Algunas reflexiones sobre Siria
Derecho de intervención. Como principio general, la injerencia internacional en conflictos goza de legitimidad en situaciones de emergencia humanitaria o violación flagrante y masiva de derechos humanos. El régimen sirio aplastó en 2011 de forma violenta y desproporcionada las demandas ciudadanas de derechos básicos democráticos en el marco de la llamada “primavera árabe”.
Marco legal. Cualquier operación internacional debe contar con el amparo de las Naciones Unidas, que es el organismo que representa a los estados soberanos. Es aquí donde deben ponderarse los litigios y autorizar, en su caso, el eventual uso de la fuerza. La ONU, sin embargo, adolece de un claro déficit democrático en la composición de su Consejo de Seguridad y el derecho de veto, que lastra la toma de decisiones hasta convertirla en un órgano inoperante. Por lo observado hasta ahora, ni EE UU ni Francia, las dos potencias que patrocinan la intervención en Siria, han recurrido al árbitro internacional para dotar de legitimidad sus operaciones.
Ataque químico. La actuación militar auspiciada por EE UU y Francia, con el apoyo expreso de otra veintena de países, parece estar motivada por el supuesto uso de armas químicas contra la población civil, en clara violación del tratado internacional de 1925. Aunque su prohibición está más que justificada en el orden humanitario, no deja de entrañar una evidente hipocresía en comparación con el uso de otras armas de efectos igualmente devastadores.
Investigación de la ONU. Son las Naciones Unidas quien deben promover una investigación sobre el terreno con todas las garantías para determinar el uso de armas químicas y su autoría. EE UU y Francia están actuando de forma unilateral, al margen de la delegación de la ONU, y si tienen pruebas veraces deben ponerlas en conocimiento del organismo internacional para su análisis.
Tribunal Penal Internacional. No parece tener ninguna lógica emprender una operación de castigo cuando el daño ya se ha producido. Lo razonable sería poner los hechos en manos del Tribunal Penal de la Haya para que investigue esta violación flagrante de la legalidad internacional y los derechos humanos. En casos como este es donde se pone a prueba la credibilidad de un tribunal que debe velar por el respeto al derecho humanitario.
Regreso al unilateralismo. La Administración estadounidense está dando señales inequívocas del abandono del multilateralismo que preconizó su presidente, Barak Obama, cuando accedió al poder. Cualquier iniciativa en la escena internacional, por muy razonable que parezca, debe contar con un amplio consenso y someterse a los mecanismos reglados correspondientes.
Doble rasero y derechos humanos. Admitir que las potencias occidentales actúan eventualmente bajo políticas de doble rasero no desactiva la cuestión de fondo: la violación inadmisible de derechos humanos. El primer supuesto no debe conducirnos a la inacción ni a mirar para otro lado ante el abuso inaceptable de la fuerza por parte de regímenes autoritarios.
Alauíes y sunníes. El litigio incluye componentes sectarios que desenfocan aún más la cuestión. Bashar al Assad pertenece a la comunidad alauí, una facción del islam cercana al shiísmo, que controla todos los resortes del poder en Siria frente a la mayoría sunní. El régimen intenta abrir una fractura religiosa en el conflicto para deslegitimar su origen y las aspiraciones democráticas de la oposición.
Tarde y mal. Tras más de dos años y medio de guerra, el dictador de Damasco ha llevado la situación al escenario que deseaba. De un caso deplorable de aplastamiento militar de una protesta democrática, Siria se ha internado en una guerra civil compleja con contendientes difíciles de identificar. Hay dudas más que razonables sobre la composición del frente opositor, que podría encuadrar facciones radicales islamistas que estarían esperando su oportunidad para el asalto al poder. En estas circunstancias, la acción internacional se tornaría llena de incertidumbre.
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