Prensado en frío

Jesús Cárdenas: «Raro es el rincón de nuestra tierra donde no se escribe poesía de calidad»

Portada de 'Desvestir el cuerpo' de Jesús Cárdenas
Portada de 'Desvestir el cuerpo' de Jesús Cárdenas

Jesús Cárdenas: «Raro es el rincón de nuestra tierra donde no se escribe poesía de calidad»

Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaíra, 1973) es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Autor de los libros de poemas: La luz de entre los cipreses (EE HH, 2012), Mudanzas de lo azul (Vitruvio, 2013), Después de la música (Cuadernos del Laberinto, 2014), Sucesión de lunas (Anantes, 2015), Los refugios que olvidamos (Anantes, 2016), Raíz olvido, en colaboración con el artista plástico Jorge Mejías (MacleinyParker, 2017) y Los falsos días (Alhulia, 2019). Varios de sus poemas se han traducido al inglés, francés, portugués e italiano.

Ha publicado diversos trabajos de investigación histórica, artículos y ensayo de autores tan dispares como Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, García Lorca, Cernuda, Aleixandre, Passolini o Gómez de la Serna, entre otros. Desvestir el cuerpo (Lastura, 2023) es su más reciente poemario, y la razón que lo trae hoy a nuestra Prensa.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Jesús Cárdenas: Tras cinco años sin publicar, el conjunto de poemas se vino haciendo desde 2019. Posteriores años de contagio y de parón motivaron que el manuscrito fuese madurando. La confianza de mis editoras de Lastura me ha devuelto la ilusión que creí haber perdido. Es por eso que ve la luz ahora.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Ha sido a principios de 2023 cuando contacté con Isabel y Lidia. Sentí tras las palabras un impulso a entregarles un poemario especial. Ya contaba con las palabras previas del valenciano José Antonio Olmedo y las de cierre del zamorano Luis Ramos, dos buenos poetas con los que me siento en buena compañía y a los que agradezco muchísimo sendas invitaciones. Pero la idea de libro no estaría completa sin tan buenos amigos que conocieron una primera versión; vaya desde aquí mi agradecimiento: Jorge de Arco, Elena Marqués, Julio Rodríguez y José Manuel Campos. Y Gemma, mi lectora cero, que es también la autora de la fotografía de la solapa y de la sugerente imagen de la cubierta. Si el éxito de un libro de poemas se midiese por la amistad, Desvestir el cuerpo rendiría un alto tributo.

A medida que fui creando poemas, vi que trazaban un mismo sendero. Lo que respiraban era el mismo afán de hacerme preguntas que cuestionaban mi mundo, un mundo que se iba haciendo añicos, y que trataba de reconstruir, gracias en parte a este afán mío de interrogarme por todo. He entendido de verdad a la gente que le llega la soledad no buscada, involuntaria; del mismo modo he apreciado más que nunca ese grado de vitalidad siempre en loco equilibrio: entre el cielo y el abismo. Por tanto, quise que los poemas no sólo fuesen refugio sino que aspirasen a alumbrar cierta belleza, la luz que tantísimo nos estaba costando recuperar porque se nos había arrebatado. 

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Lo relevante es el conjunto. Persigo dotar a la estructura de alguna novedad en mi trayectoria. Y aunque Sucesión de lunas (2014) mantenía un sesgo de corriente, en este último todavía se ha hecho más evidente eliminando los títulos y dejando el aparato textual reducido. Ciertamente, lo que más me costó fue agrupar los poemas en los que percibía gran unidad y coherencia tonal en torno a tres capítulos.

En lo que se refiere a los poemas, me he decantado por la concisión y por la verdad que me susurraban tantas incertidumbres. Me he dejado llevar por una pauta simple, que los propios textos me dictasen la extensión: en muchos se impone la brevedad; en otros, en cambio, no he prescindido tras el desbroce del desarrollo. En “Deshacer el cuerpo” se atisba un territorio que persigue el exterior pero que sólo logra hallar una parte del interior. En su cartografía son valiosos algunos hitos o temblores: la soledad, el amor, la fragilidad y la búsqueda de respuestas.

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

Con que los lectores se deleitasen con algunos poemas, se emocionasen con algún destello o con que sintiesen la escala de verdad, me daría por satisfecho. Lo que me interesa es que susciten interés.

¿En qué medida veremos en él —o no— al Jesús Cárdenas de tus anteriores obras?

Me muevo por intuición en los preludios de la creación. Pretendo que en mis poemas se respire cierta tensión, sin ella no serían más que una disposición de líneas. Me gusta explorar el lenguaje: habilitar una expresión que no se corresponda con la del lenguaje cotidiano. Formular una musicalidad interna, buscar la mejor colocación de las palabras en cada verso intencionadamente. Dejar al lector un mensaje —aunque sea en forma reflexiva—. Estas son las inquietudes por las que me muevo en el ámbito poético. Y este, mi compromiso. Por esto conectan en parte con dos publicaciones: Mudanzas de lo azul (2013) y Los refugios que olvidamos (2015). Con respecto a anteriores libros, suponen un recorte y un acercamiento: he tratado de dejar atrás cierto conceptualismo inherente a Raíz olvido (2017) y que me acompañó hasta Los falsos días (2019), y me he acercado a la experimentación en el eco que dejan las sensaciones con las que me he curtido en esta última entrega lírica. 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Desvestir el cuerpo’, ¿cuáles serían?

Ahora mismo me cuesta quedarme sólo con los tres que me pides. Por eso, espero que no te importe que haya colado uno más: “Comienza el rito”, “Todo llega hasta donde van los ríos”, “La tarde se humedece lentamente” y “Desvestir el cuerpo”.

¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?

Conscientemente este poemario abre, en efecto, otra etapa en mi creación poética que se completará con otros dos manuscritos que están en proceso de maduración. Pero el punto de inflexión relevante lo marcarán los lectores: serán ellos los que transmitirán hasta dónde.  

Como Redactor Jefe de Poesía de la prestigiosa revista “Culturamas”, tienes la oportunidad de tomarle el pulso a la que se escribe en la actualidad. ¿Te da la impresión de que se publican más poemarios que nunca? ¿Cuál es, en tu opinión, el nivel en Andalucía?

Desde que me hice cargo de la redacción de la sección de poesía de la revista Culturamas no he dejado de aprender. El aprendizaje no ha venido sólo motivado por los libros reseñados sino por la edición que vengo realizando de distintos colaboradores a los que siempre se agradece, como a todos, este grado de altruismo casi insensato que tenemos los que amamos la poesía de calidad sin reparar lo más mínimo en el corriente —más que nada porque hubiese actuado como cortapisa—. 

En cuanto al número de publicaciones de poesía, es estratosférico. ¿Eso es bueno? Francamente, si las editoriales lo soportan, adelante. Ni qué decir tiene que son elevadísimos para la cantidad de público que consume. Sin embargo la poesía no tiene —nunca la tuvo— la costumbre de llegar a mucha gente. ¿Nos haría más felices a los poetas que se consumiesen más libros de poesía? Estoy casi seguro que a todos. Como lector, me interesa que el género goce de buena salud, esto es: hay diversidad de corrientes con un sinfín de títulos. 

Respecto a Andalucía, ignoro la posición en un supuesto ranking nacional. Sé que raro es el rincón de nuestra tierra donde no se escribe poesía de calidad.    

Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?

Enlazando con la respuesta anterior, evito varios nombres que han aparecido ya y menciono a apasionados como yo a la poesía en zona cercana: Víctor Jiménez, Gregorio Dávila, Vito Domínguez, Rafaela Hames, Ana Alvea o José Antonio Santano.

Poemas de ‘Desvestir el cuerpo’, de Jesús Cárdenas

COMIENZA EL RITO 
y hasta aquí nos empujan estos versos, 
a menos que despojes lo que sobra 
y caves surcos explorando
tras cada hueco que dejan las palabras. 
No pienses que se trata de un envite.

Sólo resurge lo que fue verdad 
cuando se mira hacia adentro. 
Cerca del precipicio, una voz insiste 
en recorrer 
un camino ya transitado. 

En este lugar el cuerpo pensante 
retoma pertenencias, los combates también, 
y acaricia el rostro de lo vivido 
tomando conciencia de que la memoria 
disimula cualquier registro. 

Por salir a la luz ya nos celebra.

TODO LLEGA HASTA DONDE VAN LOS RÍOS, 
allí donde picotea la gaviota.
Es la única verdad. 
Adonde vas no hay pretiles ni alambres, 
ni ardor en el cuerpo, 
ni tampoco la savia que enciende las noches; 
sólo corrientes que lamen heridas, 
afilan las piedras y los cantiles, 
tan solo la forma de alzar la sombra.

LA TARDE SE HUMEDECE LENTAMENTE 
como la brisa oxida la esperanza 
a mediados de octubre. 

En su interior el viento acarrea 
un grito de gaviotas 
y el olor del verano a sal y olvido. 

La piel de la memoria se detiene 
arrugada en la piedra tan oscura, 
que no impulsa el avance de la rueda. 
Se oye el crujir 
del polvo de las rocas contra el tiempo. 
A lo lejos, silban los acordes Always somewhere

Apuras entonces un vaso de agua 
como una forma de no estar vacío, 
de no quebrarte, tal vez de no estar.

DESVESTIR EL CUERPO,
admirar la desnudez 
y escuchar el pálpito de la sangre
en el silencio hogareño. Reflejar 
un ritmo tranquilo, interiorizado, 
que nos descubra 
el acorde de carne y agua que hay en nosotros.

Sentir entre los huesos, 
el tiempo y la palabra. Nada de fingir. 

Contemplarlo fuera de la cáscara. 
Dejarlo en medio de un blues, descarnado. 
Todo expuesto sin hojas ni ramajes 
ante la muda sucesión del tiempo. 

Mostrar no ya la piel sino los huesos, 
esos huesos que quieren ser poemas.

También te puede interesar...

Javier Gilabert
Click para comentar

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.