Juan Domingo Aguilar: «Un libro de poemas es una casa en la que resguardarse»
Juan Domingo Aguilar (Jaén, 1993) ha sido director del grupo Viridiana Teatro y coeditor de la revista La Novicia. Codirige la editorial y revista independiente Bichito Editores. Sus poemas han sido traducidos al portugués, al inglés, al árabe y al italiano y han aparecido en revistas como El Cultural, Periódico de Poesía de la UNAM, Círculo de Poesía, Buenos Aires Poetry, Anáfora, Elipsis, La Raíz Invertida, Nayagua y programas como Tres en la carretera, Radio3. Dirige la sección ‘Versátiles’ en Zenda.
Ha publicado La chica de amarillo (Finalista del I Premio de Poesía Esdrújula), Nosotros, tierra de nadie (XXXIII Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros, 2ª Ed. La Castalia, Venezuela, 2020), y anticine (V Premio de Poesía José Ángel Valente, EDUAL, 2022).
Es autor, junto con Kevin Cuadrado, de la obra de teatro La mujer del dictador (Accésit VIII Premio de textos teatrales Parábasis) y de la obra de radioteatro Mensaje con cuerpo de mujer (Audiodrama Colectivo, 2022). En 2019 obtuvo una beca de la UNESCO como creador residente en Óbidos (Portugal). Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala. Hoy charlamos con él sobre su último libro, anticine, que le hizo merecedor del prestigioso premio de poesía José Ángel Valente.
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Juan Domingo Aguilar: Mi objetivo era que el libro funcionara como una especie de fotograma de nuestra época, de nuestra generación, de la misma manera en que lo hacían los fotogramas de Super-8 en la época de nuestros abuelos y es que, con todas las diferencias, la situación que vivimos nosotros ahora es también bastante complicada y descorazonadora: el sentimiento de precarización, de crisis emocional, vital, de acceso a la vivienda, de salud mental y toda otra serie de factores son fundamentales para entender el proceso de reconfiguración social y colectivo en el que estamos inmersos. Todo esto es algo que no es nuevo, pero es un retrato que hay que hacer. Yo he elegido hacerlo desde el cine, como si este fuera un acompañante, intentando que se dieran la mano cine y poesía, ficción y realidad.
¿Por qué ahora? Porque los libros escogen, de alguna manera, igual que ocurre con algunas películas, su momento y tienen su propia vida al margen de nosotros. Del mismo modo que no somos nosotros quienes elegimos al poema, sino que es él quien nos elige.
¿Por qué este libro? Ya hay libros de poesía sobre cine, muchas antologías por ejemplo que se basan en escenas o películas, que utilizan el mundo del cine como hilo conductor. Mi objetivo era otro: abordar cualquier temática con el cine como pretexto.
Y, sobre todo, conseguir que cine y poesía dialogaran, trabajar a través de ese sentimiento y vocación común que de alguna manera los une. El cine y la poesía, para mí, son memoria y al mismo tiempo representan dos de las herramientas más poderosas para luchar contra uno de los principales antagonistas al que debemos hacer frente a lo largo de nuestra vida: la nostalgia. Si existiera algo así como un manual de instrucciones para hacer frente a la nostalgia, sería entonces algo parecido a un poema o a una película, estoy seguro. En ambos casos, sobrevuela sus páginas o sus fotogramas la misma duda: ¿Cómo vivir? Y lo más probable es que en ninguno de los dos encontremos respuestas, pero sí consuelo. Consuelo y ternura deberían ser palabras que lleváramos marcadas a fuego en el pecho y que formaran parte de nuestra educación sentimental, sobre todo en los tiempos del hiperconsumismo caníbal que estamos viviendo.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
La idea del libro surgió un poco antes de mi estancia como residente en la Fundación Antonio Gala desde 2019 a 2020. Es el proyecto con el que fui seleccionado y uno de los que desarrollé mientras estuve entre sus muros. De hecho la idea original del libro cambió mucho respecto a lo que ha acabado siendo. La propia experiencia de la residencia, los compañeros, el tiempo que ha transcurrido desde entonces, todo ello ha influido de una manera u otra en la evolución del proyecto. A esto habría que sumarle que, normalmente, desde que terminamos un libro hasta que este ve la luz suelen pasar varios años en los que nos dedicamos al mismo tiempo a otras búsquedas o tenemos la cabeza puesta ya en otros proyectos.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?
Me limitaría a apagar las luces de la sala e invitarles al inicio de la próxima sesión, tomando prestada la cita de Lorca que abre el libro:
«Pasad adentro, con nosotros. Tenéis sitio en el drama. Todo el mundo».
¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?
En la poesía muchas veces es más importante lo que se calla que lo que se dice, al igual que en las películas a menudo, como decía Hitchcock, tiene más potencia lo que imaginamos que lo que se ve, lo que intuimos que ocurre que lo que verdaderamente sucede. Y ahí es donde entra la idea principal de este libro, por eso lo que me gustaría es invitar al lector a sentarse, acompañarlo sujetándole la mano a lo largo de una larga e ininterrumpida proyección que narre la propia historia de cada uno de nosotros, de nuestra familia, de nuestra infancia, de la precariedad vital (y digo vital porque engloba el plano laboral, social y emocional) que protagoniza nuestra experiencia desde que nos alcanza la memoria. Que narre las despedidas que preceden a cada uno de los fundidos a negro de nuestro día a día.
No es un libro social, ni un libro político, ni su intención es encontrar solución para los problemas que nos atormentan. No, su objetivo es funcionar como el fotograma de una época y una generación, al igual que las películas caseras de Super-8 que mis padres, mis tíos y mis abuelos proyectaban cuando éramos pequeños sobre sábanas blancas, iluminando las largas noches de verano en un pequeño pueblo de interior. Del mismo modo que una película es un lugar que habitar, un mundo en el que esconderse cuando la cosa se pone fea fuera, un libro de poemas es una casa en la que resguardarse. Espero que encuentren entre las páginas de este libro algo parecido a un refugio.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Juando Aguilar de tus anteriores obras?
Siempre lo veremos, de una manera u otra. No podemos renegar de lo que somos, de lo que éramos, ni de lo que hemos escrito. Aunque vea con algo más de distancia mis primeros libros, veo reflejado en ellos a la persona que era en aquel momento. Si bien mis búsquedas han evolucionado, hay ciertos temas que me obsesionan como la familia, la memoria, las despedidas y todas las formas del amor (que son muchas) y que siempre aparecen de una manera u otra en lo que hago; por eso mismo concibo mi obra, al margen de los géneros, como una especie de universo continuo dentro del cual se engloban todos ellos. Al mismo tiempo aspiro a que cada libro funcione con una identidad propia e independiente.
Eso sí, creo que hay una evolución natural en este libro, del mismo modo que en los proyectos más actuales en los que estoy inmerso la hay, una evolución en la que se plasma un interés evidente por algunos aspectos en los que probablemente hace unos años reparaba menos. Lo que sí puedo decir es que con el tiempo me he ido encaminando hacia el quid de la cuestión, contar lo que es estrictamente necesario. Mi manera de escribir, y por tanto de habitar el mundo, me hace alejarme de la métrica cerrada, de los recursos estilísticos y toda otra serie de ornamentos. No concibo escribir de otra manera.
Mi poesía es lo que soy. Un muy buen amigo me dijo una vez que uno tenía que escribir tal y como era. Y yo creo que es una de las frases más sabias que me han dicho nunca. Que mi escritura fuese de cualquier otra forma no sería honesto, y para mí es muy importante ser honesto y sincero con lo que hago. Hacer algo impostado no me permitiría sentirme orgulloso del resultado.
¿Qué ha supuesto para ti haber ganado el V Premio de Poesía José Ángel Valente con este poemario?
Una ilusión enorme. Por suerte todos mis libros han salido con premios o a raíz de ellos, pero en concreto este me emocionaba de manera especial por todo lo que implicaba a nivel emocional, por los recuerdos asociados con mi estancia en la Fundación y por todo el desorden ordenado que he vivido estos últimos años. Además estoy muy agradecido de haber podido contar con esa maravilla de portada de Virginia Bersabé, soy incapaz de imaginarme el libro de otra manera. Ganar el premio ha sido como cerrar una etapa literaria y un círculo vital alrededor del cual se sentaban, dándome la mano, todas y cada una de las personas que me han acompañado y han sido importantes para mí de un tiempo a esta parte.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘anticine’, ¿cuáles serían?
Es difícil, sobre todo porque el libro está concebido como una larga proyección para visualizar (o leer) de manera ininterrumpida. Pero si tuviera que escoger tres poemas a modo de tráiler creo que serían “el hundimiento”, “días de radio” y “un ciudadano ejemplar”.
¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?
No sé si supone un punto de inflexión o no, la verdad. Lo que sí sé es que el momento en que lo escribí, cuando estaba en la Fundación, sí que lo supuso. A partir de entonces mi visión sobre las propuestas poéticas (y literarias en general) que me interesaban cambió mucho. Me volqué sobre todo en la obra de ciertos autores y autoras latinoamericanas que a día de hoy me siguen fascinando. Desde entonces no he vuelto a ser el mismo y eso, lógicamente, queda reflejado y transciende tanto mi manera de habitar el mundo, como de escribir (aunque que en realidad para mí estas dos cosas vienen a ser lo mismo). Ahora tengo la cabeza puesta en varios proyectos tras mi vuelta de Ecuador.
He tenido la suerte de poder vivir una temporada larga allí y creo que es otra experiencia que también me ha modificado de manera sustancial. Veremos con el tiempo cómo se materializan todas estas vivencias.
Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
Contar con Carlos Catena (Jaén, 1995) y su propuesta literaria siempre es una buena opción, además de garantizar reflexiones punzantes y risas a partes iguales.
POEMAS DE JUAN DOMINGO AGUILAR
el hundimiento
escribir un poema es como un búnker
donde te sientes a salvo del miedo
al menos de ciertas conversaciones
un escondite en el que te cuestionas
si han parado los bombardeos
un refugio antiaéreo donde piensa
si el protocolo del consejo de seguridad nuclear
cubre el supuesto de cruzarnos por la calle
una cama en la que te preguntas
cuántas noches deben pasar
hasta que dejes de estar contaminado
días de radio
mi abuela me viste
con mi traje de los domingos
se ajusta la camisa
que le regaló mi abuelo
y enciende la cámara
vamos niños dice sonreíd
si ocurre alguna desgracia
o perdemos la memoria
esta foto conservará
la ropa con la que un día
fuimos felices
un ciudadano ejemplar
tenemos veintipocos años
y sufrimos la crisis de los cuarenta
queremos comprar un coche
abrir botellas de vino comer queso
hablar de películas independientes
y cenar con nuestros compañeros de trabajo
de pronto discutimos de temas serios
debatimos si es o no temporada de aguacates
hablamos de ofertas de supermercados y economía
de televisores y pulgadas
amontonamos libros
en la mesita de noche
queremos historias reales de gente
real que ve películas mal dobladas
y consume ansiolíticos
al volver a casa nos reconforta
escuchar de fondo el ruido de la nevera
saber que al menos
algo sigue funcionando
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