José Menese: cola de león
Más que un movimiento cultural, el Mairenismo ha traspasado toda frontera para convertirse en una ideología. Un concepto que engloba una manera de ser, de sentir y de concebir nuestro arte de una forma determinada. O formas parte de él o estás fuera, eres un traidor y estás equivocado; no hay término medio.
Si en un alarde de imaginación quisiésemos representar el concepto de Mairenismo en un animal, el más indicado sería sin dudas el león. Por su belleza arcaica y desgarradora, por su poderío y jerarquía, por importancia y trascendencia; por su valía. Pero también por su vil crudeza y su falta de compasión con aquellos que no forman parte de él. Si nos centramos además en su legión de seguidores o en su arraigo y calado dentro de la sociedad flamenca, merece ser también el rey de la sabana, el macho alfa, el animal por antonomasia.
Profundizando en dicho ejercicio imaginativo podríamos tratar de desmembrar el movimiento situando en cada una de las partes de tan respetado animal a aquellos elementos indispensables del Mairenismo. Aquí hay aún menos margen de error.
Don Antonio Mairena sería la cabeza y el cuerpo del individuo, dotándo a la fiera de un alma insaciable y depredadora, corazón salvaje y sentimiento único y arrollador.
La Paquera de Jerez, los Agujetas o Fernanda y Bernarda de Utrera podrían ser las extremidades delanteras. Llenas de fiereza y pureza, dispuestas a aprisionar, herir o destrozar con sus declaraciones despiadadas a cualquier presa que se le ponga por delante.
En las extremidades posteriores podríamos situar a los periodistas, intelectuales o críticos que impulsaron y dieron fuerza al movimiento, quienes con la mejor de las intenciones se sintieron dueños de la verdad absoluta sin reparar en cuántas cosas estaban dejando a sus espaldas frutos de una pasión ciega.
Por último tendríamos a José Menese, al que situaríamos en la cola. Por ser el más joven y último de todos. Por ser simplemente un continuista y por, a pesar de su valía cantaora (hasta el rabo todo es toro), tener menos dimensión que sus antecesores y que otros compañeros a los que se empeña en despreciar.
Muchacho, usted no es más que nadie, que le quede bien claro. Más allá de su conocimiento y su afición, fuera de toda discusión, no es nada especial y nunca lo ha sido. Ni ha despertado interés ni ha traído más aficionados que aquellos que se sentían atraídos por sus letras políticas y reivindicativas, que para colmo no eran suyas.
Así que no se considere cabeza de nada, ni maestro; que ni lo ha sido ni lo será nunca. Y confórmese con ser un gran cantaor, que lo es, pero no dé lecciones; que no es su cometido y para colmo, nadie se las ha pedido.
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