La verdiblanca de Carlos Cano
“Jamás te afilies, pensarán por ti. Jamás te sindicalices, te venderán”
Así acababa Emilio Fernández Adarve -el abuelo de Carlos Cano– la carta que le dejaron escribir a modo de despedida horas antes de ser fusilado el 15 de octubre de 1936 frente a la tapia del cementerio de San José, en Granada. Hasta entonces fue uno de los que trató de impedir que la fábrica de pólvora y explosivos de El Fargue cayera en manos equivocadas. No lo consiguieron. Sólo en El Fargue, Víznar y Alfacar fueron asesinadas más de 5.000 personas.
Cuando entregaron la carta a su viuda, lo hicieron con la orden de abandonar el barrio en 24 horas. Pepa, mujer valiente, recorrió a pie con sus cinco hijos los cuatro kilómetros que separan la alquería del Fargue de los pies de las Torres Bermejas de Garnata al Yahud, el barrio del Mauror, lo que hoy día es el Realejo. Ahí, a principios de 1946, nacía Carlos Cano, un muchacho que quedaría marcado para con su desarrollo personal y artístico, por esta y otras historias que conforman una memoria familiar que transcurre en paralelo a la historia andaluza contemporánea.

Carlos Cano en 1966. Foto familiar.
Tras fundar el Manifiesto Canción del Sur junto a Juan de Loxa y Antonio Mata, Carlos Cano publica A duras penas (GONG/Movieplay, 1976), su primer disco donde se pueden distinguir sus dos primeras etapas; la primera, asociada al Manifiesto y su búsqueda de respuestas a los problemas de Andalucía, y la segunda, formada por las canciones que compuso tras darse cuenta hasta qué punto somos utilizados y manipulados los andaluces… El momento en el que como cantautor asimila su propia experiencia vital personal, como migrante y como andaluz, y es consciente de la miseria, la explotación económica y cultural en Andalucía, que era y es, una colonia en casi todos los aspectos.
De la evolución de ese camino de lo introspectivo (“vive en un mundo encerrado del que se alimenta” escribía en La Miseria, su primera canción) hacía la reivindicación de lo popular e identitario, conoce a la familia de Blas Infante y lee una obra que le marca profundamente; el Ideal Andaluz y comienza a tomar conciencia de la Andalucía que se constituyó en aquella Asamblea de Ronda de 1918. “Andaluces: Ha llegado la hora de que Andalucía, la Región que siempre fue más civilizada de España y, en ocasiones, la nación más civilizada del mundo, despierte y se levante para salvarse a sí misma y salvar a España de la vergonzosa decadencia a la que han sido arrastradas durante varios siglos. (…) La dignidad de los andaluces exige la creación en Andalucía de un pueblo consciente y capacitado…”
A principios de los años 70 el granadino escribe un poema titulado Las Amapolas:
De abajo vengo
lo mío buscando
la flor del trigo
la flor de mayo
Roja, verde
blanca y verde
Dicen que huele
a pueblo unío
que ya florece
entre los olivos
Roja…
Que alegres cantan
las golondrinas
tierra sin amo
tierra de espiga
Roja…
Como relucen
las amapola
de Andalucía
trabajadora
Roja…
Amo mi tierra
lucho por ella
su libertad
es mi bandera
roja, verde
blanca y verde
Tras un trabajo de corrección, el que le llevó a descubrir el universalismo andalucista plasmado en el ideal de Blas Infante como alternativa al internacionalismo, que aun luchando contra las desigualdades de clase no solucionaba -ni soluciona- el problema que actualmente plantea la Globalización: la aniquilación de culturas. Carlos Cano cambió partes esenciales del poema para completar -aún le haría cambios- en 1974 La verdiblanca, una canción que serviría de himno andaluz hasta la popularización del Himno de Andalucía.
La letra conocida por todos quedó así:
‘De Ronda vengo
lo mío buscando
la flor del pueblo
la flor de mayo
Verde, blanca y verde.
Ay que bonica
verla en el aire
quitando penas
quitando hambre
Verde, blanca y verde.
Que alegres cantan
las golondrinas
tierra sin amos
tierra de espigas
Verde, blanca y verde.
Como relucen
las amapolas
de Andalucía
trabajadora
Verde, blanca y verde.
Amo mi tierra
lucho por ella
mi esperanza
es su bandera
Verde, blanca y verde’.
La verdiblanca se estrenó en el Teatro Lope de Vega de Sevilla el 20 de diciembre de 1975, en un concierto organizado por La Voz del Guadalquivir, donde Carlos Cano, junto al cantautor sevillano Benito Moreno (España huele a pueblo), hermano de Máximo, el creador de míticas portadas de Triana o Lole y Manuel, protagonizó una jornada histórica.
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