Ginés Cervantes, entre la pintura y la poesía desvelada
Es una de las grandes referencias de la pintura almeriense actual. Al principio fue el sentido de la luz y del color. A continuación fueron surgiendo las formas, los rostros y el sentido del horizonte en el lienzo. De esta manera, Ginés Cervantes (Huércal-Overa, 1939), fue construyendo un mundo personal, creativo, singular, que configura su propia dimensión en el panorama de los pintores almerienses, que permanecen. Y así delimita su propio territorio. Están las sorprendentes y enigmáticas mirada de sus rostros, el silencio de sus encuentros con el entorno más cercano, el aislamiento del estudio. El color resurge por sí mismo junto a las formas, la abstracción de un mundo nuevo, a veces extraño, a veces universal, a veces secreto. Por lo general hay un espectador que contempla su obra en silencio para intentar descubrir qué se esconde, cuál es la identidad del pintor. En 1998, después de unos años de silencio, confesó: “Pinto lo que me apetece. A la hora de crear voy dando brincos. Huyo de tener un estilo con una coherencia”. Y quizá, lo mejor sea no descubrirlo, que permanezca la belleza del misterio.
A Ginés Cervantes, le acompaña su mirada personal sobre el mar cercano de Cabo de Gata. El sentir del agua, del tiempo y de la realidad. Y no muy lejos, su permanente reencuentro con su origen en Huércal-Overa, donde ha expuesto recientemente su últimas propuestas. Va y viene. Ante el diálogo a veces casi imposible con sus últimos caminos.
Horizonte en Cabo de Gata
En este tránsito, pues, era inevitable que apareciera, más allá del milagro, su encuentro con la Palabra para desvelar su inmersión en la poesía. Pintura y Poesía, pues, forman parte del mismo mundo. Su gran secreto. Era inevitable, pues, que apareciera en su momento el poemario ‘El mar y sus orillas’ (2021). Multitud de Palabras. La niebla es dominante. La Palabra de Ginés camina por distintas sendas: “El pueblo” (“De sus ojos sin luz brota una lágrima”), “El Cabo” (“Sé que estás ahí”), “El viento” (“Después, como una vida, se va, desaparece”), “Tormenta” (“La playa ungida por el otoño en ciernes”), “Rayuela” (“Habito en la mirada de mis mundos, cerca de la otra orilla”), “El mundo” (“Despiertas con las brumas”), “Luz” (“Luz de ocaso que desplaza la sombra”), “Qué habitación tan triste”, “Iglesia”, “Alumbramiento”, “El pastor”, “El coleccionista” (“Al declinar la tarde, cogía piedras, a orillas de la mar”), “Un instante”, “Las ciegas mariposas”, “Hace frío interior”, “Amanece” (“Mientras observas los pasos que se alejan para siempre, amanece el poema”), “Dios en la lluvia”, “Sombras” (“En la tarde”), “Los ángeles malditos” (Te he ido buscando Dios, a la deriva”), “Materia de silencio” («Dejaste de ejercer sombra en la arena”).
Tras la poesía desvelada de Ginés Cervantes, se acreciente más aun el misterio de su mundo refugiado la pintura. Siempre con el mundo que le acompaña. Incluso llega a viajar como ilustrador de libros. Y así surgen otras formas de interpretación. Configuración del Paisaje invisible, con el fatalismo de cada momento. La voluntad del pintor le conduce hacia objetos reflejados en el espejo. El deseo de llegar al lugar donde nacen los mundos interiores. El espejismo es lo que permanece.
Y Ginés Cervantes siempre termina regresando a su propia mirada del pintor encubierto con la poesía. Su mejor secreto guardado. En la penumbra.
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