Emilio Picón: «La lectura debe ser tan libre como la escritura»
Emilio Picón (Almería, 1977) es autor de los poemarios ‘Amor enlutado’ (Lagartos Editores, 2010) y ‘La sed del agua’ (Ediciones en Huida, 2014), además de las plaquettes ‘Minerva’ (Banderines del Zaguán, 2010) y ‘Serescrito’ (Poeta de Guardia, 2014). Como narrador ha publicado el libro de relatos ‘El poema o la pistola’ (IEA, 2014) y la novela ‘Primera persona’ (Ediciones en Huida, 2016). Sus textos también han podido leerse en revistas y antologías literarias.
Durante algunos años coordinó e impartió talleres de escritura creativa en Almería. También se ocupó del espacio radiofónico literario ‘serescrito’ durante una temporada. Actualmente está presentando su nueva novela, titulada ‘humanimal’ y publicada en la editorial sevillana Niña Loba y por eso le hemos invitado a pasar por la Prensa, para que nos lo cuente todo sobre esta novela tan especial.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Emilio Picón: No es un mecanismo racional el que me lleva a escribir un determinado libro. Y mucho menos a escoger el momento en que lo escribo. Tiene más que ver, creo, con la necesidad y la capacidad. Lo que necesitas escribir y lo que eres capaz de escribir. Podríamos decir que así nace el deseo consciente de escribir un determinado libro. Ahora, o más bien en su momento, cuando comencé a tomar las primeras notas de humanimal, necesitaba escribir un libro mucho más liberado de esquemas preconcebidos y me sentí capaz de hacerlo. Sentí que el derribo de barreras, prejuicios, complejos y conflictos constituía el germen ideal para el universo que deseaba desplegar en la novela. Un universo que se alejara de la solemnidad y abrazara la noción de la literatura como juego. Un juego que, efectivamente, plantea temas clásicos como la muerte o el amor o la soledad, pero lo hace de una manera que permite al lenguaje sobrevolar dichos temas a placer y, desde arriba, contemplarlos con una óptica lúdica y casi burlona. En definitiva, ¿por qué humanimal y por qué ahora? Porque necesitaba jugar y me sentía capaz de hacerlo.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Puede que en el año 2016. Quizás en el 2017. El punto de partida es una escena y una idea. Por un lado, me siento a escribir la escena inicial, es decir, la escena del prostíbulo. Por otro lado, intento desarrollar una idea como tema central de la novela, aunque sé que es una excusa, es sólo un hilo del que comenzar a tirar. Ese hilo es la idea que juega con las nociones de pasión y lucidez y que aparece en la primera parte de humanimal (extinguida la pasión, cae el velo del idealismo y se contemplan las cosas con lucidez, tal y como son objetivamente, si es que esto es posible). Estos son los estímulos precursores, pero muy pronto pierden su importancia. La novela impone su propio criterio, sus voces, su ritmo, sus temas, su particular esqueleto, y cuando irrumpe la metaliteratura, el afán experimental y las dosis de surrealismo, el artefacto literario que es humanimal va tomando una forma muy concreta, se va definiendo, y eso, lógicamente, resulta muy estimulante. Acto seguido contemplo cómo van cayendo prejuicios y limitaciones y barreras y conflictos, y esa liberación, ahora sí, se convierte en la idea básica e imprescindible. La progresiva liberación creativa se convierte en el motor del libro.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
En principio ninguna. La lectura debe ser tan libre como la escritura. En cualquier caso, si se escriben reseñas, si se publican entrevistas (como ésta), es inevitable que en dichos textos queden reflejadas las claves o pistas a las que quizás te refieras con tu pregunta. Pero la pretensión literaria es otra y se aprecia, por ejemplo, cuando una de las voces narrativas que nutren la novela utiliza un tono tan claro como sentencioso para dirigirse al lector: siento decepcionarte: no escribo para ti, sino para mí, pero contigo. Quiere decir esta voz que las claves de la escritura de humanimal tienen que ver con el viaje interior del escritor, una conversación consigo mismo, una experiencia íntima que comienza y termina en el hecho literario. El lector tendrá otras claves, o debe tenerlas, y esa será la señal inequívoca de que la propuesta del libro ha funcionado: incitar al lector a que realice su propio viaje interior y mantenga su propia conversación. En definitiva, el lector reescribe el libro.
¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?
Te puedo hablar, más bien, del efecto que no se producirá. Tal y como yo entiendo la escritura, existen dos decisiones claramente diferenciadas, alojadas en compartimentos estancos. Una es la decisión de escribir. Otra es la decisión de publicar. En la primera, cuando decido empezar a escribir, y mientras escribo, el lector no existe, no importa lo más mínimo, o mejor dicho, el lector soy yo mismo. Yo escribo el libro que me gustaría leer. Por lo tanto, y empleando el mismo término de la pregunta, trato de generar el efecto que a mí me gustaría hallar en lecturas hipotéticas. Ahora bien, en la segunda decisión, cuando doy el paso que me conduce a publicar, sí que me enfrento con la figura de un posible lector, pues se antoja absurdo publicar un libro sin tener la convicción de que efectivamente puede interesar a alguien. Llegado a este punto, solo soy capaz de obtener una conclusión. Y es esta conclusión la que, quizás, puede dar respuesta a tu pregunta. El libro puede entusiasmar y generar elogios o puede caerse estrepitosamente de las manos. Eso está claro. Y entre ambas posturas caben muchas opiniones y muy distintas. Lo cierto es que no he pensado en ellas. Lo único que puedo afirmar es que humanimal no tiene potencial para generar indiferencia. Este es el efecto que no se producirá. Esta es la gran virtud de la novela: tener una vocación agitadora.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Emilio Picón de tus anteriores obras?
En la medida en que se trata de un proceso de aprendizaje. Aprender a escribir es una carrera de fondo sin fondo. No hay meta porque obviamente nunca se termina de aprender y ese es el mejor de los alicientes. De cada libro algo trasciende y queda, pulido, en el oficio de quien lo ha escrito. Inflexiones de voz, músicas en el fraseo, tonos en el estilo. Maneras de hacer que se van conformando y abriendo a nuevas alternativas con cada página leída, escrita o corregida. Porque no descubro nada si digo que a escribir se aprende leyendo, escribiendo y corrigiendo. E igual sucede con los temas a tratar, con el universo personal que se va generando. Las ópticas maduran y se descubren nuevas grietas a través de las cuales adoptar más y mejores puntos de vista. Es una evolución. Lo mejor de todo lo hecho hasta un determinado momento estará presente, de algún modo, en cada nueva obra. Aunque intentes reinventarte o hacer algo completamente distinto. Hay un efecto acumulativo en todo proceso de aprendizaje. Es inevitable. La poesía que aparece en esta novela está en deuda con todo lo leído, obviamente, pero también con los poemarios escritos. Algo hay de Amor enlutado y La sed del agua. Por otro lado, la manera de blindar y dotar de autonomía a algunos capítulos de humanimal tiene mucho que ver con el tratamiento de algunos de los cuentos que aparecían en El poema o la pistola. Y, por supuesto, el salto al falso vacío que supone este libro se realiza desde el trampolín que supuso Primera persona, novela inmediatamente anterior y de formas mucho más clásicas.
Afirma Manuel Moyano en el prólogo que humanimal “está a años luz de ser una obra convencional”. ¿En qué sentido?
Esto habría que preguntárselo a Manuel Moyano. Por mi parte, sólo puedo afirmar que el hecho de que Moyano aceptara escribir el prólogo fue un motivo de asombro, satisfacción y cierto vértigo. Más aun cuando tuve la ocasión de leerlo. Un texto breve y acertado. Un texto que habla de una narración que se desnuda y se explora y se narra a sí misma. Certero y sin ambages. En la novela hay mucho de desnudez y exploración y celebro que Moyano así lo apreciara. También celebro la comparación de la narración con un mecano que es desmontado para exhibir sus piezas y poder así volver a ensamblarlas. Así se escribe humanimal. Con el ánimo de experimentar y romper las convenciones. Como quien se deleita con su juego favorito. Soy muy consciente de que las convenciones están rotas hace tiempo. Por eso mismo he querido contribuir con mi granito de arena en la montaña de la ruptura y, además, me he atrevido a soñar con la posibilidad de que el lector también se deleite con mi juego favorito. Y si uno de los primeros lectores es Manuel Moyano yo sólo puedo quedar asombrado. Asombrado, satisfecho y con un poso de vértigo que aún permanece en el fondo.
Te embarcas en esta aventura literaria con el equipo de Niña Loba, una editorial independiente sevillana de reciente creación. ¿Qué nos puedes contar sobre ella?
Niña Loba se presenta con una máxima: Creemos en los libros, ¿y tú? Niña Loba se define con tres sintagmas: editores apasionados, escritores rebeldes y lectores comprometidos. Niña Loba se mueve al son que marca Darío Méndez Salcedo. Y Darío es un tipo que escribe una reseña por cada libro que publica y que dice en voz alta cosas del tipo: no voy a publicar humanimal porque piense que se va a vender bien (de hecho, sé que se va a vender mal), voy a publicar humanimal porque la quiero en mi catálogo. Esta novela llegó a Niña Loba por casualidad y he de dar las gracias alto y claro. Me he sentido muy cómodo con Darío desde el principio, desde los primeros correos electrónicos y las primeras conversaciones telefónicas. Además, se ha mostrado muy receptivo y flexible en todo el proceso de edición. En definitiva, el trabajo editorial ha sido magnífico. Y digo más, en su catálogo se pueden encontrar joyas como las escritas por Jorge Morcillo, a quien mencionaré un poco más abajo. Lo mejor siempre está por descubrir.
Se aprecia en tu obra —por orden de publicación— una transición de la poesía a la novela pasando por el cuento. ¿En qué género te sientes más cómodo? ¿Y cuál te exige más como escritor?
Hace poco alguien me dijo que los géneros están para dinamitarlos. Creo que eso es lo que está sucediendo de un tiempo a esta parte en la literatura que realmente tiene interés. La restricción que supone la práctica estricta de un determinado género no resulta estimulante. No contribuye a la evolución de la creación literaria. O al menos eso es lo que yo creo. En un principio me enamoré de la poesía por el cúmulo de verdad y belleza que ofrece. Una ventana a la que es inevitable asomarse si buscas instantes de plenitud en cualquiera de sus formas. Después quise contar historias, así, sin más. Y lo cierto es que nunca me alejé de la poesía cuando comencé a escribir narrativa breve. En el fondo menos seguía siendo más. Y en la forma no se trataba de escribir prosa poética, sino de cuidar la íntima conexión entre prosa y poesía. En mi opinión hay una prosa técnicamente perfecta que por alguna razón no transmite lo que el alma (escritora y lectora) espera sentir. Es la prosa que desconecta de la poesía. Ese cordón umbilical permaneció intacto cuando me senté a escribir novela. Por supuesto también está en humanimal y, probablemente, desde el punto de vista formal, sea el elemento más y mejor cuidado del libro. Por último, y después de este presuntuoso circunloquio, la respuesta a tus preguntas es ahora. Ahora es el momento en que más me exijo porque ahora es el momento en que más capacitado me siento. Curiosamente, agradezco que ahora también sea el instante de mayor comodidad.
¿Supone esta novela un punto de inflexión en tu producción? ¿Y a partir de ahora, qué?
Sí. Un punto de inflexión que me sabe a origen. Tengo la sensación de haber llegado, por fin, al principio. Creo que es difícil llegar a saber dónde está el terreno que quieres pisar para, a continuación, ser capaz de mantener el paso firme. No estoy seguro y no sé bien cómo explicarlo. Supongo que de lo contestado hasta ahora debe desprenderse que efectivamente me siento mejor que nunca habitando la literatura, sintiendo sin pudor lo que realmente soy: un aficionado que no tiene intención de abandonar este aprendizaje. Seguir leyendo y seguir escribiendo. Seguir explorando.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
De entre los muertos estaría bien que resucitarais las voces de Juan Carlos Onetti, Felisberto Hernández o Macedonio Fernández. También podríais intentarlo con Virginia Woolf o Carmen Laforet, que recientemente me están alimentando con su savia literaria. De entre los vivos destacaría a Jorge Morcillo, por ser responsable de una prosa impecable que construye una propuesta literaria libérrima y expansiva que, para más inri, atrapa y encierra impiadosamente al lector en un universo tan lúcido como surreal. Otra propuesta podría ser la de Juan José Rosado, fabuloso artista plástico que se acerca a las letras con mucha frescura y que en su última novela, Catástrofes enanas, ofrece una visión caricaturesca del mundo del arte contemporáneo. Y como los últimos serán los primeros en el reino de secretolivo, me gustaría subrayar dos voces poéticas: Antonio Carbonell y Virginia Fernández Collado. Dos universos muy personales que quizás entronquen en una dimensión espiritual tan insondable como acogedora.
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