J.M. Sánchez
El otro día leí un artículo que me sumió en una reflexión profunda. Hablaba sobre héroes anónimos que nos cruzamos todos los días y de los que no tenemos ni idea que existen, gentes que salvan vidas, gentes cuyo desvelo es el prójimo, gentes como cualquiera de nosotros. Mi reflexión me llevó a concluir en que además de héroes, también hay muchos artistas desconocidos, personas que tras sus deberes diarios para con su trabajo o su familia, desarrollan una actividad artística oculta a la mayoría y que rara vez, prácticamente nunca, sale a la luz pública.
Mi discurrir me llevó más allá y pensé en artistas anónimos que yo podía conocer y todo me llevó hasta uno muy especial. Manuel Prieto Villegas, para casi todo el mundo no era más que un joven afable, un magnifico informático, fiel cumplidor con su trabajo y su familia, a partir de ahí un desconocido para todo el mundo, sin embargo para unos pocos, uno de los fotógrafos más sorprendentes que jamás conocimos y a buen seguro conoceremos.
Manuel era capaz de hacer la foto de una simple pasarela y convertirla en una reflexión profunda sobre los caminos de la vida. Mirar una tormenta sobre la ciudad y reflejar con su cámara la nube toxica de un volcán en erupción. Sus trabajos transmitían alegría, tristeza, esperanza y cualquier otra sensación que quisiera hacerte sentir. Los genios hacen con los que los observamos, lo que desean en cada momento, Manuel sentía en cada foto y ponía la vida cada vez que apretaba el botón de acción. El reflejo de un mundo, capturado en un solo instante. Luego dicen que los magos no existen.
La lacra de este siglo, el cáncer, hizo que Manuel dejará de atrapar este mundo que nos ha tocado vivir en sus instantáneas para poder entregárnoslo más limpio y puro de lo que realmente es. Pocos pudimos reconocerle su arte, su genio y su innovación.
Si conoce a algún artista anónimo, hágame caso y dígaselo, reconozca su mérito y goce con él, la vida es demasiado áspera y complicada para que nosotros mismos nos pongamos orejeras de caballo y sólo miremos en una dirección. Si su caso es como el que vino a mi mente, y ya no es posible el reconocimiento, piense en una máxima que siempre he intentado llevar a cabo…. “No se muere, mientras alguien se acuerde de ti”….
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