Paisaje de los sentidos. Espiritual
Enaltece el tiempo, la reivindicación de sensaciones. La principal referencia se proyecta desde José Ángel Valente, defensor de la identidad espiritual del Cabo en todos sus parajes, tras reivindicar el placer de la contemplación: “No se puede imponer nada entre el espectador y el mar”, cuando confesó “mi pasión por el Cabo, por la luz y el paisaje”. El poeta reivindica lo elemental primitivo, “una puesta de Sol en Cabo de Gata es alucinante”, con momentos concretos y situaciones vividas, “los cambios de luz en el paraje del Higo Seco son impresionantes. Y eso es algo que sólo se ve aquí”.
La síntesis del alma del Cabo quedó descrita por José Ángel Valente en el único poema que escribió sobre Cabo de Gata (4, octubre, 1992):
“El cabo entra en las aguas como el perfil de un muerto o de un durmiente con la cabellera anegada en el mar. El color no es color; es tan solo la luz. Y la luz sucedía a la luz en láminas de tenue transparencia. El cabo baja hacia las aguas, dibujado perfil por la mano de un dios que aquí encontrara acabamiento, la perfección del sacrificio, delgadez de la línea que engendra un horizonte o el deseo sin fin de lo lejano. El dios y el mar. Y más allá, los dioses y los mares. Siempre. Como las aguas besan las arenas y tan sólo se alejan para volver, regreso a tu cintura, a tus labios mojados por el tiempo, a la luz de tu piel que el viento bajo de la tarde enciende. Territorio, tu cuerpo. El descenso afilado de la piedra hacia el mar, del cabo hacia las aguas. Y el vacío de todo lo creado envolvente, materno, como inmensa morada”
(Fragmentos de un libro futuro, 2000).
El encuentro poético de Juan José Ceba (Albox, Almería, 1951) con el Cabo está sobre todo en Dunas, para propiciar la mística del horizonte, Luz que nace y que vuela. El poeta almeriense se embriaga en la inspiración por el misterio: “Tierra, tiempo, tesoro, toqué la puerta del desierto y el oasis se abrió” (1997).
La seducción del paisaje está presente en la obra de José Antonio Santano (Baena, Córdoba, 1957), Exilio en Caridemo (1998):
“Mas en aquella soledad que cautiva
la exacta arquitectura de los cuerpos
que en amoroso reclamo rodaron por la arena
y las aguas bañaron de pétalos y espuma,
Despertó la voz enardecida del deseo”.
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