Nada más entrar en El Brindi, uno se da cuenta de que no es el típico bar de Almería. La decoración impacta a primer vistazo, la mezcla de motivos, figuras, ornamentos. Botellas envueltas en redes de pesca. Cuadros de toreros con bombillas en el traje de luces. Estrellas de mar. Es circunstancial. Cada mes, más o menos, la cambian para adecuarla a la temática que, durante unas semanas, dictará la carta de tapas. En estas también se aprecia la diferencia. Van un paso más allá de lo habitual.
Una hamburguesita, por ejemplo, va acompañada de calabacín, tomate y pimiento de padrón a la plancha. Está clarísimo. Una crepe de morcilla con gambas y queso es, evidentemente, un morgan… Y un huevo a la plancha tiene que llevar, como está claro, queso de cabra encima, mientras se cocina. Esto, en la carta perenne. La que cambia cada mes es la que permite darle un punto extra de creatividad a Miguel, el cocinero.
Durante estas últimas semanas, el Mediterráneo ha sido el leif motiv. Y el particular Mediterráneo del Brindi se traduce en una carrillera con gambas y germinados servida en una especie de vaso. O un tartar de salmón con melocotón y un huevo crudo encima. O un bacalao con salsa de melón y naranja. Suena bien, sabe mejor.
Lo bueno es que, para los menos atrevidos, o para todo el que, por el motivo que sea, un día le apetece más tirar por lo típico, también tienen los habituales pescados, jibias, gambas a la plancha. Calidad máxima, además.
El jefe, Julio, un vallecano que lleva nueve años en Almería, maneja la situación de modo peculiar. No todo el mundo le pilla el punto a la primera. Sin embargo, se revela como un perfecto maestro de ceremonias, atento a todo lo que va sucediendo en su local. Y así ha venido siendo hasta este fin de semana.
El domingo 12 de junio cierra el bar. Durante un tiempo (esperemos que breve) mientras encuentran nueva sede. Tras dos años escondidos en un callejón de la calle Granada, las quejas de los vecinos les han forzado a emigrar. Prueba del éxito del bar, que hasta que se lo quedaron sus actuales propietarios había durado más de 50 años sin que nadie protestase.
Ahora hay quien considera que no será lo mismo. Que el encanto del Brindi radicaba en la conjunción armoniosa de fondo y forma que se producía en ese local que ahora no tienen más remedio que abandonar. No lo tengo tan claro. Es cierto que, como reza el tópico, hay sitios con cierta magia que los hace especiales. Pero sospecho que esta les viene, al menos en gran parte de las ocasiones, de quienes están al cargo de ellos y de quienes se acaban convirtiendo en asiduos. Incluso de los visitantes circunstanciales.
El nuevo El Brindi seguirá con Julio y Miguel a los mandos. Raro será que, en el futuro, no se recuerde al antiguo con el cariño con el que se rememoran los inicios de cualquier iniciativa. ¿Os acordáis de cuando este bar estaba en aquel localillo escondido?
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