Prensado en frío

Nieves Chillón: «Lo personal, lo íntimo, lo individual, puede ser signo de un desajuste en lo social»

Portada de 'La casa de La Piedra' de Nieves Chillón
Portada de 'La casa de La Piedra' de Nieves Chillón

Nieves Chillón: «Lo personal, lo íntimo, lo individual, puede ser signo de un desajuste en lo social»

Nieves Chillón nació en Orce, Granada, en 1981. Es profesora de Lengua y Literatura en Secundaria. Ha publicado los libros de poesía La casa de La Piedra (El Envés Editoras, 2021), Arborescente, (Pre-Textos, 2020), El libro de Laura Laurel, (Pre-Textos, 2017), El asa rota, (Diputación de Granada 2015), Rasguños (Vitruvio, 2013), La canción de Penélope (Ayuntamiento de Lucena, 2011), Morning Blues (Cuadernos del Vigía, 2006) y La hora violeta (Ayuntamiento de Granada, 2004).

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Nieves Chillón: La razón de este ‘La casa de La Piedra’ hay que buscarla unos libros más atrás. Siempre que termino un proyecto y comienzo otro observo que hay una serie de material de continuidad entre el primero y el segundo, un vínculo en forma de tema recurrente que pertenece a ambos. Luego hay que cortar ese cordón umbilical. Eso ocurrió entre ‘El libro de Laura Laurel’ y ‘Arborescente’. Cuando cerré ‘Arborescente’ quedaron muchas ideas latentes que tienen que ver con el arraigo a la tierra seca y dura del paisaje que habito, con la experiencia directa e indirecta de la injusticia de raíz económica, política o misógina.

¿Y por qué ahora? El libro lo presenté a varios premios durante la pandemia. A la misma vez, la editorial El Envés comenzó a funcionar en Granada. Pepa Merlo, una de las editoras, me ofreció la posibilidad de editarlo con ellas y me pareció una oportunidad. Tenía ganas de publicarlo, de hacer un homenaje a La Piedra, a las personas y personajes que habitaron y habitan las dos casas, la de cal y la de tinta.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

‘La casa de La Piedra’ es un libro que comienzo a forjar después de leer a Anne Carson, concretamente su “novela en verso” ‘Autobiografía de Rojo’. Quise hacer un libro de poesía donde lo mítico y la realidad (concretamente la realidad de una casa, que es un cortijo humilde del Altiplano granadino, entre andaluz y castellano) confluyeran en la mirada y en la ideología de quien va narrando. Y digo narrando, porque en el libro hay personajes y una línea narrativa que cuenta algunas escenas de la vida de E., una protagonista lírica que se parece mucho a mi madre. Leí ‘Cuaderno de campo’ de María Sánchez y me sentí identificada con él. Leí a Raúl Quinto, a Adrienne Rich, a Juana Castro, mientras me documentaba en el paisaje y en las conversaciones con las mujeres de mi familia.  

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@es?

Los personajes A., B., C., D. y E. son seres frágiles que aprenden a desenvolverse muy pronto en un medio duro. Como dice el poema “Madre”, ella los nombra mientras los va sembrando, y se los ofrece al sol. Niños entregados a la tierra y a un destino desde su nacimiento es algo que ocurría en Andalucía hace solo unas décadas. La figura de Padre es protectora y a la misma vez coarta la experiencia de libertad de E. cuando viaja expresamente para traerla de regreso a la tierra. Era la España del atraso, de la pobreza, de la inmigración y de la dictadura en el medio rural.

Mi voz viaja hasta ese tiempo desde muchos momentos distintos. Desde mi propia infancia, cuando de niña salí con mis primos de excursión (aquellas bicicletas) desde Orce, llegamos a Fuente Nueva, luego a Venta Micena y desde allí a La Piedra, o desde mi adultez, como madre, consciente de que la diferencia entre las generaciones de mujeres se puede medir: es la distancia entre ellas mismas a la tierra.

¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?

Que por un momento caminen sobre la tierra seca y vean a lo lejos la casa de La Piedra. Que se acerquen y entren, que toquen sus paredes y sientan la cal en las uñas. Que los taráis reverdezcan y que La Piedra se llene de animales y niños, y todo resuene y suene a vida. Que se abran las puertas vecinas, que La Piedra se habite de nuevo con los espíritus de quienes van a ella a través de este libro.

¿En qué medida veremos en él —o no— a la Nieves Chillón de tus anteriores obras?

La poeta de la sangre y las genealogías que hablaba líricamente en Arborescente está en La casa de La Piedra. La voz de la poeta madre que es consciente de que sus ojos son los mismos que los de otras mujeres que habitaron esa tierra, ese paisaje, es la de ‘El libro de Laura Laurel’, la de ‘Arborescente’ y lo es también en ‘La casa de La Piedra’. Sigo entendiendo los sucesos líricamente, sorpresivamente, como en ‘El asa rota’ o en ‘Rasguños’.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de ‘La casa de piedra’, ¿cuáles serían?

Me quedaría con “Obediente”, “Futuro sumergido” y con “Caballos”.  En el primero de ellos habla una E. amarrada a obediencias y violencias impuestas por ser mujer, niña y pobre en una época durísima. En el segundo, E. adulta “cose muñecos”. Es posible que algún lector/a reconozca esa jerga que nombraba así al trabajo sumergido en el que muchas familias humildes cosían en sus casas cientos, miles de vestiditos para las empresas jugueteras. E. y sus hijas, quienes por cierto se parecen mucho a mi hermana y a mí, cosen, cortan hilos, se ahogan entre las pequeñas telas, a la vez que anudan más fuerte los hilos, el vínculo, entre ellas.

“Caballos” es un poema que escribí antes de haber leído ‘Tots el cavalls’ (Todos los caballos), de Antònia Vicens, y después de haber publicado en ‘El libro de Laura Laurel’ un poema en el que la voz lírica es la del animal, quien observa a un hipotético y pacífico cazador (que era yo, embarazada). Retomé ese poema propio, lo convertí en cita de mi propio poema “Caballos” y dejé hablar a la yegua de la casa de La Piedra, a su voz de animal hembra que observa a Madre, a quien habla, a cuyos hijos reconoce, y con quien empatiza en el momento de parir.

¿Lo lírico también es político?

En mi poesía, sí. Todo es político. Los gestos que hacemos y los que dejamos de hacer. Lo que defendemos, lo que no. Lo personal, lo íntimo, lo individual, puede ser signo de un desajuste en lo social. Lo lírico, por tanto, es (y creo que es importante que lo sea) político y comprometido. Lo que se dice líricamente de un personaje ínfimo, que camina en una tierra que está en los márgenes de lo urbano, de lo culto, de lo productivo o lo vanguardista, al margen de todo lo que consideramos civilizado o moderno, que además es mujer, y niña, y pobre, es político.

‘Arborescente’, tu poemario anterior, te valió, además del Ciutat de València, el XXVII Premio Andalucía de la Crítica —ex aequo con Diego Medina Poveda—. ¿Qué ha significado para ti este reconocimiento?

En primer lugar, el hecho de asistir a las dos entregas con mis hijos (con los dos, muy pequeños, en Valencia y con mi hijo de cinco años en Granada), ya fue muy especial para mí. Compartir algunos aspectos de la escritura con mi familia es algo que me hace feliz. Y no solo hablo de una entrega de premios, sino también del proceso de documentación. Suelen acompañarme en mis “expediciones” en las que tomo notas o conozco espacios.

Literariamente, aunque me siento agradecida por la confianza de los jurados en mi poesía, no estoy muy segura de que el premio haya supuesto un gran cambio, un punto de inflexión o algo así. Sigo participando en eventos literarios de forma muy puntual, sigo escribiendo al mismo ritmo y con la misma motivación que tenía (esto es, la de intentar conseguir altura poética en los poemas). Tengo las mismas ganas (en realidad, más ganas que nunca) de aprender y de mejorar, de explorar paisajes líricos que me nutran.

¿Supone este poemario un punto de inflexión en tu producción como poeta? ¿Y a partir de ahora, qué?

Me dijo un amigo poeta hace poco que entre libro y libro mío veía una evolución, un cambio. Sus palabras ahora mismo tienen bastante sentido. Justo en estos momentos estoy trabajando en dos proyectos. Uno es narrativo, y ha significado para mí un descubrimiento. La escritura de una novela es una experiencia inmersiva brutal. Te exige documentarte, ser disciplinada, entrar en la escritura durante horas, y vivir en ella durante meses o años. El otro es un proyecto poético que ha surgido paralelamente al proceso de documentación y reflexión para la novela, y que ya tuvo en La casa de La Piedra un poema-semilla.

Por último, como lectora, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?

Desde hace años me interesa mucho la poesía de Juan Andrés García Román.

Poemas de Nieves Chillón

Obediente

Me llamo E. y soy una niña obediente
me levanto al salir el sol           doy de comer a los caballos
una yegua me lleva a la escuela          cada día
también ella espera          mi regreso sin quejarse
hago cuanto la maestra me pide
todo          lo que Madre me pide
la otra noche en el baile        
me puse mi ropa nueva          mis mejores zapatos
bailé de su brazo porque él me lo pidió
mi caballo trotaba más lento que su mano
sus dedos        que su lengua
por las mañanas camino de la escuela
recité las ciudades y me dije
Las niñas obedientes hablan solo
cuando se les pregunta          así que           
no yo sino este lápiz en el palomar de la casa
escribirá para los ojos de los pájaros:
Ásperas como el fango          aquellas manos
me dibujaban círculos debajo de las bragas.

Caballos

Sin embargo el cálido animal sigue soñando
con otro animal.

Adrienne Rich

0.

frente a mí el caballo
y el perro en lo mojado
¿qué piensan?
en el lento animal azul
 que los observa
pero no caza
caballos.

1.

Cerrar los ojos
hay que estar atentos a la abeja         escoger la brizna la luz
beberla con el cuerpo            apisonar
negando la correa y abrazándola         
por ser la única la madre.

2.

B. monta con miedo
C.  confía a los caballos su llanto de hombre
A. tiene el tamaño de una pavía
E. agarra la crin con una mano sola
y va desbrozando una idea:
Yo seré como tú
al acabar el día
diremos que sí al grano
el grano es la rendición
también el pasto.

3.

Nos parimos las unas a las otras       agazapadas
mi sangre forma con la lluvia un río
de mi dolor brota un igual y un alimento
el agua del pozo es salada          esta es dulce
la pata briosa          la brizna           el barro
lo que cae a la tierra ya se aleja apenas se sostiene
tu ventana llamea esta noche          pronto vas a surtir
agua        placenta        sangre        
aunque tu boca es chica
prepara lengua y dientes:
por la mañana sabré si fuiste capaz.

4.

¿Dónde está hoy tu cuerpo de animal menudo?
Ya es la hora de la alforja
pero hoy dibujo más           y más        y más círculos
en la tierra              sobre la hierba
¿dónde el azúcar? ¿adónde la gavilla?
Hoy tus crías no corren hacia mí
por no ensuciarse los zapatos.

5.

Por cómo se multiplica  por no ser devorado
veo que el animal azul           no caza
no deglute          no destaza       no
despluma        abre         cuelga         ni          desangra
caballos.

Futuro sumergido

La máquina de coser Alfa une telas minúsculas con hilo rosa
E. mira la muestra terminada          de reojo        el trajecillo que después
de mano en mano iría a significar la perfección           el ideal
E. le hacía rotos al silencio        tac tac              el prensatelas
runrún            el motor      chasquidos de su lengua
violines de agujas contra el suelo
la catarata            de volantes rosados
desaguaba con ímpetu de tules         mil vestidos de fiesta para mil
muñecas idénticas de pvc          
E. cortaba el hilo y devolvía al otro cesto un cuerpo a medio terminar
y crecía            crecía el mar de faldas         hasta la inundación
y nos ahogábamos pasando los pespuntes        probando los vestidos
cada mañana            cada tarde             todas las estaciones
y el hilo aquel nos fue cosiendo las manos a las telas         
los ojos a una luz abisal             y nos unía              
las unas a las otras y a las profundidades        
y no nos dábamos ni cuenta.

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Javier Gilabert
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