Alfonso Salazar: «Lo que no apasiona, se ignora»
Alfonso Salazar es licenciado en Antropología Social y Cultural y gestor cultural. Ha publicado la traducción de Consejos a jóvenes escritores de Charles Baudelaire (2001), los poemarios Amores sin objeto (2004) y Vida, parte 2 (2019) y las novelas Melodía de arrabal (2003), El detective del Zaidín (2009), Golpes tan Fuertes (2013) y Para tan largo viaje (2014). Esta tetralogía, conocida como ‘El detective del Zaidín’, fue publicada en 2019 bajo el título genérico de Zaidín Noir (Un gorrión sentimental, Si me pudieras querer, Con tus dientes de marfil y Para tan largo viaje). Y este año, ha publicado No será este país, razón que le trae por nuestra ‘Prensa’.
Ha publicado, además, el libro de cuentos infantiles sobre ecología Pawi en la fábrica verde (2003) y el de relatos Cenizas (Sonámbulos, 2021). En 2022 ha publicado también Granada a vuelapluma, guía de la ciudad ilustrada por Ramón Ortiz, en Sonámbulos Ediciones. Realiza habitualmente exposiciones de Poesía Visual.
Ha colaborado con diversos medios de comunicación (InfoLibre, La voz de Granada) y ha dirigido el programa en radio La Plaza Humana. Pertenece al equipo de redacción de la revista de pensamiento y cultura olvidos.es. Ha ofrecido charlas y conferencias en diversas ciudades en España, Portugal, Grecia, Alemania, Francia, India y Marruecos. Imparte Cursos de Escritura Creativa en Granada y crea diseños bajo la marca www.bysalazarmendias.es.

Javier Gilabert.: ¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Alfonso Salazar: En la primavera de 2019, fui invitado a una residencia literaria en Francia, en Aix en Provence, durante un mes. Entre los compromisos estaban impartir charlas, talleres, clubes, y escribir una novela. De aquella visita, de los lugares que conocí, de las historias que escuché, surgió Exil aixois. La palabra ‘exil’ no tiene problema de traducción, ‘aixois’ es el gentilicio de Aix. La novela, por propuesta de quienes me la encargaron (la asociación la Noria, a quien tanto agradezco), debía suceder en el Pavillon Noir de Aix, un espacio arquitectónico de reciente construcción dedicado a la danza.
Mi relación con las artes escénicas y mi afición a la historia de Granada me llevó a trazar una historia que sucedería entre Granada y Aix, una historia de bailarines, resistencia y exilio. Partí de la visita de los ballets rusos a la Alhambra, de una fotografía en el patio de los Leones de 1919. Poco después llegó la pandemia, hubo mucho tiempo para pensar. Yo tenía guardado un sueño recurrente, o una pesadilla, no sé decir: la existencia de una España donde no hubo Guerra Civil, no una España donde hubiese ganado el bando leal a la democracia, sino una España donde ni siquiera existió esa guerra. Una España que hubiese seguido el devenir de otros muchos países de su área, que padecieron el totalitarismo, y fueron capaces de vencerlo.
Ese ‘vencer juntos’, es la marca de las naciones. A ese sueño se unió mi pasión por la Historia y por la reflexión política, y sobre todo, mi interés por esto que llamamos «España» y que no sabemos muchas veces qué es: ‘este país’. Ese orgullo de nación ya se dio tras la guerra de independencia, cuando España alumbró una de las primeras constituciones de Europa. Hay quien opina que España existe como tal desde esas fechas, y desde luego la razón jurídica está de su parte, pues en 1812 se empezó a hablar de nación española, hasta entonces era un territorio dinástico y poco más.
En ese sueño recurrente, alguien (a su vez) soñaba una España donde sucedió una guerra civil a la que sucedió una dictadura de 40 años. Un círculo vicioso de sueños, guerras existentes e inexistentes y Españas. En mi sueño, a esa persona la tomaban por loca, pues ¿quién iba a permitir 40 años de dictadura en un país como España? En esa Expaña puede resucitar a muertos de la guerra, a fusilados. Así pude escribir Expaña, que es la novela que cierra la trilogía, una historia que sucede en una España distópica, en 2001, donde no hubo guerra civil y donde el devenir del siglo XX fue muy distinto (y a veces muy parecido) al que hemos vivido. Usar esa ‘x’ en el título me llevó a dudar: se ha utilizado muchas veces (hace poco, una vez el libro en imprenta vi que ya lo utilizó Martinmorales en los 70…).
Hay poetas, cantantes, ensayistas que la han utilizado, pero creo que esa ‘x’ era necesaria, para distinguir un mundoverso de otro. En fin, tenía dos novelas, cortas ambas, y ya se sabe que el tres perfecciona, así que decidí retomar una antigua historia que guardaba junto a una serie de nombres. Colecciono nombres desde hace mucho tiempo, los sigo coleccionando, los invento, los recombino, me interesan los apellidos, la etimología de los nombres. La historia que guardaba completa muy bien a las otras dos novelas, entre una del exilio y otra de la España que pudo ser, la de la esperanza democrática, he incluido una historia sobre circo, fantasmas y muertos en las cunetas. Así surgió Mildium, la ubiqué en una espectral La Mancha de posguerra, y para la troupe circense utilicé mi agenda de nombres inventados.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
No son novelas de complaciente lectura ni sencilla estructura. Hasta ahora he publicado novelas que, creo, eran de una fácil escritura, muy asequibles: ahí está la saga del detective del Zaidín. Este tríptico no lo es. Por eso, aunque son novelas cortas, utilizan estructuras y saltos temporales, cambios de voces narrativas (que espero estén bien hiladas), digresiones temporales, así que se acompañan de anexos: mapas, cuadros genealógicos, tablas de acontecimientos históricos, glosarios, porque las tres novelas se fundan en una verdad para crear una ficción, y creo que eso es una importante muleta para quien las lea.
No hay aviso, pues el zambullido debe hacerse como este Prensado, en frío, partir de la suspensión de la incredulidad lectora, sin preámbulos; por eso, ese material está al final de cada novela, como aclaratorio y guía, para recomponer la historia leída y contada. También me entusiasma la Genealogía y la Geografía, así que en este tríptico he podido liberar mis aficiones, y me lo pasé en grande trazando esos materiales de apoyo que generan nuevos mundos e historia-ficción.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
Espero que, primeramente, las disfrute y, en segundo lugar, acepte la invitación a la reflexión. He intentado en estas novelas —y no sé si lo he conseguido, eso lo valora quien lee—, como en las anteriores, que siempre haya un poso de reflexión, sugerido a través de una narración con peso emocional. Los temas son recurrentes en mi obra: la familia, la historia reciente, lo que pudo ser, los perdedores, los miserables, la brecha de las sociedades… Con la herencia que da el esperpento y el surrealismo… Ya sea en la aventura de un detective o en la de un bailarín exiliado, creo que sigo tratando sobre lo mismo, sobre esos temas que me interesan.
Estas tres novelas no tratan sobre guerracivilismo, que tanto reivindican muchos ahora, esos que desean volver al 36. Habla de la falta de piedad, que es el motivo y la consecuencia de las guerras: la eliminación absoluta de quien no piensa como uno-mismo, la aniquilación del rival. Este tríptico, también y sobre todo, trata sobre las relaciones humanas y familiares, en la primera (así, deshuesada) un niño se ve privado de su padre por una guerra y su madre tiene que hacer un gran esfuerzo para sacar esa familia adelante, en el exilio. En la segunda una madre y una hija son separadas, y harán todo lo posible para estar juntas. En la tercera, ahonda en cómo las diferencias ideológicas pueden minar la familia, y cómo una mujer puede comprender a los unos y a los otros.
No es una anécdota que aparezca en esa historia, pero creo que ilustra lo que quiero decir y me sirve muchas veces de guía. Me la contaba una cenetista hace tiempo: durante la guerra una madre hizo un zulo en su casa, donde escondió a su hijo el falangista; cuando terminó la guerra, el mismo zulo lo ocupó su hermano el comunista. De este país, de esa impiedad, de eso trato.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Alfonso Salazar de tus anteriores novelas?
Es cierto que hay cambios en las estructuras narrativas, en el orden del tiempo, en las voces narrativas, se insertan unos estilos con otros, aunque creo que son asimilables, a través de los títulos de los epígrafes, de los tonos de la voz cambiante. Son novelas más emocionales y a la vez ficciones históricas, lo cual puede parecer un oxímoron. El tono de humor velado que había en el detective aquí está más diluido, pero sigue estando, porque forma parte de la vida, y yo bebo de ahí. Para mí es un cambio, no sé si se trata de un avance, pero sí de un cambio de voz. Para mí escribir es ir cambiando de voz, en un futuro puedo reutilizar la que predomina en el detective, pero ya estoy investigando otra.
Explícanos: ¿se trata ‘No será este país’ de una novela triple, de un tríptico de novelas, de una trilogía…?
Sí tengo claro que es un ciclo cerrado, tres historias que tienen nexos comunes y entidad propia. Las tres novelas están entrelazadas, se repiten lo apellidos familiares, como sucede en la historia real de los seres humanos: las mismas dos familias se cruzan en cada novela, familias que están señaladas por la ideología, por su clase social, por la miseria y la riqueza. Pero no son las «fuerzas del bien y del mal», pues, como en la historia misma del mundo, no hay bien y mal absoluto, y las familias se cruzan, se aparean y se mezclan. Excepto la aristocracia y la monarquía, claro, que no tienen esa costumbre.
Codiriges la Escuela de Escritura de Granada, has sacado adelante con éxito dos ediciones de la Feria del Libro de Granada en menos de un año… ¿De dónde has sacado el tiempo para escribir esta novela —risas—?
Está uno en la edad. Supongo que ser trabajador autónomo me ha acostumbrado a sacar partida a todo el tiempo del que dispongo. Envidio, mucho —y añoro ya— la sensación de poder disponer el tiempo para pasear, leer por gusto o dar de comer a los jilgueros. No sé si eso llega con la jubilación, pero me intriga mucho poder disponer de una mañana o una tarde sin compromisos, entre semana, fuera del periodo vacacional, y seguro que es más sano que la vida intensa. Pero uno es fruto de sus circunstancias, de su educación, de su vida, y la mía se vincula a esa intensidad: quise ser libre, no tener horarios ni jefes y soy autónomo, con lo cual tengo muchos jefes y no tengo horario. Un laberinto.
Solo necesito que no me pase factura y me permita seguir disfrutando de todo todo el tiempo. Dar clases o escribir no es un trabajo, quiero decir, que lo disfruto mucho y que lo he hecho —y lo sigo haciendo muchas veces— de manera gratuita. En cuanto a los trabajos profesionales, todo lo que no sea papeleo y buscar dinero está muy bien, pero la burocracia y buscar financiación ocupa el 90% del trabajo. Pero la gestión cultural compensa cuando ves al público disfrutar de lo que tanto esfuerzo ha costado poner en pie, y te pagan en sonrisas.
Conociendo tu pasión por la poesía visual no quiero dejar pasar la ocasión de preguntarte por la imagen de portada…
Esa imagen procede de un crowfounding que se hizo hace unos diez años: una pandereta con la forma de España. Por supuesto, intenté hacerme con ella, pero llegué tarde. Lo promovieron desde el estudio de diseño AA, de Alberto Arza, Eva García y Roberto Cortés. En internet se pueden ver videos de cómo se hizo aquel instrumento: nada fácil. Cuando Sonámbulos me propuso con qué ilustrar la cubierta recordé aquella pandereta. Me parecía inalcanzable, pero la editorial se movió bien y el estudio se sumó al proyecto. Los diseñadores ofrecieron su pandereta para la cubierta, así que de algún modo, he conseguido llevar esa pandereta conmigo y tenerla en casa. La creación de AA tiene retranca, busca una nueva ‘Marca España’ y para eso han recurrido a Antonio Machado y a algo muy nuestro: reírnos de nosotros mismos y, si es preciso, de la nación, donde subyace cierta nostalgia, afecto, esperanza. Lo que no apasiona, se ignora.
¿Supone este volumen un punto de inflexión en tu producción como prosista? ¿Y a partir de ahora, qué?
Sigo teniendo en la recámara una novela del ciclo del Zaidín, pero no del ámbito del detective. Es una novela que escribí hace unos siete años y que aún no he tenido la oportunidad de publicar. Trata sobre un día en la vida de un heroinómano en el Zaidín de 1984, para lo que utilicé como base de trabajo un interesante libro de psicodrama social de un antropólogo, Oriol Romaní, sobre el Botas un delincuente barcelonés de los setenta. Además, trabajo en un libro sobre microensayos sobre tango, bolero y copla, un proyecto que inicié hace casi treinta años, pero que ahora parece que toma su camino. Trabajo también en una novela donde se mezclará Granada, la novela negra y la novela histórica, y en otra sobre la Granada de los 80. He terminado recientemente un manual de escritura creativa. Proyectos no faltan. Falta tiempo.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
Sé que hemos sido muchos los «prensados», pero no sé si Ángeles Mora, José Carlos Rosales, Álvaro Salvador, Luis García Montero, Juan Carlos Friebe, Ernesto y José María Pérez Zuñiga, Olalla Castro, Ramón Repiso, Jesús Lens, Daniel Ruiz, Jesús Ortega, Virtudes Olvera, Javier Benítez Láinez, están por ahí. Varead, que alguien cae —risas—…
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