15M

Sobran los motivos para tomar las plazas

Sobran los motivos para tomar las plazas

Estos días, a través de las redes sociales, el 15M nos proponía que dijésemos nuestro motivo para tomar las plazas, y las calles, el 12 de mayo. Creo que a muchos nos pasó como a mí… son tantos que, ¿por dónde empiezo? ¿Los salarios e indemnizaciones de catastróficos banqueros? ¿La connivencia de la casta política? ¿El expolio de la educación y la sanidad pública? ¿La estafa-trampa del euro? No sé qué andadura le queda por recorrer a la Spanish Revolution como movimiento social, pero sé que no les faltará una legión de millones de indignados de todas las edades.

Estoy indignada porque durante los años previos a la caída, en medio de aquella burbuja (de la que, concedo, la clase trabajadora también se benefició, si bien mucho menos que los banqueros), durante aquellos años en que ya se podía intuir el desastre —aunque era difícil imaginar cómo de dura sería la caída—, nuestros políticos, en lugar de buscar soluciones a los problemas de nuestra economía, se dedicaron a llenar los periódicos de titulares sobre las más absurdas peleas partidarias. “Crispación”, que le decían los tertulianos de pancarta que evidenciaban hasta qué punto, en estas sociedades democráticas nuestras, la prensa se olvidó hace mucho tiempo de su función de contrapoder, porque pasó a formar parte del poder sin contra. Sin contrapesos ni cautelas surfeamos la ola del boom inmobiliario; y sin soberanía, bajo la égida alemana tan ajena a nuestros intereses, dejamos que se desmorone nuestra economía por lo mismo por lo que otros países no pasaron de tambalearse.

Empezando por Estados Unidos, que tenía un problema calcado al de España: el estallido de la burbuja del ladrillo, que dejó un sistema financiero preñado de activos tóxicos, esto es, de agujeros de solvencia provocados por el impago de las hipotecas basuras —ante la connivencia de los bancos centrales y la casta política—. Claro que la economía estadounidense es mucho mayor que la española, pero también lo eran sus agujeros negros; la diferencia es que aplicaron políticas keynesianas de gasto público, y poco a poco van saliendo del atolladero. Otras economías optaron por caminos diferentes, y no les fue tan mal: siempre nos olvidamos de Islandia.

Pero España estaba en el euro; así que no mandaba Madrid, mandaba Bruselas. Y como Bruselas es un ente políticamente vacío —aunque con nuestros impuestos financiamos a miles de diputados y funcionarios—, en la práctica mandaba Berlín. Así que desde que estalló la burbuja hace casi cuatro años, no hacemos lo que le interesa a España, sino lo que le interesa a Alemania (o mejor, a su clase gobernante… y sus banqueros). Y así nos va a todo el sur de Europa. Y peor que nos va a ir si no lo cambiamos los pueblos del sur de Europa.

Parece un mal chiste que el presidente de Bankia sea Rodrigo Rato, exministro de Economía del Partido Popular y exdirector del Fondo Monetario Internacional, cuya insigne entidad abandonó en medio del viaje para buscar en España caminos más rentables. Que deje al segundo mayor banco de España en la ruina y que, en lugar de ser investigado por la justicia, lo indemnicen con 1,2 millones de euros es ya una broma macabra. Suficiente por sí solo para tomar las calles. No sabemos de qué servirá gritarlo en las plazas, pero ya nos cansamos de decirlo en las tertulias de café: ¿por qué nadie paga responsabilidades?

Quiero saber cuánto han cobrado y cuánto van a cobrar los dirigentes de Bankia y de todas las entidades que de un modo u otro se han beneficiado de ayudas públicas. Quiero saber por qué Rato se va de rositas. Quiero saber cuántos expresidentes y altos cargos se sientan en consejos de administración de empresas, cuánto cobran y en qué conocimientos técnicos se basó su nombramiento. Quiero saber cuáles son las claves de ese elevador automático que va del poder ejecutivo al económico.

Oportunísimo estos días de bailes de deuda y quiebras bancarias ver la serie de documentales de Zeitgeist que desde 2007 circula en la red, y sobre todo el segundo de ellos, Addendum, que se centra en el sistema monetario. Aquí, Peter Joseph explica que el problema no es una corporación o un Estado; el problema es el sistema en su conjunto, porque el problema es el dinero, que ha dejado de tener un valor real, y ha pasado a ser un invento de los poderosos, maquillado por mil tecnicismos y falsas complicaciones, para mantener su dominación a través, fundamentalmente, de la deuda, con la que se roba la libertad de personas y naciones. Lo dijo John Adams en el siglo XIX: “Hay dos maneras de esclavizar a una nación: una es la espada. La otra, la deuda”.

Para poner en evidencia a los bancos, Zeitgeist Addendum coloca un interesante caso judicial que se dio en los años 60 en Estados Unidos: un juez decidió que el querellante no tenía que pagar su deuda con el banco porque, cuando se firmó el contrato, la entidad simplemente no tenía el dinero con el que pretendía respaldar esa hipoteca. Muy interesante ese concepto de consideración: para que sea legal un contrato, en el momento de su firma deben tener en su poder lo que se va a intercambiar, tiene que haber una consideración tras el pagaré. Porque, como dice el juez en su fallo, “sólo Dios puede crear algo valioso de la nada”.

Los dueños del dinero se han creído dioses. Y ha llegado el momento de pararles los pies. Yo confieso que no sé muy bien cómo hacerlo, más allá de haber convertido el periodismo en militancia —y sé, gracias a las redes sociales, que somos muchos, también, los periodistas indignados—. Pero creo que en el 15M hay gente llena de ideas. Como Bibiana Medialdea, que en un lúcido artículo publicado en la revista Números Rojos desgrana los detalles de la deuda pública española para concluir que es necesaria una auditoría, porque sencillamente nos están estafando.

Otro documental oportunísimo, Deudocracia, nos recuerda también qué es eso de deuda odiosa y cuáles son los precedentes de países que se han negado a pagar su deuda pública por considerar que es ilegítima —inspirador el caso de Ecuador—. Hablando en plata: ilegítimo es que nos llenen el país de aeropuertos sin aviones, túneles faraónicos y óperas en medio del mar para que, poco después, nos digan que como no hay dinero en las comunidades autónomas, nos recortan en sanidad y educación pública hasta dejarla morir. ¿Sólo porque votamos mal, sumidos en la ignorancia política que garantizan unos medios de comunicación vendidos al capital —o, mejor, que forman parte de éste— debemos asumir que debe ser así? Sabemos que no, así que toca dar la batalla. Como leí en una pancarta en Neptuno: “Si luchamos, podemos perder. Si no luchamos, estamos perdidos”.

Nazaret Castro
1 Comentario

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.