Javier Gilabert y Fernando Jaén: «Es el libro, y no nosotros, el que debe dejar su huella y su testimonio»
Hace un par de años tuve la oportunidad de entre2vistar a Fernando Jaén y Javier Gilabert con motivo del primer aniversario de Entre2vistas, la sección que ambos conducen aquí, en secretOlivo. Con especial ilusión, vuelvo a hacerlo hoy ya que ambos acaban de publicar, a dos voces como suelen hacer en su sección, Bajo el signo del cazador (Olé Libros, 2021), un poemario escrito al alimón en el que no sobra una sola palabra y donde el motivo del desierto nos invita a enfrentarnos a nosotras y nosotros mismos, a reencontrarnos.
Como dice Jorge Pérez Cebrián en la contracubierta de este libro: «Con el cuerpo sobre la arena el desierto nos abraza. Allí, el beso piadoso de la arena … Allí, acaso, la oportunidad de comprender, de desvelar nuestro ser en cada herida». Así pues hoy, en una suerte de cazadores cazados, Javier y Fernando son los invitados a desvelarnos qué encierran las páginas de este original poemario conjunto.
Gerardo Rodríguez Salas: ¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
Javier Gilabert: Este libro surge, de un lado, de la necesidad de llevar a otro nivel lo que ya venimos haciendo desde hace más de cuatro años: trabajar juntos. Son muchos los proyectos que hemos emprendido Fernando y yo —bien lo sabes pues participas en multitud de ellos (risas)—. El Cazador es, en cierto modo, una consecuencia natural de esa sinergia. De otro, del amor y el respeto que compartimos por la poesía en general y de la del otro en particular.
La idea en concreto tiene un germen mucho más prosaico a la par que romántico: andábamos en mitad de un concierto, concretamente de ‘Cosas Que hacen Bum’, a finales de la primavera del 19 en el mágico entorno del Palacio de los Córdova y con algunas cervezas —por qué no decirlo— en el cuerpo, cuando nos conjuramos para escribir un libro juntos. La idea inicial incluía las posibles temáticas y, sobre todo, el tono que debía tener el posible libro. ¿No, Fernando?
Fernando Jaén: Pues sí, así es. Después de un encuentro circunstancial nos tentó la idea de trabajar juntos en un mismo libro y con una temática conocida por ambos. Decidimos llegar a ese lugar donde no hay caminos, explorar experiencias de desierto con las ganas de mezclar y enredar nuestras poéticas, y diluir el ‘yo’ de cada uno en una voz impersonal al servicio de un objetivo común. Es el libro, y no nosotros, el que debe dejar su huella y su testimonio.
¿Por qué este libro y por qué ahora?
F.J.: Surgió de esta idea de hacer algo juntos, de unir nuestras voces para desentrañar ese lugar común a ambos. Fue antes de la pandemia, y ha supuesto un espacio de meditación y refugio para estos tiempos de incertidumbre. Bajo el signo del Cazador aparece como una necesidad de volver al origen de uno mismo. En momentos difíciles creo que el camino más acertado es retomar la esencia. Es, pues, un libro atemporal, de viaje interior. La idea de desierto, física y espiritualmente, es una forma de enfrentarse a la más rudimentaria realidad de cada uno. La poesía tiene un camino marcado en estas páginas: descubrir en la arena la verdad polvorienta.
Quienes han leído hasta ahora el libro coinciden en que en él parece haber una sola voz. De hecho, en su magnífico prólogo, Luis Miguel Sanmartín habla de una ‘voz pura (depurada)’ que entonáis ‘al unísono’. ¿Cómo habéis conseguido fundir las vuestras, tan diferentes, en una y además conseguir unos versos tan depurados y tan cargados como las balas del cazador al que alude el título? ¿De qué manera habéis trabajado el libro?
J.G.: Tú bien sabes lo que ocurre cuando escribes un libro de poemas y lo entregas a las y los lectores. La recepción que tiene, lo que te dicen de él, las críticas y las reseñas, te ayudan a ver realmente cómo es aquello que has creado. Al leerlo ambos después de mucho tiempo, de cara a las correcciones propias de la edición, fuimos realmente conscientes de que habíamos conseguido darle el tono apropiado y que nuestras voces se confundieran y contaminaran la una de la otra.
F.J.: Trabajamos con total libertad y complicidad. Los poemas los escribimos por separado y luego se fueron modelando de forma conjunta con los matices que cada uno aportaba. De esa manera todos los poemas tienen algo de los dos. Esa era la pretensión, diluir el ‘yo’ personal para darle al libro ese tono ecuménico que buscábamos.
¿Qué pistas o claves os gustaría dar a los y las posibles lectoras?
J.G: A pesar de las muchísimas referencias, de la intertextualidad que con el mito de Orión como hilo conductor inerva estos poemas, leedlo con la mente abierta; dejad que el Cazador os atrape. Ah, y para quienes nos hayan leído por separado, un consejo: no intentéis descubrir de quién es cada poema: a nosotros mismos nos cuesta, a estas alturas, discernirlo —risas—.
F.J: Es un libro desnudo, un destierro voluntario que comienza donde ya no hay caminos. El que quiera leerlo sólo debe adentrarse en él y dejarse llevar por su intuición. Hay muchas referencias; muchos poetas, santos, locos y criminales han recorrido los más traicioneros desiertos. Así que cada cual elija su forma de participar en él, de ser cazador o cazado.
¿Qué efecto esperáis que tenga el libro en el público lector?
J.G.: Difícil pregunta. En mi opinión, se trata de un libro cuyos poemas dejan muchísimo espacio a quien los lea; muy probablemente —ojalá no me equivoque— la experiencia será única y personal. En cualquier caso, espero que les lleve a algún sitio, que les acompañe en su propia travesía por el desierto.
F.J: Es un libro que pretende llevar al lector a contestar preguntas sencillas de difícil respuesta. Es una invitación para enfrentarnos a la razón de nuestra propia existencia.
¿En qué medida veremos en él —o no— a los Fernando Jaén y Javier Gilabert de vuestras anteriores obras?
J.G.: Hay mucho de ambos, pero poco recuerda a la manera individual de escribir de cada uno. Es difícil de explicar. Por el modo en el que el libro se ha escrito —hablo con propiedad; ha sido el libro el que nos ha ido pidiendo lo que necesitaba—, en ese diálogo en el que íbamos contestando a los poemas que cada uno aportaba, y en la fase posterior de compactación y pulido de manera conjunta, estos versos los canta una sola voz, aunque haya diferentes registros. También se puede hablar de un ‘reparto de tareas’, en el que Fernando se ocupa más del fondo —y ahí se puede apreciar el poeta verdadero y contundente que es— y yo de la forma. No hace mucho tuvimos la suerte de compartir un entrañable rato con D. Rafael Guillén, quien hacía referencia precisamente a esos aspectos como signos de identidad de la poesía de cada uno. Pero, insisto, la mezcla de las dos voces, afortunadamente, no admite la separación de la propia en la mayoría de los poemas, si no en todos.
FJ: Conseguimos el tono adecuado del libro trabajándolo juntos. Se nos reconoce y se nos confunde, que es lo que pretendíamos.
El libro tiene el aval de haber quedado finalista el pasado año en el prestigioso Premio de Poesía Villa de Peligros. ¿Qué ha significado para vosotros ese reconocimiento?
J.G.: En primer lugar, una gratísima sorpresa. En este certamen tienen la buena costumbre de enviar un e-mail a todos los participantes cuando se falla y hay veredicto del Jurado. A principios de junio del año pasado, en pleno confinamiento aún, recibí un correo en el que se anunciaba que El polvo de las urnas de nuestra querida y admirada María del Castillo había resultado ganador y Bajo el signo del cazador, finalista. Tuve que leerlo varias veces porque no terminaba de asimilarlo. No nos lo esperábamos en absoluto.
Detrás de este Premio hay un Jurado tan diverso como solvente. Personalmente, me sirvió de constatación: había un libro digno, un buen libro, en esas páginas, a pesar de la manera tan distinta que Fernando y yo tenemos de escribir. Uno que merecía la pena ser publicado en algún momento. Por eso, cuando Toni Alcolea —al que estamos profundamente agradecidos por creer en él y en nosotros— nos propuso sacarlo a la luz con Olé Libros, la decisión fue fácil de tomar.
F.J.: Resultar finalistas de este premio es un reconocimiento que hay que agradecer. Cuando alguien se toma las molestias de leer tu obra con ojos críticos, su opinión sirve para darle un valor añadido al libro, que ya comienza a tener voz y recorrido propio. Ser reconocido así es la mejor manera de que pueda ser leído por la gente. Por ello, no queda más que agradecer a Toni Alcolea su generosidad y valentía al apostar desde su editorial por esta obra.
Os pongo en un aprieto: si tuvierais que quedaros sólo con cuatro poemas (suelen ser tres, pero os dejamos que elijáis dos por cabeza) de Bajo el signo del Cazador, ¿cuáles serían?
F.J.: Pues aquí me gustaría destacar ante todo el magnífico prólogo que nos ha regalado Luis Miguel Sanmartín, una acertada aproximación a la obra y a su significado, con referencias propias, a Valente, a la mitología. Creo que es un pequeño estudio que lo dota de profundidad y solidez. Por otro lado, “Exitus”, “Las lágrimas” o “El cazador” son poemas muy potentes dentro de la estructura del poemario.
J.G.: Sin duda uno sería la sextina final con la que se cierra el libro, ‘Exitus’. En pleno proceso creativo me levanté una mañana antes del alba. En el móvil, un mensaje de Fernando: ‘He escrito una sextina para cerrar el Cazador’. Me pareció maravilloso que, en primer lugar, el final del libro hubiera nacido en una noche de desvelo, y con esa forma estrófica que Fernando no acostumbra a utilizar. Y también cómo posteriormente fuimos entre los dos cincelándola hasta que quedara a nuestro gusto. ‘El sueño’ sería mi segunda opción. Un poema de dos versos impactante, profundísimo, que permite al lector hacerlo suyo de manera íntima e irrepetible.
¿Supone este poemario un punto de inflexión en vuestra producción como poetas? ¿Y a partir de ahora, qué?
J.G.: Sin duda lo es. Ya había tenido la enriquecedora experiencia de escribir a cuatro manos con Diego Medina Poveda en nuestros Sonetos para el fin del mundo. Aquello fue un ejercicio de contención y precisión, de filigrana, con un esquema prefijado que a modo de algoritmo nos iba indicando qué hacer. Con Bajo el signo del Cazador, además de haber disfrutado de la suerte que supone trabajar a pecho descubierto con un poeta de la talla de Fernando al que admiro y quiero, en una suerte de ejercicio libérrimo, tan intenso que a veces te dejaba sin resuello, y cuyo resultado es este libro que os presentamos, me hace pensar que estoy en una etapa distinta. Como comentaba Mario Obrero en una entrevista para “Tres en la carretera”, me ha permitido construirme y deconstruirme, seguir siendo yo, pero un yo distinto, más completo.
F.J.: Trabajar con un poeta tan íntegro, meticuloso y entregado como Javier Gilabert ha sido un regalo. Él ya tiene experiencia en libros ‘a cuatro manos’; para mí ha sido una experiencia muy enriquecedora. Seguiremos colaborando en otros proyectos como nuestra sección de Entre2vistas de secretOlivo. La complicidad no se pierde. Yo saco libro propio, inspirado en una crisis vocacional, donde exploro los entresijos de mi trabajo como médico, La palabra del ciervo (Sonámbulos Ediciones) con el cariñoso amparo de Javier Bozalongo.
Por último, como lectores, ¿a quién os gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?
J.G.: Difícil pregunta también ésta por varias razones. En primer lugar son tantas y tantos quienes desarrollan en Andalucía su arte en cualquiera de las disciplinas (música, literatura, pintura, fotografía…) susceptibles de pasar por la Prensa que enumerarlos sería, de un lado, imposible y, de otro, injusto, pues a buen seguro nos dejaríamos muchísimas personas que ni siquiera conocemos aún y que también lo merecen.
Ese, sin duda, es el propósito de esta última pregunta que formulamos siempre al final del ‘Prensado’. Que sean l@s entrevistad@s quienes amplíen nuestras miras y las de la sección, haciéndola cada vez más importante. Aprovecho desde estas líneas para invitaros a hacernos llegar vuestras sugerencias.
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