La primera petición de autonomía para Andalucía
A medida que el regionalismo andaluz toma forma y evoluciona aparece la necesidad de una mayor reivindicación política y social: se dejan a un lado las tesis exclusivamente culturales o económicas para dar prioridad a un proyecto político sin buscar con ello el modelo organizativo propio de un partido político.
Los instantes pre-nacionalistas del regionalismo andaluz suponen la ruptura con posiciones moderadas y burguesas, a la vez que abraza la necesidad de un proyecto político como raíz primera sobre la que modificar la estructura socioeconómica de Andalucía. En este marco, la autonomía reivindicada debe entenderse como una regeneración de las estructuras políticas de una España caduca y en decadencia cuando no muerta: que fracasado en su proyecto político restaurador, monárquico y centralista, el cual debe renovarse ahora desde las regiones y los municipios.
De esta forma, materializando los acuerdos alcanzados en Ronda, el día 28 de noviembre de 1918, el Centro Andaluz de Sevilla, registra tanto en el Ayuntamiento como en la Diputación hispalenses la primera propuesta –Moción- en solicitud de autonomía para Andalucía aunque la propuesta se hace extensiva a: “todos los municipios, representantes en Cortes, Diputaciones, entidades y asociaciones políticas, culturales, agrarias y económicas,… en pie de igualdad que los pueblos de España”.
Tal y como se afirma en el texto, “la hora de la liquidación de la vieja España ha sonado ya”, por lo que, como otros pueblos del Estado se reclama el reconocimiento a las aspiraciones autonómicas. Se pretende con ello dar paso a un nuevo concepto cooperativo de España, apostando por una modernización de las estructuras, formas y sistemas de gobierno. El andalucismo siempre ha tenido una dimensión republicana por ello. En cualquier caso, no se trata de una reivindicación aislada ni exclusiva, sino que se desea compartirse con el resto de “nacionalidades” de la península e Iberoamérica.
Pese a encontrarnos ante el primer texto político a favor del autogobierno andaluz, la clase política de la época da la espalda a la propuesta, e incluso, desde las organizaciones obreras más centradas en reivindicaciones sociales, jornaleras o proletarias se tachará la misma de burguesa y moderada cuando no de innecesaria.
Tal y como señala el texto, las contradicciones de Andalucía son manifiestas: “la nación más bella de la historia y de más hermoso genio que en el mundo fueran, como la creadora de los vicios que su propia degeneración fraguó, ofreciendo el genio nacional andaluz, caricaturizado por una larga tragedia de miseria y dolor, como bufón miserable de España y Europa”.
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