Francisco Baena: «Desde hace unos años prefiero leer, me lo paso mejor»
Francisco Baena Díaz (Madrid, 1967) es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Granada, Máster del Instituto de Estética y Teoría de las Artes de Madrid y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Madrid con una tesis titulada La huella de la luz. Una teoría para el texto fotográfico. Es funcionario de carrera de la Diputación de Granada, en la que entró en 1999 como Técnico Superior de Servicios Culturales adscrito a la sección de Artes Plásticas del Área de Cultura, y entre sus funciones ha estado la de coordinar las exposiciones del Palacio de los Condes de Gabia y el Centro José Guerrero.
Entre otras, ha comisariado para el Palacio de los Condes de Gabia las muestras Huellas de luz granadina (2000), Santiago Ydáñez (2001) o Paco Pomet: Contra a Inercia (2012), y para el Centro José Guerrero, además de varias centradas en el pintor granadino, Cromocronías. Poéticas del color en la imagen-tiempo (2010), Escenas fantasmáticas. Un diálogo secreto entre Alfred Hitchcock y Luis Buñuel (2011) o las recientes Carlos León: Pasajes (2018) y Viñetas desbordadas (2019).
Antes de incorporarse a la plantilla de la institución provincial, Baena trabajó como ‘freelance’ en distintas empresas culturales, como la editorial Pre-Textos (Valencia), la compañía de teatro Lucas Cranach o la productora cinematográfica El Imán, de José Luis Borau (ambas en Madrid). Ha escrito con asiduidad en revistas de arte y catálogos de exposiciones, y ha publicado el ensayo sobre lo fotográfíco Vendas para los ojos (2007) y las obras de narrativa Olor a sangre en la nariz (2010), Luz corriente (2014), Eco oscuro (2016) y una novela basada en la obra y la figura del fotógrafo granadino Manuel Bello (Avery Jones, 2017). Además, es vocalista de la banda de pop Punk Buró. Su bagaje cubre, pues, un amplio espectro cultural que asegura una línea de trabajo multidisciplinar para el Centro José Guerrero.
Javier Gilabert: La luz está muy presente en tu vida: desde tu tesis doctoral, el título de alguna de las exposiciones que has comisariado, e incluso en tu obra ‘Luz corriente’? ¿De dónde te viene esta fascinación por la luz? ¿Qué importancia tiene ésta en tu vida?
Francisco Baena: Pues tienes razón: es una invocación constante… Supongo que algo tendrá que ver con mi interés, desde siempre, por la imagen. Tanto por lo que se refiere a todo tipo de representaciones visuales, lo que explica algunos de los títulos a los que aludes, y particularmente todos los relacionados con lo fotográfico, como, antes, a su percepción no solo visual, también por la piel, en la realidad física. Para mí es fundamental, por ejemplo, que la casa o el piso donde viva sean soleados. Y, después, a todas sus acepciones literarias. O sea, que sí: para mí es un leit motiv en todos los registros: imaginario, real y semiótico, así como, anudándolos, en lo simbólico. Soy una especie de polilla. Ahora bien, ¿de dónde viene esa fascinación? No sabría decir… Me da la sensación de que siempre me ha acompañado. Podría empezar a hacer asociaciones que quizá me lleven a algún lado, o quizá no. Por ejemplo, un personaje muy cautivador de mi infancia, una mujer envuelta en el misterio que se llamaba Iluminada y era casi ciega (de negro riguroso, esquiva, alertándome siempre del peligro del pozo de su patio) está extrañamente relacionado con el ataque que sufrí años después en el colegio, cuando un capullo me dio con algo en la cabeza por la espalda mientras dibujaba, lo que hizo que me clavara el boli en un ojo y estuviera tres días ciego, vendado… El golpe de luz que recibí después, cuando me quitaron las vendas, todavía me duele…
J.G.: Eres licenciado en Bellas Artes, doctor en Filosofía, técnico en gestión cultural, escritor, músico, estás relacionado con la fotografía y el cine… ¿Hay alguna disciplina artística por la que no transites? ¿En cuál de ellas te sientes más cómodo?
Francisco Baena: Jajaja, claro: el baile… ¡es broma! ¿Me has visto en el escenario? No, la verdad es que soy un disperso y un diletante. Pero va por épocas. Durante unos años, por ejemplo, fui casi cinéfilo y en la actualidad apenas veo pelis. Y lo que es series, ninguna… Aunque no tengo nada en contra de ellas, es que, sencillamente, desde hace unos años prefiero leer: me lo paso mejor. De todos modos, nada obedece a un plan en mi caso, sino que es consecuencia de una deriva natural a la que me entrego, acaso indolentemente: unas cosas llevan a otras, todo fluye y yo me dejo llevar. A veces me canso, eso sí. Por ejemplo, empecé con Instagram cuando me compré el móvil (es la única red social en la que he estado) y eso me animó a volver a hacer fotos… hasta que he acabado saturado y he dejado de mirar la aplicación.
«Tratamos de sumar y atraer nuevos públicos programando exposiciones y actividades que estén siempre atentas a los modos de darse de la creación actual»
J.G.: El Centro José Guerrero es muy conocido, pero ¿está suficientemente valorado en nuestra ciudad y fuera de ella? ¿Crees que el público granadino «aprovecha» lo que este centro brinda a la ciudad?
Francisco Baena: Yo creo que en el circuito profesional sí que goza de un merecido reconocimiento, que también le conceden los aficionados de la escena artística. Pero hay que tener en cuenta que nuestro sector, el de los museos, no es precisamente el preferido de la ciudadanía en general: no solemos encabezar las encuestas de hábitos de consumo cultural, y las dificultades inherentes a su naturaleza actual de la conversación del arte contemporáneo no sirven de reclamo sino todo lo contrario. En ese sentido, es imposible «competir», a la hora de captar la atención del público, con otros sectores mucho mejor situados en el escaparate del espectáculo, desde el que apelan, descaradamente, a la seducción. Claro que no hay porqué entrar en ese juego, ni estar obsesionados por las cifras. Nosotros no lo estamos. Pero tampoco nos conformamos con la incomprensión ni con el desdén, y tratamos de sumar y atraer nuevos públicos programando exposiciones y actividades que estén siempre atentas a los modos de darse de la creación actual, siempre sin traicionarla ni banalizarla.
J.G.: ¿Hasta qué punto influye, a la hora de dirigir el Centro José Guerrero, haber sido su alumno y haber trabajado con él mano a mano en alguno de sus talleres? ¿Qué destacarías de su figura y de su persona?
Francisco Baena: Haberle conocido, haberlo tratado aunque sea en un marco informalmente «académico», me da confianza. No diría tampoco «familiaridad», pero sí seguridad a la hora de decidir el rumbo del centro inspirado en su ejemplo. Al saber, por propia experiencia, cómo pensaba y sentía, cómo se relacionaba con unos y otros, sé que estamos siendo respetuosos con lo que representaba y perseguía, lo cual me permite defender mejor nuestros proyectos, incluso los que aparentemente se alejan más de sus intereses artísticos, o los más audaces. Sé que contarían con su apoyo. En el Círculo de Bellas Artes pasó mucho tiempo observándome, viendo cómo trabajaba, me preguntaba, yo trataba de explicarle lo que buscaba y eso le daba pie a comentar tal o cual aspecto que siempre me venía bien, y a iniciar amenas conversaciones salpicadas de anécdotas. Era muy sociable, y curioso, y generoso. Nos alentaba a todos. Y nos respetaba escrupulosamente. Incluso a mí, que era un crío: jamás se le ocurrió intervenir en alguna de las telas que embadurnaba (a lo que yo no me habría opuesto).
«José Guerrero era muy sociable, y curioso, y generoso. Nos alentaba a todos. Y nos respetaba escrupulosamente»
J.G.: ¿Cuál es el nivel, en tu opinión, de las exposiciones culturales que se pueden disfrutar en Granada? Si pudieras elegir cualquiera, ¿cuál te gustaría comisariar?
Francisco Baena: Muy variado. Hemos visto grandes expos y estoy seguro de que volveremos a verlas en el Palacio de Carlos V, el Museo de Bellas Artes, nuestras salas hermanas del Palacio de los Condes de Gabia, el Centro García Lorca desde hace poco, las distintas salas de la UGR (Hospital Real, Madraza, PTS, etc.), que está haciendo una gran labor y últimamente ha redoblado esfuerzos… De todos modos, hay un déficit importante. Porque digamos que está suficientemente cubierta la iniciativa institucional y la «indie» (por llamarla de algún modo: siempre ha existido esa escena alternativa, aunque por su propia naturaleza es mutante y flexible, ahora tenemos desde hace poco el Espacio Lavadero, El Rapto, Deriva, además de pequeñas salas como las de Suburbia, La Expositiva, Botánico, etc.). Lo que faltan son galerías como Sandunga o Palace (las únicas que tuvieron presencia en ARCO). Ha habido varios intentos de abrir salas como aquellas, pero no han cuajado. Prácticamente solo se me viene a la cabeza ahora Ruiz Linares, que está programando muestras estupendas de nombres consagrados y otros que empiezan o están ya en la mitad de su carrera, y que además viaja a ferias.
¿Qué expo me gustaría comisariar? Bueno, afortunadamente puedo llevar a cabo las que estamos presentando en el CJG. Pero de todos modos tampoco es mi prioridad ser comisario. Me gusta trabajar con curadores independientes. Cuando asumo ese papel, normalmente, es por cuestiones prácticas.
Fernando Jaén: El fotógrafo granadino Manuel Bello (Guadix, 1957- Granada, 2009) falleció a los 52 años de edad, tras luchar contra un cáncer. Tu novela ‘Avery Jones’ (2017) se inspira en su figura y se me antoja un homenaje a los creadores más marginales, que sin embargo tienen todas las virtudes y defectos de los genios. ¿Qué nos puedes decir de Manuel Bello y de tu novela?
Francisco Baena: Lo conocí en el primer encargo que tuve como comisario, recién llegado a la Diputación: ‘Huellas de luz granadina’. Apreciaba mucho su trabajo, pero antes de aquello no lo había tratado personalmente. Hubo muy buena sintonía, a pesar de que recelaba al principio un poco por venir yo de la institución y ser el suyo un espíritu tan reacio a ella. Tuvimos ocasión de desarrollar esa buena onda puntualmente, en distintas colaboraciones posteriores. En fin, como bien dices, aunque ‘Avery Jones’ es una obra de ficción y sus personajes un invento, el que da título a la novela está compuesto pensando en él. Así que ahí se puede leer lo que me inspiraba.
F.J.: En tu novela ‘Luz corriente (2014), narras una parte de la historia de nuestro país a lo largo de tres generaciones, desde el inicio de la Guerra Civil en la localidad almeriense de Dalías, hasta los años sesenta en los grandes barrios de Madrid. ¿Cuánto de autobiográfico hay en esta novela?
Francisco Baena: Más que una autobiografía, yo diría que es una novela familiar, sabiendo (y por eso lo empleo) que este es un término freudiano… Unas partes las he vivido, otras las he oído referir o las he leído, otras las he inventado, todas las he elaborado para tratar de decir una verdad. Como advirtió Oakley Hall en el prefacio de ‘Warlock’: «El tejido de la narración (…) está formado por acontecimientos reales e imaginarios; combinando lo que sucedió con lo que podía haber pasado (…). La persecución de la verdad, no los hechos, es tarea de la ficción».
«A Almería me unen lazos familiares, y también la atracción de su luz y sus aguas»
F.J.: En ‘Luz corriente’, además de ricas referencias literarias, hablas del ambiente cultural de Almería y de Madrid ¿Qué relación te une a estas ciudades? ¿Qué queda de esas corrientes artísticas del siglo XX hoy en día?
Francisco Baena: Me gusta decir, citando el himno que escribió Agustín García Calvo, que «solo por ser algo, soy madrileño». Es así. De modo que mantengo una relación necesariamente afectuosa con la ciudad, pues está determinada por la cuestión sentimental. Piensa que allí pasé la mayor parte de mi infancia, que fue feliz, y que, como sabéis bien los poetas, es la patria del hombre. Además, mantengo en Madrid muy buenos amigos y creo que es un hervidero cultural y contracultural muy estimulante. A Almería me unen lazos familiares, y también la atracción de su luz y sus aguas.
F.J.: El primer libro tuyo que leí me lo dejó nuestro querido, locuaz y común amigo Matías (Cosas Que Hacen Bum, Punk Buró). Se trataba de ‘Olor a sangre en la nariz’ (2010). Me pareció un hermoso viaje a la infancia a través de los hijos. ¿Cómo surgió la idea de reflejar lo cotidiano en este libro? ¿Qué aprendiste al escribir el libro de ti y de tus hijos?
Francisco Baena: Se cuenta en el propio libro: no fue algo premeditado sino espontáneo. Tuve el impulso de registrar por escrito una anécdota, y a partir de ella abrí un blog al que fui subiendo otras parecidas. A continuación, además, añadí ideas y sentimientos relacionados con el absorbente mundo de la crianza, hasta conformar un corpus que pensé que podía funcionar como libro. Aprendí mucho tanto de mis hijos como de mí mismo, porque la propia disciplina que me impuse me exigía estar muy atento a todo y a la vez cobrar distancia de las urgencias cotidianas para poder trasladarlas a la escritura, lo que puntualmente tuvo efectos casi terapéuticos… Fue una experiencia muy gratificante.
F.J.: En tus ratos libres eres cantante de Punk Buró (Matías Perez, Javier G. Barquero, Celestino Picazo y Francisco Baena), «otra maldita banda granadina», como solíais decir. Con dos discos grabados (‘Mesmérica’ y ‘Pequeña profecía de Parravicini’), masterizados por A.L. Guillén, vuestra música y vuestras letras se acercan más a lo figurativo, a la deformación de la realidad. ¿Qué nuevos proyectos tenéis en mente?
Francisco Baena: Actualmente atravesamos una especie de etapa de transición. Hemos tenido bajas, y estamos tratando de refundarnos, aprovechando la situación para romper inercias que se demostraron paralizantes y ensayando caminos intermedios. Tenemos mucho material, pero está en bruto: necesitamos digerirlo y darle forma. La cuestión es qué forma… En ello estamos. Esperamos volver pronto a un escenario.
J.G.: Momento ‘Carta blanca’. Elige un final para esta entre2vista.
Francisco Baena: Pues nada… Recuerdo que en una conferencia a la que asistí, el filósofo que la dio reparó en esta expresión tan típica para concluir las conversaciones, y dijo que con ella se demostraba el nihilismo del pueblo español… Gracias por vuestra atención. Y espero veros en alguna de las próximas actividades del Centro José Guerrero, o desde las páginas de alguno de mis libros, o en algún concierto de Punk Buró…
Textos de Francisco Baena
El Pecho Cuchillo es la pendiente muy pronunciada que corona la montaña que preside Dalías. Por extensión, es la montaña misma. Martín siempre creyó que el nombre venía por analogía, ya que a cierta distancia (bajando a Balerma, por ejemplo) el perfil de la cordillera se asemeja a un cuerpo yacente, de modo que a la altura de lo que sería el pecho quedaría justamente un tajo que es a la sazón el que está sobre Dalías. Siempre había visto en la línea que dibujaban las montañas la figura de un hombre, un coloso, un gigante sarraceno para más señas, ya que en la cabeza se representaba una suerte de turbante, y además era natural en aquellas tierras de rebeliones moriscas. Ahora imaginó que en realidad fuera una diosa. Y que de su pecho herido, del interior (de la tierra), manara invisible esa energía radiante que bañaba a sus hijos.
(De ‘Luz corriente’)
Afuera todo era negro. De un negro pavoroso, un negro rotundo y terminante, un negro terminante, pavoroso, a las cuatro de la madrugada de esa noche en un cortijoentre Albaricoques y Las Negras. Parecían en el interior de una ballena gigante que se hubiera tragado todo y no dejara pasar ninguna luz.
Sin luz no podía verse. Y sin imagen, sin figuras, el entendimiento se ofuscaba. Rimando con la oscuridad, Andrés, como los gitanos de la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo, iba de punta en negro. Se sonrió al recordar la ocurrencia de un tocayo. Pero era así: el negro ya gastado de su jersey fino favorito dejaba ver el negro más lustroso de la camiseta nueva, que asomaba el cuello redondo bajo el de pico del jersey. Los pantalones negros, las botas, la chupa de cuero negro, el regaliz. Parecía un Johnny Cash motero. Ese tipo de cuarentón que resaltaba cuando a su alrededor lo que veía, al acercarse a una de las bombillas que iluminaban la estancia, atrayendo los cuerpos y las mentes, necesitadas de la luz, de la posibilidad de discriminar las figuras, de agarrarse a esas fantasmagorías para no colapsarse, eran camisas a cuadros y blusas floreadas. Mariposas. Mariposas danzando alrededor de la bombilla.
(De ‘Eco oscuro’)
La foto del fotógrafo fotografiado
Al fondo, desdibujada, una silueta que parece esconderse detrás de un árbol nos fotografía. Es decir, fotografía al autor de la fotografía. Es como si al mirar detenidamente el cuadro de un paisaje que nos ha llamado la atención viéramos de repente sobre un tronco un destello incongruente, un brillo que no puede haber sido pintado, y al acercarnos encontráramos, camuflado entre la pintura, un diminuto espejo que nos devuelve la mirada. En la fotografía siempre se ve después. Eso la diferencia de las representaciones más características de nuestro tiempo. Hoy todo se registra continuamente por cámaras de seguridad, satélites o simples usuarios, todo es actual, inmediato. Las fotos eran cortes, suspensiones del flujo permanente, mineralizaciones, fósiles. Reclamaban otra duración.
(De ‘Avery Jones’)
También te puede interesar...
- ¡Feliz 90 cumpleaños, Rafael Guillén! - abril, 2023
- José Antonio García: «Jesucristo resucitó una vez, pero yo lo he hecho dos veces» - noviembre, 2022
- Jorge Pastor: «En Andalucía se hace un cine de primera» - octubre, 2022
