Prensado en frío

Pablo Trénor Allén: «Mi escritura surge de la reflexión sobre la imagen fotográfica»

Portada de 'Mientras nos hacíamos' de Pablo Trénor Allén
Portada de 'Mientras nos hacíamos' de Pablo Trénor Allén

Pablo Trénor Allén: «Mi escritura surge de la reflexión sobre la imagen fotográfica»

Pablo Trénor Allén nació en Oviedo en 1979 y vive en Granada desde 2002. Es fotógrafo y graduado en Historia del Arte. Desde 2006 desarrolla su obra artística fotográfica. Ha colaborado en numerosos proyectos colectivos para la difusión y la enseñanza de la fotografía; ha importado cursos y talleres. En 2017 fundó la escuela de fotografía Deriva en Granada junto a Carmen Rivero y Javier Morales Prados, donde impartió clases hasta 2019.  Su trabajo fotográfico se complementa con la escritura y el audiovisual como una experiencia de exploración del lenguaje.

Desde 2013 su obra fotográfica incluye textos poéticos que había comenzado a publicar en 2010 en un blog personal, El tiempo habitado, probablemente la primera forma que toma uno de sus largos proyectos artísticos: Todo es fuente. En 2015 autopublica una pequeña tirada de La herida, una serie de diez poemas acompañados de alguna fotografía. Estos tres títulos son el marco en que comienza a tomar forma Mientras nos hacíamos (Sonámbulos Ediciones, 2023), el libro que hoy le trae por nuestra ‘Prensa’. 

En 2022 recibe el premio de poesía The Philologist, Departamento de Filologías Inglesa y Alemana, Universidad de Granada; en 2023 expone y se publica A veces, no estar (Universidad de Granada), un trabajo en que el texto se incorpora definitivamente al cuerpo de su trabajo, tanto desde la perspectiva ensayística como desde la experiencia creativa para la exploración del lenguaje poético.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Pablo Trénor Allén: Muchas gracias Javier por tu atención y la posibilidad de contar cosas sobre Mientras nos hacíamos.

El «porqué» del libro, honestamente, responde al tópico del deseo de terminar algo comenzado, una decisión de sacar afuera algo que permanecía conmigo desde hacía un tiempo. Es mi primer libro de escritura, pero la escritura no fue concebida para el libro: el libro se descubrió después. 

Trabajo con la fotografía desde una atención a la relación de las personas y los lugares, el paisaje, la memoria, y, sobrevolando todo ello, desde la firme convicción de trabajar sobre el tiempo. La escritura ha ido filtrándose en todo el proceso de trabajo hasta hallar un espacio propio del que surge este libro.

A partir de esa decisión meditada y solitaria de hacer un libro, la cuestión del «por qué ahora» ya es incontrolable. Estaba el deseo de hacerlo, y surgió el encuentro con Fernando Jaén. Él, voz y mirada ajenas, confía en que efectivamente hay un libro que merecía ser compartido. Esa ha sido la clave, el encuentro y su decisión, una suerte de realización externa de lo que permanecía dentro, aún oculto. Le envió lo que tenía a Javier Bozalongo y ya el resto es toda la facilidad y cariño que Sonámbulos nos han dado. Les estoy muy agradecido.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Digamos que el punto de partida de su escritura es la paternidad, en 2011, y todas las cosas relacionadas con la mirada y la memoria que de ella devinieron. El libro comienza con la escucha nocturna de la respiración de mi hija, ese nuevo paisaje del hogar, y casi termina esperándola en un jardín mientras miro atento a lo que sucede ahí afuera. Durante este tiempo y en ese contexto, hago fotos. Pero el libro no es concebido como tal hasta el 2019, cuando se asentó una cierta estructura que ya tenía su escritura en tres bloques o poemarios, más un breve relato final como epílogo. Trabajo lento, del mismo modo que lo hago con la fotografía. Acumulo imágenes y textos que en su refugio van dialogando entre sí. Lo observo muy atentamente, y se va esculpiendo algo, o excavando hacia el hallazgo de algo. Mi modo de trabajar con la fotografía es ir dándole forma de libro al conjunto de imágenes cuando algo se ha revelado. En el caso de Mientras nos hacíamos, ha sido similar. Su estructura, más o menos definitiva, es de verano de 2020.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Creo que lo que he comentado de la paternidad es fundamental. Eso me sitúa frente a la infancia de mi hija e hijo, y en la propia, la que persiste y la que habita la memoria. Creo que hay una tensión constante en ello. Desde ahí, se puede tomar esa relación con el tiempo que comentaba como una posibilidad de jugar y trabajar con sus fragmentos y su orden, con las idas y venidas a los lugares conocidos y a las personas queridas que permanecen en nuestra memoria. Empleo la repetición de temas, imágenes y personas que sirven como enlaces o puentes internos de la lectura, pero también en la activación de la experiencia propia de quien lo esté leyendo, de su memoria. Por otro lado, me parecen importantes las referencias de las diversas obras en el texto para ubicar el libro en el imaginario de su espacio de escritura y propiciar uno común más allá de sus páginas.

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

Pues quizá esa activación de la memoria particular que comentaba, una mirada hacia el pasado, los lugares propios y la relación con las personas más queridas. Pero lo que espero, en realidad, es que el libro sea en otras personas. Lo que más me ilusiona de esta oportunidad para el libro es que pueda existir un espacio oculto, pero común, entre mi región y la de la persona que lo lea, que de este modo haya una existencia vital y compartida propiciada por las cosas a las que he prestado atención y de las que me he ocupado, es decir, nuestras cosas más importantes. Al haber transformado eso en escritura, me imagino que puedo esperar que quien lo lea pueda revisar su relación con el mundo, cuestionar y abrazar su memoria, preguntarse qué sentido puede tener lo que está leyendo con respecto a la importancia de sus cosas. En definitiva, si el libro es una especie de resquicio de mí hacia lo de afuera, nuestro mundo, supongo que hay una posibilidad de que quien lea se ubique en su propio umbral, en una grieta hacia esto de lo que formamos parte en común.

¿En qué medida veremos en él —o no— al Pablo Trénor de tus anteriores obras?

Es un libro muy íntimo, parte de experiencias y recuerdos muy personales que se transforman en textos más o menos criptográficos. Pero escribo nombres, se concreta la imagen en lo que se designa. Creo que eso está en todo mi trabajo. 

Con respecto a la escritura, está totalmente relacionado con experiencias poéticas previas: mi primera exposición individual – Centro (2013)–, un blog personal –El tiempo habitado– y un pequeño poemario autoeditado –La herida (2015)–. 

Quien conozca algún proyecto en el que estoy entenderá la atención que hay en el libro al propio proceso de creación, a la imagen y la estética, así como a los temas de la familia, el paisaje, el amor y el tiempo. Sin embargo, aquí creo que hay un mayor arrojo de todo lo que sostiene los demás trabajos, es como haber escrito aquello que en trabajos anteriores permanece en los códigos propios de la imagen, o en el proceso reflexivo ante la imagen fotográfica. 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Mientras nos hacíamos, ¿cuáles serían?

El de la página 20, de la primera parte; el de la página 64 de la segunda; y el de la 89 de la tercera parte.

En tu caso, casi se podría hablar de intermedialidad, pues en tu producción la fotografía y la poesía están íntimamente ligadas. ¿Hasta qué punto influye la una en la otra y viceversa?

La fotografía comenzó antes. Mi escritura surge de la reflexión sobre la imagen fotográfica. Desde entonces, conviven y se complementan. Se necesitan. En el fondo, el proceso no es muy distinto. El motivo por el que hacer una foto no responde a muchas cosas que se puedan decir, por eso se hace la foto; con la escritura poética creo que sucede lo mismo, se escribe el poema porque se escribe el poema. Con ambas formas, lo que hago es experimentar sobre el propio lenguaje, tratar de entender cómo se puede contar el mundo, hacer algo con las cosas de la vida que considero importantes.

A nivel formal, en mi trabajo, este libro supone la emancipación de la poesía escrita de la fotografía, pero no de la imagen.

Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?

 A la artista Mayte Gómez Molina. Su trabajo, muy particular, es muy suyo, pero une, genera espacios comunes; su poemario Los trabajos sin Hércules es algo especial.

Tres poemas de ‘Mientras nos hacíamos’ de Pablo Trénor Allén

Fueron noches de búhos y lechuzas.

Luz amarilla. Corríamos el pasillo desde la cocina hasta la sala. Abríamos la puerta, y nos lanzábamos sobre una pequeña butaca a la izquierda, junto a un mueble lleno de libros. Buscábamos el mismo libro, la misma página, aquel sonido nocturno del jardín.

Los días eran humo. Buganvilla y magnolio.

Entonces debió comenzar algo que no logro recordar. Una excavación. Tierra y cortezas de raíz bajo las uñas. El sudor de la humedad, el frío. La multiplicidad de las crasas. La aparición del dolor en las palabras. La expansión.

Comenzar cuando ya ha comenzado. Reunir todo, enumerar, acumular y vaciar. Vaciar la imagen, la palabra, la idea. Recorrer el tiempo, regresar al comienzo.

Habitar la expansión.

***

Conducimos de vuelta al sur. Estamos subiendo otro puertu. Te miro. Trato de memorizar algunas palabras que describen la imagen de esta vuelta. Dormís los tres. Poco a poco retengo las palabras de aquella imagen. Luz de luna, manto, montaña, pico, puerto, noche, sur. Niebla. Ha sido un viaje por la niebla del norte. Mientras duermes, cae su manto sobre las montañas perfiladas al frente como único horizonte visible. Ha sido un viaje de claros en la niebla. La luz de la luna es tan intensa que te llamo en silencio para que puedas ver esto antes de pasar el puerto. Claros de niebla y una voz cercana, desconocida quizás, o no, o no escuchada antes con claridad. Abres los ojos y miras al frente. Me miras y sonríes. Te mueves un poco hacia la ventanilla, cierras los ojos de nuevo. Qué hermosa eres. Pasaremos estas montañas esta noche, y quedará el pasado un poco más al norte. Ahora, este nosotros hacia el sur, su escritura y todo nuestro amor.

***

Nos cruzamos con un hombre en el camino. Llevaba una piedra en una mano y en la otra un libro. Todo pareció estar en equilibrio en aquel momento.

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Javier Gilabert
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