Prensado en frío

Jesús Montiel: «Me gusta la idea de los libros como analgésicos»

Portada de 'La última rosa', de Jesús Montiel
Portada de 'La última rosa', de Jesús Montiel

Jesús Montiel: «Me gusta la idea de los libros como analgésicos»

Jesús Montiel (Granada, 1984) acaba de publicar ‘La última rosa’, su cuarto libro, en la prestigiosa editorial Pre-textos. En sus páginas, su prosa poética, o quizá mejor expresado, la poesía liberada del corsé del verso, Montiel nos muestra lo milagroso dentro de la costumbre con esa delicadeza tan reconocible y reconocida ya por sus lectores y lectoras.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Jesús Montiel: Mis libros no responden a una motivación concreta, no están escritos desde una decisión. Sencillamente llega alguna frase, una emoción o una frase que me da la mano y me dejo llevar hasta que me suelta. Nada más. En este caso fue la fotografía de Josep Sudek, La última rosa. Sentía que las rosas querían hablarme, que debía preguntarles y hablar con ellas, interrogarlas. Acercar el oído a la fotografía para escuchar lo que decían. 

¿Qué ha sido lo más fácil y lo más difícil a la hora de escribirlo?

El obstáculo siempre soy yo, Jesús Montiel. Cuando me pongo entre la página y la realidad la escritura se resiente, no tiene vida, solo es algo que está bien escrito. En cambio cuando me quito de en medio, si no me sirvo a mí sino a la realidad, todo cambia y el texto respira, comunica vida, señala lo milagroso dentro de la costumbre. Esta actitud la necesito para escribir, y es por eso que muchos días no escribo nada. A tardo veces semanas, incluso puede pasar un mes entero sin coger el cuaderno. Este librito ha sido escrito en esos instantes en los que me olvido de mí, cuando me rindo y obedezco al día con lo que trae.  

¿Qué efecto esperas que tenga el libro en los lectores?

Me gusta la idea de los libros como analgésicos. Que acompañen y alivien el dolor, la soledad, el daño. Concibo la escritura como farmacia, con un matiz medicinal, igual que la oración o la amistad. Por eso deseo no que solucionen nada, sino que ayuden a vivir, a despertar.  

¿En qué medida veremos en él —o no— al Jesús Montiel de tus anteriores obras?

Espero que no se vea a Jesús Montiel. El objetivo es que se vea la realidad, todo aquello que no soy yo, como te he dicho antes. Por tanto, si no queda rastro de Jesús Montiel, si Jesús Montiel está pero en un segundo o tercer plano, mucho mejor. Misión cumplida. 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con algún fragmento de ‘La última rosa’, ¿cuál sería?

La distancia entre lo que escribo y yo es la garantía de que no soy el autor de este cuaderno. Soy el hombre más débil que he conocido, el menos fuerte. Un castillo

sin torres ni arqueros. Y sin embargo, aún sigo ardiendo. Porque vivo sostenido, sé que Dios está ocurriendo a cada instante.”

¿Supone este libro un punto de inflexión en tu obra? ¿Volveremos a leer al Montiel poeta?

Nunca he entendido por qué se le llama poesía al texto escrito en verso. Hay libros escritos en verso donde no hay rastro de poesía, y otros escritos en prosa en los que sí que está. Mi abandono de la métrica ha sido un proceso natural, que me exigía la escritura. Por otra parte, y siéndote sincero, me alegra haber dejado el verso. Era como estar en una habitación pequeña, con poca ventilación. La poesía es una intensidad de la mirada, dice Irazoki. Me gusta esta definición. La poesía está lejos de los libros, a salvo de los poetas. El poema, esa ristra de líneas negras colocadas en una página, es solo un eco muy débil de lo que ha sucedido. 

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Javier Gilabert
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