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Jesús Llorente (Acuarela): «La idea sigue siendo publicar todo aquello que me haga sentir orgulloso, pueda defender de principio a fin y me emocione»

Jesús Llorente (Acuarela): «La idea sigue siendo publicar todo aquello que me haga sentir orgulloso, pueda defender de principio a fin y me emocione«

Jesús Llorente. Foto de Tono Cano

Jesús Llorente. Foto de TonoCano/SecretOlivo

Jesús Llorente (El Puerto de Santa María, 1972) es probable que sea uno de los últimos románticos en la industria de la música. Desde su sello Acuarela, lleva 20 años publicando algunos de los álbumes emblemáticos de la escena alternativa o indie española. Fue el primero que apostó por el hoy al fin reconocido Sr. Chinarro, cuyo EP de debut, de 1993, es la primera referencia de Acuarela, que editó toda la obra del sevillano hasta 2003. Asimismo, fue el sello que acogió a los madrileños Migala, uno de los mejores grupos que ha habido en este país. También editó a los asturianos Manta Ray y a autores extranjeros como Matt Elliott o Xiu Xiu. Y tantas y tantas referencias destacables.

Dos décadas en el mundo de la música dan para momentos álgidos y momentos de tensión. Acuarela, sin embargo, parece soportar bien los embates del mar enfurecido y continúa su apuesta por la música para quienes aman la música, no el show asociado a ella. Ahí están los ejemplos más recientes de Manu Ferrón (que acaba de estrenar el muy recomendable Misericordia) o A Veces Ciclón. Y ahí siguen también la editorial Acuarela Libros o la apuesta por un festival diferente, muy en la línea ideológica del sello, el Tanned Tin.

En esta conversación vía correo electrónico a lo largo de los últimos cuatro meses, Jesús Llorente hace un repaso a la historia de su discográfica, a lo que hubo antes que ella y a lo que está comenzando a ser futuro, como su nueva faceta de guionista de cómic con esa Autoayuda Ilustrada que realiza junto a Wences Lamas. Faceta esta que añade a su trayectoria de letrista y poeta. Si se menospreciaba (tontamente) a Acuarela por ser un “sello literario”, quizás sea porque la cabeza de su responsable es asimismo literaria. Cosa que, por supuesto, siempre suma.

Con 20 años de trayectoria, el sello Acuarela es uno de los más prestigiosos de la música independiente del país. ¿Cuáles serían para ti, vistos en perspectiva, los momentos cumbre o hitos de la historia del sello?

Recuerdo muchos conciertos: el primero y único de Family y Aventuras de Kirlian en Madrid, donde compré la maqueta en casete de Javier Aramburu. Recuerdo ver a los Surfin’ Bichos. Recuerdo una actuación de 20 minutos de The Jesus & Mary Chain. Recuerdo noches en la sala Revolver. Y en la mítica sala Maravillas. Son un poco el origen del sello. Luego el viaje con Sr. Chinarro a New Jersey para grabar con Kramer su primer álbum, en 1994. Antonio Luque tocando unas sevillanas con estribillo sobre catástrofes aéreas. Decía algo sobre “El tratado del atlántico norte”…

Recuerdo una de nuestras primeras giras, si no la primera ya como Acuarela, fueron las primeras fechas de Moonshake en España a finales de 1995. Por la cancelación de unos vuelos nos vimos obligados a hacer la ruta Barcelona-Cádiz en una noche. Fue terminar la actuación en Barcelona y conducir directamente hacia el sur, casi sin descanso, porque no las teníamos todas con nosotros. En aquella furgoneta iban David Callahan (ex-Wolfhounds, y entonces líder de Moonshake), Debbie Googe (bajista de My Bloody Valentine), su novia Katharine Gifford (teclista de Stereolab y PJ Harvey, que luego crearía Snowpony), Raymond Dickaty (Gallon Drunk) y Margaret Fiedler (cuyo siguiente proyecto, Laika, ya estaba en proceso embrionario). Barcelona-Cádiz, unas 13-14 horas, para luego hacer uno de los conciertos más intensos, inquietantes, experimentales y emocionantes que he visto en 20 años. Uno de mis sueños para este 20º aniversario es repetir el trayecto con los mismos viajeros y poder documentarlo.

Recuerdo el fichaje, de una tacada, de Migala, Astrud y Mus. Aproximadamente en 1996. Justo entonces me habían ofrecido un puesto bien remunerado como A&R en una multinacional que pretendía contratar a grupos indies. Coincidió que me vi obligado a vivir con mis padres unos meses, y casi acepto. Un concierto de Migala en París donde les teloneaba Piano Magic; había 500 personas y conocimos a Dominique A, fan del grupo desde entonces. El fichaje de Manta Ray en el 2003 y mi relación con sus proyectos, como Viva las Vegas o Elle Belga. Y el fichaje, de una tacada, de A Veces Ciclón, El Faro y Manu Ferrón, en el 2012/2013. Los mejores momentos, los hitos, están todos por venir.

¿Cómo imaginabas Acuarela en el futuro, cuando lo creaste junto a otros compañeros, y cuáles de esos «deseos» o «previsiones» consideras que se han cumplido?

Por aquel entonces (1990-1992) había muchos grupos, muchas ideas incipientes, mucha energía, muchas ganas de desembarazarse de los congrios post-movida, del clásico pop-rock español (ese que siguen poniendo en pubs para pijos, hoy día). Estaban Los Bichos, La Secta, Cancer Moon, incluso iría más lejos y mencionaría a El Pecho de Andy. Y de repente… Elefant Records, Family, el noise-pop, Silvania, Munster Records dándolo todo. En ese contexto nace Acuarela. Después de venirme a vivir a Madrid (con 17 años), creo que iría a unos 150 conciertos en tres años antes de empezar a pensar en crear un sello discográfico.

Madrid, como cualquier capital urbanita, tenía a los mismos chavales y chavalas haciendo música en garajes y habitaciones, sobre cómo odiaban a sus padres, o a sus novios y novias, y hablando del miedo a la muerte, a envejecer, o al amor. De sexo y de rabia. De tristeza y de angustia. De júbilo y éxtasis. Y eso pasaba en Berlín, Londres, Ciudad del Cabo o Buenos Aires. Y en Madrid, o Barcelona, o Sevilla. Coincidió que muchos llevaban camisetas de rayas y compartían influencias anglosajonas. Pecadillos de juventud, y una necesaria educación sentimental y musical, sin duda.

Víctor Lenore y yo ya nos conocíamos del instituto en El Puerto de Santa María (coincidimos en 2ª y 3ª de BUP), y junto a José Luis Villalobos nos aburríamos lo suficiente como para publicar, artesanalmente, dos números de un fanzine llamado Malsonando. Empezamos a recibir maquetas, así que la lógica implicaba montar un sello para publicar algunos grupos de aquellos que nos gustaban y que no tenían mucha salida, como Pequeñas Cosas Furiosas, Medication, Paperhouse… y Sr. Chinarro, claro.

20 años después Acuarela ha vuelto un poco a su estado primitivo. Un back to basics en toda regla. Yo hago ahora la promo personalmente, lo cual funciona, porque resulta que la mayoría de la gente que está en secciones de cultura o espectáculos en periódicos han crecido conmigo en el mundo de la música independiente, y nos conocemos todos. Pero es que además, el estar las 24 horas atento al sello es tan malo para mi salud como bueno para la repercusión de Acuarela en prensa, radios y webs. Digamos que ahora el sello forma parte esencial de los grupos o los proyectos artísticos, y ahora los artistas se sienten más parte del sello. Hemos pasado de ser intermediarios entre las bandas y el público a ser mediadores. Algo más comunal, más sincero, menos artificioso.

¿En qué se hermana el principio y el ahora del sello? Pues en que la idea sigue siendo publicar todo aquello que me haga sentir orgulloso, que pueda defender de principio a fin y que me emocione. Y la emoción incluye muchas facetas. Una vez suceda todo eso, buscarle rentabilidad económica.

Hablando de la prehistoria del sello con el fanzine Malsonando, eres conocido también por tu faceta como crítico musical… ¿Cómo compaginabas ambas tareas? ¿Al final venían a ser como dos caras de una moneda, hablar de y publicar lo que le gusta a uno?

Bueno, por entonces era un modo de ganar dinero para poder financiar nuestros lanzamientos. Pero obviamente si tienes un criterio propio, al final todo se convierte en lo mismo. Dar tu opinión recomendando un disco o, si está en tu mano, sacar un disco en tu sello para recomendarlo a los demás. Y que lo compren, claro. Creo que siempre separé perfectamente ambas facetas. Ejercer de crítico musical era (es, en cierto modo) interesante porque te ofrecía una mayor amplitud de juicio y de conocimiento. Lo que sí puedo decirte es que, salvo en un momento concreto en el que seguí ejerciendo de reseñista sin demasiado interés, cosas de la vida, siempre he puesto todo lo que había en mí: pasión, sinceridad, locura, ignorancia, atrevimiento, en ambas facetas.

Jesús Llorente. Foto de Tono Cano

Jesús Llorente. Foto de Tono Cano/SecretOlivo

Buscar rentabilidad económica parece cada vez algo más complicado, no solo para sellos musicales, aunque estos quizá ahora lo tengan más difícil que en los noventa… ¿Es así, las nuevas tecnologías e internet dificultan que un sello pequeño pueda sobrevivir, o por el contrario facilita la tarea?

Estamos en un dilatado momento de transición. No tengo respuesta para esto y a veces me vuelvo conspiranóico pensando demasiado en la situación actual. Hay momentos en los que usando herramientas como Spotify o incluso Soundcloud siento que me estoy boicoteando a mí mismo. En otras, sé que es algo inevitable. Como odiar el invierno. El invierno llega, pase lo que pase y no importa lo poco que te guste.

¿Las nuevas radios en streaming, como Spotify, suponen más un apoyo, suman, o son un lastre a la larga a la hora de rentabilizar lanzamientos, según tu experiencia?

En concreto Spotify es algo que uso bastante, como aficionado a la música. Es tan sencillo, funcional y ofrece tantas posibilidades que asusta. Ahora han lanzado una opción para que tus amigos no vean si escuchas canciones que te da vergüenza escuchar. Como cuando ocultabas los discos incorrectos al venir visitan que piensas que eres cool e intachable. ¿Qué será lo próximo? En realidad… al final pienso que todo está en nuestra cabeza. Entre Facebook y La Carta de Veermer no hay tanta diferencia. Hay otra mentalidad (la urgencia, la rapidez, la inmediatez incluso), pero esencialmente somos las mismas personas que recomiendan una playlist a alguien a quienes quieren o que se fijan en si su ex ha escuchado una canción y con quién la comparte. Dejar de seguir a alguien en Facebook como cambiar de acera cuando ves que viene a lo lejos. Somos, repito, esencialmente los mismos.

Eso como usuario, pero como dueño de un sello, ¿Spotify aporta? ¿Has notado si al ser más accesible al público en general luego eso se traduce en ventas o mejores cuotas de la propia Spotify? ¿O es como venía siendo antes, que todo se lo llevan las Madonnas, Britneys, Rihannas o Mileys de turno (o Bisbales y Alejandros, en el caso nacional)?

Al principio no era muy efectivo, pero al ampliarse el mercado al mundo mundial (no del todo, todavía, pero en ello están), cada vez resulta más útil. Eso sí, es significativo que conforme aumenta el número de usuarios se va incrementando el de artistas tiquismiquis (dicho con ironía) que se niegan a tener sus nuevos trabajos ahí colgados.

Tras llevar unos años editando discos, Acuarela dio el salto a la edición de libros. ¿Cómo surgió la iniciativa?

Cinco años después de crear el sello hubo una confluencia en cuerpo y alma con Amador Fernández-Savater y con Abel Hernández (Migala, El Hijo), y surgió Acuarela Libros. Luego ha seguido su camino, como un organismo tan vivo como abierto. Pueden seguirse sus peripecias y pequeños milagros en el blog del sello, que lo explica todo muy bien en sí mismo. Pero en realidad el empuje inicial surge del hecho de que muchas personas, en un tono más crítico que laudatorio, me decían que Acuarela era una discográfica… demasiado literaria (léase “pretenciosa”), así que pensé: ¿Ah, sí? ¡Pues toma libros!

Tengo entendido que tuvisteis un choque con el establishment literario, con la agente Carmen Balcells. ¿Está muy complicado ir por libre en el mundo del libro, teniendo en cuenta además el tipo de obra que editáis?

Tuvimos un malentendido con la agente debido a la ambigüedad en la interpretación sobre la situación de los derechos de autor de la obra de Chesterton La taberna errante. En un momento dado, nos pusimos gallitos; ellos dejaron de tener paciencia y vigilarnos de reojo y decidieron endurecer la postura. Tuvimos que recular. A la larga creo que salimos ganando. O al menos no perdiendo del todo, lo cual ya es bastante en el mundo del libro. Es complicado ir por libre en cualquier ámbito, claro. Pero en el campo editorial, con muchos esquemas y estructuras decimonónicas, hemos tenido que dar un par de pasitos para adelante y alguno hacia atrás. Gracias al cielo, ser absolutamente independientes en las decisiones editoriales ha permitido un margen de maniobra bastante grande.

¿Alguna obra de la que estés especialmente orgulloso de tener en catálogo?

Todas, sin duda y sin excepción me hacen sentir un orgullo muy grande, pero si tengo que nombrar cinco (me has pedido una, pero te diré cinco) serían estas: La escuela de la ignorancia, de Michéa; No Irish, No Blacks, No Dogs, de Johnny Rotten; Yippie! Una pasada de revolución, de  Abbie Hoffman; Cuerpo, de Harry Crews; y Dream Police, de Dennis Cooper.

¿En qué situación está Acuarela Libros?

Con muchas obras en cartera, una distribución excelente y saneada y tantos planes entre mano que ya se mira con lupa el calendario de… ¿2018? Yo, en particular, estoy alejado del meollo de las decisiones y la administración. Estoy trabajando con Javier Lucini en la traducción de la obra gráfica completa de Jeffrey Lewis, lo cual ya en sí es una fascinante aventura.

¿Qué tal está portándose hoy en día la nueva SGAE con los autores indies? Te lo pregunto tanto como persona al tanto de grupos por tu labor al frente de Acuarela como por tu faceta de letrista.

No hay diferencia en absoluto. Yo al menos no he notado nada. Ni para bien, ni para mal, mejor o peor. La SGAE es seguramente un mal necesario en una sociedad como la española, y algún día habría que distinguir entre sus dirigentes, las personas eficientísimas que trabajan ayudando a los autores, y los cobradores del frac de mal tomo y peor lomo.

En su día se fundó la UFI un poco a la contra de SGAE y otras asociaciones oficiales a las que se acusaba de favorecer los intereses de la majors. ¿Cómo va ese asunto, más allá de los premios?

Como ciertos estados civiles y parejiles en Facebook, “es complicado”. Se consiguen pequeños avances, casi imperceptibles. Hay muchísimo trabajo de oficina, de pasillos, de hormiguita, que poco a poco da sus frutos. Yo era muy escéptico al principio, pero sé de buena tinta y por experiencia propia que aunque a veces se den cabezazos contra un muro, ese muro acaba cediendo un poco, se resquebraja.

Jesús Llorente. Foto de Tono Cano

Jesús Llorente. Foto de Tono Cano/SecretOlivo

Has escrito canciones como Gurb Song, de Migala… ¿Tienes más guardadas esperando a publicar, o eran cosas muy puntuales?

Mira, en este playlist están todas las que he escrito hasta la fecha. De todas ellas, seguramente Gurb Song es la que ha tenido mayor repercusión, por ser un recitado muy poético. La mejor versión fue en una ocasión en la que, con Migala como banda de acompañamiento, la cantó Jamie Stewart de Xiu Xiu en un concierto en la Universidad de Huelva de hace algunos años. Yo estaba entre el público y me emocioné tanto que… ¡olvidé por completo que la letra la había escrito yo! De momento no tengo más en cartera, tan solo un proyecto semisecreto y en pañales con un cantautor andaluz. Pero hemos convenido que hablar de ello lo gafaría, así que…

A finales del siglo XX, sorprendías a la crítica literaria (y a la musical, supongo, que te contaba entre los suyos) publicando dos poemarios, Luna hiena y Verano muerto. Si no estoy confundido, tienes otro par de libros inéditos aun, ¿no? ¿No te interesa publicarlos?

Por muchos motivos, todos en el fondo achacables al hecho de perder la cabeza y que con la cabeza perdida pretendiera implicar a alguien en un mundo, mi mundo, lleno de goteras, puntos ciegos y trampas sanguinarias, tengo un libro de mediados del 2012, Ensayando una mueca (Ediciones Vitruvio), que nunca se presentó en sociedad. Se publicó, claro, pero no tuve los ánimos como para leer ni un verso en público. En realidad, tampoco en privado. Posiblemente jamás llegará a los lectores que esperaba. Sigo pensando que es un buen libro. Un libro que existe. El prólogo es de Nacho Vegas.

¿Qué diferencias hay entre escribir una letra de canción y una poesía? ¿O solo es cuestión de si alguien les pone o no música?

Ardua pregunta. En mi caso —obviamente solo puedo hablar por mí, como cualquiera de nosotros— depende de con qué enfoque emprenda el texto en cuestión. Yo creo que se define de forma apriorística. Me cuesta, paradójicamente, escribir canciones en castellano, mucho más de lo que me cuesta empezar un poema en inglés. En realidad… la mayoría de las letras de canciones que he escrito partían de una base melódica: algo instrumental, algo tarareado, que iba cobrando forma. Y del reconocimiento de que soy incapaz de entender el proceso creativo de un artista. Ese misterio ya es un acicate y un origen intrigante. Pero normalmente, lo que empieza como poema está condenado a ser un poema. Y sigue estando en mis manos hacer lo que quiera con él, normalmente manosearlo hasta que tiene la forma que quiero. Y lo que se pensó como canción, luego debo entregarlo a alguien que lo moldeará como quiera, cuando quiera. Ambos procesos son fascinantes.

También estás escribiendo cómics. ¿Qué te atrae de este medio? ¿Qué tipo de historias ves más como cómic y cuáles para otro tipo de creación?

Es el medio en el que más cómodo me siento, con diferencia. Poder colaborar con el ilustrador y director de videoclips y escritor y diseñador y artista Wences Lamas es lo que más me ha llenado en toda mi vida. Poder poner en común una idea, y luego desarrollarla, y que serpentee, y ver cómo la interpretación que hace de lo que siento y pienso es… verdadera… me produce una nítida y precisa emoción: arte. Mejor o peor arte, pero arte. Para un cómic pienso en frases como flashes. Listas, enumeraciones. No sé, por ejemplo, dentro de algo que será una entrega de Autoayuda Ilustrada:

“Ahora anotas cada día de sobriedad en la pared. Como el Conde de Montecristo en la cárcel.

Cuatro palitos verticales y otro horizontal.

Llevas 5.

Más que palitos son vasos de tubo o botellas caras de vodka.

Hay uno que hacen con agua de un glaciar en Groenlandia.

Otra cárcel, esta vez de hielo.

No puedes pensar en otra cosa”.

Esto podría ser un poema (más trabajado, claro) o quizás no, pero estoy seguro de que será un cómic.

Has escrito en prensa musical, monografías de grupos como The Smiths o Los Planetas, poesía, ahora cómic… ¿Queda pendiente una incursión en la narrativa literaria?

Algún relato he publicado, en el suplemento Evasión del Diario Vasco, o en antologías de Mondarori, pero me pasa un poco como con la creación musical. Me considero afortunado de ser consciente desde temprana edad de mi incapacidad para ciertas cosas. La novela, la narrativa breve, controlar los puntos cardinales, y tocar cualquier instrumento —sin excepción— son algunas de ellas.

Aunque vives en Madrid, eres de origen andaluz. ¿Existe el rock andaluz, según tu experiencia? ¿Qué lo diferencia de otros estilos, si crees que existe?

No soy de origen andaluz, ¡soy andaluz! Gaditano, para más señas. Una ciudad sin plaza de toros, sin megasuperapocalíptica Semana Santa y, hablo de la capital, sin una tradición flamenca tan ancestral como sucede con Jerez o San Fernando. Una ciudad en la que pasa de todo y todos pasan de todos. Chirigota. El rock andaluz podría quizás ser el reflejo de emplear un esfuerzo grande en evitar tocar ciertos acordes en vez de aprender a dominar otros. Para mí, rock andaluz es Triana, pero también Los Planetas, Sr. Chinarro y Silvio. Kiko Veneno. Y Pata Negra. Para mí el rock andaluz solo puede ser el rock de mis afectos y desencuentros.

Miguel Blanco
Jesús Llorente (Acuarela): «La idea sigue siendo publicar todo aquello que me haga sentir orgulloso, pueda defender de principio a fin y me emocione»
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