La Almoraima
La Almoraima, esa extensión de 14.113 hectáreas, dejará de ser pública y pasará a manos privadas. O al menos esa es la intención del Gobierno. En un país en que lo público tiene cada vez menos valor, se ve que esta finca sí lo tiene y el ministro de Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, se ha encargado de ponerle precio: 300 millones de euros.
Al parecer hay gente interesada, aunque al Campo de Gibraltar no se le ha dicho quién; hasta capital extranjero, dicen. No sabemos qué planes tienen estos inversores para nuestra joya verde pero, desde luego, no será mantenerla tal cual y para el disfrute de los ciudadanos.
La Junta de Andalucía está en contra, los campogibraltareños están en contra; de hecho, en Castellar de la Frontera, donde se ubica La Almoraima, el pleno municipal ha votado de forma unánime en contra de su venta. Hasta el PP ha mostrado su rechazo. La unanimidad en asuntos de calado en los plenos no es algo muy extendido y como periodista doy fe de esto.
Lo que nos queda es la reiteración de que el sentir de los ciudadanos cuanta poco para los políticos; de que, una vez más, Madrid queda lejos del Campo de Gibraltar.
La Almoraima no es un terreno baldío, es una finca verde donde crecen alcornocales, acebuches, quejigos y pinos, desde donde se ve el Estrecho de Gibraltar y donde viven ciervos, muflones y jabalíes.
La finca está enmarcada en el Parque Natural de Los Alcornocales, el 90% del terreno para ser exactos, así que en toda esa área las actuaciones de carácter urbanístico y lúdico son más que limitadas pero… ¿y en el 10% restante? Ahí la cosa varía y convencida estoy de que las propuestas de turismo exclusivo y de élite, para gente de posibles, que para eso la finca será privada, están ahí, en el aire, rondando las mentes de nuestros gobernantes. Se habla de campos de golf, centros ecuestres y hasta un aeródromo.
Supongo que aunque solo se pueda desarrollar una mínima parte de la finca, los turistas de élite que acudan podrán disfrutar del 90% restante.
Llegados a este punto, hay que recordar que esta comarca ya cuenta con una de las zonas más lujosas de España, Sotogrande, que está a tiro de piedra de la Costa del Sol, donde el elitismo también se lleva, y que en la finca ya se desarrollan actividades económicas como la caza y la extracción de corcho y dispone de un hotel de cuatro estrellas.
Lo único que aquí, en esta parte de España que tan lejos queda de Madrid, tenemos claro es que la parcela dejará de ser de todos para ser de algunos, que de esos 300 millones el Campo de Gibraltar no verá un euro, que los habitantes de esta comarca ya no podrán cazar, o al menos les costará más trabajo o más dinero, y que no podrán pasear, ni realizar rutas en familia o con amigos los fines de semana.
El Ayuntamiento de Castellar no quiere que se privatice el terreno, apuesta por otra gestión de La Almoraima que favorezca además el empleo en el municipio, mientras que la Junta de Andalucía ha pedido al Gobierno que se la ceda con la promesa de mantenerla pública y el colectivo ecologista Verdemar ha propuesto una movilización social, que se cree una plataforma y que los andaluces compren la finca. ¿A esto hemos llegado? ¿A propuestas para que los ciudadanos compren una propiedad para que siga siendo pública? ¿No es eso algo contradictorio?
Sea como fuere, parece ser que el Gobierno no está por negociar la venta de este enclave natural.
Puede que a nadie más en España le importe pero el Campo de Gibraltar grita fuerte #LaAlmoraimanosevende.
(En noviembre de 2016 el TSJA respalda la ampliación de Los Alcornocales para proteger La Almoraima)
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