María Alcantarilla: «Lo mejor que puede sucedernos como lectores es que las páginas nos hagan de espejo»
María Alcantarilla, licenciada en Periodismo, es autora de Ella: invierno (Granada, Valparaíso, 2014), La edad de la ignorancia (Madrid, Visor, 2017, Premio Internacional de Poesía Hermanos Argensola), Introducción al límite (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2019, Premio de los Libreros Independientes españoles), Memoria Albina (Pre-Textos, 2023) aparte del volumen de poesía visual El agua de tu sombra (Musa a las 9, 2012, I Premio de Poesía Multimedia Poemad), La verdad y su doble (Sonámbulos, 2016), una antología visual de la poesía española contemporánea, la novela Un acto solitario (Sevilla, Isla de Siltolá, 2017) y la antología de poesía femenina El cielo de abajo. La escritura del cuerpo en 13 poetas hispanoamericanas (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2021).
Además, ha trabajado en arte audiovisual, pintura y fotografía. Su obra ha sido expuesta en galerías de arte contemporáneo como Colorida Art Gallery (Lisboa), Carolina Rojo (Zaragoza) o Slowtrack (Madrid), dirigida por Marta Moriarty, y ha llevado a cabo colaboraciones gráficas con editoriales y medios de comunicación como El País, Le Monde Diplomatique o El Rapto de Europa, y con otros narradores españoles como Juan Bonilla.
Ha sido profesora de Lengua y Literatura y actualmente es directora del Laboratorio de Escritura de la Universidad de Cádiz. Memoria albina, el poemario que acaba de publicar en la prestigiosa editorial Pre-Textos, es la razón que la trae hoy a nuestra prensa.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
María Alcantarilla: Creo que los libros no se buscan, más bien “aparecen”. Al menos en mi caso. Y una vez que han tomado forma completa o casi completa, advierto sus porqués y comienzo a reconocerme en ellos. Como si una necesidad latente tomase cuerpo.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
No suelo, como te decía, adelantarme lógicamente al impulso que supone un primer verso o una primera línea narrativa. Sencillamente llega, trato de comprenderlo y, desde ahí, va tomando forma poco a poco. De hecho, eso es lo que me sigue llamando más la atención del proceso creativo: la manera en la que nuestra interioridad emerge. Y una vez que consigo ver con cierta claridad ese impulso, en un conjunto que va adquiriendo sentido completo, es cuando me arremango para empezar a eliminar o a reconstruir su estructura.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Pues creo que Memoria Albina requiere una lectura ordenada, debido a su carácter narrativo, para ir descubriendo poco a poco las relaciones entre los distintos personajes, y entre estos y el espacio físico en el que se desenvuelven. Por lo demás, animo a los lectores a resignificar los elementos y a hacer suya la carga simbólica con la que he tratado de desplegar este pedacito de mi imaginario.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
Lo mejor que puede sucedernos como lectores es que las páginas nos hagan de espejo. Ojalá y alguien pueda reconocerse en ellas o sentirse un poco más acompañado.
Comenta Luis Bagué para El País sobre este libro que prosigues en la «experimentación en las tensiones de lo decible y las fronteras de la imaginación verbal». ¿Hasta qué punto dicha experimentación te acerca o te aleja de tus obras anteriores? ¿Deberían lxs poetas procurar salirse de su zona de confort?
Más que salir de la “zona de confort”, creo que el escritor debe sentir la tensión del trabajo creativo. La necesidad de ponerse a prueba. Quizá esta idea sea más visible en el mundo del espectáculo, ¿no? Trabajar sin tensión, para un actor o una actriz, sería como salir al escenario y dejar de sentir cierto hormigueo en el estómago o en las extremidades. Pues algo así trato de aplicarme a mí misma. Recordar que casi todo está por escribirse y que no soy infalible. En ese sentido, cada nuevo libro debería suponer un escalón añadido a nuestra trayectoria. Otra cosa distinta es que lo consigamos.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Memoria albina, ¿cuáles serían?
Pues quizá el 2, el 14 y el 16. Hay en ellos, o trato de convocar en ellos, gran parte de la esencia de esta ‘Memoria albina’. La encarnación de los personajes y sus motivaciones últimas están un poco más presentes en ellos, de una manera u otra.
¿De qué manera influye tu trabajo en arte audiovisual, pintura y fotografía en tu producción escrita?
Creo que todas se retroalimentan y me regalan una visión un poco más completa de la realidad, sobre todo a nivel visual y conceptual. Soy curiosa y no podría consagrar mi mirada a una sola materia porque acabaría por aburrirme soberanamente.
Por último, como lectora, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
Pues se me vienen a la cabeza algunos amigos como Juan Bonilla, o Sara Mesa o Antonio Rivero Taravillo.
Poemas de ‘Memoria albina’, de María Alcantarilla
2
Insiste en despertase, en volver a un origen cuya primera vez también es blanca.
Qué importa si ahora vuelve a los tres años. Si ahora tiene catorce, veintiséis o treinta y ocho.
El tiempo es como un ópalo rosado que guarda en la matriz un gran secreto.
El tiempo es esa concha de la orilla.
Quien acuna a su infancia reconoce
que el misterio radica en estar vivo,
en tomarle el pulso a nuestro cuerpo
sin el peso obligado de ser alguien.
Examina la luz en la toalla y un rapto de inquietud lame su espalda:
no soy quien represento, dice en alto. E insiste en despertarse.
Pero los hombres cuerdos le reclaman: ser más útil más fiero ser más viejo.
Quisiera estar de vuelta. Reconocerse en las calles empedradas y en la risa irreprimible de quien orina libre en la dehesa.
Ser el niño que ausculta su presente.
El miedo es estar hueco, se repite.
El miedo es incendiar esta inocencia.
Insiste en demorarse,
en rozar su toalla y descubrir
que los sueños conocen su lenguaje.
14
El niño que jugaba a hacer castillos
ha cogido su cubo en una mano
y en la otra conserva
el frío y la humedad donde los peces
trazan surcos pintándole el camino.
Y a pesar de que el mar ha devastado
sus certezas en forma de edificio,
no le importa empezar en otra orilla.
Sabe el niño que ayer era un anciano.
Que ese mar que hoy deshace su alcazaba
es el mismo que arrastra las arrugas.
16
Insiste en despertase, en volver a un origen cuya primera vez también es blanca.
El loco está tumbado hace ya años y nadie lo recuerda,
nadie acude a su lecho y nadie sabe cuánto tiempo ha pasado sin moverse.
Tiene arena en las manos y, en su pelo, como hilos verdosos de otro espacio
las algas se resisten a estar secas.
De qué manera el loco vuelve a casa,
quién podría sacarlo de los sueños, piensa el Hombre.
Insiste en despertase pero el mundo de allí no está tan muerto:
las orillas retienen el paisaje y es un manto de luz sobre las olas
el vuelo de ese pez que traga aire.
Quién sabría explicarle a los despiertos el lugar donde viven los dormidos.
La playa es el paisaje, un espacio de luz donde la infancia refleja su potencia,
donde el tiempo discurre sin cansancio
y es la voz de las aguas
la que marca el momento de regreso.
El loco esta dormido para el cuerdo que ordena su camino sin pensarlo:
la edad no es el motivo, piensa el loco.
El lenguaje no puede decir nada.
El loco es infinito.
Hay espacios de tiempo donde el Hombre olvida que ya ha estado
y los deja secarse y los expulsa
porque teme a la risa más que al tiempo
que marca las edades.
Hay espacios que deben preservarse, piensa el loco.
Quién sabría decirle al Hombre cuerdo
que ha tejido su propia telaraña.
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