Opinión y Pensamiento

El fin de la clase media en la economía de los Artistas

El fin de la clase media de los artistas

El fin de la clase media en la economía de los Artistas

Durante este viernes, 4 de marzo, Bandcamp renuncia una vez más a su comisión por venta de música en la plataforma. Lo viene haciendo así desde el comienzo de la pandemia de Covid-19, un viernes de cada mes, para apoyar a los artistas.

Con las nuevas tecnologías de música en streaming y distribución en plataformas digitales se ha terminado de fulminar a la «clase media» en el sector. Una propensión que ya se veía reflejada mucho antes en el reparto de derechos de nuestra SGAE, donde la falta de transparencia —por lo supuestamente intangible— en la distribución de las recaudaciones ya conllevaba una brecha abrumadoramente amplia entre «ricos y pobres».

Ahora, esa tendencia se consolida desde el momento en que la mayoría de usuarios no pagan por la música que escuchan como quien compra un producto, sino que dan su dinero a servicios como Spotify, y estos reparten los ingresos por royalties y reproducción mecánica a las distribuidoras y entidades de gestión de derechos, que, a su vez, los reparten entre los creadores.

¿Cuánto nos llega a los creadores?

La ecuación es así de simple: Spotify paga 0,0039€ por reproducción, lo que significa que para un sueldo de 1000€ se necesitarían unas 256.410 reproducciones mensuales, y a eso habría que descontar las comisiones de distribuidoras y entidades de gestión de derechos. Más, obviamente, el IRPF.

Ya os imagináis cuántos de nosotros podemos permitirnos dedicarnos exclusivamente a la música. La inmensa mayoría dependemos de otros trabajos para poder comer, e invertimos parte del dinero y el tiempo que nos dejan libre —horas de sueño— a producir nuestras obras.

Mientras tanto, las multinacionales nos mantienen «entretenidos» con engendros como los talent shows o festivales como el de Eurovisión, pienso para ganado que está atrofiando el paladar del consumidor y estancando la música popular en unas cotas de creatividad paupérrimas.

Lo importante ya no parece ser la música, sino el papel en el que viene envuelta.

Hoy por hoy, la música popular es la más conservadora, retrógrada y estancada de todas las artes. Solo tenemos que leer a poetas contemporáneos, darnos una vuelta por museos y galerías de arte moderno, conciertos de música culta, salas de cine de autor o estudios de arquitectura para confirmarlo.

Sé por experiencia que la mayoría de artistas jóvenes en España que hoy me sorprenden con su talento tirarán la toalla muy pronto. Lo sé porque ha venido ocurriendo así desde que comencé mi carrera. Algunos retomarán aquellas oposiciones que dejaron a un lado cuando sacaron su primer disco y empezaron a dar conciertos. Otros buscarán trabajo en sectores alejados de la música para poder criar a sus hijos.

Como mucho, desempolvarán sus guitarras y sus teclados de vez en cuando para convencerse de que no han abandonado su arte del todo, de que no lo han traicionado. En realidad, es el sistema el que nos ha traicionado a los artistas.

La esperanza de la «democratización» del arte que parecía traer consigo la tecnología, como tantas otras esperanzas, se ha secado en un destino diametralmente opuesto al soñado. Pronto, la escena será un páramo, a menos que se remuevan los cimientos. Es muy difícil luchar contra un gigante si no es dinamitando la base sobre la que se sostiene.

Te sugiero que apoyes a los artistas pagando por su música en plataformas como Bandcamp. No es mucho. Cada canción suele costar 1€ (algo más de 70 céntimos para el creador, en trabajos autoeditados y descontando comisiones). 10€ de media por la descarga de un LP (algo más de 7€ para el artista).

No nos resuelve la vida, pero al menos tiene uno la hermosa sensación de que hay gente ahí fuera —gente real, no números— que de verdad aprecia tu música.

Álvaro Tarik
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