LA SOMBRA DEL TIRELESS VUELVE AL CAMPO DE GIBRALTAR
por Antonio Pérez Girón
El pasado miércoles, en aguas próximas a Gibraltar, un submarino nuclear británico colisionó con el mercante Andreas, de bandera panameña, que navegaba cargado de productos químicos. El gobierno de Reino Unido ha pedido disculpas a España, pues no había comunicado el accidente como de inmediato corresponde, máxime entre aliados de la OTAN. El HMS Ambush, así se llama el sumergible, contravino lo establecido por la Convención del Mar que establece que “en el mar territorial los submarinos y cualesquiera otros vehículos sumergibles deberán navegar en la superficie y enarbolar su pabellón”. La nave emergió e impactó con el mercante.
El Ambush, que permanece en el puerto gibraltareño, nos recuerda al también nuclear de la misma bandera Tireless, que atracó en el mismo puerto tras sufrir una avería en el sistema de refrigeración del reactor. Ocurrió en mayo de 2000 y permaneció atracado cerca de un año, motivando la movilización ciudadana en el Campo de Gibraltar, que exigía su traslado a Reino Unido.
En la otra parte se vino a demostrar la supremacía del más puro colonialismo y del habitual recelo de la población hacia España, incluso en una cuestión que afectaba directamente a los ciudadanos del Peñón. El jefe de la oposición Joe Bossano llegó a declarar que “sería muy triste que el Tireless se marchara del Peñón por presiones españolas”.
En este sentido, cuando el gobierno británico permitió la visita de técnicos españoles del Consejo de Seguridad Nuclear, los políticos gibraltareños calificaron la decisión de “debilidad al defender a Gibraltar”, y la propia Asamblea Legislativa aprobó una moción contra “la injerencia española en el tema de la soberanía sobre la base”. No importaba conocer la realidad del suceso que llevó a titular The Guardian, el 28 de octubre, con “El Tireless estuvo cerca del desastre”. Lo importante para los dirigentes de la colonia era evitar “un triunfo político de España”, como declaró el primer ministro del Peñón Peter Caruana, que, al menos se llevó la satisfacción de que la Royal Navy impidiese a los técnicos españoles inspeccionar el reactor.
La estancia en Gibraltar de submarinos nucleares es habitual, constituyendo un riesgo permanente para las poblaciones de la colonia y la comarca campogibraltareña.
Por su parte, Verdemar-Ecologistas en Acción ha demandado la realización de análisis radiológicos en la zona, pues desconfían de la información oficial facilitada. Asimismo, solicitan la marcha del submarino, recordando que el puerto de la colonia tiene una catalogación que prohíbe la entrada a este tipo de naves dañadas o averiadas. Y por supuesto, su mantenimiento y reparación.
Cuando se habla tanto de colaboración entre ambas comunidades, creo que esta cuestión no puede quedar al margen. Muy pocas reacciones ha habido en la zona sobre este grave suceso. ¿Por qué desde la Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar y la Asamblea de Gibraltar no se solicita de los gobiernos estatales respectivos que el área del Estrecho, sea declarada desnuclearizada. ¿Por qué no lo exige el propio gobierno andaluz, teniendo en cuenta que afecta a una parte importante de su territorio, ya bastante castigado por la contaminación industrial?
Los políticos gibraltareños deberían dejar la desconfianza a un lado cuando lo que debe primar es la seguridad y la salud de sus ciudadanos. Y los de esta parte ejercer su responsabilidad en igual sentido, sin temer molestar a los del otro lado de la verja. Aquí tienen una buena oportunidad para demostrar ese espíritu de colaboración del que tanto se habla. Actuar como una sola voz ante un problema de todos. Más allá de las banderas.
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