Prensado en frío

Antonio Rivero Taravillo: «El ritmo es consustancial a la poesía»

Portada de 'Suite irlandesa' de Antonio Rivero Taravillo
Portada de 'Suite irlandesa' de Antonio Rivero Taravillo

Antonio Rivero Taravillo: «El ritmo es consustancial a la poesía»

Irlandés de corazón y africano circunstancial, Antonio Rivero Taravillo nació en Melilla, aunque siempre ha residido en Sevilla. Se estrenó como poeta con el cuaderno Bajo otra luz (1989) y más tarde con el libro Farewell to Poesy (2002), seguido de otros hasta su anterior entrega, Los hilos rotos (2022, I Premio Ciudad de Lucena Lara Cantizani). Premio Comillas por su vida de Cernuda y Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías por Cirlot, ser y no ser de un poeta único, tiene además el Premio Rafael Pérez Estrada de Aforismos y el Premio Feria del Libro de Sevilla.

Reconocido como uno de los más destacados traductores de poesía en lengua inglesa al español, suya es la versión de Poesía reunida de W. B. Yeats (2009). Ha vertido igualmente en traducción directa a muchos autores que escribieron en gaélico irlandés, como Flann O’Brien o Liam O’Flaherty. Otros libros suyos son Antiguos poemas irlandeses (2001) o En busca de la Isla Esmeralda (2017). Su más reciente novela es 1922 (2022), donde recrea episodios de la vida de Yeats y Joyce. Dirige la revista Estación Poesía. Y acaba de publicar Suite irlandesa (Fundación José Manuel Lara, colección Vandalia 2023), el libro que lo trae hoy a nuestra Prensa.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Antonio Rivero Taravillo: Porque me apetecía reunir todos mis poemas con ambientación irlandesa, que nos son pocos, y porque la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara se mostró interesada.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Tiene su origen en 2019, cuando Ignacio F. Garmendia, el editor Vandalia, me invitó a publicar un libro de poemas en la colección pero con la premisa de que fuera algo especial. Sugirió que tuviera que ver con Irlanda, devoción mía que él conoce bien, y me puse a escribir lo que ahora es la primera parte del volumen, un ciclo de 36 poemas con el título “Dublín”. Recogí ahí diferentes experiencias proporcionadas por los años, ya decantadas en la memoria, más otras de una estancia en la capital de Irlanda de aquel mismo verano, cuando participé en un congreso sobre un escritor que he traducido y me fascina: Flann O’Brien. Luego surgió la idea de recoger en el mismo libro los poemas de tema irlandés ya publicados en libros anteriores junto con todos los inéditos (bastantes) que tenía sobre “la materia de Irlanda”. Finalmente agregué un poema que actúa como colofón, “La reina Maeve”, en el que personalizo en esa figura de la mitología y la épica irlandesas mi pasión por el país.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Creo que el libro se puede leer sin tener un especial conocimiento de Irlanda. Borges dijo en diferentes ocasiones que el disfrute de un poema es anterior a su comprensión; por decirlo así, que las palabras crean un sortilegio antes de que la inteligencia las aprehenda. E Irlanda tiene mucho de embrujo, de hechizo. No obstante, en una nota final doy las pistas necesarias para que los lectores conozcan los referentes culturales que intervienen en los versos. 

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

Con trasladar la emoción ante un país especial, muy especial, ya me doy por satisfecho.

Según la RAE, la suite es “una composición instrumental integrada por movimientos muy variados, basados en una misma tonalidad”. ¿De cuáles se compone ésta que nos entregas?

La tonalidad que permea todo el libro es, en términos cromáticos, el verde. El verde de Irlanda. Sus variantes son muy amplias y van desde la mayor melancolía al alborozo, siguiendo la amplia escala de ritmos de la música tradicional irlandesa, de la que soy fervoroso seguidor. Hay en esta suite diferentes asedios a los paisajes y la cultura de Irlanda, cuya extraordinaria riqueza literaria no tengo que reivindicar, porque se defiende sola, pero que sí subrayo, como alguien que testifica no sobre un crimen sino sobre un motivo de celebración.

Llegaste a amar conscientemente a la ‘Isla Esmeralda’ por su música, afirmas. ¿Qué importancia tiene la música en la poesía, en tu poesía? 

Pienso ahora, y no había sido consciente de ello hasta ahora, que el cuidado del ritmo en mi poesía sea una forma de compensar mis nulas dotes musicales a la hora de interpretar un instrumento o de cantar. En cuanto a bailar, mejor no hablemos. Parto de la idea de que el ritmo es consustancial a la poesía, y no se puede dejar de lado. Lo cuido y hasta lo mimo, aunque en ciertos periodos, un poco fatigado por la estricta observancia de metros y formas sancionadas por la tradición, he cultivado deliberadamente un verso más libre. Además, peco a veces, lo sé, del ritmo yámbico, sin duda por influencia de la poesía en lengua inglesa. Pero enseguida vuelvo al redil, aunque propendo a fórmulas flexibles en las que predominan endecasílabos y heptasílabos. En general no me interesan los poemas en prosa, y si alguno he escrito es para ofrecer variedad formal, siempre conveniente para no caer en lo previsible, que es una amenaza que ronda a los poemas y a la suma de estos en libros.

¿En qué medida veremos en él —o no— al Antonio Rivero Taravillo de tus anteriores obras?

Creo que se me verá plenamente. Hay poemas que habían sido publicados, y en las muchas páginas que son nuevas se apreciará una consanguinidad con aquellos versos, porque las preocupaciones que me azuzan son las mismas. En la presentación del libro en Sevilla me gustó que Jacobo Cortines señalara el diálogo entre el joven y el adulto, en el arco temporal de cuarenta años que encierra Suite irlandesa. Efectivamente, existe ese diálogo. Hay poemas en los que me desdoblo y en los que observo al muchacho que fui.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘Suite irlandesa’, ¿cuáles serían?

“La reina Maeve”, el más reciente, y “Carolan”, quizá el más antiguo (se publicó en una revista universitaria en 1986, pero era anterior). Por completar la tríada, el poema 4 de “Dublín”, donde explico, todo lo que se puede explicar algo irracional como es el amor, el mío por Irlanda.

En la web de la Fundación Lara podemos leer que este es “un libro clave en la trayectoria poética de Antonio Rivero Taravillo”. Cuenta, cuenta.

Bueno, la pasión irlandesa es un eje que recorre mi poesía desde el origen. En la medida en la que esta pasión está recogida en un libro, este se confunde con mi propia vida, con mi propia obra. Aunque ordeno mis libros de poesía en secciones por afinidad temática más o menos explícita, no es frecuente que escriba libros unitarios. Este lo es.

Cualquiera que te siga es consciente de que tu producción es inagotable y variada -se me escapa el número de libros de diferentes géneros publicados en los últimos años-. Pero algo me dice que ya estarás trabajando en alguno(s)…

Siempre estoy escribiendo, ya sean artículos o reseñas, ya sean poemas. Justo antes de abordar esta entrevista he estado revisando los de un libro futuro. Tardará en aparecer porque quiero que Suite irlandesa respire sin que otro libro compita con él en un tiempo. Pero este plazo no será de años sino de meses: en el segundo semestre de 2023 volveré a publicar poesía. También tengo en preparación la biografía de un importante escritor español del siglo XX, y algunas traducciones. Trabajo mucho, lo que, tratándose de escritura, es otra forma de decir que es mucho también lo que vivo.

Otra curiosidad. Como director de la prestigiosa revista Estación Poesía, en cierto modo le tomas el pulso constantemente a la actualidad poética sevillana, andaluza y nacional. ¿Goza “el paciente” de buena salud [risas]?

También a la internacional: en el número 26, de invierno 2023, se incluye un dosier de última poesía mexicana. Sí, el paciente, los pacientes gozan de buena salud. Gozaría de mejor salud aún si de una vez por todas tuviera tratamiento de subgénero (en realidad, de subproducto defectuoso) lo que regurgitan figuras que tienen poco que ver con la poesía. Se comprende que jóvenes sin criterio sigan a estos personajes. No se entiende sin embargo que sean los organismos públicos quienes los promuevan. ¿Tiene sentido que Acción Cultural Española lleven a festivales o ferias internacionales a voces tan inanes como las de Elvira Sastre o Miguel Gane? A nadie se le puede exigir que escriba mejor de lo que lo hace, pero a quien maneja el presupuesto de todos sí hay que pedir que no lo dilapide. La poesía española tiene voces mucho mejores que ofrecer.

Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’? 

A Victoria León, cuyo segundo libro de poemas aparecerá también en la colección Vandalia próximamente y cuya voz honda, meditativa, emocionante, merece ser aún más conocida.

Poemas de ‘Suite irlandesa’, de Antonio Rivero Taravillo

LA REINA MAEVE

Fect n-oen do Ailill & do Meidb íar n-dergud a rígleptha dóib i
Cruachanráith Chonnacht, arrecaim comrad chind-cherchailli
eturru.*

Táin Bó Cúailnge

Tu nombre trae agua de colinas
que el verde ha desposado y que la hierba
rodea como anillo;
en ti la única sílaba
de la reina de Connacht
y el aroma de leña, con la sangre,
de una Edad del Hierro que derrites
con tu sonrisa.
Urdieron epopeyas en tu nombre,
tejieron episodios con tu nombre
de turba y de lanzadas cuando el alba.
Hoy los carros de guerra
se pudren atascados en la ciénaga
en que no está tu nombre,
igual que una coraza, protegiéndolos.
Se me dan una higa los combates,
me importan una higa los aurigas,
los héroes, las heridas, las arenas
de las playas que nunca pisaré.
Que la ola me lleve que me enfrenta
cuerpo a mar, mar a cuerpo,
con Cú Chulainn, que el cielo se derrumbe
hoy sobre mí
si no es posible que mi lengua
bese, con tu nombre, tus muslos
y entre como un rayo de sol entre las losas,
los megalitos
abiertos en pasaje hasta la cámara.
Abre tus piernas y tus labios abre,
que tengo que excavar tu yacimiento
de sexo que es dolor y arqueología.
Solo quiero recordar la gramática
que un día gobernó nuestro paisaje,
las cópulas y aspiraciones,
posturas que modifican el cuerpo
cuando se da y entrega
en lucha de vocablos y venablos.
Una lengua remota es lo apropiado
para el amor
porque amar es pisar un territorio
que no nos pertenece.
Si no puedo tenerte en este siglo,
te poseeré
allí en la retaguardia de los años,
tan desnuda que ofreces tu esqueleto
como un botín de oro descarnado,
lo mismo que un oro al que se adhiere
la tierra,
un oro al que se pegan
viejas palabras y declinaciones.
Me guía la voluntad de alcanzarte,
tan imposible,
por no ser yo.
Como un relato oral te vas y alejas,
pero yo te retengo con mis dientes,
te fijo con mis versos
como un ronzal a la cabalgadura
y el asta al toro,
la soledad al hombre.
Si no puedes tenerme en aquel siglo,
no quiero para nada
mis días.

*“Una vez que Ailill y Maeve habían
extendido su lecho real en el fortín de
Cruachan, en Connacht, esta fue la
conversación de alcoba que tuvieron”.

CAROLAN

Me acuerdo de la Irlanda que no hemos conocido
porque un arpista ciego esta noche nos llora.
A pesar de los siglos y las tierras en medio;
a pesar del alcohol que mis ojos empaña.

Porque un arpista ciego esta noche nos llora
con una melodía tan triste como hermosa,
tan bella como el lago que en tu risa hubo un día.
Con sus dedos recorre las cuerdas de tu ausencia.

Son látigos las cuerdas y cuerpo la memoria,
y la música es siempre un suplicio aceptado,
compases más punzantes cuanto más te recuerdo
porque un arpista ciego esta noche nos llora.

Me acuerdo de la Irlanda que no hemos conocido,
florida como mayo cuando besa las zarzas.
Por eso me conmueve con su música el bardo,
y bebo, por ejemplo, porque tú no estás cerca.

Porque un arpista ciego esta noche nos llora
y sus ojos nos miran porque tú ya no estás.
porque ya nada queda y sus ojos nos miran.
Cuando yo nada soy, porque soy tu carencia.

DUBLÍN (4)

Me gusta Irlanda por lo inútil,
por su gran capacidad para lo impráctico,
que las cuerdas de un arpa solo sean mecanismo
de lo que escapa y nunca lo que aferra.
El hambre, por ejemplo,
primera exportadora con la ayuda
impagable de Inglaterra.
Pero también el genio, el humor,
y esa capacidad de que el milagro
no requiera concurso de fantasmas
y que un lago baste, una colina
y el viento entre los juncos del ribazo.
Sus grises son tan verdes que rezuman
la clorofila antigua de los mitos.
La luna, un gato blanco; y ronronea
con su manto de druida bajo el ogham
de las estrellas.
Escucho los latines de los pájaros,
y arrastran un dejo que no es céltico
ni indoeuropeo
sino eco del tiempo en el que hablábamos
lo mismo los humanos y las aves.
Me bato con su lengua como un héroe
que nunca sacará partido alguno
y obtiene sin embargo el galardón
de vencerse a sí mismo,
melladas las espadas de los verbos,
medallas las espaldas de los versos
y las lanzas partidas de los nombres
y ese apareamiento de las preposiciones
con los artículos, y yelmos
en las cabezas de las palabras: 
las consonantes que se cubren
unas a otras.
Las palabras se enredan como trébol
en un campo mojado por la noche.

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Javier Gilabert
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