Contra la realidad
Esta realidad que nos abruma se ha apoderado del subconsciente de la sociedad de hoy, de los ciudadanos, y ha impuesto el desasosiego y el desconcierto en cualquier lugar de esta Almería, de este país, de nuestro mundo.
Todos los acontecimientos trascendentales, de una realidad que se proyecta continuamente cada día, están presentes en la vida cotidiana: el volcán de la isla de La Palma; la pandemia del virus, con las vacunas y sus dosis correspondientes; el extravagante y desalentador debate de la política; la pérdida de la memoria histórica; el mundo de la enseñanza en todos los órdenes, con las clases presenciales y on line, un espacio que domina ya casi todos los ámbitos de nuestro modo de vida profesional; la tragedia de los movimientos migratorios; la agonía de los mundos urbanos, de la ciudad y los pueblos; la degradación de la naturaleza y sus paisajes. Y a la par, el acontecer en los encuentros con personas conocidas, con amigos; la comunicación y la información a través del móvil… En busca de una verdad que ya nos resulta desconocida. De esta manera, interpretar la realidad es una aventura.
El recelo, el miedo y la incertidumbre pueden imponerse en casi todos los momentos y situaciones. Y nuestras conciencias permanecen con multitud de interrogantes y dudas, sin respuesta.
Frente a esta realidad que nos abruma y sobrecoge se impone la escapada, la evasión a través de la música, de la lectura en general; la función de los medios de comunicación, periódicos, revistas y libros que nos observan; la audición de la radio, emisoras en todos sus contenidos; el peculiar hipnotismo de la televisión, por lo que encierra más allá de las noticias diarias, sobre otros mundos, circunstancias y lugares. Y el cine de autor, en la sala oscura, por supuesto.
Comparece cada día el encuentro con el kiosco de prensa de la esquina, que sobrevive con un fuerte espíritu de resistencia, el mejor territorio en busca del periódico diario. Comprar cada mañana la barra de pan al panadero de siempre, eso sí, un pan bien hecho, bien cocido, como se ha hecho toda la vida. La farmacia sigue en la acera de enfrente. La cola ante el vendedor del cupón de la ONCE; el lugar de las fotocopias, y lugar cercano para conseguir todas las loterías en busca de una suerte innecesaria, que no da la felicidad.
En el barrio permanecen los bares más cercanos, con sus tapas, donde pervive un territorio para tertulias sobre los hechos universales. Y las cafeterías, en el mismo orden. Coloquios y charlas al amor del compañerismo. Y siempre, la amistad en una pandilla.
No puede faltar el recorrido pausado, Paseo arriba, Paseo abajo, Rambla arriba, Rambla abajo. La vía del Paseo Marítimo frente al mar. El encuentro de cada día con los agonizantes árboles y palmeras de la ciudad. Y el trinar de los pájaros.
Hay por consiguiente multitud de maneras para mantener la capacidad de pensar y desarrollar más la rebeldía; de mantener vivas las historias cercanas y dar salida al pensamiento crítico, la sincera amistad y la familia. Y también ha llegado el momento para enaltecer el espíritu más personal, individual y colectivo frente al desaliento.
Y por consiguiente, para mantener una actitud firme de rebeldía, de quien no se rinde y se siente traicionado, contra esta realidad que nos abruma, está, por ejemplo, este artículo.
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