Opinión y Pensamiento

En defensa de nosotros, los españoles

Ideología y cultura

Foto de Georges Biard

En España pasa algo extraño. Alguien notorio en una escena glamurosa defiende los derechos del que, poco a poco, nada tiene, y sin embargo, por alguna razón, la parte de la población defendida se indigna con la protesta, se escucha la frase “el cine español es por y para rojos; el cine español es una mierda”, todo vuelve a empezar.

España es un oxímoron constante; tristeza sonriente, incultura popular en la televisión, famosos artistas en otros países, aquí se esconden, y esa manía primitiva y mediocre de destruir a los artistas que no piensan como uno mismo. Esa tirria. ¿Cómo puede una de las dos Españas decir que el trabajo de un artista es malo en base a su ideología? ¿Cómo puede alguien decir que un escritor como Mario Vargas Llosa es un mal escritor y no leerle por el mero hecho de que es de derechas? ¿Cómo podemos ser tan simples, tan llanos? El ejemplo de los Bardem, a estas alturas, me parece repetitivo, pero igualmente absurdo, da miedo pensar que se puede juzgar la obra de un artista por sus pensamientos políticos, aunque no tengan nada que ver.

Eso nos delata, nos señala al resto del mundo como un país simple, sin fondo. Es el primer signo enfermizo que presenta este país tan raro la mayoría del tiempo, tan maravilloso a veces.

En este país se acrecienta a diario el gusto por la ignorancia, ser un analfabeto está socialmente premiado. Los libros ya no dan postín a una casa, pasan desapercibidos ante las visitas; el gusto por la buena música ha muerto ahorcado con la cuerda oxidada de un violín. Se lo escuché a Jesús Quintero, “siempre ha habido analfabetos, pero la incultura y la ignorancia se han vivido con vergüenza, nunca antes había presumido la gente de no haberse leído un puto libro en su jodida vida”. Cuánta razón.

¿Cómo no vamos a criticar a un artista por su ideología, si somos tan blanditos, tan maleables? Leer posts en Facebook es como ver el top-cien de Spotify, una sucesión de tragedias: frases de amor que antes hubiera sido para quinceañeras con el pavo inundan perfiles de gente que hoy tienen un título universitario; textos con faltas de ortografía capaces de producir retinopatías y tráilers de películas cuyos guiones son escritos en el mismo bingo que los discos de reggeaton.

¿Cómo vamos a reivindicar nuestra cultura? ¿Cómo vamos a saber que los cuadros de Zurbarán y Velázquez se exponen en la National Gallery de Londres como un tesoro de la historia universal? ¿A quién le va a importar la repercusión que tiene nuestro teatro clásico en Europa? ¿Quién va a preocuparse de que Almodóvar sea considerado o no el último transgresor que ha pisado Hollywood? ¿Quién va a querer saber que nuestro jazz y nuestro flamenco dan la vuelta al mundo día si, día no?

La ignorancia y la incultura en España están representadas por una gran discoteca llena hasta arriba de gente, suena una canción que incita a que la mujer se rebaje hasta lo más humillante y el hombre sea más que un hombre un ganadero, la pincha Paquirrín. Se ve la puerta, pero hay cientos de personas que impiden llegar hasta la salida, y cuando dices que te largas, lo normal es que te digan que eres una persona de lo más aburrido.

Cuánto daño se hace España, cuánto daño se ha hecho ella sola mientras se va a la quiebra más absoluta, tanto económica, como social. Y seguirá siendo así mientras los pobres diablos de las discotecas celebren más los goles de Negredo y Silva en la Premier que los Oscars que ganen los cineastas españoles.

No me hablen de la Marca España que promueven los simples, en ella sólo hay recortes, agostos soleados que sólo duran un mes y siempre transcurren en Benidorm, paella de mala calidad para estafar turistas y sangría adulterada. No, esa no es la verdadera Marca España, la Marca España es la de los españoles que llevan siglos enseñando al mundo que somos un país en el que hay más que una superficie que cada semana es portada en Interviú.

Fernan Camacho
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