Pura Fernández Segura: «Es preciso atravesar la noche para contemplar el resplandor de la aurora»
Pura Fernández Segura (Cortijo de Luchena. Purullena. Granada) es Licenciada en Geografía e Historia (Sección Historia Contemporánea) y Grado en Ciencias Teológicas por la Universidad de Granada. Ejerce la docencia en el IES Ribera del Fardes. Actualmente reside en la ciudad de Guadix (Granada).
Miembro fundador del Centro de Estudios Pedro Suárez (Guadix), ha obtenidos numerosos reconocimientos y premios. Ha publicado Zona Próxima (Ed Dauro, 2014) y Rosa de ausencia (Cuadernos del Mirador, 2021) y sus poemas han sido recogidos en distintas antologías como la I Antología de Poetas Accitanos ‘Guadix se nos hace nostalgia‘ (2014), Poetas Andaluces de Ahora (2015), Versos al amor de la lumbre (2020), II antología Dafne (2022) y La satisfacción de deber cumplido: cien años sin Andrés Manjón (2023).
Ha publicado diversos trabajos de investigación histórica, ensayo, artículos y relatos. Colabora habitualmente en distintos medios de difusión literaria y en las revistas Gealittera, Wadi-as, La Oruga Azul, Tántalo, Estación Poesía, La Gaya Ciencia, Sur Literatura y Lumbre, entre otras.
Acaba de ver la luz Ciega claridad (Entorno Gráfico, 2022), libro que la trae hoy a esta Prensa.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Pura Fernández Segura: Tengo la intuición de que los libros salen cuando ellos quieren y no cuando uno pretende. Sucede con frecuencia que acaecen eventualidades o contratiempos que impiden que las cosas discurran como era nuestro deseo. Finalmente el libro como un ente autónomo tiene su hora marcada para darse a conocer y al autor o autora solo le queda acompañar. Y este es el momento de Ciega claridad, cuyo título creo, anticipa de alguna manera su aliento o latido.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
La idea de libro como tal no aparece hasta que hay un buen puñado de poemas y considero que tienen cierta unidad de sentido. Poemas que se han ido fraguando lentamente desde la contemplación, el alejamiento y el silencio. Desde una disposición entregada para dejarme decir, escuchar, ese algo que nos viene dado, sacudiéndonos por dentro y que me impele a comunicar mediante la palabra escrita. Palabras que intento traer despojadas, que alumbren significados nuevos y revelen insólitas voces, alejadas de tópicos o de lo ya tantas veces dicho. Paul Valéry escribió que los dioses, amablemente, nos regalan el primer verso pero que el resto del poema le toca trabajarlo al poeta.
Pues eso, una vez tengo el cuerpo del poema empieza otro proceso que implica reescribir, talar, cortar de aquí y allá, hasta llegar a la conjunción entre contenido y forma. Asimismo, tengo la costumbre de dar a leer lo que escribo a personas de mi confianza; su opinión y sus sugerencias son de un gran valor porque me ayudan a clarificar conceptos y a mejorar si cabe el poema. De esta forma se ha ido forjando Ciega claridad. Con la voluntad no sé si lograda de que aunque nos expresamos desde el yo, como no podría ser de otra manera; pues escribimos desde la memoria, experiencia y reflexión propias; también he intentado tener presente la mirada de los otros de manera que el poema, no hable tanto de mí como desde mí.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s? Como dije más arriba, el título del poemario da algunas claves del contenido. Se trata de un oxímoron, recurso con el he querido hermanar dos palabras aparentemente enfrentadas: ciega y claridad, mediante el sortilegio del lenguaje poético; procurando que cobren sentido y provoquen distintos pulsos interpretativos. Pulsos que transitan en torno a dos vertientes. En la primera, oscuridad y luz aparecen como elementos opuestos que se amalgaman en torno a la búsqueda de la identidad del ser, el deseo de transcendencia ante la pulsión que nos empuja a religarnos con el misterio, con lo Absoluto o si se quiere con Dios desde una perspectiva creyente, como es mi caso.
Es preciso atravesar la noche para contemplar el resplandor de la aurora. Cruzar el silencio y su desierto para dar con el agua y la sombra de las palmeras; será allí el lugar propicio para las manifestaciones epifánicas, cuando el sol está en su cenit y desaparece la sombra, porque quien se atreve a elevar la mirada aún a riesgo de perder la los ojos, descubre un espacio de luz extrema, un punto ciego, en el pudiera estar la nada y todo. Espacio lindero donde adivinamos la presencia de lo sagrado, el deseo de completitud, aquello que apenas somos capaces de decir porque rebasa la palabra misma.
En la otra vertiente, los contrarios se plasman como principios coadyuvantes que vertebran la existencia humana: por un lado el amor, la belleza, el desprendimiento o la compasión y de otro lado el mal moral representado por la guerra, la soberbia, la hipocresía, la injusticia o la ambición desmedida.
Ambas vertientes conforman este libro por el cual fluyen las mansas aguas que nacen de ocultos veneros, aguas cristalinas que espejean la vida y aquellas que se despeñan con furia desde las altas cumbres.
¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?
A mí me gustaría que Ciega claridad se leyera en silencio, con calma, con sosiego. Que el lector disfrute de la lectura y a la vez le provoque, emocione, que le remueva por dentro. También que lleve no tanto a identificarse con lo que digo sino que incite a la reflexión, la búsqueda, que avive el deseo de meditar, de escucharnos mismos y a los otros. Sentir el poema como esa ala al borde del precipicio, levantándose como un día claro que viniera de nocturnas despedidas. En definitiva que los poemas dejen un poso de luz, entusiasmo, refugio y ganas de vivir en armonía con el mundo. Y por rematar sería un privilegio que una vez leído el libro, el leyente volviera de vez en cuando a mis versos, como a esa última casa de la misericordia, que es hoy la poesía, en palabras de Joan Margarit.
¿En qué medida veremos en él —o no— a la Pura Fernández Segura de tus anteriores obras?
Creo que Ciega claridad marca un antes y un después con lo anteriormente escrito. Creo que afianzo mi voz poética, hay crecimiento y madurez. Pero naturalmente quien mejor puede opinar sobre este particular serán los lectores.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Ciega Claridad’, ¿cuáles serían?
‘El amanuense’, ‘El fruto de la nada’ y ‘Corazón tendido’.
Cuando entregamos un poemario a lxs lectorxs se cierra un ciclo -y casi que lo que apetece es darse un tiempo, un descanso-, pero ¿qué proyectos tienes en el horizonte?
Tengo ganas de recoger algunos relatos y poemas que hay por ahí desperdigados, corregirlos y publicarlos. Y también están saliendo algunos poemas y ya veremos si cuajan para un nuevo libro.
Por último, como lectora, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
Pues me gustaría que pasara por la Prensa Paco Sánchez Bellón, un poeta ubetense al que por cierto, no le gusta demasiado la exposición pública. Aun así lo reto a este envite porque tiene una obra poética extraordinaria, que dimana belleza y profundidad, esto unido a un estilo templado, sobrio y depurado, que junto a la cuidada y exquisita edición de sus libros, hacen de éstos verdaderas joyas por descubrir. Y por supuesto porque es un buen amigo mío.
Poemas de ‘Ciega claridad‘, Pura Fernández Segura
EL FRUTO DE LA NADA
Sostiene el pábilo la llama
y su mudo resplandor procura.
Generoso, el Maestro Eckhart
convida a la entrega radical
que exige la promesa:
Tornar en odre seco para llenarse.
Perderse en el silencio de la nada,
vacío que en lo Uno nos religa.
Tránsito que ha de dar en abandono,
despojados y en solitud desnudos.
Quizá entonces la hora cierta llegue
en modo de Ciega claridad o Luz extrema,
acaso sobre nosotros derramada.
Como rosa de ausencia, rosa esquiva,
abierta rosa floreciendo.
EL AMANUENSE
El amanuense ordenó
poner en su epitafio, algunos versos
de Senén Hísjrím, la poeta persa.
¡En tan honda medida le atraparon!
Así rezan a pie de tierra en el pequeño
cementerio de Raj`fehan:
Fue el regreso y la partida, amor
como una tempestad estalla en aguacero
y al paso destroza cosechas y labrantíos.
Indemne quedó el sicomoro,
bajo su fronda, te busca
con la última luz,
mi corazón y el ángel caído
de la melancolía.
CORAZÓN TENDIDO
No sabría decir las veces
que he dejado la puerta abierta
y el corazón tendido.
Y pasaste de largo.
Tus pisadas, alejándose,
eran como un río mudo entre la niebl
y hendían como un tajo en la noche.
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