Espacios naturales

Paisaje de los sentidos

Cabo de Gata: Paisaje de los sentidos

“Reivindico el placer estético de la belleza de Cabo de Gata”
(José Ángel Valente, 1997)

“La agonía del paisaje de Cabo de Gata es inmortal”
(‘El espíritu del Cabo’, Miguel Ángel Blanco, 1997)

El paisaje de Cabo de Gata es un refugio de ideas, de supervivientes, de sensaciones. Inspiración de lo cotidiano. Es un paisaje de silencio que se construye desde hace milenios, en un diálogo permanente entre la humilde vegetación, el paso del tiempo de las ruinas, aljibes, torres vigías, fortalezas, el clamor de la minería, el eco de voces de las gentes que lo habitan. Paisaje transformado. Hay paseantes por la tierra, historias de la narrativa, sentido del verso, una escenografía teatral, un mundo de aventuras, en la serenidad de la imagen fotográfica, leyendas. Por aquí deambulan todavía las fantasías cinematográficas del héroe y los lamentos de Ulises ante el amor imposible de las sirenas en los arrecifes.

La inspiración del paisaje explica las razones de los pintores que han escapado del ruido del asfalto. Frente a los tumultos se impone el enigma que muestra sus respuestas en los interiores personales. “El Mediterráneo es un modo de vivir y de representar”, son palabras del profesor italiano Albino Casamassina (Encuentro de las Culturas Mediterráneas, Almería 1992) que ponen al descubierto las razones de una escenografía vital que alimenta el concepto cultural del paisaje del silencio.

Por el paisaje del Cabo transitan las gentes, los lugares de un hábitat humano que ha sobrevivido a base de ingenio, de adaptación, que ha moldeado elementos del paisaje y ha dejado en el horizonte un patrimonio etnográfico único en Andalucía. Los fantasmas de la supervivencia, para la realidad inalcanzable, se refugian en estos lugares recónditos: Rodalquilar, Los Albaricoques, Fernán Pérez, Las Negras, Las Hortichuelas, y recorren a diario El Mónsul, Isleta del Moro, Escullos.

Poesía, fotografía, lo teatral adquieren un sentido insólito en estos parajes que condicionan la mirada de cada autor. Se insinúa la reivindicación del progreso, como una gran pantalla que al final sirve para desvirtuar este tiempo detenido. Lo más vital es precisamente su capacidad de resistir a la agonía. Inmortal.

Una descripción del idealismo que mantiene el secreto del paisaje del Cabo con sus enigmas aparece en el Manifiesto de Isleta del Moro, promovido por José Ángel Valente (1929-2000) en 1988, firmado por un colectivo de intelectuales, artistas, escritores, creadores en general: “Tal vez no sea suficientemente conocida la peculiaridad de esa zona inscrita en un triángulo, cuya base podría estar constituida por una línea ideal trazada desde Carboneras a Torre García y cuyo vértice se situaría en el Faro. Tierra árida batida por los vientos y erosionada por la violencia súbita de las lluvias: Tierra de Cabo de Gata. Belleza solitaria de las dunas, pobladas de matorrales espinosos de azufaifos. Quietud del atardecer en las Salinas, bajo el vuelo tendido de la avoceta o el súbito deslumbramiento de color y de líneas con que despegan los flamencos rosados, acaso, según se ha dicho, una de las más bellas aves de la Tierra. Altura y latitud de la sierra, habitada por el roquero o pájaro solitario y el águila perdicera que anida en los cantiles”.

Miguel Ángel Blanco Martín
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