Prensado en frío

José Federico Barcelona: «Hay autores que se aproximan a la llamada literatura infantil desde una atalaya adulta»

Portada de 'El oso blanco y la hormiguita' de José Federico Barcelona
Portada de 'El oso blanco y la hormiguita' de José Federico Barcelona

José Federico Barcelona: «Hay autores que se aproximan a la llamada literatura infantil desde una atalaya adulta»

José Federico Barcelona Martínez, murciano afincado en Granada, ha sido durante toda su vida laboral educador en las Escuelas Infantiles Municipales de Granada. El pasado mes de octubre obtuvo el Premio Internacional de Cuento Universidad de Antioquia (Colombia) por su libro de relatos ‘Una semana redonda’, aunque lo que le trae hoy a la prensa es ‘El oso blanco y la hormiguita’ (Olé Libros, 2021). Este álbum infantil ilustrado se ha publicado también en lengua islandesa y ha sido elegido uno de los cinco mejores álbumes ilustrados infantiles en Islandia en 2021. ¿Qué os parece si le pedimos que nos lo cuente?

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

José Federico Barcelona: “Ahora” es el momento perfecto, porque es el más esperado por mí. Es que este libro, Javier, tiene el significado de primer momento, ya que es mi primer libro debidamente publicado. Por eso es muy importante y una alegría que tal vez no se vuelva a producir de igual manera. Ahora, además, creo que es un tiempo de bastante producción de libro y álbum ilustrado infantil, aunque es más discutida la calidad de esa producción. 

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Yo he trabajado toda mi vida laboral en educación infantil, en concreto en las escuelas infantiles municipales de Granada que, para mí, y no solo para mí, son una institución avanzadísima en su concepto y práctica de la educación infantil de 0 a 6 años… Allí he leído e inventado cuentos que nacían, se contaban y se perdían, en la más pura tradición de literatura oral… Pero esta historia fue atrapada por un amigo islandés que pasa tiempo en Granada, Ólafur Páll Jonsson, filósofo, profesor en la Universidad de Islandia. Y se llevó hace unos años en una carpeta azul a mi oso blanco y a mi hormiga a Islandia, ¡allí donde no existen las hormigas ni hay osos polares! (risas), y con mucha paciencia se encargó de hacer personalmente la traducción al islandés y de todo lo demás. A él se lo debo todo.

¿Y, desde entonces, cuál ha sido la trayectoria del libro?

El libro se publicó en Islandia en agosto de 2020, y en marzo de 2021 los Premios de Literatura Ciudad de Reikiavik lo incluyeron entre los cinco finalistas al mejor álbum infantil ilustrado publicado en Islandia durante el año anterior… Después de eso todo ha venido rodado, por así decirlo. La editorial valenciana IGLÚ – Olé Libros, que tú tan bien conoces, se interesa por él para incluirlo en su lanzamiento; Granada Ciudad de Literatura UNESCO lo acoge en su programa con el eslogan “Conexión Granada – Reikiavik”, una conexión que ya tenía un pasado y tendrá futuro, espero, hoy el libro está en la bibliotecas públicas de Islandia; y hace un par de meses es presentado en la Feria del libro de Granada con éxito… ¿está feo que yo lo diga?… siendo, según me han dicho, la primera presentación formal de un álbum ilustrado infantil en una feria de Granada y en el programa de Granada Ciudad de Literatura… En fin, que no puedo estar más contento…  

Sólrún Ylfa Ingimarsdóttir es la cómplice necesaria para que ‘El oso blanco y la hormiguita’ cobre vida. ¿Cómo das con la joven ilustradora islandesa? ¿Cuál fue vuestra forma de trabajar y qué se siente al ver tan hermosamente ilustrada tu historia?

La mano y la imaginación de Sólrún han sido para la historia como una varita mágica. Le ha dado otra vida, como en los cuentos clásicos, los duendes y elfos, que son personajes muy islandeses, le dan a las personas y a las cosas. Sólrún ha proporcionado al texto un humor delicado y travieso, una frescura y un rizo infantil que me enamora. Ella tiene ahora 24 años y empezó a trabajar en el cuento con 20, tal vez… Y fíjate, Javier, que el dibujo, la ilustración no es su especialidad, ella estudia música, violín, en Copenhague, esa es su dedicación principal, pero no la única. Es una joven artista de los pies a la cabeza. En realidad, fue Ólafur quien dio con ella, es hija de un profesor compañero suyo. Hemos trabajado todo el tiempo a distancia, como hemos aprendido ahora durante la pandemia, pero desde los primeros bocetos sus dibujos e intenciones me ganaron totalmente, mi historia la necesitaba porque ella la agigantaba. En realidad hay tres varitas mágicas: Sólrún, Ólafur y su empeño porque el libro saliera, y un niño de dos o tres años, hijo de la directora de la Editorial Salka, que tras escuchar la lectura del cuento, dijo a su madre “otra vez”, y después de la segunda lectura repitió “otra vez”. Ahí, en la mismísima infancia, se decidió esta publicación.

Si tuvieras que describir el libro con unas pocas palabras…

Un par podrían bastar: es una historia de refugio, de acogida, de fraternidad. También hay otras habitaciones en esa casa, claro, como en todas las obras, pero el hogar, lo que la define, la intención, es esa que te he dicho. 

¿Por qué elegiste la fórmula clásica de la fábula? ¿Qué te gustaría que l@s niñ@s aprendieran con su lectura?

Este es un cuento que he contado en edades muy tempranas, desde los dos a los cuatro o cinco años, y quería mostrar dos personajes muy opuestos, por así decirlo: uno muy grande y fuerte, y otro muy pequeño y desvalido; uno muy acomodado y otro muy desamparado; uno visible y otro invisible. Elegir animales para ello, como hace la fábula clásica, lo facilita, porque con el mundo real de los humanos no se puede mostrar a un niño de tan corta edad ese contraste tan enorme e intenso. Otro de los propósitos es meramente pedagógico, conocer e identificar partes del cuerpo humano, proyectar la imagen corporal, y un oso tiene básicamente un cuerpo como los humanos, que es el cuerpo que va recorriendo la hormiguita.

Pero lo más importante es que los niños y niñas se divertían de lo lindo, conectaban con humor, entraban en la provocación del débil al fuerte, en la transgresión, en el conflicto… Y ahí está, a mi juicio, uno de los aspectos más valiosos y preciosos de la literatura infantil: no en la elaboración de una clásica moraleja a la que te llevan de la mano del relato como a un niño bueno. Las enseñanzas de una historia tienen que ser una elaboración propia del niño y de su experiencia en el mundo, como en cualquier adulto. Así que una fábula, sí, pero una fábula solo en la forma, con los pies muy puestos en un concepto de infancia capaz e inteligente y en el mundo actual. 

¿Es más difícil escribir para el público infantil que para el adulto?

Por mi experiencia, no. Pero yo he pasado mi vida con niños y niñas. Quien no tenga la experiencia de convivir un día tras otro durante años y años con ellos, tendrá, sin duda, más dificultad para acercarse a sus mundos, conflictos, emociones, a su humor, etc. Además, no siempre es lo mismo tener hijos que estar con niños. Creo que hay autores que se aproximan a la llamada literatura infantil desde una atalaya adulta, con su mochila de adultos, con prejuicios adultos y, sobre todo, con una especie de pulsión por enseñar asuntos que les parecen muy importantes, incluso con vocación moralizante, y no para aprender de un mundo infantil que en muy buena medida les es desconocido y lejano. 

¿Supone esta obra un punto de inflexión en tu producción? ¿Y a partir de ahora, qué?

¿Inflexión? Uy, uy, no, por favor. Lo que quisiera es justamente no desviarme de lo que he empezado, y seguir andurreando mis dos caminos, la literatura infantil y juvenil, en la que tengo escrito algún cuento más y una novela juvenil, que están esperando, y la narrativa breve para adultos, el relato corto, la novela corta, en lo que también tengo algunas cosas escritas no publicadas y un proyecto por realizar desde hace dos años. Tengo textos porque, como ya sabes, empecé a hacer públicas mis cositas hace solo dos o tres años, tras la jubilación, en “mi” década de los sesenta… Más que un escritor tardío soy un escritor atardecío, —muchas risas—.

Acabas de alzarte con el Premio Internacional de Cuento Universidad de Antioquia (Colombia) gracias al libro de relatos ‘Una semana redonda’. ¿Qué ha supuesto este reconocimiento para ti?

Para empezar, una sorpresa y un orgullo, en el mejor sentido de la palabra. Se presentaron más de 600 obras procedentes de 23 países, para un premio que intenta, con toda justicia, destacarse en una de las facetas más brillantes de la literatura Latinoamericana, el cuento. Y con un jurado excepcional: el cubano Leonardo Padura, la argentina Perla Suez y el colombiano Pablo Montoya. Más tarde sigues pensando y recuerdas que lo te llevó ahí tenía poco que ver con la vanidad, con la jactancia, y mucho con la necesidad de sentir cierta seguridad en el hecho de escribir, algo de lo que siempre dudé, y saber que tu trabajo puede interesar. Sí me gustaría dos cosas: que el libro tuviese suficiente difusión, especialmente en España, claro, y no desviarme de estas meditaciones secretas que acabo de descubrirte. 

Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’? 

¿Puedo decir dos? Una, la madrileña Rosa Ureña, autora  e ilustradora, reciente ganadora con la obra ‘Circo’ del Premio Internacional de Poesía para Niñas y Niños Ciudad de Orihuela, que el año pasado ganó nuestro amigo Pepo. Otra, Alicia Domínguez, autora gaditana, buena narradora y amiga, que anda paseando su libro de relatos ‘La culpa la tuvo Eva’.

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Javier Gilabert
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