Cuando fuimos árabes
El libro que hemos tenido la oportunidad de reseñar es un texto para reflexionar profundamente.
Cuando fuimos árabes de Emilio González Ferrín (Almuzara, 2018) es una obra que viene a cerrar una etapa de estudio e investigación principalmente sobre historiología e islamología. Una propuesta que intenta imponerse a las polémicas desde un lenguaje cortés, sin caer en «navajeos» universitarios.
En ningún caso el autor tiene intención de pontificar sobre estas materias ni interés de erigirse como pope de nada. Los ataques que ha recibido desde la publicación de Historia General de Al-Andalus han sido constantes, pasando a ser conocido por todos como «aquel que niega la conquista«.
Pura demagogia de quienes no se esfuerzan por comprender lo que ocurre. De nuevo hay que felicitar a Almuzara y, en especial, a su editor Manuel Pimentel por tan valiente labor de poner libros como este en las baldas de las estanterías.
Conocí a Emilio González Ferrín en la Universidad de Sevilla en el año 2011, aunque previamente había leído varios de sus libros. De hecho, mi primer trabajo académico fue la reseña -por encargo del Prof. Antonio Piñero- de su obra La Angustia de Abraham. Un texto complejo, sugerente, muy rico en ideas y que recibiría una leve crítica por algunos aspectos que echaba en falta desde mi «recién estrenado» trabajo de campo en África.
A partir de ahí, nos hicimos amigos y comenzamos a colaborar en diversos seminarios y proyectos. Igualmente, ayudó en momentos de «estructurar» mi tesis y decidirme a optar por la islamología. He aprendido mucho de él y, al mismo tiempo le he lanzado críticas para estimular un debate complejo.
Y he de decir que lo que más admiro de Emilio es precisamente su bonhomía y su capacidad autocrítica.
Digo esto para que no se entienda esta reseña como una lectura partidista, que ni lo es ni lo pretende. Sin embargo, su trabajo tiene que ser dignificado ante tanto ataque dirigido por «rancios» y «paniaguados» que ven como su negocio concluye con la aparición de la islamología en el horizonte académico español.
Ahora vuelvo a este nuevo texto con mucha alegría y recomendando que se lea para estimular la reflexión. Su nuevo libro es un ensayo, no un manual de texto, y gira en torno a dos temáticas, ya mencionadas, que son: islamología e historiología de España.
El libro es, en primer lugar, un ensayo sobre la epistemología y la historia de nuestro país. Es un ensayo -como dice el autor- más allá del tweet y del blog, más allá de las «familias» académicas y más allá del tertulianismo.
Como texto de reflexión sobre historia de España es una crítica a los nacionalismos, el libro es profundamente anti-nacionalista cultural.
La visión universalista del autor mira más allá, aunque en estos momentos pedir algo así es muy complejo. La academia tiende a una especialización malsana y enfermiza que merma, violentamente, al humanismo.
El medievalismo de los arabistas ha llevado a la medievalización arabizante de todo el mundo islámico. Todo acaba en Al-Andalus clásico, que diría aquel, y que en esta línea critiqué el año pasado. Y es que en esto, me sumo a Emilio González Ferrín, pues tanto su formación como la mía como islamólogos contemporáneos nos hace rechinar cada vez que escuchamos esto.
De las críticas de Emilio al nacionalismo tampoco se salva aquel nacionalismo «andalusí» que presentan algunas facciones de la extrema izquierda andaluza y de los musulmanes de nuestra tierra. Una idealización malsana que alimenta, a parte de estos, a fundamentalistas de diversas facciones. El sueño del exclusivismo religioso -para interés propios de unos u otros- que bien denuncia el autor en las páginas de este libro. Error de muchos conversos, y no conversos, que intentan absolutizar sus puntos de vista.
El problema llega cuando España se tiene que ver frente a la realidad, una realidad que la supera, en un país que aún tiene rémoras del nacionalcatolicismo y sus narrativas.
En un país cuyos intelectuales, en una proporción desmesurada, ven al islam como algo foráneo, violento y bárbaro. En un país que no dudó en expulsar al grandísimo Francisco Márquez Villanueva por leer y seguir, intelectualmente, a Américo Castro.
Este el drama de España encarnada en Sánchez Albornoz y en sus discípulos frente a la morada vital de Américo Castro. Una España única de invasores y nativos frente a otra construida con vitalidad y diversidad. Por eso aún no sabemos que los «otros» somos «nosotros«, y al que difiere de la opinión esencialista se le «centrifuga».
El humanismo europeo tiene inspiración árabe, tiene sabor andalusí.
Para explicar esta situación, desde su perspectiva vital, Emilio González Ferrín se vale de la primera parte del libro, una «autobiografía aplicada» tal y como la llama él. Divertida y en buen tono, narra todos estos problemas desde su propia experiencia. Pura heterodoxia con puntos de provocación entre islamología e historia. Hablando de esas cosas que le han costado la excomunión académica. Concluyendo con una lucidísima semblanza de Francisco Márquez Villanueva como paradigma puerta hacia una nueva visión, la que debería ver España.

Y por fin llegamos a la parte epistemológica, la que da vértigo, la que incomoda. Esta es la parte seria del libro. En ella González Ferrín nos cuenta, previa crítica del metodologismo, que las cosas no son como suelen parecer.
A muchos les fastidia saber que ni el islam ni el mundo islámico ni los árabes son lo mismo. Es cierto que en algunos casos convergen, pero en otros no. La política acostumbra a hacer extrapolaciones anacrónicas sobre mundos pasados. El mejor ejemplo de esto ocurre con el mundo andalusí.
Es en ¿quién son los andalusíes? donde surge la mayor problemática.
La idea de que los andalusíes no fueran «otros» (árabes, moros, invasores) sino simplemente «nosotros» es perturbadora para muchos pues mancharía la idea de una España unida e impertérrita.
González Ferrín se explaya en ejemplos y hace un trabajo muy interesante. Igualmente es cierto que no comparto ni los principios ni las metodologías del Early islam, pero las respeto y creo que hay que ponerlas encima de la mesa. El sectarismo no lleva a ninguna parte.
Es cierto que la academia española necesita -en palabras de González Ferrín- más begriffgeschichte (historia conceptual) que lealtades de clanes intelectuales.
Por último, es indudable todo lo que Europa le debe a ese mundo islámico, al de entonces. El humanismo europeo tiene inspiración árabe, tiene sabor andalusí. El error es extrapolar lo que sabemos de islam contemporáneo y geopolítico al siglo X.
Al-Ándalus no fue un estado-nación contemporáneo, pero tampoco un paraíso terrenal. Fue su propia realidad histórica con sus luces y sus sombras. Como éste, hay tantos anacronismos sencillos que hacen correr ríos de tinta y odios diversos que se plasman en libros y discursos que devienen, últimamente, en ciberodio.
No existe ni existirá un ISLAM con mayúsculas, eterno e inmutable porque el mundo islámico es sumamente cambiante. Su plasticidad es lo que le ha permitido sobrevivir como una religión dinámica y con gran fuerza contemporánea.
Y el lector se preguntará, estando implicado González Ferrín: ¿Hubo invasión o no hubo invasión? ¿Qué importa? ¿De verdad vamos a ser tan sumamente tontos para quedarnos en esa cuestión tan baladí?
Fuímos árabes, como fuímos romanos, fenicios o europeos… El fanatismo sólo se puede contrarrestarse venciendo a los prejuicios a través del conocimiento.
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