Prensado en frío

Jesús Cotta: «Prefiero dedicarme a cantar lo que me gusta, en vez de criticar lo que me disgusta»

Portada de Homo Mysticus de Jesús Cotta
Portada de 'Homo Mysticus' de Jesús Cotta

Jesús Cotta: «Prefiero dedicarme a cantar lo que me gusta, en vez de criticar lo que me disgusta»

Jesús Cotta Lobato (Cártama, Málaga, 1967) es profesor de Griego en un Instituto de Enseñanza Secundaria de Sevilla, novelista, ensayista, aforista y poeta. Por si esto fuera poco, también ha participado en la elaboración de manuales de Filosofía de ESO y Bachillerato. Ah, y también ha hecho las veces de traductor y, si te gustaría escribir poesía y no sabes cómo empezar, te recomiendo encarecidamente que visites su canal de YouTube. Pasa hoy por la prensa para hablarnos de ‘Homo mysticus’, su más reciente libro de aforismos.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Jesús Cotta: Este libro me ha salido sin querer, a golpes de inspiración. No lo tenía planeado. No me propuse escribirlo. Lo que ha ocurrido es que, con los trabajos y los días, se me van ocurriendo ideas que considero luminosas, y esas ideas reflejan mi celebración del mundo, que para mí no es solo lo que percibimos con los sentidos y lo que la ciencia empírica puede estudiar: también es real lo otro, lo que nos mueve, lo que nos inspira, lo que da valor a un gesto o a un poema, lo que nos hace elevarnos sobre la materia que nos compone. En la mirada de una madre, por ejemplo, hay muchísimo más de todo lo que puede ver un microscopio; pero para ver esa misteriosa dimensión hacen falta los ojos de un poeta, el pincel de un pintor, la mirada de un místico. Cada cosa es más de lo que a simple vista parece: de esa idea creo que han nacido casi todos los aforismos que han ido formando, sin querer, este libro. 

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Yo tengo la costumbre, en mis libros de aforismos, de agruparlos por temas o por tonos. Y cuando me puse a ordenarlos todos pensando que irían a formar parte de libros distintos y dispares, me di cuenta de que todos giraban en torno a tres o cuatro temas afines: la trascendencia de lo aparentemente intrascendente, la conexión de lo terrestre con lo celeste, el ser humano entre ambas dimensiones, y la belleza vibrante que hay en cada cosa. Así que decidí titularlo Homo mysticus, porque, por así decir, todos los aforismos eran explosiones de alegría y de estupor que el hombre, desde la cumbre de todas las cosas, podía lanzar al infinito cosmos en busca de una realidad superior a él.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a l@s posibles lector@s?

Me encantaría que este libro calase en el corazón y en la sensibilidad de cuantos intuyen que no somos en este universo material un animalillo más que arrastra sus instintos por el suelo. Los griegos definían al hombre como un híbrido de animal y dios: aunque nuestro cuerpo sea animal, nuestra conducta ha de ser la de un dios. En realidad, las normas de educación consisten en eso: en comportarnos ante los demás sin nada de animalidad, sino como dioses que, incluso cuando hacen actos animales como dormir, comer o copular, lo elevan todo a otra categoría. 

Yo hablo a quienes, incluso aunque no crean que existe lo espiritual, se portan como si existiera, como si fueran algo más que materia, algo que nunca va a morir, algo por lo que vale la pena morir, porque veneran al ser humano como lo más elevado que hay en el cosmos, porque es lo que más se parece a Dios, incluso aun cuando Dios no existiera.

¿Qué efecto esperas que tenga el libro en ell@s?

Me encantaría, de corazón, que este libro barriera, cantando, riendo y celebrando, toda esta ola sucia de contrahumanismo que nos está invadiendo y que tiene múltiples manifestaciones: feísmo, animalización de lo humano y humanización de lo animal, abortismo, desprecio de las tradiciones y del legado de quienes nos precedieron y nos han hecho posibles, desvinculación de sexo y amor… El concepto mismo de superpoblación es insultante, porque quiere decir que casi todos sobramos. Ojalá mi libro devuelva la fe en la grandeza del ser humano.

¿En qué medida veremos en él —o no— al Jesús Cotta de tus anteriores obras?

Esta es la primera vez que me hacen una pregunta tan interesante (al menos para mí mismo). Creo que en este libro está Jesús Cotta quintaesenciado. Lo que aparece de refilón en mis ensayos y en erupción en mis poemas, está aquí declarado con las mejores palabras que he sabido encontrar, para que quede dicho del mejor modo posible lo mejor que sé pensar respecto a los asuntos que más me importan.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres aforismos de Homo mysticus, ¿cuáles serían?

¡Ay, sí que es un aprieto! No sé si son los que más me gustan, pero esto son los que me vienen a la cabeza (eso sí, son más de tres):

-Decidme, elementos de la tabla periódica, ¿cómo os juntáis para que os salga un tigre?

-La nada es un infinito que el ser abre a machetazos. 

-Los laberintos de la vida embrollan todos los hilos de Ariadna. Mejor guiarse por las estrellas.

-Lo primero que voy hacer al morir es aprender a tocar el clavicémbalo.

-La felicidad no estaba en el arte, el éxito o los músculos, sino cuando yo tocaba las constelaciones desde los hombros de mi padre.

-Corre, sangre, que la muerte te persigue.

-Dios es una idea generada por la evolución, pero la evolución fue idea suya.

¿Supone este libro de aforismos un punto de inflexión en tu producción como escritor? ¿Y a partir de ahora, qué?

Esa misma pregunta me hizo el editor que me quiso publicar el libro (y perdón por la falta de modestia). Y la verdad es que es un libro tan sincero, tan sentido, tan con el corazón en la mano, tan sin pelos en la lengua, que he decidido enterrar para siempre algunas obras que tenía ahí medio empezadas y que ahora me parecen superficiales o impropias. Tengo la sensación de que estos aforismos, que considero más inspirados por el cielo que míos, me obligan a decir de ahora en adelante menos tonterías. Y ahora que me preguntas esto, creo que el libro también ha sido mi definitivo adiós a la fase dialéctica de mi vida, cuando me encantaba imaginar disputas imaginarias y lanzar zascas, como hice en el primer libro que publiqué: Topicario. Y arpones contra el pensamiento simple. Quizá también eso sea señal de que me estoy haciendo mayor y prefiero dedicarme a cantar lo que me gusta, en vez de criticar lo que me disgusta. 

Por último, como lector, ¿a quién te gustaría que invitásemos a pasar por ‘la Prensa’?

Acabo de leer un libro estupendo de Jesús Montiel, titulado Lo que no se ve. Es un librito precioso que pone el foco en lo que nos rescata de la mugre y del marasmo. Lo recomiendo vivamente.

Javier Gilabert
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