Beatriz Becerra: «Allí donde el Estado se ausenta no hay libertad»
Beatriz Becerra, eurodiputada independiente del grupo liberal ALDE y vicepresidenta de la subcomisión de los DDHH del Parlamento Europeo, publicó, en el otoño de 2018, el ensayo ‘Eres liberal y no lo sabes’ (Deusto), donde recoge una defensa apasionada y rigurosa del liberalismo contemporáneo –inclusivo, moderno y europeo-, al tiempo que acoge los testimonios de destacados liberales europeos como Violeta Bulc, Guy Verhofstadt y Nick Clegg.
Becerra, que anunció hace unos días su despedida como europarlamentaria, ofrece al lector un decálogo liberal basado en los pilares de este movimiento político, apartados que analiza desde una perspectiva abierta y centrista: la defensa de la libertad y los derechos civiles, y la igualdad de oportunidades.
En diversos fragmentos de Eres liberal y no lo sabes aludes al principal peligro al que se debe enfrentar la democracia contemporánea: los populismos –en sus distintas versiones- y nacionalismos. ¿Qué factores han posibilitado este nuevo amanecer de ambos ismos?
Para empezar, siempre estuvieron ahí. No olvidemos que el Frente Nacional francés irrumpe en los años 80, y tampoco surge de la nada. El nacionalismo y el populismo están presentes porque apelan a instintos permanentes de los seres humanos. Si ahora tienen más éxito puede deberse en parte a la crisis económica de 2008, a un cierto agotamiento de las instituciones y a una cuestión puramente cíclica. Por supuesto, también hay factores externos: potencias como Rusia, países como Irán o Venezuela han patrocinado partidos y movimientos nacionalistas y populistas en Europa. Las redes sociales también han contribuido a difundir desinformación favorable a sus intereses.
Uno de los objetivos principales de la democracia liberal es posibilitar la convivencia, es decir, tal como señalas «crear un marco de seguridad jurídica, un mecanismo de frenos y controles que protege al individuo de otros individuos o de los abusos del poder, a las minorías de las mayorías». Este destacado guarda relación directa con la igualdad y la libertad, pilares del liberalismo. Dado el discurso del odio de algunos partidos políticos y de líderes políticos concretos, así como del ruido confuso en el actual ecosistema político, ¿qué medidas se pueden poner en marcha para garantizar una convivencia simétrica entre ciudadanos?
Creo que no se trata tanto de medidas como de discursos. Nos gusta pensar que si hacemos tal ley o tal otra vamos a solucionar los problemas, pero muchas veces los agravamos. Por ejemplo, debemos respetar la libertad de expresión y proteger el pluralismo político, de modo que cuidado con la tentación de prohibir o censurar, porque entonces estaremos nosotros dañando lo que se supone que queremos defender. En cambio, sí creo que hay que dar la batalla dialéctica, recuperar discursos abandonados, huir de políticas identitarias y centrarnos en lo común. Tenemos que dirigirnos a toda la ciudadanía, tenemos que articular discursos realistas y a la vez emocionantes. Se puede y se debe hacer.
¿Cómo es posible que líderes políticos reaccionarios europeos –y nacionales- de poca credibilidad e intensidad intelectual hayan secuestrado el concepto de libertad?
Porque se lo hemos permitido, aunque ellos han sido hábiles. Hablan de libertad, pero nunca de libertad individual. Se ve muy bien en el brexit: «recuperemos el control», era el lema. Se suponía que la UE limitaba la libertad de Reino Unido. Ahora vemos que ni recuperan el control ni los británicos, considerados uno por uno, serán más libres tras el brexit, si es que llega a producirse. Hay que reivindicar la libertad genuina, que es individual. No se puede ganar libertad prohibiendo, levantando muros, poniendo aranceles o saliéndose de la UE. La integración, la ampliación de derechos, eso es lo que da la libertad.
Arrancas el decálogo liberal con la reivindicación de los derechos universales. La libertad individual está íntimamente relacionada con el hecho de ser dueño de nuestra propia vida, ejercer nuestra autonomía. Esto nos lleva a la igualdad, ¿cómo se garantiza la igualdad de los individuos desde el liberalismo?
Yo creo en la igualdad de oportunidades, mi liberalismo es compatible con políticas sociales (de hecho, las políticas sociales tienen una raíz liberal que se encuentra, por ejemplo, en John Stuart Mill). En la educación, por ejemplo, es imprescindible ver si las diferencias de orígenes sociales afectan a los resultados, y si es así poner los medios para evitarlo. También creo que las cuotas están justificadas en ciertos casos, como en los consejos de administración. Y funcionan bien para todos. Pero lo importante es que se trate de igualdad de oportunidades, que es lo libera, no de resultados. Eso no lo puede garantizar nadie.
¿Y cuál es el papel del Estado en ese ejercicio de la libertad/igualdad?
En el libro cito a Keynes: «El Estado no está para hacer lo que el mercado hace un poco mejor o un poco peor, sino para hacer lo que no hace en absoluto». Yo no creo que el mercado pueda resolverlo todo, me parece probado que no es así. El Estado puede y debe tener un papel que no sea invasivo. Allí donde el Estado se ausenta no hay libertad.
¿Por qué el liberalismo apuesta por un gobierno centralizado? ¿Con esta medida no estamos dañando lo público?
No creo que esto sea así, de hecho la tradición liberal ha sido la descentralización, incluso el federalismo. No creo que lo público se deteriore por una mayor centralización, el ejemplo perfecto es Francia, un país centralista con un Estado muy fuerte (incluso, a veces, un tanto desproporcionado). Y, al revés, un exceso de descentralización puede llevar a vaciar lo público a nivel nacional, con lo que sufren las regiones más pobres. También hay ejemplos en sentido contrario, de modo que yo creo que depende de cómo se gestione. Eso sí, para que la igualdad se mantenga, el Estado central tiene que conservar capacidad de actuación y poder sobre los gobiernos regionales.
¿Cómo se le puede explicar a un individuo procedente de un contexto socio económico desfavorecido los mandatos del liberalismo?
Para empezar le diría que el verdadero liberalismo proporciona oportunidades para todo el mundo, desde la educación hasta el empleo. El liberalismo, tal y como lo concibo, nos ha dado las décadas de mayor prosperidad y libertad de la historia. Los Derechos Humanos y la Unión Europea son de estirpe liberal, como también lo es el orden multilateral. En cambio, el nacionalismo promete protección pero sólo proporciona pobreza y enfrentamiento, que afecta de forma más grave a los más desfavorecidos. Tenemos que reformar las democracias liberales para adaptarlas al futuro, no optar por recetas que ya fracasaron en el pasado.
«La libertad de expresión es puramente individual, afecta a cada ciudadano. Pero cuando se adopta una perspectiva grupal, la estamos debilitando, porque el grupo siempre se considera con más derechos que el individuo. La estrategia principal que usan los enemigos de la libertad de expresión es la ofensa. Vivimos unos tiempos terriblemente susceptibles, en los que todos parecemos dispuestos sentirnos ofendidos en cuanto se cuestionan nuestros valores, nuestras creencias, a veces simplemente nuestros gustos o aficiones». Dado el ruido de fondo que se ha generado en la actualidad, el discurrir de opiniones en las rrss, la influencia de las nuevas tecnologías en el discurso político… Hablamos y mucho de la responsabilidad del político, pero ¿y la responsabilidad ciudadana?
Exacto, la responsabilidad ciudadana es clave. Por eso hablaba antes de igualdad de oportunidades y no de igualdad de resultados. Los nacionalismos y los populismos siempre convierten a los ciudadanos en víctimas irresponsables, les dicen «os han hecho esto o lo otro». El liberalismo no lo hace, proporciona herramientas y un terreno de juego justo en el que cada cual pueda tomar sus decisiones y actuar según su criterio, es decir: asumir su propia responsabilidad. Y esto vale en todos los ámbitos. La política identitaria que usan los nacionalistas y los populistas excluye la responsabilidad, por eso es tan dañina.
Deslizas un tema harto interesante, el ideal de justicia: «Todo el mundo lo repite: que el crimen no quede impune. Para ello, basta con que haya un condenado, sea quien sea. Puede evitarse la impunidad y al mismo tiempo cometer una grave injusticia.» ¿Cómo explicar a la actual sociedad lo que es la justicia y su ejercicio?
No es difícil, basta con regresar a lo básico. No hablemos tanto de impunidad y hablemos más de justicia. Recordemos que la presunción de inocencia no está para proteger a los poderosos, sino que nos protege a todos. De hecho, se inventó para proteger a los desfavorecidos, porque los ricos ya se buscan la vida. Hay que asumir cierta frustración, a veces un crimen queda sin castigo, pero es mejor eso que castigar a un inocente. Siempre podemos mejorar el funcionamiento de la justicia, pero cuidado con no transformarla en un mecanismo para la venganza o para tranquilizar conciencias colectivas.
En el tercer capítulo, donde abordas la desigualdad y la discriminación, reivindicas la labor de mujeres liberales, no sólo la figura de Mariana Pineda, sino la de mil quinientas mujeres liberales que impulsaron los valores cívicos y liberales También destacas, con especial calidez, la figura de Clara Campoamor, ¿por qué su pretendido silencio? ¿Persiste en la actualidad?
En los últimos tiempos se reivindica más a Campoamor, esto es muy positivo, pero el motivo del silencio es obvio: perteneció a una tercera España que no quería tiranos, sino democracia liberal. Defendió la República, pero no la Revolución, y por eso terminó exiliada y sin el reconocimiento de ningún bando.
«Cuando hablamos de igualdad, hablamos de poder, por eso me preocupa tanto la ausencia de mujeres en puestos de decisión, tanto en el ámbito público como, especialmente, en el sector privado». Se agradece tu posición, sin ambages, a la hora de hablar sobre feminismo y su necesidad en un tiempo como el actual. ¿Cómo podemos aplicar la hoja de ruta feminista a la agenda política?
Con datos, con hechos, interpretándolos sin anteojeras ideológicas. Creo que hay una brecha salarial vinculada a la maternidad, creo que las mujeres pueden decidir libremente priorizar una parte de su vida sobre la otra, pero que muchas veces la decisión es forzada y que si se les da la oportunidad tratarán de compatibilizarlo. No creo que el terreno de juego esté equilibrado. Pero es importante evitar el frentismo y el ataque ideológica que no persigue tanto las reformas como someter al rival a tu discurso, a tu modo de ver la vida. Algunos feminismos parecen un intento de marcar el paso a los demás.
¿Y cómo explicar el sempiterno asunto de las cuotas paritarias y su urgencia para no desperdiciar el talento de la sociedad?
Por el mismo motivo: se trata de asegurar la igualdad de oportunidades. Hoy en día hay tres tipos de visiones sobre la igualdad. Una es la del feminismo que se quiere oficial, que tiene un exceso de ideología y le falta mirar bien los datos; otra es la del feminismo de corte liberal; y hay una tercera visión posfeminista que parece sugerir que ya está, que las condiciones ya son las ideales y que cualquier desigualdad entre hombres y mujeres se debe a decisiones libremente tomadas. Yo no comparto esta tercera visión, creo que todavía es necesaria la ortodoncia.
Hablemos ahora de un asunto delicado, la denominada gestación subrogada. Tal como señalas, apoyas la gestación subrogada de corte altruista. ¿Hay que regular lo que no implica ánimo de lucro? ¿No supone el primer paso para regular el uso del cuerpo de las mujeres en diversos ámbitos?
No comparto ese argumento. Se puede dar el primer paso y no dar ninguno más. La gestación subrogada sin ánimo de lucro dará un marco legal a personas cercanas, a familiares que quieran ayudar a sus allegados a tener hijos. Así de sencillo. Esa es la propuesta que está sobre la mesa, y es triste que desde la izquierda siempre se hable de «mercantilización de la mujer». No hay tal cosa.
Para terminar, hablemos de libre comercio. Señalas que «el libre comercio necesita instituciones adaptadas a la realidad de la globalización, y la Unión Europea ha sabido en buena medida hacer frente a esta realidad, al menos hasta el momento. Debemos permanecer alerta y detectar lo antes posible los próximos cambios, la nueva revolución económico que lo cambie todo». Leyendo el capítulo que dedicas a este asunto, se tiene la sensación de que Europa no está haciendo lo suficiente en esta materia, especialmente, ante la posición de los dos bloques económicos que son EEUU y China.
Europa tiene que ser más fuerte. Si quieres asegurar un comercio libre que siga creando oportunidades en todo el mundo tienes que tener capacidad política suficiente, y la UE a día de hoy sigue atrapado en sus complejos métodos de decisiones, sigue careciendo de auténticas políticas de seguridad y de exteriores. Esto afecta a nuestra capacidad para actuar en los foros mundiales. Dicho esto, la UE está cerrando acuerdos comerciales de gran importancia, como el de Canadá, México o Mercosur.
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