María Domínguez del Castillo: «No puede crearse de la nada. Tampoco puede pensarse de la nada»
María Domínguez del Castillo (Sevilla, 1997) se traslada a Granada en 2015 para estudiar Literaturas Comparadas, y en 2017 viaja a Canterbury, donde cursa un año de sus estudios en la Universidad de Kent e interviene en la Conferencia Internacional de Virginia Woolf. Es autora del poemario ‘Presente y el mar’ (Esdrújula Ediciones, 2017), de la novela ‘Pero el tiempo’ (Ediciones en Huida, 2017) y de ‘En cambio el silencio’, relato ganador del V Certamen Literario Biblioteca Universidad de Granada (Editorial Universidad de Granada, 2016). El próximo 7 de mayo presentará su nuevo poemario, El regreso de la lluvia (Esdrújula Ediciones, 2019). Algunos de sus poemas han sido publicados en las antologías ‘Algo se ha movido’ (25 jóvenes poetas andaluces) y ‘Granada no se calla’ (Esdrújula Ediciones, 2018), y en revistas como ‘TEMBLOR – Asidero poético’. Ha traducido el prólogo de Yasmina Khadra para el libro-disco ‘Aquí te amo. Ángel Corpa canta a Pablo Neruda. 12 poemas de amor y una canción desesperada’.
El próximo día 7 de mayo, a las 19.00 h., acompañada por Juan Varo, presenta su segundo poemario en el Cuarto Real de Santo Domingo, también publicado por Esdrújula, que lleva por título ‘El regreso de la lluvia’.
Javier Gilabert: El presente, el mar, la lluvia, son conceptos que aparecen en tus dos poemarios. ¿Cuánto de ti hay en estos libros? ¿Cuánto de estos conceptos hay en ti?
María Domínguez del Castillo: Lo que hay de mí en estos libros es todo y es nada. ‘Presente y el mar’, pero, sobre todo, ‘El regreso de la lluvia’, son, como textos literarios, la ficción que solo puede ser creada mediante el recurso a, la manipulación, la transformación de lo vivido, lo leído y del recuerdo de quien escribe (que no se corresponde ni con un posible yo lírico ni con la ficción producida). La lluvia es más bien un motivo recurrente y de carácter simbólico que articula el último poemario: la lluvia que cae sobre la nieve y la derrite; es decir, la nieve como lo que ha sido y ha dejado de ser, irrecuperable; la lluvia como intermitencia, como el recuerdo reiterado de un pasado que casi alcanza a construir, a invadir, el presente.
En un plano personal, soy en y con la consciencia violenta del tiempo, en y con el mar (literal y figuradamente) cada día. Aunque a veces doloroso, no podría concebir la vida de otro modo.
J.G.: En la contraportada de ‘Presente y el Mar’, Luis García Montero habla de tu fuerza y de tu deseo de cantar, de tus miradas y de tus silencios. ¿Qué papel desempeña el silencio en tu poética? ¿O prefieres el grito?
María Domínguez del Castillo: «This is the way the world ends. Not with a bang, but a whimper», escribe Eliot. A veces he recurrido al grito, pero pocas. Prefiero el silencio, pero no como la ausencia de palabras, no como el callar, que implicaría la capitulación. Se trata del silencio del sugerir frente al grito del decir. Lo cierto es que ambos pueden ser dos formas de lo mismo, tras de ellos puede subyacer la misma idea, pero el primero conlleva en ocasiones una violencia, supone un exceso que corrompe el poema.
En los poemas en los que estoy trabajando ahora, el silencio como palabra y como motivo va a aparecer con frecuencia, apuntando hacia la soledad, la ausencia de, la incapacidad o la imposibilidad de entender.
Fernando Jaén: Eres una joven poeta, con un verso libre al servicio del mensaje, pero con trazos de una poesía vieja, ancestral, casi eterna. Bebe de las fuentes de una amplia tradición literaria. Eso dota de una madurez y una profundidad a tu escritura que contrasta con tu edad, confirmando que la poesía con mayúsculas no entiende de edades. Esto es una reflexión mía (leyendo tu obra) más que una pregunta, pero me gustaría saber si estás de acuerdo.
María Domínguez del Castillo: No puede crearse de la nada. Tampoco puede pensarse de la nada. Esas voces o esos textos del pasado conforman el presente e integran la carne misma del individuo de tal forma que no se recurre a ellos como se acude a un diccionario o a un manual, sino como quien se mira las manos o se palpa los ojos. En mi caso, este habitar y ser habitado por el otro, esta poesía, es lo único posible.
Por otro lado, me fascina hacer del recuerdo, de la imagen –propia, experimentada, o ajena–, la ficción o el artificio del poema.
«Algunos autores se encuentran incómodos o encorsetados en las tradicionales convenciones del género»
J.G.: A pesar de tu juventud estás a punto de publicar tu segundo poemario. ¿Qué significa la poesía para ti? ¿Hasta dónde quieres llegar?
María Domínguez del Castillo: No sé muy bien qué significa la poesía, ni pretendo llegar a ningún lugar. Realmente no entiendo nada demasiado bien. Solo escribo, y solo intento vivir con y en la incertidumbre. Como indica Camus, el hombre absurdo ha de aceptar el absurdo y lo que conlleva. Ha de elegir la vida frente a la muerte. Aceptarla por lo que es. Y elegir la vida es elegir la poesía. A veces, la escritura hace esta aceptación más soportable. Permite vivir en los instantes en los que no se vive, sentirse en los instantes en los que se duda de lo que es o lo que se es, y me hace ser más receptiva, más consciente de la vida en sí (que es lo que realmente importa). Otras veces, supone un divertido desafío intelectual, un arte de lo bello o de lo feo, de lo familiar o de lo extraño, tal vez el consuelo o el pasatiempo de esa sutil artesanía de esculpir el recuerdo, en ocasiones casi obsesiva o patológica, o una dilatación del tiempo, una manipulación de ese continuum que asfixiamos entre una y otra casilla del calendario, entre una y otra aguja del reloj. Finalmente, me fascina su capacidad para trascender, junto con estos límites del tiempo, los de la experiencia, el espacio, el cuerpo mismo; que sea algo no-real, es decir, una ficción, un artificio, y que a su vez pueda decir verdad.
F.J.: Escribes tanto prosa como poesía, pero tu prosa tiene un ritmo lírico que parece mezclar ambos lenguajes. Virginia Woolf dotó de poesía a algunas de sus novelas, ¿es quizá éste el espejo en el que te miras? ¿Qué representa Virginia Woolf y su literatura para ti?
María Domínguez del Castillo: Pensar en Virginia como en un espejo me fascina y me aterra al mismo tiempo. No sé qué representa en o para mí. Sólo sé que es y existe, inevitablemente.
Sí puedo reconocer que me he encontrado en sus textos, como persona o lectora, y como autora o artífice. He reconocido en ellos una compartida concepción del absurdo y de la vida, y he forjado junto a ellos una visión de lo literario. Las fronteras entre los géneros o entre distintos tipos de discurso se tornan inciertas con frecuencia, particularmente en eso que denominamos «literatura postmoderna», pero también en el modernismo y la vanguardia europea. Si por lo general predomina, en poesía, la función poética, y en prosa, la referencial, algunos autores se encuentran incómodos o encorsetados en las tradicionales convenciones del género, solo conciben la transmisión de un mensaje a través de su necesaria relación con la dimensión formal, y por ello experimentan con la misma para la construcción del mensaje. La forma, la estructura, significan, dicen. En las obras de Virginia Woolf, el lirismo y el cuidado de la forma son tales que parece que las hubiera escrito como se esculpe un poema. Destaca así su carácter fragmentario, el sentido del ritmo y la musicalidad, el wagneriano flujo de conciencias, el uso de leitmotivs, la extraña unidad que conforman lo denotativo y lo abstracto, lo mundano y lo transcendente. En este sentido, persigo no su estilo sino su pretensión (que, más que buscarse, se autoimpone), una reciprocidad temático-formal que ya los cuentos de Cortázar comenzaron a imprimirme.
«La forma, la estructura, significan, dicen»
F.J: ¿Hasta qué punto crees que tus estudios de Literaturas Comparadas te son útiles a la hora de escribir? ¿Quiénes son tus referentes?
María Domínguez del Castillo: En estos cuatro años, mis estudios universitarios han hecho de la lectura y la escritura no sólo una pasión a la que dedicar mi tiempo libre, sino un exigido trabajo, un esfuerzo intelectual, continuado y diario. He podido, por ello, dedicar más tiempo «libre» a la vida, la vida en sí. A viajar, a ser y estar con el otro y en el otro, a la música, a conocer, reconocer y desconocerme. Siendo esta «vida en sí» lo que importa, lo único que realmente importa (a pesar de que el tiempo, que el absurdo, que lo inasible, lo transitorio de toda relación), constituye a su vez el material literario que hace posible la escritura, la ficción que es el poema, esa «triste ficción del yo, lugar de lo imaginario», diría Panero, y que a su vez hacen la vida algo más leve, más soportable.
En un plano académico, el conocimiento profundo y la aproximación a los textos desde una perspectiva crítica y teórica, y el vastísimo corpus al que he podido acceder, han supuesto una privilegiada herramienta para mi labor como lectora y como autora. La idea que subyace, al menos ahora, en mis textos es ese constante diálogo eliotiano con las voces de los muertos, o ese único tiempo que es el presente del poema constituido por el pasado y el futuro.
J.G.: ¿Qué opinas de las tendencias actuales en poesía, como por ejemplo la ‘Poesía del follow’? ¿Y del uso de las redes sociales para tu faceta de escritora?
María Domínguez del Castillo: No me detendré en las cuestiones estéticas de estas múltiples tendencias poéticas actuales. Creo que requeriría más tiempo, más espacio y más conocimiento. Sí podría apuntar que hay distintos tipos de escritura, que siguen diferentes objetivos y que se dirigen a un público diverso.
En cuanto a las redes sociales, entiendo que constituyen herramientas indiscutibles de difusión. En mi caso, quizá comparto alguna entrevista, alguna noticia sobre presentaciones o lecturas. Sé que publicar algunos poemas podría ayudarme a dar a conocer lo que escribo. En cierto modo, con algunas excepciones, se escribe para ser leído. Sin embargo, ese darse a conocer no se me da demasiado bien, esa «promoción» me inspira cierto respeto, y la descontextualización de una línea, de un fragmento, cierta incomodidad. Además, aunque no reniego de lo escrito –siendo la escritura un proceso, una metamorfosis o una redefinición constante– compartir estos textos me infunde una idea de lo satisfactoriamente concluido, de lo cerrado o esférico, algo que se aleja de la realidad. Así, uso las redes sociales fundamentalmente «por amor al arte». Comparto imágenes, fotografías, versos, reflexiones artísticas.
«Todo manifiesto (incluso el más subversivo, vanguardista o innovador) lleva implícito su cadavérico rostro, sentencia su caducidad, augura su muerte»
F.J.: En tu poema inédito ‘Antipoética’ me da la impresión de que te muestras algo desencantada con las distintas propuestas poéticas dominantes que, de tanto definir la poesía, parecen asfixiar al propio poema. ¿Era ésta tu intención al escribir este «manifiesto»?
María Domínguez del Castillo: Escribí ese texto porque en una entrevista me preguntaban por mi poética, de la que carecía. No suelo teorizar sobre lo escrito, y un manifiesto era precisamente lo que buscaba rehuir. Eso pretendía expresar: en la historia literaria, los numerosísimos manifiestos poéticos, más que exponer un estilo o una estética particular, unos criterios, unas preferencias, una voluntad de forma o un interés temático de carácter individual, han pretendido imponerlos, anulando la validez de líneas pasadas o propuestas alternativas. Pero la literatura, por su propia naturaleza mutable, por insertarse, inevitablemente, en un tiempo y un espacio determinados, dadas unas circunstancias, que irán sucediéndose y transformándose, no entiende de estatismos. En mi caso habré de hablar o bien de simultáneas «poéticas», o bien de ninguna. Como Lorca dio a entender al mirar atrás, a sus previas y públicas filiaciones estéticas, todo manifiesto (incluso el más subversivo, vanguardista o innovador) lleva implícito su cadavérico rostro, sentencia su caducidad, augura su muerte. En un instante concreto, un autor puede buscar algo, una forma, una idea a la que aproximarse. Sin embargo, la escritura nunca es y nunca está siempre y del mismo modo. Como búsqueda continua, se construye y deconstruye constantemente, y no entiende de sentencias lapidarias, de límites humana y torpemente establecidos.
J.G.: Sevilla, Granada, Canterbury son tres ciudades realmente especiales. ¿Con qué te quedas de cada una? ¿En cuál de ellas crees que hay más ambiente literario?
María Domínguez del Castillo: Empezaré por el final. En lo que se refiere a la programación de actividades, lecturas, presentaciones, actos, Granada lidera claramente. Una de mis grandes ilusiones es que este potentísimo movimiento literario alcance otras ciudades, como se está viendo en toda Andalucía, y que Sevilla se empape también de él. Granada me ha proporcionado las posibilidades –académicas, intelectuales, editoriales, personales– para desarrollar mi trabajo literario. Pero Sevilla es el hogar, germen primigenio. Sevilla (y he de mencionar Matalascañas) es hogar, es el único lugar al que «regreso»: única certeza de lo que ha sido y será. A pesar de lo incierto del tiempo y del espacio, los encuentros y desencuentros, ahí está el origen. Es decir, familia, tierra, carne. Por eso el péndulo. Y es también barrio, noches de micro abierto, pasados que quisiera que volvieran a ser y ya no son. Es también tristeza leve. Es muerte por saudade.
El año en Canterbury fue uno de los más felices de mi vida. También durante ese año escribí casi la totalidad de ‘El regreso de la lluvia’. Canterbury fue el redescubrimiento del prójimo, fue vino y campos nevados, fue la lluvia después de la nieve. Pero Canterbury fue también Reading y Whitstable, Margate y Londres, fue Edimburgo y St. Andrews y fue Aberdeen, donde regresaría, y Canadá. E incluso aunque lo intente, no pueden dejar de ser. Ahora: el pasado que habita el presente, el no saber realmente dónde habito, dónde soy, dónde estoy, el pensar que mi cuerpo es lo único. Estas tres ciudades (que son tiempo y espacio) son, junto a las otras, las grandes desestabilizadoras del concepto identidad.
J.G.: Momento «carta blanca». Despide esta entre2vista a tu gusto…
María Domínguez del Castillo: «[…] Son of man, / you cannot say, or guess, for you know only / a heap of broken images».
POEMAS DE MARÍA DOMÍNGUEZ DEL CASTILLO
CIUDAD A TRAVÉS DEL ESPEJO DE BERGMAN
VLADIMIR. – […] Qu’est-ce qu’on fait maintenant?
ESTRAGON. – On attend.
VLADIMIR. – Oui, mais en attendant?
ESTRAGON. – Si on se pendait?
Samuel Beckett
What shall we do today What shall we ever do podríamos
colgarnos o esperar
cíclicamente junto al mismo árbol es el mismo árbol
esperar
acá junto a la ventana es la misma ventana
se ve el mar esperar
de nuevo agárrate
el cráneo sujeta
la cabeza con ambas manos como un loco que agita un geranio muerto espera
lo escucho espera
qué no ves que es sólo el mar es solo
es siempre el mar tienes las manos blancas
es de esperar es de la sal es del
esfuerzo de sujetarme esta cabeza esta
de esperar
ES QUE NO VA A CALLARSE
junto a la ventana es la misma ventana escucha escucha escucha por qué no escuchas espera
Quién remueve en la espuma su cadáver de niño
He visto a dios ha entrado
por la ventana
era una araña enorme ha entrado
fácilmenteojos fosas nasales boca ano ombligo abierto sin Sutra ha entrado
tan fácilmente dios era una araña
Es fácil que haya entrado así si tú
POR QUÉ no hablas Espera
We are the hollow men
por eso
un dios podrido ocupa
cada cavidad hueco orificio
Y cierra la ventana empieza a refrescar no gracias
tomo el café sin leche
Sabes cuando murió ¿yo tú? qué el caso
cuando murió de aquel cáncer de páncreas
The Dresden clock continued ticking in the mantelpiece
¿Y eso te sorprende?
Wie eine Uhr in einem leeren Zimmer
SEGUNDA NOTA SUELTA DEL DIARIO DE GUSTAV VON ASCHENBACH
Soy feliz por amar y haber amado
es lo único que sé a pesar de no ser nada o saber nada
soy yo que escribe aquí sobre el papel no existe el tiempo
la palabra nunca es absoluta
Me aterroriza el vuelo de los pájaros la lluvia sobre la nieve
del frío se me entumecen los dedos de los pies se me ha caído una uña seca blanca como un jacinto
y no entiendo el murmullo de los meses rompeolas sal disuelta
y no entiendo que hoy ahora en este instante nada esté o haya o sea
Pero amo y he amado y lloro con los cuerpos que he vivido
los cuerpos quiero decir las olas yo varado en la orilla
jamás podré vivir en el amor en cada ola la sal irá horadando
cada grieta cada línea
creará una huella en la palma de mi mano en
mi dedo
pulgar
Así habré de reconocerme.
LAS MANOS O EL ESPEJO
De qué te sirve mirarte las manos mirarte las manos de nuevo
frente a ese otro mar que desconozco agarra
la una con la otra siente las uñas espera
a que se derrita la nieve reflejo de mis dedos rojos rígidos
del frío enjuagando una piedra en la orilla
guardaban las piedras las conchas dolían
en los bolsillos
la sal y la arena por sobre lo helado lo húmedo inmóvil
Nos resguardamos del frío en la universidad en una imprenta en el supermercado
junto a la sección de panadería y repostería
notamos entonces una pequeña úlcera en cada palma chupamos la herida salimos
al resguardo de la nieve cubriendo lo rojo de blanco los ladrillos
de las casas en invierno los tejados
andaluces las hojas de otoño la arena de duna el cielo en la tarde
el sol sobre la isla el puente de Carlos recuerdas
He recogido conchas en la orilla
el norte y del sur. He rozado
con la suela del zapato o las yemas descalzas el vacío
que desprende la tierra en los acantilados de tres mares de tres islas
y no me queda espacio en los bolsillos, los armarios, los cajones.
Del temor por los espejos pasamos las horas empañando cristales
te sigues mirando las manos te sigues sintiendo
las uñas por qué de qué sirve has encontrado
algo
ÚLTIMO TREN DESDE LONDRES
La espera del tren bajo los suelos de Londres
hay un reloj que olvida el ciclo de las horas
que marca en rojo la cifra precisa antes del próximo tren
Bajo los suelos de Londres
existe un gusano que surca que busca en lo oscuro
la carne indigesto alimento las canas los huesos las uñas
gusano bulímico reclama la carne su único
fin medio inicio motivo en la tierra
Caribdis de cable y acero vomitas los miembros los cuerpos
ensamblados de tal forma falda corbata maleta
mano ahuecada vacía desechos biológicos de las estaciones
En este tiempo extraño en que transcurren
los cuerpos
quietos en la sucesión geográfica
efímera quietud siempre constante dinamismo de pies quietos que cada mañana
vértigo conceptual no ha de pensarse en ello busca lo concreto mírate las manos una inmigrante
se acerca a la línea amarilla observa el reloj
se frota las manos del frío de la noche en Saint Pancras
de todas las noches los sueldos debajo de Londres
La nieve no alcanza los túneles
y sí los suburbios los barrios lejanos las gasolineras
En cada estación londinense
el viento recorre los túneles grita recuerda
a todos los hombres, al hombre, que ocupan su espacio.
Existe un vértigo dulce y extraño en el límite el borde
más allá de la línea amarilla.
Y todos los hombres que sueñan pisar ese extremo
rezan a quién rezan a un charco un tropiezo un despiste
La pantalla marca el número exacto
en rojo los cuerpos elevan el rostro se abren las puertas
sutura imperfecta rezuma los cuerpos desprende un olor
sonámbulos tienen la flecha clavada en la frente
La inmigrante aúpa a su cría con el brazo derecho
y deja de ser a este único lado del tren esta vía
El día cadena de números rojos que van sucediéndose
en una pantalla electrónica, un nido de insectos
debajo del suelo de Londres.
Please mind your heads, please mind your hands
Please mind your lives
If you notice something suspicious, well, you have reached the level of consciousness ignored by so many, this side of the truth, my unfortunate ones
Un punto de fuga barras amarillas que cruzan el aire de un extremo a otro se cierran las puertas.
Ahora no existe otro cuerpo
hay ausencia de manos
El resto es recuerdo de nieve y ventanas oscuras
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