O Rei Pele
Hay momentos que marcan para siempre. Suceden de pronto, casi sin previo aviso y te golpean. Te golpean fuerte y te descolocan. Te descolocan de tal manera que ya nada vuelve a ser lo mismo, o quizás sí, pero de una manera distinta.
Uno de esos momentos tan poco frecuentes, llamados mágicos por casi todos, sucedió hace más de 50 años en el estadio de Maracaná.
La pelota llegó a Pelé, que entonces contaba con 20 años, y dribló a todos los rivales que le salieron a su paso, uno a uno, para acabar la jugada enviando el balón lejos del alcance de Castilho, portero por aquel entonces del Fluminense. Toda la torcida se puso en pie para aplaudir al astro regalándole una ovación de más de dos minutos.
¡Qué manera de jugar!
Algunos días después se colgó en ese mismo estadio una placa conmemorativa en la que podía leerse :»En este campo, el de marzo de 1961, Pelé marcó el gol más bonito de la historia del Maracaná«.
Mucho tiempo después, en plena Bienal de Flamenco de Sevilla, volvió a vivirse uno de esos momentos mágicos, tan poco frecuentes para casi todos.
El Pele (Manuel Moreno, Córdoba 1954) estaba subido en las tablas y a pesar de no encontrarse en plenas facultades bordó el cante por soleá. La gente no sabía dónde meterse.
¡Qué manera de cantar!
Algunos días después, el jurado otorgó al Pele el premio Giraldillo al Momento Mágico de la Bienal XVII.
Por suerte para todos, ni la carrera del Pele ni la de Pelé han sido flor de un día y ambos han dejado claro que a base de desbordes y alegrías, de remates y tonás se puede mantener una relación constante con el duende, regalándonos momentos inigualables, irrepetibles, de los que te erizan la piel, de aquellos imposibles de olvidar, de los que te dejan un nudo en la garganta.
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