Saudades
Está amaneciendo púrpura y plata
las gaviotas han llegado a Sevilla
de buitres son sus alas.
Tengo que olvidarla
mi corazón no lo ha entendido.
Por la carretera de vuelta se queman los rastrojos
que sobraban de las cosechas
carteles de puticlubes vacíos inundan
el parque natural de los coches,
a la altura de la luz morada hay gol del Deportivo.
Ella tocaba el piano mientras yo abrazaba naranjas,
aceitunas y la redondez de las o’s
de sus canutos
y sus canciones.
Podría haberla atrapado sin brazos
como ella hizo,
y cazarla indefensa al descuido
como hizo ella.
El hijo del crepúsculo ha caído,
las olas resquebrajan las arenas,
su voz de caracola empantana mis silencios,
mis gafas, pinar vasto del olvido.
¿Qué será?
Será lo que ella quiera.
Ya he llegado donde debía
las hélices de su recuerdo siguen frescas
y mi corazón aún está ahí arriba
como un Ícaro despistado.
¡Sube tú también, sube!
¡Mira el atardecer con sus viejas aspas detrás de esa colina!
Mucha colina es esa
para quién piernas ha entregado
y cuyos brazos quedaron dormidos
por una caricia que aún galopa entre mis yemas.
Besé su cuello
e intenté que su carótida lo llevara conducido
de tour por su cuerpo,
sentí su escalofrío centelleando en los ojos,
en su piel y en sus manos apretando mi pelo
teñidos por su furia emanando de la Tierra:
Cuando suspiró en mi oído
entregué derrotado hasta el último espasmo que tenía,
mis más preciado tesoro: Mi ingenio
ya estaba sumergido,
esclavo de los versos que escondía
en sus labios frutales.
Amanece en Sevilla,
la luz atraviesa un arco.
Un arco inexpugnable.
Ahora tengo que olvidarla
y mi corazón no lo ha entendido.
Saudades, Octubre 2013.
También te puede interesar...
- Un Flamenco que hable de nuestra generación - junio, 2019
- Anatomía, receta y composición de Juan Carlos Aragón - mayo, 2019
- Cádiz industrial - febrero, 2018

