Francisco Silvera: «No creo en los tibios, en los callados o supuestos neutrales que jamás dicen lo que piensan»
Francisco Silvera (Huelva, 1969). Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor por la Universidad de Valladolid (tesis: Obra y edición en Juan Ramón Jiménez. El «poema vivo»; Premio Extraordinario de Doctorado). Ha sido gestor cultural y es profesor de instituto, de Filosofía, hasta donde lo permita el gobierno actual. También ha sido director del Festival Internacional de Música Ciudad de Ayamonte (2002 y 2003), coordinador de los actos del Trienio Zenobia-JRJ 2006-2008, asesor musical para la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía (2003-2013) y ha pertenecido al Consejo Asesor Literario de la Diputación Provincial de Huelva (2002-2013).
Ha colaborado con la prensa escrita, antes en papel con Cuadernos de la Campiña y Huelva Información y ahora lo hace semanalmente en el medio digital Diario16.com.
Junto a Javier Blasco, ha codirigido Obras de JRJ, en 48 volúmenes para Visor, publicando varios ensayos en torno a su concepto de «obra»: Copérnico y Juan Ramón Jiménez. Crisis de un paradigma (2008), El materialismo de Juan Ramón Jiménez. (JRJ excavado: alma y belleza, 1900-1949) (2010), Juan Ramón Jiménez en el Archivo Histórico Nacional: Vol 2. Monumento de amor, ornato y ellos (2011), Poesía no escrita. Índices de Obras de JRJ, junto al profesor Javier Blasco (2013) y Obra y edición en JRJ. El Poema Vivo (2017)
También ha publicado cuentos en diversas revistas y ha sido antologado en varias ocasiones, como Mundos mínimos. El microrrelato en la literatura española contemporánea (2007), editada por la profesora Teresa Gómez Trueba; Microrrelato en Andalucía (2007), edición del crítico Pedro M. Domene, Velas al viento. Los microrrelatos de La Nave de los Locos (2010) o Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español, ambas por Fernando Valls (2012), y en 70 menos uno. Antología emocional de poetas andaluces (2016), coordinada por Antonio Enrique.
Afirma encontrarse cómodo en la prosa corta, por lo que suele moverse entre el relato, el microrrelato, la estampa o el poema en prosa. Sus libros son: Las apoteosis (2000), Libro de las taxidermias (2002), Libro de los humores (2005), Libro del ensoñamiento (2007), Álbum blanco (2011), Tenebrario (2013), De la luz y tres prosas granadinas (2014), Libro de las causas segundas o Las criaturas (2014, epub), –Mar de historias. Libro decreciente (2016), La Gloria del Mundo (2017), Libro de los silencios (2018) yPintar el aire (2018, en colaboración con el pintor Miguel Díaz).
Su Libro de los silencios acaba de ser galardonado con el XXV Premio de la Crítica Andaluza de 2019.
Javier Gilabert: Afirmas ser «profesor de Filosofía hasta donde lo permita el gobierno actual». ¿Qué papel deberían desempeñar las asignaturas de humanidades en general y la Filosofía en particular en el currículo?
Francisco Silvera: Respondo ampliamente, porque quizá esto sea un síntoma de la sociedad en general: convertida la Cultura en profesión del entretenimiento y el estudio y el Humanismo en ornamentos de clase media funcionarial, ¿para qué perder el tiempo en un colegio o un instituto? Se me ocurre hacer un Grado Medio de FP Humanística y quien quiera leer que se matricule, aunque no haya terminado la ESO (nótese la ironía). Desde un punto de vista crítico, analítico, la Historia, la Antropología, las religiones comparadas, la Economía (real, no sólo el estudio de la gestión), el análisis político, etc., deberían constituir un núcleo formativo básico tan importante o más que lo científico o lo tecnológico, porque son las herramientas para convivir y en una democracia: eso es estructura. O lo digo de otra manera, sólo si no eres demócrata ni respetuoso con los Derechos Humanos puedes optar por limitar esta formación. Aplíquese donde proceda.
«Yo los aspectos comerciales de la literatura ni los cato ni los trabajo»
Fernando Jaén: En tu recientemente premiado ‘Libro de los silencios’ (2018) con el XXV Premio de la Crítica Andaluza 2019, abordas la trastienda del alma humana que tiene que enfrentarse a sí misma, y procuras que tus personajes se miren con los ojos del campo. Me recuerda en parte al hermoso libro de Muñoz Rojas, ‘Las cosas del campo’. ¿Es la naturaleza para ti la gran maestra del hombre? ¿Crees que en nuestra sociedad se desoye continua y tristemente al mundo rural?
Francisco Silvera: Mi libro es un homenaje a Muñoz Rojas, autor al que admiro profundamente, modelo de poeta en prosa y verso, y modelo de observador tranquilo, apaciguado, examinador de la palabra exacta y nada moralista, a pesar de ser una persona religiosa. «Si no sigues la Naturaleza, llegarás a contradicciones», decía Epicuro de Samos, no existe nada más allá de la Naturaleza, la humanidad no nos sitúa fuera del mapa natural, somos caos físico-químico y nada más, son las religiones (verdaderas enemigas del Humanismo) las que nos han persuadidos de estupideces como el pecado, la libertad esencial (liberada de la mecánica del cuerpo, esto es: el alma) o la superación de la animalidad, Animal de fondo decía Juan Ramón Jiménez y no iba mal encaminado, quizá uno de los poetas hispánicos más agrestes con la fe… La pérdida del mundo rural es una forma de claudicación ante la deshumanización de nuestras ideologías, la ciudad es el espejismo de la felicidad como la juventud permanente lo es para la vida sin muerte de nuestra sociedad… El gran engaño para ser eficaces, productores (ahora lo llaman emprender), esto es, esclavos de ese fármaco dopante que nos atenaza a todos llamado consumo y crecimiento económico (excluyente con la sostenibilidad)… Por no asumir nuestra Naturaleza real, sí, el campo (el mar) nos devuelve a lo que somos, la ciudad nos destruye hasta el hastío vital, los pueblos deberían ser el futuro… pero no está ocurriendo eso, la vida se dirige a los arrabales y la gentrificación de las ciudades con patrimonio histórico: el Parque Temático y los musicales, ¡la Cultura del futuro!
J.G.: ¿Qué supone para ti el Premio Andalucía de la Crítica? ¿Los premios literarios, en general, sirven a las letras o acentúan el aspecto comercial que, a tu entender, tiene la literatura actual?
Francisco Silvera: Este premio tiene la ventaja de no estar maneado por el dinero; supongo que el jurado defenderá sus criterios, intereses, cercanías, unos mirarán la trayectoria y otras la obra concreta a valorar… pero es un premio limpio, sólo da prestigio (que no es poco), yo miro mi nombre en la lista de premiados previa y me siento extremadamente halagado, con mucha responsabilidad, no sé todavía si es situarte a ese nivel de calidad pero sólo parecerlo es de agradecer. Yo los aspectos comerciales de la literatura ni los cato ni los trabajo; me encantaría vivir (y si bien, mejor) de escribir pero no hago un sólo gesto por conseguirlo porque eso va contra la creación artística y el pensamiento libres. No creo que vaya a vender mucho más, ojalá, y pienso en el esfuerzo de los editores que se han arriesgado conmigo. Mi problema hoy es el de ayer: no tengo una editorial donde pudiera seguir publicando mis textos, no tengo editorial y sí diez libros acabados que no van a ninguna parte: ésta es la realidad de un escritor (ahora puedo decirlo) que arrastra ya una trayectoria. Eso sí, si te mueves en los círculos apropiados, te haces el ineludible o te conviertes en la «consciencia necesaria» (y consentida) de un grupo político: eres. Yo prefiero hacer a ser. No estoy en ese mundo de los premios, por eso me gusta y agradezco éste.
J.G.: También te defines como «técnico de gestión cultural, lógicamente frustrado». ¿Qué problemas ves en el panorama cultural de nuestro país? ¿Existe solución para ellos?
Francisco Silvera: Aquí cultura y educación son dos negociados distintos; craso error. Así, aquélla se convierte en una vertiente del ocio y ésta en el examen del Tema 2. Ése es principal problema de este país, en el que la ignorancia secular popular sigue siendo la base de un fascismo sociológico que sale a flote cada 70 años en forma de guerra fratricida; siempre resurge la reacción frente a las libertades entonando su canto a las «caenas», y siempre sucumbe en forma de victimario cualquier atisbo de extensión de la Razón. Está volviendo a ocurrir, y lo vemos y no podemos hacer nada: porque el fanatismo sigue anclado en la esencia del españolismo ramplón. El problema cultural de este país se traduce en fusilamientos y cárceles y eso no tiene gracia alguna, por eso es necesaria la modernización y la extensión de la Razón, nuestro objetivo sigue siendo el de los ilustrados porque aquí no caló esa ola… La responsabilidad de las instituciones al confundir cultura y tradición, al fomentar el clientelismo o considerar lo cultural o educativo como políticas menores es histórica, nos ha devuelto a la España preconstitucional, aunque ahora pongan cara de asustados y, por razones obvias, me duele más el papel del PSOE que el del PP en esta farsa.
«La ignorancia secular popular sigue siendo la base de un fascismo sociológico que sale a flote cada 70 años»
J.G.: Coincidimos tú y yo en lo de escribir, pero también en lo de «músico en ciernes». ¿En qué medida la música está presente en tus escritos? ¿Algo de lo que se escribe en la actualidad en Andalucía te suena a música?
Francisco Silvera: Yo soy un aficionado a la música, nada más; pero es mi pasión. Para mí el silencio es oír música. Toco instrumentos, estoy en un grupo de rock (Los Imprevistos), he dirigido festivales de música clásica, soy un fanático de las grabaciones musicales; me gusta consumir música solo, en casa o en el coche o viajando o paseando… Mi ánimo depende casi siempre de lo que esté oyendo (en este momento The Durutti Column, el Circuses and bread). Llevo en marcha una serie de volúmenes titulados genéricamente Libros de Música de los que sólo está publicado Álbum blanco, una novelita dedicada a The Beatles en la que cada capítulo es una recreación fantasioso-literaria de una canción de los Fab4 (curiosamente recibió una muy buena crítica en una web para Argentina y aquí casi nada): construyo secuencias de relatos recreando músicas que me gustan y añado al final un pequeño ensayito comentándolas, el segundo volumen se titula La geometría del tiempo y sigue huérfano acumulando una colección de rechazos editoriales, el tercero será Libro de tientos y está apalancado igual, y tengo hasta dos volúmenes más de esta serie terminados y sin esperanza de «sonar». A música en Andalucía me resuenan algunos poetas, lamentablemente poca prosa, perdida en la funesta manía de la narración ingeniosa; me encantan, por admiración, magisterio y cercanía personal, las colaboraciones del compositor catalán Alberto García Demestres con el poeta gigante granadino Antonio Carvajal… Y me encanta hablar de músicas variopintas con el maravilloso poeta almeriense José Luis López Bretones, me encanta coincidir en gustos musicales ‘after-punks’ con otro granadino, J. C. Friebe, o en cosas de jazz y vanguardia con el crítico Manuel Ferrand, o el barroco francés y la música religiosa con la divina lírica Rosaura Álvarez… Hay mucho aficionado a la música, alguna vez he colaborado en revistas musicales, he divulgado, asesorado en la Junta de Andalucía o disfrutado de la amistad del pianista Guillermo González, verdadero revitalizador de Albéniz y su Andalucía musical a lo Messiaen…
F.J.: Hablas con admiración de Azorín, Gabriel Miró, Juan Ramón Jiménez o Antonio Carvajal como escritores emblemáticos de un compromiso estético y ético con la sociedad y el mundo. ¿Es importante para ti la honestidad a la hora de escribir? ¿Crees que has conseguido acercarte a esta «honradez» literaria?
Francisco Silvera: Pretendo haberme acercado de lejos, emular a esos dioses es muy difícil, pero seguir a los mejores no puede ser malo; tener malos modelos, sí podría serlo. Para mí el intelectual, y entiendo que es una postura personal, compone un todo con su obra; no entro a valorar si espero coincidencias en «gustos» ideológicos o no, me importa más la coherencia con la que se construye esa entente que el resultado final, no creo tener afinidades políticas con el último Azorín o con Baroja (mucho menos), pero admiro su autoridad intelectual; es difícil encontrar escritores actuales con esa envergadura, humanos (y por tanto sujetos al error) pero modélicos, Carvajal lo es, por ejemplo. Ideas, personalidad, coherencia, solidaridad, consecuencia, generosidad, trabajo, compromiso con el estudio y la experimentación… lo que antes llamábamos intelectual, vamos. Me encanta Gabriel Miró, un genio de la palabra y su sonido evocador…
J.G.: Te encuentras cómodo en la prosa corta, aunque te gusta experimentar con la forma. ¿Te llevará esa experimentación a formatos más extensos como la novela? ¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos?
Francisco Silvera: Ya he hecho libros noveloides (Libro del ensoñamiento, verbigracia, es una novela que narra un minuto en la mirada de un paseante por la marisma que cree ver algo entre las hierbas; mi De la luz es una invención novelesca sobre las relaciones entre Juan Ramón Jiménez y Georgina Hübner…), adoro leer novelas pero me aburre soberanamente el intento de convertirla en una forma cerrada; el soneto es la vasija que más me gusta para un poema, pero es la más fácil de manear y estropear, igual me pasa con la novela, no me veo haciendo una novela al uso, no tendría nada que aportar. Yo elijo la forma en función de lo que quiero contar, el esquema adecuado que mejor exprese lo pretendido. Si me vale un cuento, una palabra o un centenar de páginas es algo que no calculo ni me preocupa. Siempre he disfrutado esos tomos pequeños hoy infrecuentes con dos o tres novelitas cortas… el cuento es mi horma ideal, me permite mezclar narratividad, poesía, ingenio, sorpresa y reflexión. Es muy difícil el buen cuento. Los relatos me ponen a prueba cada vez, y me encanta… ¿Me cree si le digo que debo tener tres centenares de cuentos escritos a mano y sin ni siquiera transcribir en el ordenador, por ahí perdidos en mis cuadernos? Proyectos: reales ninguno, mi trabajo apenas interesa a ninguna editorial «motu proprio», quiero publicar unos ensayos titulados Contra la Cultura, un poco a lo Montaigne (valga la diferencia) aparecidos parcialmente en diario16.com, y quiero sacar un par de libros de cuentos… También una novela negra no muy larga, y muy rara, donde el lector debe poner mucho de su parte, ¡y hasta un diálogo filosófico sobre el materialismo de las religiones monoteístas hasta el racionalismo cartesiano… tengo acabado!
«Juan Ramón Jiménez es el Nietzsche hispánico, el gran pensador, muy por encima de Ortega, Zubiri o Zambrano, a años luz de Valente…»
F.J.: Eres un experto en la obra de tu paisano Juan Ramón Jiménez. ¿Cuál ha sido su mayor enseñanza y legado para ti?
Francisco Silvera: La adecuación entre la mente y la cosa, que decía el Aquinate. La evolución de su poesía hacia un panteísmo materialista complejísimo (lejos de la pobre visión topiquista que se repite en los manuales de la desnudez de la poesía y una espiritualidad hermética postrera); Juan Ramón Jiménez es el Nietzsche hispánico, el gran pensador, muy por encima de Ortega, Zubiri o Zambrano, a años luz de Valente… es el gran filósofo, y en Andalucía ya no se estudia ni en Literatura… Su lección es que la Ética o es intercambiable con la Estética o ambas son un yerro humanoide. Su obra es bella y densa, simple y modélica, jamás hay nada superfluo. Poco leído, salvo esos tópicos, por cierto.
F.J.: En tu blog «quenosénada», las entradas muestran un ejercicio de denuncia política a diversos hechos actuales como la corrupción política o el Brexit. Sin embargo estas entradas son de hace ya algún tiempo. ¿Consideras que el escritor debe estar atento a todo lo que le rodea y ejercer de crítico social? ¿Te has cansado ya de esta denuncia?
Francisco Silvera: Ese blog iba reuniendo ideas y artículos publicados en la prensa en otro momento, pero paré, se me acumuló el trabajo y quedó muerto en el ciberespacio, necesitaría meses para actualizarlo. Sigo publicando furibundos artículos de contenido ético-político, en defensa de la Razón y la dignidad humanas, a las que creo en peligro real de muerte; diario16.com me sirve de pantalla y suelo compartirlos en las redes sociales, el blog ya no me da tiempo… No creo en los tibios, en los callados o supuestos neutrales que jamás dicen lo que piensan (a veces es que no piensan), de ellos es la responsabilidad del auge del fascismo en todo el planeta. Creo en el compromiso y en la defensa libre de las ideas frente al oscurantismo o las ideologías rellenas de fe, soy un libre pensador liberal-anarquista que cree en la intervención del estado en lo económico… ¿Cómo se come esto? Iniciemos el debate…
J.G.: Momento «carta blanca». Pon fin a esta entrevista como te apetezca.
Francisco Silvera: No pretendo una visión unidireccional de la Literatura, la Literatura la componen la multitud de visiones, tendencias y prácticas de cada persona que escribe y pretende compartir eso publicando; pero sigo mi camino propio, imitando (en el buen sentido) coherentemente a mis maestros.
Relato inédito de Francisco Silvera
El Cabaré
A Carmen Guzmán
En aquellos tiempos los coches eran pesados, metálicos, angulosos… graves. Mi padre cargaba los bártulos para irnos a la playa, yo recuerdo el brillo negro de la pintura del vehículo, aparcado en la doble fila delante de una puerta en la que no molestaba, puesto que apenas había tráfico.
-¡Niña! —clamó mi madre, que mandaba mucho—. Vete a misa que te da tiempo, y por la tarde no podrás.
Me puse mi camiseta larga, recuerdo que tenía una india grande que la ilustraba, hacía las veces de un vestido que me habría de permitir ir directamente a la playa. Acababa de tomar un mes antes la Comunión, pero yo sólo quería ir a bañarme y a jugar en la orilla, nada de lo adulto me vinculaba porque no era ése mi reino; las muñecas, mi ropa linda y algo de chiquillo que me permitiera correr, montar en bicicleta, saltar la cuerda o sentarme tranquila en una piedra; mi cuerpo no delataba a la mujer que soy desde hace tanto. Me decían: “Pareces un niño”, y eso para mí era irrelevante, me permitía jugar, ¿qué iba a parecer si no?
Fui al templo, con ese barullo de reverberos de la gente sentándose, y ya sólo quedaba libre una esquinita casi delante del todo. Allí me planté. La media hora de la misa era como algunas clases del colegio, tenía que estar allí y mi cabeza trabajaba para que transcurriera discretamente. No era yo una beata, mi fe no me molestaba, allá estaban Dios y la Virgen, aquí yo, y rezaba alguna vez para un examen o para putear a alguna amiga, pero ese Reino era de un mundo que tampoco consideraba el mío.
-En el Nombre del Padre… del Hijo… y del Espíritu Santo…
… Y ya estábamos con el piloto gobernando el ceremonial y el destino de la media hora flotante, suspensa, ensoñada, vacía…
-¡Señorita!
Yo miré hacia atrás. Salí del letargo. Miré en derredor buscando a la víctima. Don Manuel Romanos era terrible, olía a ducados y su acritud era temida por todos; en casa, mi padre, siempre más tonto que mi madre, contaba cosas de un tío suyo y lo que don Manuel había hecho con él y con otros muchos, y no sólo del pueblo: arrastraba letanías de otros. A mí me daba pánico, aunque yo decía respeto, por el miedo; había visto cómo daba un guantazo lleno de furia a algún chaval más de una vez. Y también me daba asco porque su ropa estaba parda de ceniza, sol y caspa, y su boca era oscura como un pozo de mugre, como una maldad.
-¡Usted! —me miraba—. ¡Usted! ¿No se da cuenta?
No, claro, no sabía qué.
-¿No se da cuenta de cómo viene usted a misa?
Yo llevaba mi camiseta larga de tirantas, mi india ocupando toda la longura de mi cuerpo, mi propia coleta tensa que mi madre trabajaba casi todas las mañanas… no sé, ¡no sabía!
-¡Viene usted como una meretriz! —¿Meretriz?—. ¿Cree usted que acude a un lupanar o esto qué es? —¿Lupanar?—. ¿Cómo me mira usted? ¡Por Dios! ¡Un cabaré!…
No he sido voluptuosa, entonces: menos. Apenas unos botones de hormonas incipientes y una delgadez de niña corretona eran mis atractivos, no tenía ni culo ni tetas, ¿qué quería ver aquel señor?
-¡Unos hombros desnudos! ¡Qué insinúa usted! —Me hería el “usted”—. Ese cuello y esa boca y esos brazos, ahí sentada de cualquier manera, sin decoro, como una furcia cualquiera —don Manuel Romanos me miraba fiero, recomiéndome con unos ojos gordos, viscosos, llenos de ira y de algo que yo entonces no conocía… yo era una niña, o un niño, qué más me daba.
Me fui. Entré en casa y me quité la camiseta-vestido, cogí unas tijeras antes de que me viera mi madre y, con tremores, con una tembladera de enferma tiritona la corté a tiras despedazando a la india inocente, que seguía sonriendo. Me fui al doblado y allí había una montaña de sal, la usaban para curar carnes, eran otros tiempos, y enterré los jirones de la niña desmembrada.
Después lloré y cambié. Porque yo creía no saber qué había pasado. Sin embargo, hoy sí lo sé, y lo peor: sé que entonces también lo sabía. Y lloro aún. ¿Un cabaré?…
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