Música

¿Quién no quiere ser C. Tangana?

Collage por Sofía Crottogini

¿Quién no quiere ser C. Tangana?

Sexo a tope, aviones, hoteles, ropa de marca, champán, mansiones, limusinas, farlopa… como cualquier buen concejal que se precie.

Niveles exacerbados de consumismo, un ramo de culos alrededor de tu cara, mujeres doradas como obras de arte a la disposición de un macho alfa al puro estilo de Hugh Hefner. En resumen, piscinas gigantes llenas de cuerpos entregados al goce de un mandamás en batín.

Parece que la Mansión PlayBoy y sus habitaciones llenas de Conejitas son la gran aspiración de nuestra vida y fantasías, por eso casi todas las canciones que escuchamos parecen referenciar oscuramente a ese lugar. Salir en la tele, sentirse guay entre tanta falta de autoestima, la adrenalina, los focos, poder tener demasiadas mujeres sin el incordio de que te digan que tengas que deconstruir tu masculinidad… Las grupis, la fama, las pastis, el backstage de toda la vida, colega. Poder sacar todo el machismo que nos anida dentro y lanzarlo como billetes de cien sobre una boca abierta, manteniendo ese afán que tenemos por ser buenos haciendo todo lo que, en teoría, no está bien ¿Quién no diría: dónde firmo, señor?

C. Tangana es un tío inteligente y calculador. Es un tipo que sabe oler la marea de las tendencias y como tocado por un sexto sentido e indudable conocimiento musical, crear un hit que gracias a la multinacional que lo cobija suena por todas partes y le traiga tela de parné. Sus letras son minuciosas sucesiones de Trending Topics, uno tras otro, para salir en los todopoderosos algoritmos.

Él es la expresión del Artista como gestor de marketing, financiero y empresario. Es normal que lo que cuente sea el día a día de cualquier gran emprendedor ¿no? Por supuesto que sin las grandes empresas no se va a ningún sitio, pero para que te fichen tienes que darles lo que quieren y Antón lo sabe muy bien.

El Artista está por encima del bien y del mal. En todas las épocas, ya sea el pintor, cantante o poeta, emanaba un aura divina o, por lo menos, tenía un estatus especial.

El Artista para la producción de su obra tenía que entregarse al sacrificio que en el Siglo XIX, ya podía ser el hambre o la perversión. Sin embargo, la búsqueda del misterio artístico y el descubrimiento de la obra, le salvaba tanto de sus devaneos como de sus sombras en la historia.

Son pequeños vicios de artista como los de Bukowski cuando le pega borracho a una puta ¿no? Ahí tenemos a Picasso que, aun pintando muy bien, enviaba a sus demasiadas mujeres al loquero y que lo único que ha hecho por los derechos humanos es pintar una palomica o cuadros muy bonitos como el Guernica a salvo en su estudio en París, mientras a Miguel Hernández se le pudrían los pulmones en la cárcel.

Picasso como Tangana, sabía arrimarse al calôh de los tiempos, y su condición de artistas los eximía de responsabilidades, lo que no quita que sean, uno más que otro, unos genios. A lo cual para cerrar el argumento… Si un artista está por encima del bien y del mal y la barrera entre el empresario y el artista flaquea… ¿El empresario está por encima del bien y del mal?

Porque, ¿cuál es el propósito del arte de C. Tangana? Decir lo que la gente quiere escuchar para vender mucho y tener un casoplón donde ponerse ciego a lo Mad Men. ¿Qué diferencia hay con el empresario de turno de Wall Street?

Ninguna, que C. Tangana hace canciones representando ese modo de vida en vez de simplemente hacer negocios. Dice el Antón en una entrevista: yo no soy un moralista, soy un esteta. Lo mismo que se podría decir: A mí no me miren, si la gente lo compra ¿qué más da de dónde salga el coltán?, yo no soy ningún moralista, soy un emprendedor. Parece que el exhibicionismo es la cualidad que nos exime de nuestros libertinajes. Por eso, C. Tangana es el tópico del Artista del Siglo XXI. Porque, ¿qué es más funcional para el American Dream que un New Rich que cante y baile expresando su alegría por dejar de ser pobre?

A todo el mundo le encanta el neoliberalismo en Europa, sobre todo a los perdedores. En el fondo de sus detractores hay más resentimiento por no ser protagonista, que pasión por hacer una sociedad justa. ¿Cuánta gente de la cultura o que proclaman la pseudorevolución va de este rollo? Esto es lo que hay en el fondo de sus mentes y deseos, las ansias de éxito y la frustración por no ser the Big Man.

C. Tangana es listo porque es un actor, un personaje, se monta la película, no se hace el peliculón. Los valores del triunfo comercial tienen una regla de oro: El exhibicionismo del placer y el poder. Los valores que se expresan son decir que uno es fiestero, se pone ciego y folla mucho, que es fuerte y un chulo, el dealer en un mundo de prigaos. Vamos, lo mismo que el tipo que invierte en las farmacéuticas que se cargan África.

Así tienes a los intelectualoides y alternativos fomentando este tipo de prácticas directamente en contra de su discurso. Los chavales a los que les daban collejas en el instituto, abusados toda la vida, ahora se visten como sus abusones y les imitan. Los empollones se hacen los callejeros, un lache que dan… Y claro que prefiero a un intelectual que no se crea más listo por escuchar Ópera, pero hay unos límites…

Entre fardar y posturear, la imagen del millonario no es la del Hombre malo del sombrero de copa y la corbata, es un chico guapo o reventón, de calle y con calzoncillos Calvin-Klein. Ahí tienes a los hipis veinteañeros universitarios que después de una de Chavelita Vargas que es muy exótica se ponen unas rayitas de speed al ritmo de Mala Mujer… Todo el rollito kitsch, fresh, lo guay, los samples, el flamenqueo, el moderneo… todo muy lindo…

Pero en el fondo lo que hay es: No me importa una mierda nada, quiero placer, triunfar y vacilah de ello por las redes sociales.

Cuando no hay ideales políticos y todo es individualismo, cada cosa que se dice se va por el desagüe de la nariz. Para el que va de barrio, el barrio no vale nada. Como el político que representa al país para forrarse, esta gente representa al barrio como una seña de identidad para sacar visitas y guita.  Los niños ya no se disfrazan de Spiderman, esnifan pegamento en la plaza y se sienten orgullosos por imitar a sus Idols. Y esto ya pasaba mucho antes de este fenómeno, pero lo que era desgracia para las madres y los barrios, ahora es un método para hacerse el guay. Se encubren las problemáticas y se romantiza la miseria de las calles para convertirla en una obra de arte. A mí no me miren, solo soy un esteta.

Y por supuesto que C. Tangana tiene un ritmazo, que la mezcla musical está buenísima y que los videoclips están muy guapos. Pero sin humildad no se va a ningún sitio. Sobre todo en estos ídolos que lo único que quieren es que se les alimente la fama, que les besen el culo y les calienten la oreja con lo superiores que son. Egos hiperinflados cantándoles a su gloria y una legión de seguidores coreándolo.

Sin humildad, hermanito, no se va a ningún sitio. Sin humildad y el orgullo que nace del afecto al lugar al que perteneces, eres un traidor de la calle por mucho que los chavales se fumen porros escuchándote. No es más que avalar la libertad del poder hacer lo que te dé la gana y ahogarte en una montaña de farlopa.

Y está muy bien bajar la mecha de la cultura, mezclar artes y mostrar la realidad de la calle y ganarse muy bien la vida… Pero ojalá los chavales quisieran ser el René de Calle 13 que se implica, lucha por su gente y su pueblo, aporta con sus letras, y le pone pecho a las cosas y menos un C. Tangana.

Fernando Grieta
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