A.l. Guillén: «Resistir es seguir inspirado frente a la apnea impuesta»
Antonio Luis Guillén es un poeta, guitarrista, improvisador, cantante y oblicuo compositor de canciones nacido en Granada. Fundador de diversos proyectos relacionados con las músicas experimentales como Sefronia, Les Rauchen Verboten, Alondra Satori y Jun y Gor, o el arte intermedia y la poesía, como Estufa de Leña Contemporánea. Asimismo, desde su estudio almeriense La Antena Noética, produce multitud de trabajos en solitario con carácter ecléctico y explorador. Fue fundador del colectivo Morada Sónica, y director del ciclo de Improvisación Libre de Clasijazz (Almería). Fundador y director del sello discográfico Gruppo Ungido, actualmente, impulsor del ciclo In+Audito en Almería.
Su escritura, desde su primer libro, Kénosis (Letra Impar, 2017), es un reflejo del fuego que anima su obra y vida: el sonido y la música como momento sacro infinito de emancipación espiritual, de uno y de todos, contra toda institución autoritaria, capitalista, espectacular, desarrollista, tecnocrática. Con la publicación de su nuevo poemario, Las noches campesinas que perdiste (Ediciones Fantasma, 2023), nos dio la excusa perfecta para invitarlo a pasar por nuestra Prensa.
Javier Gilabert: ¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
A.l. Guillén: Las noches campesinas que perdiste es un libro de macerado lento, supone la consecuencia de la búsqueda de una especie de estructura del deseo de revuelta que pudiera articular algo que me interesa particularmente: el impulso espiritual profundo en la transformación política de nuestra vida cotidiana. A través del texto sagrado, de la Palabra dada, busqué actualizar ahora mismo ese deseo en tres estaciones: despertar crítico y dialéctico, quiebro apocalíptico, y vida presente en el mundo nuevo. Al mismo tiempo supone una sugerencia para la recuperación de los textos como herramienta convivencial, común. Una vuelta a su aurora oral, musical y balbuceante. De modo que la idea se presentó en sí misma como respuesta a un anhelo de síntesis espiritual y política que me ha acompañado años, en esta especial forma joaquinista en tres eras.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
En este viaje se van a encontrar una sugerencia del texto como semilla de revuelta, en varios planos del ser. En primer término, una crítica desde la poesía, muy sistemática y en detalle, contra la sociedad teológico-técnica-cientificista disciplinaria, llena de luz en una pantalla que no responde al narciso ciudadano tecnosiervo. Hacia una visión del texto sagrado como fundación de la Nueva Noche que ya está aquí: sonora, común, congregada, co-inspirante, en el ciclo apocalíptico que rompe el tiempo histórico.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
Volver a despertar a este valor vital del texto, tal y como pudo despertarse en mí. El valor que propone justo lo contrario de donde quieren meternos: compartir frente a aislar, bailar contra el miedo, cantar contra el gran mudo global.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Antonio Luis Guillén de ‘Kénosis’?
Kénosis, a través de la misma sabia sonora, pretendía un camino entrópico de negación de toda literatura, hacía la muerte en un silencio generativo. Un camino apofático de conciencia fragmentada y entregada al Obscuro Anterior. Quizá estas Noches Campesinas parten de ese resultado ascético hacia una construcción cósmica de un nuevo mundo, donde lo sonoro tiene una función mutua. El espejo contra el aislamiento, el miedo y el silencio de la agenda. Sonar juntos y tocarnos es el acto más temido por el mito biotecnológico, transhumano del fin de los días. Luego sonemos.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Las noches campesinas que perdiste’, ¿cuáles serían?
Me voy a decantar por Apnea. El Hijo en el Silencio, Danza. Las Cinco Hijas en la Piel del Tambor y Recién Nacido.
Tu obra siempre tiene un tono social. Es como un aldabonazo en las conciencias dormidas. En una sociedad individualista, dormida y adoctrinada, egoísta, ¿Crees que hablar de mística es ser subversivo? ¿Hablar de mística es hablar de revolución hoy?
Hablar de mística y detenernos a observar cómo puede modificar nuestra vida cotidiana es la vía directa hacia la demolición final del mundo de los estertores del intercambio mercantil y el control. Todo poder Teocrático, como el que ahora nos gobierna por fuera y por dentro-con o sin religión oficial, odia profundamente cualquier intento de formación social basada en la vida espiritual profunda. Prefiere siempre los proyectos “emancipadores” basados en su mismo lenguaje abstracto e histórico. Nunca turbaron sus sistemas de dominación. Nuestra música sí. Siempre.
Otra faceta tuya es la musical. Eres un músico casi inabarcable, con tantos proyectos y tantas inquietudes. Se te suele situar en la escena de la experimentación y de la improvisación. De hecho, te has convertido en un referente de la música experimental nacional. ¿Cómo crees que influye tu faceta de músico a la hora de enfrentarte a escribir un texto como este?
Al resonar musicalmente con la palabra de manera natural, la escrita me obliga a realizar torsiones, acercarla a mi lengua, aun fragmentada, fonetizada, neologizada, desperdigada en una geografía determinada de la página. Es lo que puede aportar un músico especialmente “sonoro” a la autonomía que ya se ganado la poesía hace mucho tiempo. Una lengua de los pájaros algo marginal. Como sustancia pura, una búsqueda de ese silbido previo a la palabra. Pero también cierto aparato conceptual sobre lo que ha significado la música hacia el texto, la espiritualidad, o la política.
La medicina es casi una profesión –la tuya- de riesgo en estos días, una labor tremendamente exigente. Una forma de resistencia tal y como está la Atención Primaria a día de hoy. ¿Cómo compagina un médico esta faceta artística, musical y literaria? ¿Son en cierto modo complementarias?
Despegado de cierto habitual paternalismo humanista de la práctica habitual del “médico-artista”, me encontraba cómodo en la “doble vida” de la que hablaba un Gottfried Benn. Sin embargo, el periodo pandémico, y sobre todo postpandémico, ha cambiado mi perspectiva desarmonizada radicalmente. Una vez desacreditada la medicina, en libre caída ética y científica, y definitivamente manifestada como saber del poder. Así mismo, asistiendo al desmantelamiento final de la única medicina oficial que ha llegado a comprender las limitaciones iatrogénicas de la medicina industrial capitalista, o los condicionamientos sociales de salud, la Atención Primaria, he comprendido mi práctica en esta medicina en resonancia ideológica, bajo sus postulados más auténticos y humanos, con mi acción poética o artística. La misma resistencia humana al mismo delirio desarrollista de “solucionar” el problema con la misma técnica problema. De modo que he comprendido con claridad el vaso comunicante unitivo que existe entre ambas resistencias: la profesional y la artística. Y resistir es seguir inspirado frente a la apnea impuesta.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
De la tierra en la que vivo, Almería, me gustaría leer invitado en vuestra Prensa a J. J. García Rodríguez, en cuyo último poemario, Detrás de la furia, hay una potente sed de quitar conjunciones entre la penetrancia de los nombres, de callarse cada vez más: impregna el vacío la página. Quieto pero levantado despierto como el único musgo con dientes que crece a la sombra del plástico del destrozo industrial intensivo que corre tras la máquina. Hay una misma resistencia libre.
Poemas de ‘Las noches campesinas que perdiste’, de A.l. Guillén
Apnea. El Hijo en el Silencio (tres fragmentos)
Padre. La más bella manera de honrarte es transmutarte
en hijo. Es del mismo metal el amocafre que encuentra la telúrica
semilla en tu vientre. Honrarte es copular en la misma muerte. Y
al nombrar mi semilla aumentas certidumbre en tu manipulación
de la naturaleza sobre la que yo solo operaba aceleración. Ahora
tú tienes menos tiempo que perder, más naturaleza que destruir
y más resultado estático histórico que lograr. Pero hasta tú, padre
astrólogo y vertical, me donas el gen ctónico horizontal: a la sombra
de todo árbol eclesial crece el limo alquímico que lo derriba.
Padre. Tu hijo es negro. De negritud que es odínica
inversión, vuelo nocturno de tambor y hálito desde las aguas negras
que bautizan el instante del coma angélico. Negro que escucha
lo que toca. Negro que toca lo que escucha. Sumiso a la sobria
posibilidad de éxtasis en este día degradado del último crepúsculo.
Padre. Todo lo que nos diviniza en gratis.
Danza. Las Cinco Hijas en la Piel del Tambor (fragmento)
En este lado de la montaña.
En el barro de sus manos.
En el abrazo de la mujer.
En el abrazo de la dueña del caos.
En la textura que germina.
En el detalle pardo e inesperado.
En la semilla ocre que espera enterrada.
En el acariño de larvas que no bailan.
En la explosión quieta de la roca anonadada.
En la sonrisa de la sorpresa del río subterráneo.
En cómo es ahora madeja y raíz del mismo árbol.
En la garganta que erosiona el mantra del viento.
En el agua entre tus dedos desaparecida sobre la piedra.
En el no-lugar donde amanece lluvia oscura.
En la Umbría del Sonido donde no estamos
Recién Nacido
Perforado por siete orificios, la Gran Transmisión del Soplo en el
anciano recién nacido muerto.
En el primero, risa espontánea que disuelve la palabra con el
canto de los pájaros.
En el segundo, tu corazón escucha en la hendidura la música
nacida en lo hueco, del vientre del nido, del crepitar de la muerte del
bambú en el intestino de la flauta, mejor que mostrar con la música que
la música no es silencio utiliza el silencio para mostrar la música.
En el tercero, respira la escucha hacia dentro para expulsar ha-
cia fuera el pensamiento.
En el cuarto, hay comentario de la inútil utilidad del canto des-
dentado del laúd, cada momento más enriquecido por el abandono de
padre y madre.
En el quinto, los siete lechones mamando de los nueve pezones
de la madre, de súbito huyen al saberla muerta en su Silencio, viejo alegre
en la vida, niño alegre en la muerte.
En el sexto, se canta que el niño se aleja de la forma y del gobier-
no del Imperio, se llena de escucha en la Gran Interacción, nadie gobier-
na la ciudad de la nada, pues si has escuchado el soplo que lo enciende
impermaneces en él.
En el séptimo, vieron que Caos no podía sonar sin orificios, can-
tó con los seis que le hicieron, pero al séptimo Caos murió.
Nada más longevo que un recién nacido muerto.
enero
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