Perseo y la Gorgona
Un día decidiste que se baila
mejor con el cabello suelto como los pájaros
y desde entonces cuando te pones a bailar
eres una gorgona que en lugar de serpientes
tiene racimos de olas del mar Jónico.
Me sigue haciendo piedra tu mirada.
¿Y si te saco yo a bailar un día
y me tapo los ojos al llevarte
cogida por el talle?
¿Derretirás mis manos? Quizás ese es mi espejo.
¿Y si me dejo llevar? Quizás
se humanice tu pelo
y vaya de cabeza al tobogán
de tus tirabuzones.
¿Me quedaré sentado como un escalofrío
con el casco invisible que mi tío me dió?
Intentando no hacer ni un movimiento,
impasible como Hera, pero con otro estilo,
sin que Andrómeda sepa que tú existes
(porque me mataría de saber que me vengo al teatro
casi todos los días para verte bailar
precisamente a ti)
Me quedaré tranquilo, pensando en qué palabra
te traerá de tu ausencia de los mortales
y te retiene allí en el escenario
como la aurora cuando llueve un lunes.
Si algo sé es que te veo cada día,
que no hay día que no me quede petrificado
y que al día siguiente vuelvo a ir desarmado.
Por lo visto contigo no hay semi-dios que valga.
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