Mágico González: Quiromántico
“El fútbol es el juego más difícil del mundo, porque se hace con los pies obedeciendo a la cabeza…y miren la distancia que hay…” Ángel Labruna
1.
Permítanme comenzar esta semblanza evocando la población francesa de St Jean Cap Ferrat. Allí, en plena costa azul, entre Niza y Mónaco, el Rey Leopoldo II de Bélgica (a quien recordarán como jefe supremo, fundador, explotador del Estado Libre del Congo, y responsable de la muerte de millones de congoleños) se hizo construir una finca regia tan enrevesada que hasta sus amantes y su confesor privado vivían en una mansión en los jardines, donde también excavó un lago artificial bastante ad hoc. La idea era que el rey pudiera gozarlo y pecarlo todo lo que le viniera en gana porque el sacerdote estaba a su disposición no solo para darle la absolución en su lecho de muerte sino el perdón constante y practicamente instantáneo tras cada desliz diurno o nocturno. Para Jorge Alberto González Barillas, conocido como Mágico González (San Salvador, El Salvador, 1958) , que jugó ocho temporadas y media en el Cádiz C.F., su finca particular comprendía todo el perímetro de la -según Lord Byron- «Sirena del Oceáno», donde se le consintió, aplaudió y aclamó en sucesivas ruedas de reconocimiento en las que era acusado, señalado, perdonado, redimido y regresado a los altares, siempre por ese orden y siempre con el viento de Levante como ruido de fondo de sus correrías desde Sancti Petri al más allá.
La primera vez que le vimos jugar fue el 15 de junio de 1982, en el Estadio Martínez Valero de Elche durante el Mundial de Naranjito y tras un viaje interminable. De su clamorosa derrota frente a Hungria 10-1 se recuerda, paradójicamente, su jugada-antesala del único gol de «La Selecta». Aquello le bastó para quedarse en España. Su debut con el Cádiz se produjo en un amistoso ante el Trebujena Club de Fútbol aquel mismo verano, y desde entonces la historia del paso de González por la cancha está plagada de innumerables anécdotas relatadas por compañeros, aficionados, directivos, técnicos y periodistas.
Se dice que nunca fue dos días seguidos a los entrenamientos, que el entrenador (léase casi siempre al mítico David Vidal), o el presidente del club (léase siempre al también mítico Ramón Irigoyen) iban a buscarle a los bares y que Mágico se escondía detrás de unas cortinas, en la cabina del DJ, debajo del mostrador o, con la complicidad de los empleados, salía pies en polvorosa por la puerta de atrás. Se cuenta que todas las mañanas, un empleado del Cádiz lo buscaba para despertarlo y obligarlo a ir a entrenarse después de sus continuas juergas nocturnas. Que convenció a sus compañeros de que al abandonar el fútbol sería conductor de autobuses en San Salvador. Se habla de sus frustrados fichajes por El PSG (cuyos dirigentes lo esperaban en el hotel para la firma del contrato y los fotógrafos para presentarlo en plantilla; no se presentó; se quedó dormido en la casa), que jugó mal a propósito ante unos ojeadores del Atalanta porque no quería marcharse. Que tras su retiro trabajó como taxista en sus ratos libres. Que en un partido frente al Atlético de Madrid se quedó dormido en un córner sobre el hombro de un defensa contrario. Que en otro el entrenador notó que le faltaban jugadores y encontraron a Mágico roncando tendido en la camilla de los vestuarios tras un masaje. Que llegó a jugar borracho en un Trofeo Carranza. Se recuerda que ganó una apuesta de un Yate a “Superpaco”, el portero del Cadiz cuando repitió dos veces un lanzamiento de falta perfecto con sendas barreras de siete hombres. Que en una ocasión, y ante la imposibilidad de despertarlo, le llevaron un grupo de flamenco a la habitación. Que tenía problemas para ubicarse en la cancha. Se ha escrito que en 1984 hizo una gira con el Barcelona por Estados Unidos junto a Diego Armando Maradona, y cuando en el hotel de California donde se hospedaba el equipo sonó la alarma de incendios y todo el mundo evacuó el edificio, llegaron los bomberos y el único que permanecía en su habitación era González, que estaba con una (o dos, según las versiones) señorita. Han corrido ríos de tinta y de saliva sobre su amistad con el Camarón, aquel primer contrato firmado en una servilleta, intermnables juergas flamencas con los labios puntados y subido a unos tacones. Se afirma que dispone de un sueldo vitalicio del Gobierno salvadoreño.

Mágico González por Pablo Juliá
2.
En un mundo en el que se llama arte a casi todo (desde un buen par de zapatos hasta un soneto de Shakespeare, pasando por un risotto o el diseño de un flyer) resulta aún más complicado hablar de magia. El futbol es darle patadas a un balón en pantalones cortos tanto como escribir poemas consiste en juntar palabras más o menos tristes o bonitas que rimen, cocinar mezclar viandas y condimentos para saciar el hambre, o amar el resultado de la química adecuada en el momento justo. También es uno de los deportes más impredecibles que existen. Conducir o golpear una pelota con los pies (o la cabeza) no es un movimiento natural. Las extremidades inferiores están acostumbradas a caminar, correr o sostenerte, no a obrar con precisión o fantasía. La técnica y las mecánicas deben aprenderse a edades muy tempranas, por no hablar del don natural. Mientras que –pongamos por ejemplo al baloncesto, actividad en la que las manos ejercen tu tiranía- existen atletas como Pat Ewing o Olajuwon que comenzaron a jugar a los 15 años y luego se convirtieron en coordinados héroes de la canasta, no existe un equivalente semejante en el balompié. Aún así, el futbolista ha de comprender que este juego nace del cerebro y no de los pies. Es entonces y solo entonces cuando juega con el balón y no este con él; pero con esto no basta, ya que el éxito depende más de actos grupales que individuales, realizar acciones sencillas dentro de formas estructurales sincronizadas y complejas, por lo que desarrollar la inteligencia colectiva es una necesidad intrínseca en la propia naturaleza de ese ejercicio; lograr esto es tarea dura. ¿Puede decirse entonces que el fútbol es el deporte más complejo del mundo? Puede decirse, y se ha dicho. Y dentro de dicha complejidad añadan el factor «Magia», el secreto de Mágico: pasar de ser el más lento al más rápido en cuestión de segundos, un cambio de ritmo adornado de una depurada técnica sazonada con picaresca, malabarismo, argucias y prestidigitación.
3.
Si bien algunas de las anécdotas solo pueden ser inventadas y que el pueblo llano es bastante agudo a la hora de vincularse al ídolo mediante historias de laxa veracidad, siempre nos quedan sus frases, lo más cercano que podemos estar no de la verdad, sino de ese proyecto hombre permanente que fue su verdad más allá de un infinito repertorio de filigranas y su colección de cinturas quebradas. Con juguetona cadencia dejó claros sus pensamientos sobre su idiosincrasia (“Siempre fui un poco así como Let it be: desordenado, alocado dentro de la cancha, correlón… Mi obsesión siempre fue pasarlo bien. La noche hay que respetarla, es un asunto serio. Hay que saber andar en la noche. Es un arte”… “Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. La noche me alucina. Además, se lo recomiendo a todo el mundo, aunque también hay que hacer cosas durante el día”), la paternidad (“Yo como padre no sirvo. Cuando mejor quiero hacerlo, peor me sale”… “Tengo diez hijos… No sé por qué, pero Dios te pone los hijos”) su infancia (“Cuando era niño me acuerdo de aquel uniforme azul brilloso de raso de la Selecta, y con los destellos del alumbrado eléctrico brillaban. Los jugadores eran mágicos… Quedaba pasmado viéndolos… Me gustaba ponerme las medias de mis hermanos que me llegaban hasta la cadera”), su personalidad (“Siempre me he considerado inmaduro emocionalmente, dado que no pienso ni actúo como corresponde a mi edad. A los 24 pensaba como un chico de 18… Ahora que tengo 31 ya pienso como uno de 25, o sea que voy madurando… Ni los entrenadores ni los directivos ni mis compañeros ni los aficionados. La persona que me ha tenido más paciencia en toda la vida he sido yo mismo”), Cádiz (“El gaditano es como el napolitano, son muy rápidos de mente, muy creativos, muy aduladores…”), sus aficiones (“Me gusta ver el fútbol sin audio, lo complemento con música. Es mi forma de disfrutarlo. No es que no respete a los comentaristas”… «Soy un telemaníaco y no sólo a la hora de ver fútbol. Me gustan los documentales históricos, cosas constructivas y de entretenimiento. De la música, me quedo con la disco. Además, Roberto Carlos, Jethro Tull y The Police”), el futuro (“Me gustaría reencarnarme en mí mismo, pero con más sentido de la responsabilidad”) su ética de trabajo («A un partido, no; pero a entrenamientos sí que me he presentado sin haberme acostado”…“Yo he respetado mucho al fútbol, al que no he respetado es a mí mismo”). Todo ello rematado con la que considero su frase más memorable y auto-referencial:
-“Los genios no se consideran genios. ¿Me entendés?”

Mágico González por Juan Carlos Esteban
4.
Mi anécdota personal con Mágico González se ciñe a un encuentro nocturno el 22 o el 23 de junio de 1989 (dos días antes de que el Cádiz salvase el cuello gracias a un 0-1 en Murcia en el que Mágico solo jugó 5 minutos). En la barra de un bar de la urbanización portuense de Valdelagrana que yo frecuentaba (porque ponían, muy de vez en cuando canciones de Depeche Mode y The Cure, los cubatas eran baratos y las chicas tenían nombres compuestos) estaba el Mago con un compañero de equipo, un amigo grande como un armario empotrado y tres mujeres jóvenes del brazo, hablando de algo en voz bastante alta. de vez en cuando iban al baño por parejas (mixtas o no) a lo que en lenguaje ochentero se llamaba «empolvarse la nariz». Carteras que iban de mano en mano, el clásico nerviosismo nasal, la pasión con la que hablaban sobre cosas, sobre todo, sobre nada. Yo intenté ponerle subtítulos a dicha conversación, pero cuando al llegar el estribillo de alguna canción que me gustaba mucho me di cuenta de que el DJ estaba pinchando un horrendo remix, me atreví a dirigirle la palabra al salvadoreño. Yo tenía -¿hay que mencionarlo?- cara de pardillo, unos vaqueros rotos y la absurda idea de que una parte de cada famoso te pertenece.
-Mágico, siempre dando ejemplo, en Cádiz o en el Puerto.
-Lo que sea con tal de distraernos un poquito – respondió sin darse la vuelta, pero agachando un poco la cabeza, en semi-reverencia-… de la cuna a la sepultura.
Luego el amigo más hercúleo del mago me miró de manera burlona y se fueron a la terraza con doce copas (una en cada mano de los seis noctámbulos), para seguir dándole rienda suelta a las risas, confidencias, manos en las rodillas de las chicas, brindis y largas caladas con el humo perdiéndose en la oscuridad de la noche. Poco más de una semana después Jorge Alberto González Barillas fue denunciado por una gaditana en un juzgado de la localidad por abusos deshonestos. Mágico, refiriéndose a su encuentro amoroso con la chica afirmaba: «Lo que ha sucedido es normal entre amigos después de estar en una discoteca, tomarse unas copas y regresar a casa. Lo que ocurrió es que se llegó a un punto en que ella se puso nerviosa y se marchó. No pasó nada más«. El jugador, que sostiene que «todo fue un asunto de nervios, propio de mujeres«, sí reconoció que hubo cierta resistencia por parte de la joven, pero no violencia: «Se sintió mal, llamó a su amiga, y cuando salimos a buscarlas ya no las encontramos«, añadió Mágico.
La mujer se llamaba María del Carmen Coca. Y esto, PRECISAMENTE ESTO, no me lo estoy inventando.
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