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Julen Carreño: «La poesía se cocina en casa, pero ha de servirse a pie de calle»

Julen Carreño. Foto de Guadalupe Barrera
Julen Carreño. Foto de Guadalupe Barrera

Julen Carreño: «La poesía se cocina en casa, pero ha de servirse a pie de calle»

Julen A. Carreño (Alicante, 1984) creció en San Sebastián, estudió en Pamplona y ha vivido en Madrid, Tulsa y, actualmente, Sevilla. Es licenciado en Derecho y en Humanidades y doctor en Derecho por la Universidad de Navarra, así como graduado en Educación Primaria y máster en Neuropsicología y Educación. Ejerció como abogado en un despacho de Madrid y como profesor en la Universidad de Navarra antes de dar el salto a su verdadera pasión: la educación escolar. Tras iniciarse en un colegio de Pamplona, se trasladó a Oklahoma (EEUU) para ejercer como profesor de Inglés y Español en el marco de un programa del Ministerio de Educación. Actualmente reside en Sevilla, donde ejerce como profesor de Lengua, Inglés, Filosofía y Latín en el colegio Adharaz-Altasierra, del Grupo Attendis.

Dejando a un lado su obra científica, ha desarrollado el grueso de su obra literaria en el ámbito de la poesía. Entre sus producciones literarias destacan los poemarios ‘Hablar sin hache’ (Premio Jóvenes Artistas de la Ciudad de Cáceres, Slovento, 2006), ‘La inquietud de las estatuas’ (Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal, Hiperión, 2007), ‘Los prohombres relativos’ (Premio Ángel Urrutia, Gobierno de Navarra, 2008), ‘El carnaval de las piedras’ (Premio Universidad de Navarra, 2010), ‘El toldo azul’ (Premio Ángel Urrutia, Gobierno de Navarra, 2019), ‘De luz y sombras’ (Premio Ciudad de Ceuta, Avant, 2020), ‘Vigilias’ (Premio Marc Granell, 2020), además de la novela ‘Los buscadores de formas’ (2019).

Javier Gilabert: Leo sobre ti en una entrevista anterior: “Poeta por gusto, abogado por elección y profesor por vocación”. Esto me lo tienes que explicar…

Julen Carreño: No sé dónde ni cuándo dije eso pero, más que explicarlo, permíteme elevar una enmienda a mí mismo: poeta por necesidad, abogado por bendito error y educador por devoción. Creo que eso es lo más justo, si he de salvar los rótulos, a pesar de que el de poeta me viene todavía grande. En cualquier caso, es una buena combinación. Cierto es que he dado algunos rodeos laborales y que me ha tocado reinventarme unas cuantas veces pero, ¿a quién no, en los tiempos que corren? Con todo, si algo tuviera que definirme, no sería nada de eso. Muy vacío ha de estar un hombre para agotar su identidad en una profesión. En este sentido, me confieso un eudemonista incorregible y, sin lugar a dudas, si tuviera que presentarme, lo que más se llevaría de mí sería llamarme marido y padre. En mi familia está mi felicidad y el bien supremo al que aspiro. 

J.G.: Eres alicantino, criado en San Sebastián, te formas en Navarra, trabajas en Madrid como abogado, vives un tiempo en Oklahoma y echas raíces en Sevilla. ¿Puede decirse que has encontrado ya tu sitio? ¿Es la poesía una forma de ayudarte a tener los pies en el suelo?

Julen Carreño: No voy a negar que he caído de pie en Sevilla. Es una ciudad mágica e inspiradora, tengo familia aquí y soy feliz en mi trabajo. Pero he encontrado mi sitio en cada una de las ciudades que has citado y, honestamente, no creo en eso de un lugar para uno. Al menos, no para mí. Soy un tipo poco arraigado al territorio y remotamente folclórico… Mi apego es hacia las personas y se forja en la experiencia personal, no en ideales y banderas. 

Dicho esto, ¿quién puede asegurar dónde estará dentro de unos años? En mi caso, dependerá de mi familia, de mi mujer y de mis hijos. Yo ya no decido solo, ni mi bienestar es prioritario. Si hay que volver a hacer maletas, se hacen.

En cuanto al papel de la poesía en esta comedia, ya he dicho en alguna otra ocasión que es para mí una manera de cultivar la intimidad, de trabajar en mi relación conmigo mismo, de echarme a un lado y adquirir perspectiva. ¿Que si me ayuda a tener los pies en el suelo? Yo lo formularía de otra manera. Diría que me ayuda a servirme de lo cotidiano, a explorar el hábito, para volver sobre las grandes cuestiones y exprimirle la virtud. Nada nuevo bajo el sol, ni hados ni musas, ni altas pretensiones. Ya sugirió valientemente Juan Gallego Benot para este medio que la idea del genio está superada y la de la originalidad, sobrevalorada; lo suscribo.

«Muy vacío ha de estar un hombre para agotar su identidad en una profesión»

Fernando Jaén: En 2007 te alzas con el Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal, uno de los más prestigiosos y relevantes en el campo de la poesía joven en lengua española. ¿Qué supuso para ti comenzar publicando nada más y nada menos que en Hiperión, una de las editoriales punteras en el panorama poético? ¿Qué recuerdas de aquella experiencia?

Julen Carreño: Puedes imaginarlo. Desde que era un adolescente venía coleccionando los títulos de Hiperión y soñaba con ver algo mío entre aquellos libritos de colores. Cuando recibí la llamada del jurado del certamen, a principios del mes de julio, acababa de aterrizar en Stansted para incorporarme a un curso de verano de Derecho Penal en la London School of Economics. 

No me lo podía creer. A ratos quise devolver la llamada para asegurarme de que la había recibido, y de que había entendido el mensaje. Recuerdo el viaje en tren desde el aeropuerto hasta la capital, embelesado en la fotografía de la campiña, sin saber a quién comunicarle la noticia… ¿quién podría intuir, siquiera remotamente, lo que aquello significaba para mí? Creo que fue mi primer momento de recogimiento netamente gozoso, rebosante de gratitud.

Meses después, ya en Granada, cuando abrí la cajita que contenía mis ejemplares de cortesía, sentí que recibía la obra de otro. Fue un panorama surrealista.

F.J.: Con ‘De luz y sombras’ ganaste el 1º Premio de Poesía Avant Ciudad de Ceuta, y supone tu vuelta tras casi ocho años de silencio. Es un libro escrito en un tono intimista y reflexivo, muy maduro, con una treintena de poemas breves y sinceros escritos en la ciudad de Sevilla. ¿Cómo ha sido esta evolución poética desde tus trabajos anteriores, en principio algo más eruditos y cultivados? ¿Aporta algo el hecho de escribir en una ciudad concreta al carácter de tu poemario?

Julen Carreño: Fueron algunos alumnos de Bachillerato interesados en la poesía quienes, después de leer cosas mías, me transmitieron que tenía el deber de volver a la escritura. 

Fue un curso extraño. Después de ocho años sin escribir un solo verso, entre los meses de octubre y marzo cerré ‘De luz y sombras’, en el que mi poesía “se quedó con la túnica / de su inocencia antigua”, como diría JRJ. Y, ya en mi último trabajo, aun inédito, podemos decir que esa poesía por fin se quita la túnica y se muestra completamente desnuda. Es un proceso natural, supongo. En mi caso, al menos, no ha sido algo buscado. Ahora bien, creo firmemente en la influencia del medio en el tono y la forma de cualquier expresión artística. ¿Cómo no va a influir Sevilla en un hacedor de versos que aspira a poeta? No puedes cruzar dos pasos de cebra sin pasar frente al portal en el que ha vivido un gran escritor. En mi caso, a ello hay que añadir que la ciudad es para mí totalmente nueva, un hogar de acogida, hecho que potencia mi predisposición melancólica y reflexiva.

Pues bien, en toda esa desnudez que tiene ‘De luz’, pero también mi último trabajo, creo que reside justamente la erudición y el cultivarse, procesos de natural deconstrucción.

J.G.: Como comenta Fernando, hay un largo periodo de silencio, de casi una década, entre tus primeros poemarios y los más recientes. Montañismo en ese impase. Las circunstancias personales, la pérdida, y luego, ‘De luz y de sombras’. ¿Cuánto de pérdida o de ganancia hay en este libro? ¿Te sirvió subir para luego bajar, poner pie a tierra?

Julen Carreño: Después de ‘La inquietud de las estatuas’ y ‘Los prohombres relativos’, poemarios premiados y publicados en el margen de un año cuando no llegaba a los 24, sufrí un profundo desencanto literario. Por aquel entonces era vocal de juventud del Ateneo Navarro y, aunque todavía estaba estudiando en la universidad, dedicaba gran parte de mi tiempo a la gestión cultural. Ese mundo me despistó de mi obra y terminó por aburrirme. Después vino una penosa experiencia como abogado en Madrid, que combatí empleando como lenitivo mi gran afición al alpinismo y la escalada, y que superé felizmente con el salto a la educación.

Fueron años de aprendizaje laboral y vital, que culminaron con la experiencia de Oklahoma, ya casado, y con el regreso a Sevilla para tener a mi primer hijo, al tiempo que despedía a una tía a la que quiero -así, en presente- como a una madre.

De aquellas lluvias, estos lodos… ‘De luz y sombras’ es un regreso que, como bien apuntas, aúna pérdidas y ganancias muy íntimas. Por eso la dificultad literaria radicó, en gran medida, en procurar que el yo no tuviera una presencia excesiva.

«La prisa por publicar lleva a coger el bolígrafo antes que el marcapáginas»

J.G: Desde que te alzaras con el Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal con apenas 23 años, prácticamente vas a premio por poemario. ¿Has descubierto alguna fórmula secreta –si es así, compártela con nosotros, por favor; risas-? No, ya hablando en serio. ¿Premios sí o no, y por qué?

Julen Carreño: No hay fórmulas, al menos no las tengo. Algunos colegas me insisten en hacerme más reconocible, pues al parecer no siempre se me intuye en lo que se refiere a voz o estilo. Desconozco si eso puede ayudar, o no. Lo que sí es cierto es que estudio bien las bases de un premio antes de mandar nada, prestando especial atención, cuando se entrevé, a los jurados.

En relación con la segunda pregunta, debo contestar un rotundo premios sí, por las razones aducidas anteriormente y que pueden resumirse en que los certámenes, bien seleccionados, pueden ser un buen termómetro en los comienzos, y casi el único filtro para adentrarse en el mecenazgo meritocrático. ¿A quién le amarga un Adonais o un Hiperión? La aventura entraña, no obstante, dos riesgos: el de caer en la prisa por publicar, que lleva a coger el bolígrafo antes que el marcapáginas y se traduce en una huella casi siempre bochornosa de los comienzos; y el de dejarse arrastrar por modas literarias líquidas, lo que revierte en una frustrante despersonalización. Ya sabes, o actúas como piensas, o acabas pensando como actúas.

Con todo, aunque escribir sea para mí un ejercicio de intimidad, me considero literariamente gregario, y en este sentido me sobran egos y me faltan canales que en otra época han servido para establecer relaciones de verdadera amistad y colaboración. Las grandes revistas, los formatos en plaquette, las tertulias, los recitales… Existen, pero merecen una visibilidad a la altura de los premios. Al fin y al cabo -esto es solo una opinión sin autoridad-, la poesía se cocina en casa -o no-, pero ha de servirse a pie de calle. Lo contrario crea un sistema cerrado, autofágico y endogámico en el que unos cuantos “iluminados” nos vamos compartiendo masticaciones de torre a torre.

J.G.: Hablando de ese premio. ‘La inquietud de las estatuas’ es un libro complejísimo, un compendio de referencias intertextuales, culturales, cinematográficas, que utiliza un lenguaje elevado y, por contra, en tus últimos textos, como ‘De luz y sombras’ pasas a un registro muy distinto en el que prima lo sencillo y te desprendes de todo artificio que pueda despistar al posible lector del mensaje que pretendes transmitir. ¿Cómo explicas esta transición? ¿La belleza está en las cosas sencillas?

Julen Carreño: Mencionaba con anterioridad que uno de los riesgos de un comienzo temprano es darse a escribir sin haber leído. Pues bien, no fue mi caso, pero por rápido que comas, el estómago necesita su tiempo y sus procesos para digerir. 

En este sentido, en mis primeras dos obras hay inconformismo, un tono reivindicativo y la resonancia de muchas voces, pero les falta Tiempo. Por suerte, esta comedia está bien planteada y, como decía el poeta, ningún sentimiento dura eternamente; tampoco el egocentrismo juvenil. Y es sabido que, transiciones, las hay de dos tipos: naturales y coactivas. En mi caso, dejémoslo en que he vivido una sana maduración, algo agustiniana en ocasiones y todavía en ciernes. ‘De luz y sombras’ es la primera prueba de ello, pero ‘Vigilias’ y, más recientemente, ‘Consagración del duelo’, son la culminación de esa santificación de lo sencillo. Esa es mi aspiración.

J.G.: ¿Crees que has encontrado ya tu voz? Y por cierto, ¿qué tienen las estatuas (risas)?

Julen Carreño: Aborrezco eso de la voz propia, y eso que yo mismo he empleado el término en no pocas ocasiones. ¿En qué se parece el primer Juan Ramón al último? ¿Qué hay del Cernuda de ‘Perfil del aire’ en el Cernuda de ‘Desolación de la quimera’? 

No, no he encontrado mi voz porque mi voz está viva. Voy a dejarlo ahí, para no meterme en un charco.

En cuanto a las estatuas, ¡me fascinan! ¿Quién no ha jugado, incluso en la edad adulta, a buscarle un gesto diferente a esa estatua que ve a diario? Supongo que un freudiano diría que trato de hallar en ellas las lágrimas que de niño buscaba en las tallas de las Vírgenes y los Cristos del colegio.

«El criterio cronológico en la enseñanza de la literatura es fordista y antinatural»

J.G.: Tu pasión por la poesía tiene mucho que ver con la influencia de tus profesoras de Secundaria. Ahora que las tornas han cambiado y eres tú quien ocupa ese lugar, ¿tratas de hacer lo mismo con tus alumnos? ¿Pueden nuestros jóvenes aprender a disfrutar de la literatura en la escuela a pesar del sistema educativo vigente?

Julen Carreño: En segundo curso de Secundaria me sabía de memoria las ‘Rimas’ de Becquer y muchos poemas de ‘Diario de un poeta recién casado’. Fue como adentrarme en una realidad paralela, infinitamente más rica que la mía, como acceder a un mundo inteligible que, a su vez, evocaba para mí un mundo sensible paralelo, del que no tenía experiencia. Párate a pensar. Uno tiene 13 años, no ha salido de su ciudad más que para veranear y sus relaciones se agotan en la familia y los amigos de clase. Y de pronto llegan Becquer, Juan Ramón, Cernuda, Lorca… Eran mis Youtubers (risas).

Ahora, como profesor, me ando con mucho tiento. Si el primer contacto con el verso que facilito a un adolescente es en el Cantar de Mío Cid o a través de la poesía del Siglo de Oro, tal y como estipula el plan de estudios, ya lo he perdido.

Es esencial conocer a los clásicos y volver a ellos una y otra vez, pero el criterio cronológico en la enseñanza de la literatura es fordista y antinatural.

F.J.: Afirmaste que la poesía es una vía de escape de la inmediatez y rapidez del mundo en el que vivimos. ¿Cómo se consigue transmitir eso en la escuela y sobre todo ahora, que los jóvenes viven en la sociedad de lo inmediato? ¿Y qué opinas de esa poesía «rápida e inmediata» que copa -y triunfa en- internet?

Julen Carreño: Es tremendamente difícil inspirar reposo y perspectiva en nuestros alumnos. Están sometidos, sin ser conscientes, a un ritmo de vértigo y a menudo somos excesivamente duros con ellos, exigiéndoles un virtuosismo del que ni nosotros mismos somos capaces. Cuando yo estudiaba, la dificultad residía en encontrar fuentes suficientes para contrastar una determinada información; ahora, nuestros alumnos deben ser capaces de discriminar, en una cascada incesante, la gota que necesitan. ¿Qué puede hacer un buen maestro o tutor? Acompañar en cada una de las dimensiones de la persona a su alumno. Ofrecer a cada uno un ejemplo tan irresistible de vida lograda, que no le quede más remedio que modelarlo. Algo así como volver a la figura del mentor. Es ahí donde reside la verdadera autoridad.

En cuanto a esa poesía rápida, solo puedo decirte que no la consumo, que todo triunfo es prematuro y que la verdad es universal y eterna; poco saben de ella las modas. Mi opinión y consejo: paciencia y buena letra.

F.J.: Vivimos una época complicada, donde las relaciones sociales tienden a convertirse en cibernéticas. En las redes sociales es ahora más fácil contactar con un autor e interactuar con él, en algunos casos, de primera mano. ¿Te agrada ese contacto directo con tus lectores? ¿Hasta qué punto las redes son una herramienta o un lastre para el poeta?

Julen Carreño: Me agrada la posibilidad de la inmediatez; no solo con el lector, sino también con otros escritores. Sin embargo, aun consciente de que concedo esta entrevista a un medio digital, debo confesar que no estoy acostumbrado a dedicarle tiempo y energía a las redes. Tengo cuentas en Facebook e Instagram, pero invertir en acumular “me gusta” y seguidores en forma de número no está entre mis inquietudes. Me supera y aburre a partes iguales.

«Una presentación telemática es antipoética»

F.J.: Has presentado tu último libro en una feria del libro telemática. ¿Crees que el formato digital de algunas presentaciones y otros eventos similares constituyen una buena forma de comunicar tu obra? ¿Ha llegado esta modalidad para quedarse, qué ventajas le ves a este formato?

Julen Carreño: Presentamos así ‘De luz y sombras’ porque no había otra manera de hacerlo. También iba a recoger en Lekunberri el Ángel Urrutia y a presentar ‘El toldo azul’ en abril, y lo hemos dejado para la primavera de 2021. Las circunstancias excepcionales han de contemplarse desde la perspectiva de la posición más vulnerable en la relación; en este sentido, en ambos casos me amoldé a lo que los editores me transmitieron que necesitaban. Yo soy solo un privilegiado a quien le han regalado la posibilidad de vivir una experiencia grandiosa, ¿qué más puedo pedir?

Ahora bien, personalmente, puedo decirte que una presentación telemática es antipoética, pero que, en cambio, permite un número infinitamente mayor de asistentes, además de visualizaciones en diferido. Tiene sus pros y sus contras, pero me atrevo a aventurar que solo se quedará cuando sea estrictamente necesario, por razones de fuerza mayor.

J.G.: Por cierto que ese silencio del que hablamos anteriormente, a la luz de tus últimos y numerosos éxitos, ha debido de ser más externo que interno. Lo has aprovechado bien y de pronto reapareces con varios poemarios a la vez, ganando premios, resultando finalista en otros –a la espera de resolución- y como guinda del pastel, has recibido la llamada que todo poeta espera: la de una editorial de las más punteras en poesía. ¿Qué puedes adelantarnos sobre esto?

Julen Carreño: Los certámenes son quinielas y para ganar uno, se deja de ganar en otros dos, por no hablar de que no los gana necesariamente el mejor trabajo. Seré franco: yo concurso por necesidad, porque no tengo un sello editorial de garantía que se haga cargo de mis trabajos de manera estable. Si tuviera la opción de cerrar un poemario y simplemente enviárselo a un editor que apostara por él, seguramente dejaría de participar en certámenes, salvo en aquellos casos en los que haya un jurado interesante detrás, con el que poder tomarle las medidas a mi obra.

En cuanto a esa llamada de una editorial puntera, por fin puedo contaros que me ha ilusionado sobremanera la puerta que hace pocas fechas me ha abierto un sello editorial de la categoría de La Isla de Siltolá, al comunicarme que están interesados en publicar mi próximo proyecto, ‘Consagración del duelo’, ya en proceso de maquetación y cuya publicación está prevista para el primer trimestre de 2021 en la colección Siltolá Poesía. He de confesar que soy un enamorado de la editorial en cuestión; mis estantes están llenos de sus títulos. De hecho, para ser honestos, no fue La Isla quien acudió a mí. Hace unos meses, les hice llegar un original que, al parecer, les convenció y han apostado por él. Así que este será mi primer poemario no galardonado que ve la luz; paradójicamente, el más logrado de todos, en mi opinión.

J.G.: Llegamos, como en cada entre2vista, al “momento Carta Blanca”. Te toca cerrar ésta como te plazca.

Vamos a darle un toque lúdico a esta vía libre. A modo de recomendación, rescato a continuación dos versos de cuatro poetas a quienes he leído a fondo este verano; concederé únicamente las iniciales del nombre y primer apellido de cada autor, así como una pista al lector que se sienta invitado a descubrirlos.

Lo que mata de la sed no es el sentirla,
lo que mata, amor, es no sentir la sed.

(A.B)

Pista: el título del poemario que recoge estos versos, publicado por Renacimiento, está escondido en ambos versos.

qué chico es lo importante, qué vacía,
se queda la verdad si no se abraza.

(A.P.)

Pista: fue accésit del Premio Adonais con el poemario que recoge estos versos.

¿Acaso bastará escuchar tu silencio
para dejar de oírte en todo lo que vibra?

(Ch.M.)

Pista: la autora de estos versos jugó a matar a Platón en otro de sus libros, también en Tusquets.

De vuelta hacia la cama, lo confieso,
alguna vez fui lágrima.

(J.G)

Pista: tiene bien nutridos sus estantes.

POEMAS DE JULEN CARREÑO

Introducción, de Vigilias, Premio Marc Granell, 2020.

En la hoja de la morera
que alimenta al gusano
yace oculta
la arquitectura del vuelo.

De De luz y sombras, Premio Avant Ciudad de Ceuta, 2019.

Lo más fascinante de la luz 
es que trabaja a oscuras
como ese don preclaro de evocar los sueños 
que asalta siempre a los arrepentidos.

La luz, que es muro, es aceite, es aliento 
y es caricia que se biloca en sombras, 
osada, ronca, temeraria, ciega,
y es una herida abierta en la materia 
que en silencio se apura y se camufla.

La luz es misionera de los ojos 
que se asoman al dorso de la vida
y es linde porque es ella y su contrario, 
un mapa de montaña entre las sábanas. 
La luz desgaja el aire en infinitos,
es órgano que pare y que condena,
es juez del mundo, espejo de la muerte 
que viaja a oscuras presa de sí misma. 

La luz es un tormento de vigilias,
epidermis de un Dios que se desarma 
memorizando huellas y emboscadas.

Aguardas con paciencia de redera 
a que el amanecer traiga respuestas: 
un color nuevo, un grajo que levita, un 
amor tal vez en forma de elegía.
Pero es compacta la noche 
y joven… Las estatuas 
y su cemento imantado de ausencias 
son un velo fraguado en fuegos ralos
que traza inercias contra la demencia.

Aguardas la luz como aguarda un padre 
la buena nueva en la unidad de partos 
mientras la noche teje un mundo líquido 
que se derrama en llantos y abordajes.

Ahora sabes que en el ángulo mudo 
de la espera yace, velando armas
un muerto que respira todavía.

Canto IX, de Los prohombres relativos, Premio Ángel Urrutia, 2008.

Sólo un agujero dentro de uno más grande
y la panza del espacio sin estrellas
B. Collins

El semáforo canta para un ciego 
en ámbar 
y en el parque niños viejos 
caminan a tres patas, 
tarde 
bajo el cielo equivocado
(dos púberes fuman a escondidas)

En un banco 
las manos de un poeta 
clandestino encumbran 
el Parnaso azul de un pecho 
y en las lentes del metro 
asoma el retrato de un yorkshire
-al pie, en negrita, un llano 
“PERRO EXTRAVIADO”-

Y en el caos de un reparto 
incalculable ni rastro 
de una esposa que desteja sus telares.
Sólo tú
y el resto de figurantes.

XLVI, de La inquietud de las estatuas, Premio de poesía joven “Antonio Carvajal”, 2007.

LA PEQUEÑA MUERTE lo llamaban
los románticos ágrafas normandos
en un obtuso ejercicio literario
                                                  y la expresión

ha llegado a nuestros días…

Me pregunto
cuántos francoparlantes
habrán resucitado desde entonces.

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