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La muerte de Víctor Jara

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La muerte de Víctor Jara

“Somos cinco mil en esta pequeña parte de la ciudad. Somos cinco mil, ¿cuántos seremos en total en las ciudades y en todo el país? (….) ¡Cuánta humanidad con hambre, frío, pánico, dolor, presión moral, terror y locura!» Extracto del último poema de Víctor Jara, memorizado por varios de los detenidos en el Estadio Chile.

Mientras en España la noticia sigue siendo la impunidad de los crímenes del franquismo, aderezada por las innumerables trabas que tienen los familiares para desenterrar de las cunetas a sus familiares, la atrocidad simbólica del Valle de los Caídos, las subvenciones que recibe la Fundación Francisco Franco, la normalización de la sucesión del ducado de Franco a manos de Carmen Martínez Bordiú, ahora Grande de España, o los beneficios económicos que conllevan las medallas a Antonio González Pacheco, policía secreta y torturador del régimen conocido como Billy el Niño, en Chile, la Justicia dictó este martes una sentencia histórica, condenó a 15 años y un día de cárcel a nueve mandos militares retirados implicados en el homicidio de Víctor Jara. Entre ellos, ese que se creía un príncipe.

45 años después, el juez Miguel Vázquez dictaminó la primera condena en Chile por este caso, tras varios años de investigación para determinar la participación de los ocho militares retirados en los 44 balazos y las torturas que recibió el trovador y dramaturgo chileno, simpatizante y activista del gobierno del derrocado Salvador Allende. Hace dos años, en Estados Unidos, ya hubo una condena a Pedro Pablo Barrientos Nuñez, autor de la ráfaga que acabó con su vida y que está pendiente de extradición.

Víctor Jara fue detenido tras el golpe de Estado en septiembre de 1973 junto a profesores y alumnos de la Universidad Técnica del Estado. Posteriormente fue trasladado al Estadio Chile, hoy conocido como Estadio Víctor Jara, en Santiago, donde permaneció varios días.

Según varios testimonios presenciales, Jara fue insultado y torturado, sus manos y dedos destrozados por las culatas de los Mauser de los golpistas, que no podían soportar el gesto y la medio sonrisa que siempre tenía en la cara. Finalmente, tras llevarlo a los sótanos, y ante la indiferencia que mostró con cada una de las preguntas de los militares fue acribillarlo a balazos el 16 de septiembre de 1973.

Cuatro días antes del golpe fascista, le preguntaron a Víctor ¿qué es patria? Él respondió:

«Patria es el amor a mi hogar, mi mujer y mis hijos. Es  amor a la tierra que me ha ayudado a  vivir; es el amor a la educación y al trabajo; es amor a los demás que trabajan por el bienestar común; es amor a la justicia como instrumento del equilibrio para la dignidad del hombre; es el amor a la paz para gozar de la vida; el amor a la libertad, no al libre albedrío, no a la libertad de unos para vivir de otros; sino la libertad de todos. La libertad para que yo exista y existan mis  hijos, y mi hogar y el barrio y la ciudad y los pueblos y todos los contornos donde nos ha correspondido forjar nuestro destino. Sin yugos propios ni yugos extranjeros.»

Bajo la dictadura del golpista Augusto Pinochet, más de 3.000 personas murieron asesinadas, mientras que otras 28.000 fueron torturadas, incluida la expresidenta Michelle Bachelet.

Un año después de su asesinato, el 4 de agosto de 1974, Gonzalo García Pelayo pudo entrevistar a su viuda, Joan Jara, madre de sus dos hijas (Amanda y Manuela) para la revista Triunfo. La primera entrevista que se publicaba en España sobre el caso. Por su valor e importancia recuperamos algunos extractos de la misma.

¿Dónde se encontraban ustedes en septiembre del año pasado?

Estábamos en Santiago, en nuestra casa, Víctor, recién llegado de una gira a Perú. Estábamos en un estado de gran tensión.

¿Esperaban ustedes algo?

Todo el mundo esperaba una intentona militar, nadie esperaba una intentona tan brutal, sin embargo; con tanta bestialidad y odio. El once de septiembre fue otro día más. Supimos por radio que Valparaíso estaba cercado. Víctor tenía ese día que ir a cantar a la Universidad Técnica del Estado, de la cual era funcionario en el departamento de Extensión Artística. Iba a cantar en la apertura de una exposición en contra de la guerra civil, en contra del fascismo. Víctor había tomado parte en una campaña de todos los artistas como para llamar a la paz, advertir a la gente lo que significaría una guerra civil.

Volvamos al día once de septiembre, ¿cómo ocurrieron las cosas?

Sabíamos desde temprano que ese era el día que estábamos esperando, que aquello era el golpe de Estado. Oíamos la radio. Vimos cómo se iban cortando, una a una, las emisoras de la Unidad Popular, escuchamos el último discurso de Allende, en el que pedía que todos los trabajadores marcharan a sus puestos de trabajo. Víctor estaba conmigo y decidió que su lugar estaba en la Universidad. Salió más o menos a las diez y media de la mañana.

¿Fue la última vez que estuvo con usted?

¿Fue directamente a la Universidad?

Sí, llegó a la Universidad, me llamó por teléfono. Poco después de eso empezó el bombardeo de La Moneda, el palacio presidencial. Nuestra casa estaba cerca de la casa de Allende; entonces yo, con mis hijas, presenciamos el bombardeo, los helicópteros, las metralletas… Tuvimos otro contacto con Víctor en la tarde, más o menos a las cuatro y media. Me llamó por teléfono.

¿Todavía estaba libre?

Sí, me llamó desde la Universidad. Toda la gente estaba dentro de ella en ese momento. El me llamó para saber cómo estábamos… y hablamos… Él sólo decíaque en ese momento no podría llegar a casapor el toque de queda. Que intentaría llegar al día siguiente. No me lo dijo pero después supe que la Universidad en ese momento estaba rodeada por militares. Me dijo que me cuidara… que me quería… Ahí cortamos. Yo esperaba al otro día, pero, evidentemente, no llegó.

¿Sabía él algo de Allende en esos momentos?

Sabíamos que ya había muerto. Lo comentamos. Teníamos que hablar corto.

¿Cuál es su opinión de la muerte de Allende?

Estoy absolutamente segura que lo mataron. Fue asesinado.

Siento tratar sobre esos momentos, que imagino que son muy dolorosos, pero pienso que es de una enorme eficacia para todos el tener sus palabras. ¿Me puede contar, detalle a detalle, todo loque ocurrió después?

Ya… Bueno, el día doce de septiembre, yo, en la casa, esperaba a Víctor. A las nueve de la mañana de ese día, los militares entraron en la Universidad Técnica con tanques. Habías pasado toda la noche ametrallando a los que estaban adentro. Lo supe después, incluso gente que había tratado de escapar había sido muerta. Supe también después que Víctor había cantado dentro de la Universidad tratando de mantener el ánimo de la gente que estaba allí toda la noche.

¿Había algún cantante más con Víctor?

Que yo sepa, él era el único cantante conocido. Bueno, los militares entraron en la Universidad, tomaron prisioneros a todos los estudiantes y profesores que estaban adentro, eran como seiscientos, incluyendo al Rector de la Universidad. Los trataron brutalmente. A Víctor lo reconocieron y parece ser que le dieron un tratamiento especial.

¿Más brutal que el normal?

Más brutal que lo normal. Los llevaron al estadio de Chile, que es un estadio de boxeo que está a pocas cuadras de la Universidad Técnica. Allí los juntaron con otros cinco mil prisioneros que habían recogido de las fábricas y otras partes.

¿Conoce bien la cifra? ¿Eran cinco mil?

La conozco porque Víctor compuso un poema cuando estaba prisionero allí. Empieza: «Somos cinco mil…» El estadio, lleno, con publico normal, tenía una cabida de tres mil a tres mil quinientas personas. Víctor lo conocía bien porque había cantado muchas veces allí. Yo mientras tanto, esperaba en casa. Yo todo esto lo supe por el boletín oficial que escuché en la televisión el miércoles, el mismo día doce, por la tarde, que dijo que la Universidad Técnica había sido tomada por las fuerzas y había muchos prisioneros. Ya no tuve ninguna noticia de Víctor hasta el jueves, cuando recibí el mensaje de una persona que había estado en el estadio con él y que habían dejado libre. En este mensaje, el último que recibí de él, me decía que no iba a poder salir del estadio, que yo cuidara de nuestras hijas y que yo tuviera valor y siguiera su lucha.

Yo creo que es ese momento, verdaderamente nosotros estábamos muy desconcertados. Quizá pensamos que esto significaba prisión; no nos dimos cuenta que eran capaces de matar a la gente, teniéndolos prisioneros, a sangre fría. Traté de pedir ayuda a la embajada británica para saber cómo estaba, pero no conseguí nada. La siguiente noticia que tuve de él fue el dieciocho de septiembre, cuando un hombre joven llegó a mi casa por la mañana con la noticia de que el cuerpo de Víctor había sido reconocido en la morgue de Santiago. Venía para que yo fuera con él a identificarlo y sacarlo de allí para enterrarlo. Había estado dos días en el depósito y a los tres días los enterraban en una fosa común.

Entonces yo fui con este muchacho y con él entré en el depósito de Santiago. Y allí vi la escena de cientos de cuerpos de trabajadores chilenos, todos heridos de bala. Eran literalmente cientos y cientos. El cuerpo de Víctor lo tuvimos que buscar. No estaba en la sala de abajo, que estaba llena de cuerpos. Tuvimos que subir a un segundo piso, que eran las oficinas de la morgue, y entre una larga línea de cuerpos, en un pasillo, encontré el cuerpo de Víctor.

Cuando le dieron la noticia, el dieciocho por la mañana, ¿le cogió de sorpresa o ya se había hecho a la idea de que algo podía ocurrir?

Ya entonces estaba preparada para la noticia. Adentro yo sabía que ya él estaba muerto.

¿Él había estado detenido alguna vez anterior, en la época de Frei?

No había estado nunca en la cárcel; Víctor, no. Había sido víctima, sí, de muchos ataques abiertos, de mucho odio por parte de la reacción. Había sido apedreado una vez en un concierto por un grupo fascista. Él sabía que era muy odiado. Muy consciente. Él sabía el poder que la canción tenía, justamente por el odio que sentían en contra suysa.

¿Cuando encontró el cuerpo de Víctor estaba en condiciones normales o estaba desfigurado?

Absolutamente desfigurado. Yo, cuando vi su cuerpo evidentemente, estaba en un estado de shock, justamente por la escena de tantos cadáveres que yo había visto en el piso de abajo. El cuerpo de Víctor estaba lleno de sangre, lleno, lleno de hoyos de balas. Estaba en una posición muy distorsionada, las manos estaban como crispadas y su cabeza llena de sangre, machucada, tenía sus ropas, sus pantalones, sobre los pies, el cuerpo interior todo hecho pedazos con cuchillos, así que…

¿Le permitieron sacarlo para enterrarlo personalmente?

Sí, Víctor era un cuerpo anónimo. Había sido por casualidad identificado, porque su cara era conocida. Por eso pude verle, si no, no habría sabido nunca lo que había pasado.

¿Cuando lo mataron, quien fuera, sabía que era Víctor Jara?

Víctor fue asesinado como prisionero en el estadio, y desde el primer momento fue reconocido. Yo todo esto lo sé por los testigos que estuvieron con él en el estadio. Me dijeron que Víctor tuvo una actitud de fuerza moral en contra de ellos, que cantó allí a pesar de ellos…

¿Sin guitarra?

Sin guitarra… que le quebraron las manos, que lo golpearon y que, después de dos días, lo mataron.

¿Sabe usted los nombres de las personas que fueron responsables de esto?

Algunos me han dicho, es todo lo que puedo decir, que algunos me han dicho que el oficial que fue directamente responsable de ordenar la muerte de Víctor fue Roberto Souper, que era responsable del golpe militar frustrado del veintinueve de junio.

¿Lo mataron por respuesta a su altivez, desafiándoles cantando? ¿Ocurrió lo mismo en otros casos, con otras personas?

Fueron muchas personas, Víctor fue uno de los miles que fueron asesinados en esos días, después del golpe militar. Hay otros muchos casos de tortura. En el caso de Víctor fue porque era conocido por sus canciones, por su compromiso. Él solo se consideraba una parte de la lucha de su pueblo. Se ha hablado mucho de él porque era muy conocido, pero debe representar a toda la gente anónima que asesinaron.

¿Cuando vio el cuerpo de Víctor pudo reconocer que las manos las tenía fracturadas, como luego le contaron?

Lo único que yo sé es que las manos colgaban. Estaban crispadas y colgaban de las muñecas. En el momento en que yo le vi era un cuerpo tan, tan destrozado, que yo no podría decir si estaban rotos los huesos de las manos. Yo no sé. Era un cuerpo destrozado, entero.

¿Lo torturaron en público?

A mi me han dicho que él cantó en público y también la violencia fue un acto público. También me han dicho que después de esta violencia pública, Víctor fue llevado a los vestuarios del estadio, y allí, realmente nadie sabe lo que pasó.

El cuerpo estaba lleno de balazos. ¿Fue fusilado en público? ¿Alguien le ha hablado de cómo lo mataron? ¿Fue una ráfaga que mató a más gente?

Yo sé que hubo testigos, pero si fue en el estadio abierto o si fue en un pasillo, no lo sé. No he podido nunca ver a nadie de los que vieron su muerte… Desde luego era una ráfaga de balas. Todo su pecho estaba lleno de heridas, y tenía una herida más grande en el lado derecho del cuerpo.

¿Qué pasó luego, hubo gente en el entierro?

No, el martes dieciocho, cuando yo saqué el cuerpo de Víctor de la morgue, yo no quise ni ir a mi casa a avisar a mis hijas, porque el ambiente, la escena del depósito, no era para ellas. Hice los trámites, incluso tuve que aportar el certificado de matrimonio para el cementerio. Le enterré con dos personas que me ayudaron.

¿Qué reacción hubo cuando se supo?

La noticia corrió rapidamente. Fue publicada en un diario diciendo en pocos renglones que había muerto Víctor Jara y había sido enterrado en privado, como si hubiera sido de muerte natural. Ese mismo día -yo no lo vi pero me lo dijeron- en el noticiero del canal oficial, controlado por los militares, también dieron la noticia corta, con fotos, de que Víctor había muerto naturalmente. El día después, en ese mismo canal y en un momento, sonó fugazmente un trozo de una canción de Víctor. Alguién se había jugado la vida…

En esos días -23 de septiembre- moría también Pablo Neruda, ¿qué relaciones tenían con él?

Lo conociamos y lo admirábamos mucho. Ibamos a su casa. Fue siguiendo su llamada como Víctor hizo esa campaña contra la guerra civil. Había compuesto dos canciones con letra de Neruda. El día del funeral de Neruda yo estuve presente, y constituyó la última manifestación de la Universidad Popular. Fue un acto abierto en contra de los militares.

¿Tuvo problemas para salir de Chile?

Yo tenía pasaporte británico y estuve bajo su protección. La Junta quería tener buenas relaciones con Inglaterra y no hubo problemas. Un mes más tarde vinimos a Londres.

¿Cuando conocieron sus hijas la muerte de su padre?

Cuando volví del funeral les dije que había muerto. Les dije que lo habían asesinado, porque era imposible esconder esa noticia. Los detalles de la muerte los han ido conociendo poco a poco. Es necesario que los conozcan.

Por último, ¿no cree que Víctor Jara hubiera elegido una muerte así? ¿Qué, aunque sea un poco absurdo, su muerte le da un mayor sentido a su vida, aunque esto para usted no tenga demasiada ventaja?

Lo único que puedo decir (larga pausa) es que encuentro que yo viví muchos años al lado de Víctor (larga pausa); él sabía que iba a morir, o sea (larga pausa) que se sentía perseguido por la muerte. Yo creo que si tenía que morir, Víctor estaría feliz de haber muerto en una forma donde él puede seguir ayudando a la lucha de su pueblo. Creo que eso es lo que ha pasado con su muerte. Que su propia muerte puede convertirse en un arma contra el fascismo.

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