Prensado en frío

Juan José Castro: «Espero que la poesía no acabe convirtiéndose en otro artículo de consumo rápido»

Portada de 'Pero el mundo no estaba', de Juan José Castro
Portada de 'Pero el mundo no estaba', de Juan José Castro

Juan José Castro: «Espero que la poesía no acabe convirtiéndose en otro artículo de consumo rápido»

Juan José Castro Martín (Motril, 1977) es Licenciado en Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada. Ha publicado los poemarios No cesa el tiempo (Premio Genil de Literatura, 2002, Diputación de Granada), Deriva de las islas (Premio de poesía Villa de Peligros, 2007, Diputación de Granada), Margen de lo invisible (Premio de Poesía Florentino Pérez-Embid de la Academia de las letras de Sevilla, 2010, Adonáis), La habitación cerrada (Hiperión, XIX Premio Internacional de Poesía Antonio Machado en Baeza) y La piel de la interperie (Nazarí, 2017). Sus poemas están incluidos en multitud de antologías y revistas especializadas.

En 2019 coordinó la antología De la nieve al trigo, 25 años de poesía granadina (1960-1985), editada por Calambur, y en 2021, junto a Gerardo Rodríguez Salas, Fernando Jaén y un servidor, Para decir amor, sencillamente, la antología-homenaje a Rafael Guillén publicada por la Diputación de Granada. Acaba de ver la luz Pero el mundo no estaba (Sonámbulos Ediciones, 2022), su más reciente libro de poemas, y hemos querido “pasarlo por la Prensa” para extraerle todo el jugo.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Juan José Castro: Los libros de poemas parecen tener un a priori que quisiera responder a la necesidad, si es verdadera poesía, y llegan cuando la vida quiere. Este poemario, en su forma casi íntegra, se gestó hace ya cinco años. No es la prisa una de mis características como autor; entiendo que cada obra tiene su proceso madurativo tanto en la gestación como en la publicación; debe encontrarse el cauce adecuado para darlo a los demás. Así ha ocurrido en este caso concreto, y quiero dar gracias por ello a Javier Bozalongo y a todo el equipo de Sonámbulos Ediciones por hacerlo posible y de forma tan impecable en edición tan cuidada y hermosa.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

La gestación y ejecución de un libro en mi caso suele ser un proceso largo, trabajoso, complejo. Sin embargo, en ocasiones los libros se imponen, fuerzan a sentarse a escribirlos. Y salen de una sola vez como ha ocurrido con Porque el mundo no estaba. Algo similar me sucedió con un poemario anterior, La habitación cerrada, probablemente porque ambos manan de una emoción y un pálpito comunes, una vivencia muy personal, no por ello inusual por desgracia para los demás, y dolorosa. La vivencia de la enfermedad y la muerte es una de esas constantes humanas que fraguan la fatiga de existir y la tendencia autodestructiva en el ser humano, como afirmara Freud. Por tanto, la identificación es clara y rápida. 

El libro es, sin duda, una pregunta abierta a la noche y al sentido. 

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?

No demasiadas. La poesía se dice a sí misma y en Pero el mundo no estaba resulta bastante innecesario adelantar que dolor y muerte son los ejes de una obra dura. No he querido ser autocomplaciente ni dulcificar un hecho terrible. Es fácil, sin embargo, empatizar con su contenido, sincronizar con su modulación y vibraciones.

Pero no tengo un horizonte definido sobre qué debo indicar a este respecto.

¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ellos?

No lo sé, sinceramente. Supongo que los estremezca. Al ser algo tan íntimo, siento cierto pudor. Espero que los versos apelen a la humanidad de cada cual y que sea el lector quien encuentre algo de luz aquí. Lo mejor sería que la emoción los embargase, poco más.

¿En qué medida veremos en él —o no— al Juan José Castro de tus anteriores poemarios?

Suelo ser muy meticuloso en la vigilancia de los poemas e intento serlo siempre. Me exijo como autor al igual que se le debe exigir al lector que sea receptivo y, aún más, exigente con el texto, que, a su vez, le indicará una ruta para su interpretación sin privarlo de su libertad para hacerlo. No olvidemos que el poema cobra dimensión gracias al lector y es su labor la que puede hacer que un poema o un libro existan como tales. Para ello quien lea tendrá responsabilidad y casi coautoría y el poeta no es nadie para escatimarle eso si trata de darle un sucedáneo rebajado y militante donde el contenido sustituya a todo lo demás o, como suele ocurrir más a menudo, enmascare las deficiencias del texto.

Como poeta entiendo que tengo una responsabilidad no tanto con el lector como con las palabras, las que aparecen en el libro y las que me han llevado hasta ellas, tantas y tantas de otros y otras autoras a los que respeto y con los me siento en deuda. En esa perpetua deuda con lo que fue y con lo que por dignidad, justicia y responsabilidad debe ser y debe tenerse en cuenta podrá encontrarme el lector.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que elegir tres poemas de ‘Pero el mundo no estaba’, ¿cuáles serían?

Hay que tener en cuenta que la segunda parte del libro es, en realidad, un solo texto, así que resulta difícil. Las dos partes son muy distintas en tono y articulación, pero comparten la misma constante vivencial pero desde perspectivas y momentos muy distintos. Sin embargo, podría decir que me quedaría con los dos poemas en prosa y el poema final del libro.

Han pasado seis años desde la publicación de tu libro anterior, ‘La piel de la intemperie’. ¿A qué se ha debido este silencio?

Como te decía, no soy un poeta de prisas y entiendo que el silencio es tan necesario para quien escribe como el ruido del que extrae la materia de la que compone sus artefactos. Aguardaba el momento adecuado, libre de la trampa de la aceleración. Y se debe, sobre todo, que en medio de ambos estuvo, o está, la vida que siempre es lo primero.

Tampoco podemos olvidar las circunstancias difíciles de estos últimos años, claro. Aunque la tregua nos obligó a todos a reflexionar, a detenernos, a mirarnos adentro y, en ocasiones, nos dio el tiempo para retomar proyectos e incluso culminarlos, después llegó otra vez la aceleración, tal vez mayor que la anterior. Lo que espero es que la poesía no acabe convirtiéndose en otro artículo de consumo rápido y de efímero paso. Pero en esto, creo que me equivoco.

Durante este tiempo y conociéndote, a buen seguro habrás escrito bastante más. ¿Qué proyectos tienes en el horizonte?

Me conoces bien —risas—. Tengo otro libro escrito (la pandemia nos sirvió a todos para ordenar nuestros apuntes —más risas—), cerrado desde hace un par de años y en el que llevaba trabajando desde hacía bastante, casi una década. Para quienes no están familiarizados con la escritura poética les diré que el proceso requiere una gran inversión de tiempo, energía y desgaste; sin embargo, la escritura parece poca cosa puesto que el resultado final es un texto escaso. Cuanto mayor es el tiempo necesitado, mayor la intensidad y concentración de lo dicho.

Una década es mucho tiempo; sin embargo, creo que el resultado lo ha merecido. Sin embargo, lo tengo durmiendo el sueño de los justos en un cajón, no estimo que haya llegado su momento (no sé si alguna vez llegará —muchas risas—) debido a su complejidad y longitud y, siendo sincero, no es el tipo de poesía que impera en estos momentos. Uno debe saber también cuándo ha de callar.

En cualquier caso, es imposible que pueda dejar de escribir mientras tenga capacidad y fuerzas. Otro cantar es la publicación, cosa que resulta ahora mismo complicada para la mayoría de los y las poetas.

Tu papel como coordinador de la antología de poetas granadinos De la nieve al trigo a buen seguro te permitió “tomarle el pulso” a la actualidad poética local. ¿Goza la poesía de buena salud?

En mi modesta opinión, muy buena en cantidad y calidad. Sin embargo, no tanto en cuanto al respeto a las diferentes propuestas poéticas y a la visión que se tiene de ellas o al espacio que ocupan. 

Podría enumerar gran cantidad de nombres, tanto consolidados como jóvenes de incipiente y prometedora carrera, pero no estaría descubriendo nada. La antología, ya que me preguntas por ella, fue un intento de reubicar de manera equitativa y justa las voces y distinguirlas de los ecos. Entre ellas había muchas poco conocidas pero de enorme calidad. Allí puedo remitir a quien tenga interés.

Por otro lado, ninguna antología es infalible ni incuestionable, con ninguna se agota la realidad de la creación poética de nuestra ciudad. Hay más Horacio… ya se sabe el resto.

Puedo decir, para acabar, que hay propuestas estéticas muy interesantes de gente muy dispar y con suerte también dispar; lo importante es acercarse a ellas sin prejuicios, leerlas y sacar una visión propia de este hecho tan amplio.

Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?

Siendo consecuente conmigo mismo y con lo dicho anteriormente, aquellos que evitan exponerse a los focos mediáticos; la poesía tiene ya más de espectáculo y pose que de ejercicio meditado donde prevalece cantidad sobre calidad. No tienen por qué ser mejores necesariamente aquellos que más aparecen en los medios o más publican. Hay poetas de obra escasa cuyo prestigio se deriva de su dominio de un modo particular de estar y ver. Que alguno o alguna de esos o esas poetas estuvieran por aquí sería maravilloso.

Poemas de ‘Pero el mundo no estaba’, de Juan José Castro

Palabras prohibidas espacios muertos en tu arqueología de nubes bucean en el desasosiego el mármol y el brillo del nombre su resonancia sin estallido tras los labios las jornadas se alargan hasta rozar lo intangible eso es recordar ahí detenida presta para lo que no está te consumes te absorbe el silencio que los objetos tienden como tela de araña la opacidad de las cortinas la intrascendencia de lo trascendido

no se puede ignorar lo ausente aunque no se le consagren la sangre de los minutos las permanencias o las partidas suyo es el volar de las equivalencias una distancia poblada de vencejos al ocaso en la primavera de lo primigenio que arde en su declive

porque el mundo no está más allá de su sonido o del legado de estelas que promete cierra los ojos y descansa aunque no olvides los espacios muertos en el hábito de los nombres

————————————–

la disgregación rige el mundo una noche que percute sus interruptores y cerrojos y enciende la refractada luz moribunda de las estrellas ahogadas en los charcos una lluvia que cegó de lodo el pozo de la vida los sumideros de lo extraño mientras todo tiende a desaparecer en el óxido de una humareda que no asciende o en la claridad de la brasa más tenue

la inclemente semilla chilla de insomnio en los conductos cada noche un mañana de azufre y carbono allí deposita su toxina de páginas en blanco de habitaciones que se estremecen como islas en mitad de la marea donde los que fueron seres terribles con el bello egoísmo de sus alas de cera en el iris enuncian la tormenta cáustica la ceniza cuántica y voraz de las lumbres solitarias sus antorchas en la noche desconocen el camino de regreso y derriten el crepúsculo que se levanta como un helecho fosilizado mientras la piedra sigue el orden de las desapariciones para guardar sus esporas infecundas

de todo lo que fue fulgor no resta más que la combustión que ciega las raíces el oleaginoso reguero de un árbol que sangra el hidrocarburo de lo insano el venenoso vendaval que arrastra las hojas enfermizas con un mensaje de indolencia escrito en las floemas

se dispersan los materiales como en un aluvión se mezclan y reúnen en su contrario hasta asumirse en la confusión prospera el pudo ser todo regresa y tal vez un hueso sea una flauta una mota de polvo un destello que esquilma el asombro un grito es una ballena extinta o un átomo desintegrándose los sargazos codician el corazón en el mar de la mirada contra el litoral una marea de polvo estelar ha lanzado sus preguntas como olas que terminan rompiendo en sonido solo centellean los fonemas y resuena su olor como pez abisal

todo tiende a la disociación por reunirse tan difícil y tan cierto mecánica de nervios monotonía de horas o segundos la soledad es un retorno a las palabras vagabundas que nos hacen vivir afuera de nosotros mismos

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BLANCA FRONTERA

Existir en lo blanco, ser lo blanco.

Empezar siendo noche y convertirse en la blanca extensión de los sonidos.
La ausencia tiene dimensión y extiende continuamente su dominio, ámbito atroz de la blancura en donde busco.
Página o noche. Nieve o sombra.
Nada.

————————————–

Solo la herida pertenece,
aliento que quiere recobrarlo,
hálito
que viene a levantar lo

enmudecido. Inaugurar la nada.

Esta página es límite del mundo,
donde la noche nieva copo a
copo.

A pesar de eso, desde aquí te llamo
y clamo entre los ecos que se
pierden, se extinguen en las grutas
del silencio. Aquí te internas, te
sumerges, ciegas las puertas y
ventanas a estas sílabas
en la que habrá de ser morada en ruinas.

¿Qué es el nombre que ya no dice el tiempo? 

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Javier Gilabert
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