Mónica Doña: «El poeta actual no debe temerle a la contemplación en calma»
Nacida en Jaén y residente en Granada, Mónica Doña inicia su andadura poética con el cambio de siglo. Ha publicado los poemarios Nueve Lunas (Cuadernos del Vigía 2000), La Cuadratura del Plato (El Páramo 2011) que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Vicente Núñez, Adiós al Mañana (Dauro 2014), ¿Quién teme a Thelma & Louise? (Renacimiento 2017) que fue finalista del Premio Andalucía de la Crítica, Mundo Fantasma (Fundación Huerta de San Antonio, Colección Juancaballos de Poesía 2020) y Oscura Hierba (Editorial Sonámbulos, 2023). Es coautora del Librisco (libro + disco) La caja de música de Erik Satie (Allanamiento de Mirada 2018). Ha sido incluida en un nutrido número de proyectos, libros colectivos y antologías. Oscura hierba, su más reciente poemario, es la razón de que hoy pase por nuestra Prensa.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Mónica Doña: Llevaba bastantes años familiarizada con ese tempo poético que define rítmicamente un haiku, sus diecisiete sílabas, o sus diecisiete sonidos como les gusta decir a los japoneses. Empezó como un juego creativo que practicaba y practico en redes pero siempre va acompañado de una imagen que me ha impactado. El texto viene a ser como una nota poética a pie de esa imagen elegida. Pero esa costumbre, para mí, era suficiente, se trataba de comunicarse con los amigos virtuales y ofrecerle algo de poesía. Ahí los textos interpretan una imagen prestada, dada. Nunca consideré que fuesen haikus porque las imágenes no eran mías y el texto no funcionaba sin ellas. Pero sé que eso no contesta tu pregunta. La idea de hacer el libro surge más tarde y por necesidad. Llegó un momento en que necesitaba hacer un cambio de registro radical en mi escritura poética, porque mi propia carga cultural me estaba esclavizando. No tenía más remedio que buscar material poético en otras culturas pera romper mis propias fronteras interiores. Y ahí empezó el viaje hacia el haiku.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
El cómo ya te lo he dicho, el cuándo coincide -y creo que es coherente- con los primeros efectos vitales del confinamiento pandémico. Empecé a acodarme con una intensidad poco común en mí, del tiempo silvestre y feliz de mi infancia. Digo silvestre porque lo viví rodeada de vegetación, en el campo, subiéndome a los árboles, persiguiendo insectos, buscando arroyos, hundiéndome en las aguas como un pez… Y mientras evocaba todo aquello, fui llenando mi vivienda de plantas, me rodeé de verde.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Una vez escrito el libro me di cuenta de que había disfrutado muchísimo componiéndolo, y lo más importante es todo lo que había aprendido haciéndolo en cuanto a la precisión del lenguaje, a la exigente búsqueda de la palabra exacta y el afinamiento del oído hacia la música. Todo eso quisiera advertirlo y compartirlo con los lectores. Pero hay más, porque he comprobado, como escribe Chantal Maillard, ‘que la brevedad del haiku es engañosa’. Las palabras no dicen solo lo que dicen, tienen eco, y ahí interviene el lector que, si quiere, puede intuir y elegir otras. Puede ver más poesía y ese efecto multiplicador es lo más importante de un haiku. Se convierte en una composición interactiva entre autor y lector.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
El lector, mientras más atento esté, más conseguirá de esos escuetos tres versos. Pero, sin duda, lo más importante es que disfrute la lectura. Y ojalá le pase lo mismo que a mí, que leer haikus ajenos me produce un efecto contagioso.
¿En qué medida veremos en él —o no— a la Mónica Doña de tus anteriores obras?
A eso no te sé contestar, tendría que autoanalizarme. Puede haber algún recurso propio de la casa como la ironía, el humor o la crítica que se me cuelan en casi todos los libros. Te diré, que esa es la respuesta que siempre espera el autor de los expertos lectores: que le analicen el libro.
Afirma la gran Ángeles Mora en la contraportada de ‘Oscura hierba’: «Sus libros nos dejan esa sensación de desvelamiento y sorpresa que me ha fascinado siempre en su poesía». ¿Es la sorpresa la característica definitoria de tu producción poética?
La gran Ángeles Mora ha sido generosísima al ofrecerse ella misma a escribir la contraportada. ¿Ves? Ella sí ha encontrado correspondencias entre este libro y otros míos. Agradezco infinitamente sus palabras y ¡cómo me sirven! Creo que cuando ella habla de desvelamiento y sorpresa, está diciendo casi la misma cosa. El desvelamiento poético es primordial en poesía, está haciendo visible algo que estaba oculto y eso siempre produce sorpresa. Esos atributos del poema, soy consciente que los uso o al menos lo intento, de forma sutil o evidente, según lo vaya pidiendo el poema.
El haiku, el buen haiku, es realmente difícil de conseguir. ¿Por qué te has decantado por esta forma poética?
Escribir tres versos es muy fácil, lo puede hacer cualquiera. Lo difícil está en la mirada. La vida que, en general, llevamos en la actualidad no propicia el encuentro con lo pequeño y veraz que nutre un haiku. Vamos como de paso por todas partes. El haiku necesita una actitud como de recreo visual, lento y sin interferencias mentales. El poeta actual no debe temerle a la contemplación en calma, a una curiosa atención, a tener muy despiertos los sentidos hacia las imágenes que le salen al paso, porque serán las percepciones sensoriales, sobre todo el ojo, quien le ofrezca la imagen real por muy pequeña que sea quien lo lleve a emocionarse, conmoverse y transformar esa visión instantánea en mirada poética. Si eres un buen poeta no será difícil que hagas un buen haiku.
¿Y cuáles son tus referentes en este campo? Basho, uno de los maestros de la tradición de las diecisiete sílabas, afirmó «haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar en este momento». ¿Te atreverías con uno que reflejara la realidad que nos ha tocado vivir?
Mis referentes han sido muchísimos. Ha habido una documentación previa abundante que no se ha conformado con la lectura de los grandes haijines de Japón, los clásicos y los menos clásicos. Entre los clásicos me quedo con Issa Kobayashi. Pero mi curiosidad ha querido explorar otras influencias de Japón en Occidente. Porque a la vez de lo literario nos llegaba lo artístico pictórico y lo musical que fascinó a nombres como Van Gogh, Debussy, Puccini o el propio Picasso, que siempre llevaba en el bolsillo una colección de estampas eróticas japonesas. Por supuesto, he leído mucho haiku español contemporáneo: Susana Benet, Jesús Aguado o Vicente Valero, por no extenderme demasiado. En la actualidad occidental se ha aprovechado la métrica pero también se ha transgredido el camino marcado por Basho. Al cabo, con otras tradiciones hemos hecho lo mismo.
En cuanto a tu pregunta sobre la realidad actual, creo que es consustancial al género. En la cita de Basho que tú introduces hay realidad total. En los haikus actuales hay realidad, si acaso puede variar la perspectiva, y no se ciñe del todo al concepto tradicional de Naturaleza porque somos urbanos. Creo que en el haiku hay poesía con su verdad. Es lo breve que para un lector podría ser un punto de partida. Un haiku es un instante poético, al menos yo lo veo así, aunque si sigues preguntando, cada uno te dará una definición distinta.
Por último, como lectora, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
Recomiendo de nuevo y calurosamente a la poeta Olvido Andújar, una ubetense profesora de la Complutense de Madrid que acaba de publicar su segundo poemario: “Érase que se es” (editorial Lastura, 2023). Es un libro humanista escrito con frescura arte y gracia.
Cinco haikus de ‘Oscura hierba’ de Mónica Doña
Un brote nuevo
con gotas de rocío:
nacer llorando.
*
Por las colinas
voló la juventud.
Caída libre.
*
Escribo un verso.
Pasa una golondrina
y hace el poema.
*
Podé el rosal.
No le quedaban rosas
a las espinas.
*
Gracias al polen
—oh, polvo enamorado—
la flor existe.
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