Quico Chirino: «La nostalgia nos iguala a todos»
Quico Chirino (Osuna, Sevilla, 1978) es doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla, con la calificación de cum laude. Comenzó su carrera profesional en ‘El Correo de Andalucía’ (1999) para posteriormente ejercer como corresponsal en Sevilla y en el Parlamento de Andalucía para ‘Sur’ de Málaga e ‘Ideal’ de Granada. Desde 2003 forma parte de la plantilla de ‘Ideal’, donde ha sido redactor, jefe de Local, jefe de Información y, en la actualidad, subdirector.
Como reportero destacan sus trabajos de investigación, de los que algunos han provocado dimisiones o la apertura de causas judiciales. También es autor de la newsletter ‘Rumore Rumore’. con más de tres mil suscriptores, donde comenta con ironía y un tono desenfadado la actualidad política. Colaborador habitual en las tertulias de Canal Sur radio y televisión. Su primera novela, A la izquierda del padre, fue finalista de los premios Andalucía de la Crítica. Ahora publica Jardines torcidos, que es el motivo que le lleva a pasar por nuestra ‘Prensa’.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Quico Chirino: No quería escribir otra novela. Pero llega un momento en el que decido hacer balance de lo vivido —cumplo 45 años— y escribir todo aquello que conocí y supe pero que nunca conté en un periódico. Esta novela tiene una toma de tierra: muchas de las cosas que se cuentan han sucedido, aunque en orden distinto, y otras podrían haber ocurrido. Por disparatado que parezca, todo es creíble.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Lo tenía todo en contra: poca inspiración, una primera obra de éxito comedido, una niña que reclama mi atención y encerrado en un piso. De pronto, me doy cuenta de que la imaginación de mi niña cuando se desdobla en ‘Yaya’ —que es como se refería a sí misma— supera todas mis tramas. Sus personajes, sus objetos imaginarios, sus diálogos… Y me devuelven a la experiencia vivida. Decido robarle lo que inventa y los mezclo todo en una trama donde aparece el periodismo, la política, la crónica social…
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Las primeras páginas pueden desconcertar. Pero pronto te percatas de que, en realidad, son dos novelas entrelazadas. Una está escrita en primera persona, lo que en periodismo sería la crónica. Es el diario del escritor que se enfrenta al proceso creativo. Una especie de metanovela. De ahí surge una trama en tercera persona, que sería el reportaje. Una ficción —es la realidad la que supera a lo imaginado— donde hay varias tramas paralelas que, al final, coinciden. Hay quien dice que no le interesa la política. Pero en Jazmines torcidos se demuestra cómo las decisiones de un alcalde pueden determinar la vida de un vecino anónimo en una barriada de cualquiera.
También hago una caricatura del periodismo, a través de un personaje que se me parece y, a veces, no me hace ni puñetera gracia. Cada lector puede acercarse a la novela desde una perspectiva diferente. Desechar la parte que menos le guste y quedarse con la que más le atraiga. Si es que le atrae alguna.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
Como periodista, lo que siempre me ha preocupado es dejar indiferente. Me expongo demasiado en esta novela, también en el plano personal. Lo que quiero es provocar la reflexión y hacer pensar. Que esta novela también traslade al lector a lo que haya vivido. Porque la nostalgia nos iguala a todos.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Quico Chirino de tu novela anterior?
Toco temas que también aparecían en A la izquierda del padre. Como el periodismo. Pero porque por mi posición hay cosas que no puedo decir y utilizo a mis personajes para que las digan ellos. Puede ser una liberación o un gesto de cobardía. Por lo demás, esta novela diría que es radicalmente diferente, porque corresponde a otro momento vital. De hecho, tampoco ahora volvería a escribir esta novela. Cuando he repasado las distintas pruebas hay pasajes en los que ya no me sentía identificado pero decidí no cambiarlos. Porque cuando los escribí sí me sentía así y es una prueba de honestidad con el lector.
La corrupción también tiene cabida entre estas páginas. ¿La ficción supera a la realidad, o es imposible competir con lo que tenemos encima?
Yo más que de corrupción hablo de mamoneo, que es lo que estuvo extendido en la política española a escala de pueblos y ciudades medias. Lo que se cuenta es real. Lo que pasa es que todo lo que se cuenta no ha ocurrido en Granada, que es donde está ambientada la novela. He mezclado en un alcalde ficticio todo lo que he conocido de los malos alcaldes —los hubo también buenos— con los que me he cruzado en 25 años de profesión. Por eso queda una hipérbole. Pero fue real.
¿Hasta qué punto tu profesión influye en tu producción escrita y viceversa?
Llegué al periodismo porque quería ser escritor. Ahora, si me dieran a elegir, me quedaría con el periodismo. Lo que sucede es que la novela se mueve sobre lo probable y el periodismo sobre lo probado. Utilizo la novela como un ajuste de cuentas.
Con A la izquierda del padre fuiste finalista en los premios Andalucía de la Crítica. ¿Qué esperas de Jazmines torcidos?
Que no me la tiren a la cabeza en las firmas de libro. Bueno, quien compre dos ejemplares tiene derecho.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
Pues mira, mi compañero en la Feria del Libro de Granada fue Manuel Martín, defensor de la Ciudadanía de Granada.
También te puede interesar...
- Jesús Cárdenas: «Raro es el rincón de nuestra tierra donde no se escribe poesía de calidad» - septiembre, 2023
- Gudrun Palomino: «La vida está cargada de duelos y de distanciamientos propios» - septiembre, 2023
- José Pastor González: «La España vacía no está vacía» - septiembre, 2023
