cabeza para mirar tu rostro,
surco limpio en las sábanas, amor aún dormido,
y siento ese tumulto de palabras escritas
que nos dejó la noche en los estantes.
También en esos gajos de naranja
que dispongo a la mesa de nuestro desayuno,
y en la ropa arrugada, de verano,
que viste ahora mi prisa
al bajar la escalera que me aleja de ti.
Mientras buscan mis ojos
en los árboles quietos algún brillo de aurora
o cuando trato en vano de distinguir las voces
que aceleran mis pasos por la calle,
y sobre todo al verme ya vuelta multitud
entre los que caminan,
tan manchada como ellos de miedo y de esperanza,
espero simplemente lo imperfecto:
que una vez más me roce su trazo de belleza,
irremediablemente humano.

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Javier Gilabert / Fernando Jaén
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