Prensado en frío

Estefanía Cabello: «Siempre es un buen momento para hablar de la incomodidad que nos produce la época actual en que vivimos»

Portada de 'El cielo roto de Shanghái' de Estefanía Cabello
Detalle de la portada de 'El cielo roto de Shanghái' de Estefanía Cabello

Estefanía Cabello: «Siempre es un buen momento para hablar de la incomodidad que nos produce la época actual en que vivimos»

Estefanía Cabello (La Carlota, Córdoba, 1993) es escritora y activista cultural. Actualmente realiza la tesis doctoral internacional en Literatura Española (U. Córdoba / U. de Éxeter). Escribe sobre mujeres escritoras del siglo XIX y recepción clásica y neobarroca en poesía contemporánea. Ha trabajado en diferentes instituciones vinculadas al mundo de la cultura y de las letras. Aparece en numerosas revistas, antologías y ha participado en diversos festivales internacionales como autora invitada (Festival Internacional Poesía de Granada, Festival Internacional Poesía de Perú, Cosmopoética, etc.). 

Ha publicado los libros de poesía 13 segundos para escapar (Premio Gloria Fuertes Poesía, ed. Torremozas, 2017), La teoría de los autómatas (ed. Hiperión, 2018). El cielo roto de Shanghái (Bartleby, 2022) es su tercer libro y la excusa perfecta para que hoy sea nuestra invitada.

Portada de ‘El cielo roto de Shanghái’ de Estefanía Cabello

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Estefanía Cabello: Es un libro que llevo trabajando varios años. Desde el año pasado ya supe que lo iba a publicar con Bartleby y estoy realmente feliz porque sea así y porque vaya a salir ya a la luz con una editorial a la que estimo mucho. Siento que este libro es un paso importante para mí dentro de mi trayectoria, una especie de eslabón entre lo que he hecho con anterioridad y hacia donde me dirija próximamente. 

Ahora, porque siempre es un buen momento para hablar de la incomodidad que nos produce la época actual en que vivimos y, pese a ello, la búsqueda de cómo rehacerse de todo eso. El cielo roto… es un libro que habla de un viaje, que transita hacia la luz, hacia la búsqueda de la belleza pese a todo.  

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Comencé a escribir el libro en una ciudad china hace cuatro años, donde yo trabajaba como Lectora para una universidad, pero lo terminé de escribir en Asturias un año después, en un periodo de descanso y reconexión con todo. Es un libro que se ha fraguado de una manera lenta, contemplativa.

No tiene nada que ver con la pandemia ni con lo que hemos vivido recientemente, aunque en él ya están las claves de esa desazón colectiva que hemos experimentado. Curiosamente, esas claves se me revelaron mientras vivía allí, tan lejos de la tierra que conocía, fuera de mi zona de confort. 

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

No es un libro en el que vayan a encontrar un único interrogante, es un libro honesto y en cierta medida desafiante.

Hay tres partes diferenciadas dentro de El cielo roto de Shanghái, las tres presentan interrogantes y obstáculos diferentes que salvar a través de la poesía, del lenguaje. La última parte, “Una tierra, todas las tierras” está formada por un único poema final que supuso para mí todo un reto a la hora de su escritura.

¿Qué efecto esperas que tenga en ell@s?

Que les traslade a las mismas sensaciones que pretendo alcanzar en cada poema, que transiten por ellas en primera persona. Ya sea desde esa incomodidad, quizá, de la primera parte del libro, esa incomprensión por el mundo en el que se vive y sus mecanismos violentos, hasta la reconciliación con ese mundo que se da en el poema final a través del espacio mítico de la palabra.

¿En qué medida veremos en él —o no— a la Estefanía Cabello de tus anteriores obras?

El jurado que me concedió el premio de mi libro anterior, La teoría de los autómatas, señalaba que “exploraba y bebía en las culturas de la disidencia”. Me gusta esa visión y creo que hay mucho de ello también en este tercer libro; si bien El cielo roto de Shanghái da un paso más allá y presenta una propuesta quizá más arriesgada, por la variedad de temas que toca, que los poemarios anteriores.

Dice Álvaro García sobre tu poemario que le “parece un magnífico libro para cambiar aún lo poco fiable de la realidad por su refundación en palabras que brillan”. ¿Estás de acuerdo con su afirmación?  

Suscribo todo lo que diga Álvaro García —risas—. Es broma. Es cierto que el libro se aleja de la realidad para sobrevivir. El mundo de las palabras, de la memoria… tiene un gran peso en el libro. No se busca huir de esos recuerdos, de esos otros mundos existentes en nuestra mente, sino ir hacia ellos como un salvoconducto de la cotidianidad más inmediata. 

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘El cielo roto de Shangái’, ¿cuáles serían?

Es una elección complicada, una nunca ve con objetividad lo que ha tratado de cerca. 

Pero si tengo que escoger tres, ahora mismo creo que me quedaría con el poema que abre el poemario, porque ya da cuenta de ese malestar que planteo al inicio del libro, un segundo poema, “Lo que hay al otro lado de este cuerpo” y algún fragmento del poema final.

Esta elección en su conjunto da cuenta de ese cambio, de esa transición hacia lo luminoso que hay en el libro. Esto era muy importante para mí, que fuese un libro que evolucionase él mismo hacia lo positivo, pese a todo. Tendréis que leerlo para saber si estáis de acuerdo o no con esta elección.

¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?

Siempre pienso que cada poemario supone un punto de inflexión, unos más que otros. Me pregunto si esta sensación le sucederá a la mayoría de los escritores. Es cierto que este libro sí supone un ahondamiento consciente en el mundo del lenguaje y de la escritura, más que los dos poemarios anteriores: hay una conciencia en él de que la imaginación y la escritura nos pueden mover, llevar a otras partes que no sean la realidad próxima, y juego con ello una y otra vez dentro del libro. También exploro otra manera de poetizar en la parte final del libro, diferente a la mostrada en mi trayectoria hasta ahora, que construyo sobre un único poema final dividido en partes.

Por último, como lectora, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?

Esto lo tengo fácil. Ahora mismo hay muchos escritores andaluces que estrenan obra literaria, lo cual me congratula. Por mencionar dos de ellos, Cristóbal Domínguez Durán con Nadie nos cuida en el sueño, recientemente galardonado con el Premio de Poesía Universidad Carlos III de Madrid que publicará Pretextos, o Sergio Navarro con Historia del tacto, que también se publicará antes de fin de año, merecedor del premio Félix Grande de poesía.

Poemas de ‘El cielo roto de Shanghái’ de Estefanía Cabello

VOCES cercan la noche.
Yo solo hubiera ido hasta el final,
porque solo se puede ir hacia el final
y hasta el fondo,
es lo que dice el ruido
en mis ojos. Muy lejos de mí
hay una niña que baila
frente a un espejo y se pregunta
si hace frío ahí afuera.

LO QUE HAY AL OTRO LADO DE ESTE CUERPO

Me acostumbro al vacío
—fuertes y fecundos son mis límites—
soy otra forma más hasta la no saciedad.
Abro los ojos y extiendo mi piel
ante el tacto de lo vivido,
todo lo que guarda belleza en su interior.
Después vendrá el silencio sin ojos,
un fogonazo de oscuridad
volver a ser herida.
Sé que en esta búsqueda estoy yo
y todo lo que me anticipa
y todo lo que me preceda —si es que es posible
que de estas manos y estos ojos nazca algo—.
Intuyo lo que viene después, lo intuyo
pero aparento olvidarlo en algún punto,
como quien aparta una pestaña que cae
o un insecto que pasa zumbando a nuestro lado
y cuya aproximación se olvida
en su abandono fácilmente.
Mientras, aprieto este cuerpo fuerte contra mí
—la herida. El vacío—
esta herida que es todo mi cuerpo,
que es todo mi cuerpo ante la
noche;
conocer que solo es posible cerrarlo en la
desmemoria, que esa palabra, y no otra, será la llave mágica.
Cesar,
no existir.

UNA TIERRA TODAS LAS TIERRAS

(fragmento V)

Guardaremos la belleza que llevan las estaciones
consigo dentro de nosotros.
A la sombra de los olivares,
crecerán nuestras ideas fuertes e indómitas
como las noches cálidas de agosto, secas, que nos vieron surgir.
Estarás conmigo allá donde ponga un pensamiento;
el laurel en nuestras cabezas hablará
en nombre de los sueños que
tuvimos. Seremos intocables por el
rayo
—¿quién lo dijo?— y arderemos juntos,
ígneos, en las largas noches de
tormenta.

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Javier Gilabert
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